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Una mujer sentada en un banco | Foto: Shutterstock
Una mujer sentada en un banco | Foto: Shutterstock

Mamá le sugiere a hija reunirse en el parque después de su cirugía: la chica llega y encuentra una nota en el banco - Historia del día

Georgimar Coronil
02 jun 2022
18:00

Elisa Dubis tuvo a su hija Mary a los 19 años y desde ese momento la amo incondicionalmente. Cuando la niña tenía cinco años, su pareja la dejó.

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Dubis crio a su hija sola y trataba de complacerla en todo lo que ella quería. Sin embargo, la pequeña en vez de ser agradecida con su madre, se volvió arrogante y petulante.

Con el paso de los años, Elisa se decía a sí misma que el trato desagradable de su hija hacia ella no era más que las habituales rabietas de la adolescencia. Elisa creía que pronto Mary maduraría y sería una hija buena y cariñosa.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Mary cumplió dieciocho años y luego veinte y no cambiaba su forma de ser. "¡Deja de ser tan empalagosa, mamá!", le decía Mary a Elisa cuando le daba un beso de buenas noches.

Un día, mientras estaba con su novio Juan, Mary le dijo a su madre: "¡Pareces una vieja desaliñada! Eres una vergüenza".

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Elisa, que se había gastado todo su dinero comprándole ropa a Mary, se contuvo y no le respondió nada a su hija.

Cuando Juan se fue, Elisa le dijo: "Me avergonzaste delante de Juan. No sé por qué te gusta hacerme daño, Mary. He hecho todo lo posible por ti...".

Mary le dio la espalda a su madre: "Estoy harta de tus infinitas dulzuras y sacrificios. Me aburres, mamá. Y lo que es peor, me avergüenzas".

Elisa sintió un fuerte dolor en su corazón ante la ingratitud de su hija. "Está bien, Mary", dijo. "No importa cuánto te avergüence o cómo me desprecies, siempre te querré, pase lo que pase. Me pregunto si Juan te amará tan desinteresadamente. Eso espero".

Una semana después, Mary se mudó a la casa de Juan. Durante los siguientes seis meses, Elisa no vio a su hija. Aunque la llamaba a menudo, Mary siempre estaba demasiado ocupada para charlar.

Entonces Mary empezó a sentirse mal. Estaba constantemente cansada y con náuseas, y sabía que no estaba embarazada. Fue al médico y, tras varias pruebas, le diagnosticaron una enfermedad renal.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

La única posibilidad de que Mary tuviera una vida normal era un trasplante de riñón, así que su médico la puso en la lista de espera. Desesperada y asustada, Mary acudió a su madre.

"¡Mamá!", dijo, corriendo a los brazos de Elisa. "Me han dicho que necesito un trasplante de riñón y tengo mucho miedo".

"Cariño", dijo Elisa, acariciando con ternura el pelo de su hija. "Todo va a salir bien".

"Me han puesto en la lista", le dijo María. "Puede que pasen años antes de que llegue el donante, y puede que tenga que ir a diálisis pronto".

"Lo que venga, lo afrontaremos juntas", dijo Elisa.

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"Tengo miedo, mamá", confesó Mary. "¿Recuerdas lo mal que pusiste cuando te operaron de la rodilla? Casi te mueres. ¿Y si me pasa lo mismo?".

"¡Mary, no te va a pasar nada!", dijo Elisa con firmeza. "Yo reacciono mal a la anestesia, pero tú no. Te sacaron el apéndice sin problemas, ¿recuerdas?".

Mary se sintió reconfortada por su madre y se fue a casa a contarle a Juan lo que le había dicho el médico. Él parecía más irritado que preocupado. "¡Ya hemos reservado esas vacaciones en las Bahamas para noviembre!", gritó. "¿Significa que tenemos que cancelar?".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

"En lo absoluto", le dijo Mary. "No me operarán tan rápido. Estoy segura de que llegaremos a las Bahamas...".

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"Sí que te ves mucho más delgada", dijo Juan. "Te sienta bien. No estarás postrada en la cama ni nada parecido, ¿verdad?".

Mary le aseguró a Juan que estaría bien y que su enfermedad no le supondría ningún inconveniente en un futuro próximo. Sin embargo, tres semanas después, Mary fue llamada al hospital para una consulta quirúrgica.

"Eres una chica afortunada, Mary", dijo el cirujano. "Tenemos un riñón para ti de un donante vivo, y queremos proceder lo antes posible".

Mary llamó a su madre y le dijo que iba a recibir el trasplante a finales de mes. "No puedo creerlo, mamá", dijo. "¡Es un milagro!".

"Cariño", dijo Elisa. "¡Es maravilloso! Cuando ingreses en el hospital, quiero estar allí contigo".

Y dos semanas después, Elisa estaba junto a la cama de Mary tomándola de la mano. "Mary, quiero que me prometas algo", dijo. "Cuando esto termine y te pongas de pie, irás al parque como solíamos hacer. Quiero que volvamos a estar cerca. Me entristece que nos hayamos distanciado".

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Por favor, mamá", dijo Mary. "¡Ahora no! ¿No puedes pensar en nada más que en ti misma? Esta tarde me van a operar y tú solo te quejas". Elisa no dijo nada más. Besó a su hija y se fue.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Cuando Mary se despertó de la operación, estaba mareada y dolorida, y no había nadie a su lado. Esperaba que Elisa estuviera allí, o Juan.

Llamó a Juan, pero su llamada fue directamente al buzón de voz. Llamó a su madre y nadie contestó al teléfono. Al día siguiente, ocurrió lo mismo y Mary empezó a preocuparse.

Llamó a una de sus amigas y le preguntó si había visto a Juan y su amiga suspiró. "No quería decírtelo, Mary, sobre todo ahora que estás enferma. Juan ha estado teniendo una aventura con Janeth...".

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Mary colgó el teléfono sintiéndose enfadada y traicionada. Mientras había estado tan enferma, el hombre que decía amarla había tenido una aventura con una de sus amigas.

La chica siguió llamando a Elisa sin obtener respuesta, así que cuando le dieron el alta del hospital cinco días después de la operación, pidió al taxi que la dejara en el parque.

Caminó lentamente hasta el lugar favorito de su madre, un bonito banco de hierro forjado situado frente a una fuente, y se sentó. Vio un gran sobre encerado pegado al respaldo del banco con su nombre impreso en letras grandes.

Mary abrió el sobre con manos temblorosas y sacó una carta. "Querida mía", leyó. "Quiero que sepas lo mucho que te quiero. Mary, siempre has sido mi vida, por eso te he dado la vida por segunda vez.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"Pase lo que pase después de la operación, recuerda que nunca estarás sola y que una parte de mí siempre estará contigo".

Mary se quedó sin palabras y las lágrimas empezaron a correr por su cara: "¡Mamá, qué has hecho!".

Media hora después, Mary estaba de vuelta en el hospital hablando con su cirujano. "Mi madre", preguntó. "¿Qué le ha pasado?".

"Está en coma", dijo el médico. "Ha tenido una reacción alérgica a la anestesia... No sabíamos...".

"Ella lo sabía", respondió Mary. "¡Lo sabía y aun así lo hizo!".

Mary se sentaba junto a la cama de Elisa y le tomaba la mano, día tras día, hablándole y cantándole. Nunca perdió la esperanza, y un día Elisa se despertó. Fue un milagro de amor y fe.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pixabay

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Nunca pongas a un extraño por encima de tu familia: Mary había valorado más la relación con su novio que el amor de su madre, pero el destino le dio una lección.
  • El amor de una madre no tiene límites: Elisa haría cualquier cosa, incluso arriesgar su propia vida, para asegurarse de que su hija estuviera sana y fuera feliz.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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