Hombre refugia a una anciana abandonada en el parque: se entera de que es la madre biológica que ha estado buscando - Historia del día
El corazón de un hombre amable se compadece de una anciana solitaria en el parque y le ofrece refugio en su casa. En un extraño giro de los acontecimientos, ella resulta ser su madre biológica, a quien había estado buscando durante años.
Norman tenía una buena vida. Trabajaba como ingeniero de software para una gran empresa de TI, vivía en una bonita casa en un vecindario agradable y tenía muchos amigos.
Pero no mucha gente sabía que detrás del extrovertido y alegre Norman había un niño pequeño que tuvo una infancia traumática.
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Era tan solo un bebé cuando lo dejaron en un refugio. Su madre biológica lo había abandonado y le dejó una carta explicando por qué le hizo eso. Pero él nunca le creyó. Quería escuchar la historia de su madre y estaba desesperado por encontrarla.
Una noche, Norman estaba dando un paseo por el parque cuando sus ojos se posaron en una frágil anciana sentada en un banco. Ella miraba constantemente a un punto en el suelo y parecía perdida. El corazón de Norman se compadeció de la mujer mayor y se acercó a ella.
"Disculpe, señora", dijo. "¿Está bien? ¿Puedo ayudarla con algo?".
Levantó la vista brevemente y Norman notó que tenía los ojos llorosos. "Él me echó... Él y su esposa... ¡Oh, no tengo adónde ir!", expresó, rompiendo en llanto.
Norman se sentó a su lado y comenzó a consolarla. "Está bien. Estoy aquí. Puede contarme si lo desea. Soy todo oídos", precisó.
"Mi hijastro", comenzó. "Compartía una casa con él. Había vendido la casa de mi difunto esposo y me instó a que me mudara con él. Dijo que me cuidaría y nunca me dejaría sola... Oh, querido, me enamoré de sus palabras. Su esposa comenzó a causar problemas poco después de que me mudé con ellos”.
"Yo le conté que su esposa me estaba molestando, pero no me creyó. Discutimos y simplemente me echó. ¡No debí haber vendido la casa de mi esposo!", se quejó.
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Norman sintió pena por ella porque sabía lo que era ser abandonado. Él había experimentado lo mismo cuando era niño. Así que, al final, decidió ofrecerle cobijo a la mujer.
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"Soy Norman", se presentó. "Vivo solo y tengo una habitación libre en mi casa. Si no te importa, podrías quedarte conmigo. Me encantaría tener compañía".
La anciana se agarró el pecho con incredulidad. "¿Por qué harías eso, hijo?", preguntó. "Yo soy una completa extraña. Lo siento, creo que hablé demasiado".
"Oh, no, no, señora", dijo Norman. "Lamento haberla hecho sentir incómoda. Solo quería ser de ayuda".
La anciana se secó las lágrimas. "Tienes un buen corazón, Norman. ¿Estás seguro de que quedarme contigo no te causará demasiados problemas? Encontraré un lugar y me mudaré pronto, hijo. No quiero molestarte... Por el cierto, mi nombre es Margaret".
"Mi casa será su hogar, Margaret. Desde mi perspectiva, no le estoy haciendo ningún favor. Estoy solo en casa y tenerla cerca sería maravilloso".
Así que Norman levantó a Margaret del banco y la llevó a su casa. Le mostró la habitación de invitados y le preparó un poco de té.
Mientras tomaba el té, Norman notó que todavía parecía triste. Para distraerla, empezó a hablar de su vida. "Lo siento, no tengo una vida muy interesante", sonrió. "Simplemente, trabajo, como, duermo y salgo con mis amigos".
"¿Y tus padres?", preguntó Margaret, de repente.
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Norman vaciló. "Ah, bueno, crecí en un hogar de acogida. No sé nada acerca de mis padres biológicos. Mi madre... ella me abandonó cuando era un bebé".
"Lamento escuchar eso", comentó Margaret con tristeza. Luego se hizo un silencio incómodo.
"En realidad," añadió rápidamente. "Ahora que lo mencionas, recordé algo terrible. Yo renuncié a un hijo. Fui una mala madre", admitió. "Tal vez esa es la razón por la que estoy sufriendo así... refugiándome en la casa de un extraño".
"Antes de que mi esposo y yo decidiéramos casarnos, quedé embarazada de mi exnovio. Mi esposo me pidió que eligiera, él o mi hijo. Oh, todavía me rompe el corazón...", contó y comenzó a llorar. "Dejé a mi hijito. ¡Lo abandoné!".
Los ojos de Norman se llenaron de lágrimas cuando escuchó la historia de Margaret. Trajo demasiados recuerdos de la carta de su infancia, recuerdos tan similares a los que ella contó que le pusieron la piel de gallina.
"Y luego, dos años después de la boda", agregó, "descubrí que mi esposo tenía un hijo de su matrimonio anterior... mi hijastro. Como no podíamos concebir, decidí criar al niño y miren lo que hizo. Extraño a mi hijo. ¡Lo extraño tanto! Ojalá pudiera regresar y llevármelo. ¡Pero no tuve el coraje! ¡Oh, fui una cobarde! Pasé toda mi vida viviendo en el arrepentimiento por perderlo", reveló entre el llanto.
"¿Le dejaste una carta a tu hijo?", preguntó repentinamente Norman, tratando de contener las lágrimas. "¿Querías llamarlo John?".
Cuando Margaret escuchó a Norman decir eso, la taza de té se le resbaló de las manos y cayó al suelo. "¡No!", dijo con la respiración contenida. "Eres…".
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En ese momento, Norman no pudo contener las lágrimas. "¡Mamá! ¡Te encontré! ¡Finalmente, nos conocimos!", dijo, y los ojos de Margaret estaban muy abiertos por el asombro. Entonces se dio cuenta de que el hombre al que le estaba abriendo el corazón era su hijo biológico.
Margaret sollozó desconsoladamente y abrazó a Norman. "Lo siento, hijo", dijo. "¡Tú, puedes odiarme por lo que hice! Fui una madre terrible, pero déjame abrazarte por un tiempo. ¡Por favor!".
Norman le devolvió el abrazo. No podía odiarla después de saber cuánto lo había anhelado toda su vida. Tener a su madre de vuelta era más importante para Norman que su ira. Entonces, dejando atrás el pasado, abrazó a su madre de todo corazón.
"No te odio, mamá. Nunca...".
Margaret y Norman comenzaron una nueva vida juntos y él decidió recuperar el tiempo perdido. Sin embargo, su madre no estuvo a su lado por mucho tiempo.
Un año después, le diagnosticaron una afección cardíaca progresiva y falleció tranquilamente mientras dormía. Norman celebró su funeral y se despidió de ella. Había invitado a su hijastro al entierro, pero nunca apareció. Pero un día, visitó a Norman.
"Quiero que me devuelvas las joyas", exigió. "¡Ella no puede dejártelas a ti! ¡Yo era su hijo!".
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"¿Estás aquí por unas estúpidas reliquias?", preguntó Norman enojado. "Genial, puedes tenerlas. No te sorprendas, te las enviaré a tu dirección. No vale la pena preocuparse por nada que pertenezca a la familia que lastimó a mi madre. Los idiotas como tú solo quieren dinero”, manifestó.
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“Ahora puedes irte a morir con eso en tu mente. Y, por favor, ¡No te atrevas a llamarte a ti mismo su hijo! ¡Solo eres un idiota!".
Norman cerró la puerta en la cara del hombre y le devolvió las joyas poco después, aunque Margaret se las había dejado a él. Lo hizo porque ya había recibido lo más preciado de la vida: la oportunidad de reconciliarse con Margaret y pasar tiempo con ella.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nuestra familia y seres queridos son los verdaderos tesoros de la vida: Norman valoraba tener la compañía de Margaret por encima de todo, y ella era su verdadero tesoro.
- Un corazón fuerte puede y debe perdonar: Aunque Margaret se equivocó al dejar a Norman, él decidió perdonarla y seguir adelante.
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