Pobre conserje viudo adopta a bebé que encuentra en el aeropuerto: la madre aparece en su cumpleaños 18 - Historia del día
Mientras limpiaba la pista del aeropuerto, un pobre conserje se encontró con una bebé abandonada en un cochecito y la adoptó. Años después, en su cumpleaños número 18, su madre apareció en la puerta de su casa y le exigió que la devolviera.
Henry, de 41 años, era un padre viudo de cuatro hijos que trabajaba como conserje en el aeropuerto. Debido a que este era el único ingreso, a veces el dinero escaseaba y Henry luchaba para llegar a fin de mes.
Afortunadamente, sus compañeros de trabajo les donaban ropa y juguetes a sus hijos, y sus esposas también enviaban comidas con frecuencia.
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Como él se negaba a aceptar dinero, encontraron otras formas de ayudarlo. Un día, Henry estaba barriendo la pista después del aterrizaje de un vuelo cuando se encontró con una carriola abandonada.
Se detuvo en seco para inspeccionarla y encontró a una niña, que parecía tener unos dos años, durmiendo tranquilamente en el interior.
“¡¿Cómo puede alguien ser tan imprudente y dejar a su hija aquí?!”, se preguntó, mirando a su alrededor. No había adultos cerca, y se preguntó cómo las autoridades habían pasado por alto al cochecito en la pista.
Empujó suavemente la carriola hacia la oficina de seguridad, donde las autoridades convocaron a la policía.
Ya que la policía estaba en camino, Henry decidió regresar al trabajo, pero cuando estaba a punto de irse, la niña comenzó a llorar, lo que lo obligó a quedarse
“¿Mamiii?”, la niña lloraba y se movía desesperadamente en su cochecito, tratando de encontrar a su madre entre la multitud del aeropuerto.
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Henry la tomó en sus brazos para consolarla. “Tu mamá estará aquí pronto, cariño”, dijo. “No te preocupes”.
Eventualmente, la niña dejó de llorar, pero seguía buscando a su madre con ojos anhelantes. Los ojos del hombre también estaban fijos en la multitud, pero no veía a ninguna mujer acercándose a ellos.
Un par de minutos después, llegó la policía y se hizo un anuncio sobre la niña perdida, pero nunca apareció ninguna mujer buscando a su hija.
Cuando los oficiales le preguntaron a la pequeña por sus padres, no pudo decir mucho más que insinuar que su padre había muerto y que ella estaba con su madre.
En ese momento, Henry supo que no podía dejar sola a la niña. Como padre, su corazón estaba con ella. Aunque sabía que iba a ser difícil, decidió acogerla. Le dijo a la policía que tenía cuatro hijos y que estaba dispuesto a cuidar a la pequeña.
Los policías se mostraron reacios al principio. Pero después de verificar su identificación y recopilar más información sobre él, le permitieron llevar a la niña a casa por la noche.
El Servicio de Protección Infantil se la llevaría al día siguiente y Henry estuvo de acuerdo con eso. De camino a casa, el conserje pasó por el supermercado para comprar comida y pañales para la niña.
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En casa, sus hijos se emocionaron de conocerla y ella también estaba feliz. Esa noche, Henry y sus chicos cenaron junto con la niña, y uno de sus hijos le leyó cuentos hasta que se durmió.
Mientras ella dormía plácidamente, Henry no podía dejar de pensar. Estaba preocupado por lo que sucedería si su madre no aparecía.
Sabía que enviarla a un refugio sería terrible, así que comenzó a pensar en la posibilidad de adoptarla. A la mañana siguiente, estaba seguro.
Pero cuando llegó el Servicio de Protección Infantil a la mañana siguiente, el trabajador social dudaba en dejar a la niña con él.
Después de horas de persuasión y de que Henry los convenciera de que cuidaría de ella, le dieron su consentimiento para quedarse con la niña.
Pero lo permitieron solo con el argumento de que obtuviera el estatus de padre adoptivo y pasara la verificación de antecedentes, lo cual hizo.
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Pasaron los meses y, lamentablemente, la investigación policial no arrojó resultados. No se encontró a la madre de la niña, por lo que al final, Henry la adoptó legalmente y la llamó Beatriz.
Él la consideraba una bendición, pero no se imaginaba el problema que le esperaba. Henry y sus hijos adoraban a Beatriz. Los niños lo ayudaban a cambiar los pañales sucios de la niña e incluso se turnaban para alimentarla y bañarla.
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Cada día que pasaba, la pequeña se adaptaba rápidamente a la familia de Henry. El supervisor del hombre le había aumentado su salario, por lo que sus finanzas estaban mejores y podía cuidar mejor a sus hijos.
Después de unos años, le ofrecieron un mejor trabajo con un salario más alto. Todo parecía ir bien en la vida de Henry. Fue así hasta que un golpe inesperado en la puerta de su casa en el cumpleaños número 18 de Beatriz lo cambió todo.
En el umbral de su puerta había una mujer con ropa cara y tacones de aguja relucientes. Su corazón se hundió cuando vio cuánto se parecía a su hija.
“¿Henry Pérez? Soy Adriana. Acogiste a mi hija hace 16 años y estoy aquí para recuperarla. ¡Necesito mi dinero de ella!”, dijo, y Henry sintió que todo su mundo se derrumbaba a su alrededor.
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“¿Estás aquí por ella? ¿Dónde estuviste todos estos años? ¡Piérdete antes de que llame a la policía! ¡Ella no tiene nada que ver con tu dinero!”.
La mujer se echó a reír y Henry se quedó atónito por su bravuconería. “Ay, Henry. Está bien. No te preocupes demasiado por eso. Mira, en ese momento, no estaba pensando con claridad”.
“No estaba lista para la maternidad... La vida de una mujer no puede ser solo acerca de sus hijos. Ahora me gustaría recuperarla”.
“¿Recuperarla?”, replicó Henry. “Escucha. Mi hija no es una mercancía que puedas dejar cuando quieras y luego venir aquí a reclamarla. ¡La acogí legalmente y ella no tiene nada que ver contigo!”.
“Está bien”, dijo ella. “¿Qué tal si hacemos un trato aquí? Tú te la quedas y yo me quedo con el dinero. Ella debe heredar $3 millones de mi difunto esposo y lo quiero todo para mí”.
“Ella podría acompañarme a la oficina del abogado y firmar el documento, y luego te la devuelvo. Esta es la dirección del abogado”, dijo y le entregó la tarjeta de presentación. “Visítalo, y sabrás”.
Henry se sorprendió. Afortunadamente, Beatriz no estaba en casa cuando Adriana visitó, así que las cosas terminaron allí y la mujer se fue.
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Pero más tarde esa noche, cuando su hija llegó a casa, ella supuso por el rostro pálido de su padre que algo no estaba bien, y él tuvo que contarle todo.
“¿Y qué, papá? No voy a ir a ningún lado con ella. Eres mi familia. ¿Por qué la escuchaste?”.
“No sé, cariño. A ella le importaba mucho el dinero. Parece que tu padre te dejó una fortuna y ella la quiere. Dejó los datos de contacto del abogado”.
Beatriz estaba llorando. “¡Genial! ¡Me abandonó, y ahora va tras el dinero! Bueno, está bien. ¡No le voy a dar ni un centavo! Pero visitaré al abogado”.
Beatriz quería saber más sobre su padre porque apenas tenía recuerdos de él y se preguntaba si el abogado podría ayudarla. Ella visitó la oficina del representante legal al día siguiente con Henry, pero la verdad la rompió por dentro.
Resultó que su padre, Ronald, era un hombre rico y Adriana se había casado con él solo por dinero. Ella nunca quiso dar a luz a Beatriz, pero tenía que fingir ser una buena madre porque quería tener de buenas a Ronald.
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Desafortunadamente, el hombre murió en un accidente automovilístico poco después de que Beatriz cumpliera 2 años, pero antes de fallecer había cambiado su testamento, y eso Adriana no lo sabía.
Cuando la mujer descubrió que no heredaría nada y que Beatriz recibiría todo al cumplir 18 años, se puso furiosa. Para entonces, había abandonado a su hija y se había mudado al extranjero con su novio.
Pero decidió esperar hasta que Beatriz cumpliera 18 años para buscarla, y, 16 años después de abandonarla la encontró.
“¡Se merece pudrirse en el infierno!”, dijo Beatriz llorando después de escuchar todo. “¡La odiaré toda mi vida! ¿Quiere el dinero? No va a conseguir nada”.
La joven decidió no firmar los papeles para traspasar la herencia a su madre biológica, por lo que el dinero fue transferido a ella y a Henry. Adriana trató de comunicarse con ellos, pero dejó de intentarlo cuando la denunciaron a la policía.
“Estoy contenta de haberte encontrado, papá”, le dijo Beatriz a Henry una noche. “¿Puedes creer que mi madre volvió a mi vida solo porque quería el dinero? ¡La odio!”.
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“Pero no deberías”, le dijo Henry. “Verás, las cosas malas de la vida nos hacen darnos cuenta de la importancia de las buenas”.
“Si no fuera porque ella es tan mala, no habría encontrado una hija como tú. Te amo, cariño. Estoy muy feliz de tenerte en mi vida”, agregó mientras se abrazaban.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Una verdadera madre nunca dejaría a su hijo por nada, ni siquiera por millones: Aunque Adriana dio a luz a Beatriz, nunca fue una madre para ella. Al final, obtuvo lo que se merecía: nada.
- Un corazón que da amor recibe amor: Henry adoptó a Beatriz y la crio a pesar de que no tenía mucho dinero. Al crecer, su hija adoptiva apreciaba eso y se sentía bendecida de tener un padre como él.
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