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Escuela | Foto: Shutterstock
Escuela | Foto: Shutterstock

Niña va en secreto al cuarto de la conserje a diario: un día su padre va a la escuela - Historia del día

Mayra Pérez
27 ago 2022
00:25

Una niña está fascinada con las maquetas que crea la conserje de su escuela. Decide quedarse aprendiendo con ella, todas las tardes, hasta que su padre descubre lo que ha estado haciendo.

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Algunos padres sienten que necesitan dar forma al futuro de sus hijos y asegurarse de que tomen el camino correcto. Los padres de Sandy Vásquez creían que el futuro de su hija estaba en la medicina.

El padre era oftalmólogo y la madre era obstetra. Querían que Sandy siguiera sus pasos y la empujaron a tomar cursos de ciencias. Pero la niña tenía otras ideas.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Sandy era inteligente y sacaba sobresalientes en sus cursos de ciencias, pero lo que realmente amaba era el arte. Siempre que podía, iba a la biblioteca y leía sobre artistas y sus obras.

Ocultaba su pasión a todos, excepto a la señora Ling, la conserje de la escuela. La mujer había visto a Sandy leyendo un libro sobre maquetas chinas en la biblioteca.

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“¿Te gustan?”, preguntó la señora Ling. “¡Aprendí a hacerlos con mi abuela!”.

“¿Tú HACES esto?”, preguntó Sandy. “¿En serio?”.

“Sí”, dijo la señora Ling. “¡Ven a mi pequeña oficina mañana a la hora del almuerzo y te mostraré!”.

Al día siguiente, Sandy llegó puntual al lugar, llamó a la puerta y la señora Ling abrió. Dentro, en un rincón, había un pequeño escritorio con una lámpara, una lupa y delicadas herramientas de metal.

La niña quedó atónita cuando vio lo que estaba haciendo la señora Ling. Estaba construyendo la pagoda más pequeña e intrincada que jamás había visto, y un pequeño sauce.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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“¡Eso es tan bonito!”, dijo Sandy con lágrimas de emoción. “¿Cómo lo haces? Es tan pequeño y perfecto…”.

La señora Ling sonrió. “Así”, dijo ella. Cogió un trozo de corcho y empezó a tallar un hombrecito con un sombrero cónico. “Mi abuela los hacía, siempre me fascinó. Mis nietos no están interesados, ¡si quieres, puedo enseñarte!”.

“¡Me encantaría!”, exclamó Sandy. “¿Cuándo?”.

“Termino mi trabajo a las 3:30”, dijo la señora Ling. “¿Por qué no vienes entonces y empezamos?”.

Esa noche, Sandy le dijo a su mamá: “Voy a pasar el rato con Julia mañana por la tarde. Estudiaremos para el examen de biología”.

“¡Excelente!”, dijo su mamá. “Los buenos hábitos de estudio son muy importantes. ¡Y lo serán más cuando llegues a la escuela de medicina!”.

A partir de ese día, Sandy pasaba las tardes con la señora Ling, aprendiendo a crear mundos mágicos en miniatura con corcho y boj.

Sandy se dedicó a esculpir con inesperada destreza, y la señora Ling quedó impresionada por su talento y progreso. “¡Tienes un don, Sandy!”, dijo. “¡Esta grulla que tallaste es tan elegante! Tienes el alma de una poeta y las manos de una artista”.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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Sandy se encogió de hombros con un dejo de tristeza. “El arte no es tomado en cuenta en mi hogar”, explicó. “Mis padres son médicos y esperan que yo también lo sea”.

“¿Y tú qué quieres?”, preguntó la señora Ling.

“Todavía no lo sé”, confesó Sandy. “Solo tengo trece años, pero no me gusta la idea de que no puedo hacer algo diferente. No les digo a mis padres que estoy aquí contigo. No lo aprobarían porque no es algo práctico, útil”.

“La belleza puede ser muy útil”, dijo la señora Ling. “¡Sin arte, música y colores, este sería un mundo muy triste!”.

Sandy estuvo de acuerdo, pero simplemente no estaba lista para confrontar a sus padres con su nueva pasión por la escultura en miniatura. Entonces sucedió algo inesperado.

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El rector anunció que se había creado un concurso para promover la buena alimentación entre los niños, y la exhibición más original pasaría a un concurso a nivel estatal.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

Sandy fue corriendo a la señora Ling esa tarde. “¡Señora Ling!”, gritó casi sin aliento. “¡Tengo una gran idea para la competencia! ¿Y si esculpo un paisaje con vegetales? ¿Cómo las maquetas que hemos estado haciendo, pero usando zanahorias, nabos y remolacha? ¡Toda una ciudad hecha de vegetales comestibles!”.

“Esa es una gran idea”, dijo la señora Ling. “Pero me quedaría con las zanahorias. Hay de todos los colores, ya sabes. Rosa brillante, púrpura, naranja, amarillo pálido, e incluso blanco”.

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“¿De verdad?”, preguntó Sandy. “¡Eso sería tan sorprendente!”.

“Te traeré las zanahorias y puedes hacer tu maqueta aquí mismo”, dijo la señora Ling. Y eso fue lo que hicieron.

La maqueta comestible de Sandy fue, con mucho, el proyecto más original y artístico, y ganó la competencia. Una semana después, tuvo que recrearlo nuevamente para el espectáculo estatal.

¡Fue un triunfo! Sandy ganó el primer premio y fue entrevistada en televisión junto con su proyecto ganador. El director del colegio estaba encantado con ella.

Todo cambió cuando el padre de Sandy vino a la escuela al día siguiente. Llevaba en su mano el artículo impreso. El titular decía: “Artista joven sorprende en la feria de nutrición”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

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“¿Has estado animando a mi hija a hacer esta basura?”, preguntó el Dr. Vásquez. “¿Arte? Puse a mi hija en esta escuela porque tienen un programa de ciencia avanzado”.

“¡No quiero que mi hija se distraiga con algo inútil y frívolo como el arte!”.

“Yo no lo describiría como inútil”, comenzó a argumentar el director. “La nutrición es... Ciencia... Ya sabes…”.

“Ella no HIZO un proyecto científico”, gritó el padre de Sandy. “¡Tuvo una mención especial por MÉRITO ARTÍSTICO! Luego, querrá ir a la escuela de arte y convertirse en escultora…”.

“Ella realmente tiene mucho talento…”, dijo tímidamente el director. “Pienso que no le hará ningún daño tener un pasatiempo…”.

“Eso la va a desviar de su meta y no es lo que su madre y yo hemos decidido…”, dijo con gran autoridad. “¡Y Sandy hará lo que digamos!”.

Una voz suave lo interrumpió. Era la señora Ling, quien había estado limpiando el pasillo fuera de la oficina del director y escuchó cada palabra. “Los niños no nos pertenecen”, dijo.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

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“No nos corresponde construir muros a su alrededor. Estamos aquí para ayudarlos a que sigan su propio camino hacia la felicidad, sea el que sea. ¿Ama a su hija, Dr. Vásquez?”.

“¡Por supuesto, amo a mi hija!”, dijo el padre de Sandy levantando aún más la voz. “¿Cómo puedes dudarlo? ¡Y quiero lo mejor para ella!”.

“La situación aquí es…”, dijo la señora Ling con calma, “que quizás lo que es mejor para ti puede no ser lo mejor para Sandy. Ella hará lo que le pidas, pero si le exiges que renuncie a su arte, herirás su alma”.

El director se sintió encantado con las palabras de la mujer, y sin pensarlo mucho dijo en voz alta: “¡Estoy completamente de acuerdo!”.

Esa noche, los padres de Sandy tuvieron una conversación seria y al día siguiente le dijeron que podía ir a un campamento de arte en el verano. La niña prometió que sus notas no se verían afectadas, y así fue.

Y aunque todavía no sabe lo que quiere hacer en el futuro, ahora sabe que sus padres la apoyarán sin importar lo que decida.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Unsplash

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Los niños son individuos con sus propios talentos y sueños. Sandy era brillante en ciencias y matemáticas, pero también era una artista talentosa.
  • Cada ser humano tiene el derecho a decidir su propio camino en la vida. Los padres de Sandy querían lo mejor para ella y no estaban dispuestos a permitir que ella transitara otros caminos que pudieran desviarla de la meta que ellos soñaban para ella.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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