Pobre madre de recién nacido halla $3000 después de rezar una oración que le enseñó su abuela - Historia del día
Una madre que se encontraba sola y sin dinero recordó una oración que le enseñó su abuela cuando era una niña. Luego de rezar ocurrió un milagro.
Susan estaba atravesando por un mal momento, ya que su pareja la abandonó cuando le dio la noticia de que estaba embarazada. La mujer tuvo a su hija sola.
Tampoco tenía trabajo y hacía años que había dejado de hablar con su familia. Parecía que Susan no tenía a nadie a quien recurrir.
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La madre llevó a su bebé al hospital para que la pesaran y, en la sala de espera, se encontró con una antigua amiga de su abuela.
"¿Susan?", oyó una voz que la llamó. "¿Susan Martin?".
"¡Sra. Alicia!", exclamó con falsa sorpresa. "¡Qué alegría verla!".
"Han pasado años", dijo la señora Alicia. "Eras una niña pequeña y solías pasar los fines de semana con tu abuela".
"Así es", dijo Susan. "¿Cómo está usted?".
"Bien, bien", dijo la mujer. "¿Has tenido un bebé? ¡Eso es maravilloso! ¿Cuándo te casaste?".
"Yo... yo no...", respondió Susan. "Ahora, si me disculpa...".
"¿Pero dónde vives?", preguntó la señora Alicia. "Tengo un montón de ropa de bebé de mis nietos que seguro que te vendría bien. Te la voy a regalar".
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Encontrarse con la señora Alicia le trajo a Susan un montón de recuerdos bonitos y cálidos de su infancia. Su madre había sido una mujer que se interesaba más en las fiestas que en su hija.
Los viernes por la tarde, dejaba a Susan en casa de su abuela Bárbara y la recogía los lunes por la mañana para llevarla al colegio.
A Susan le encantaban los fines de semana con la abuela Bárbara. La señora la mimaba y jugaban con ella, le contaban cuentos para dormir y la arropaban con besos.
Los domingos, Bárbara llevaba a Susan a la iglesia, y a ella le encantaba. Se sentaba al lado de su abuela, escuchando la música y mirando la luz que entraba por las vidrieras.
"¿Ese es Dios?", le preguntó Susan señalando un rayo de luz dorada.
"No", respondió Bárbara. "Dios es invisible y solo habla en tu corazón".
"¿Pero cómo es eso?", preguntó Susan en voz alta. "¿Cómo puedo hablar con Dios?".
"Silencio, Susan", dijo la abuela Bárbara. "¡Te enseñaré una oración cuando lleguemos a casa!".
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Esa tarde, Bárbara y Susan se habían arrodillado una al lado de la otra. Bárbara pronunció su sencilla y sentida oración.
"Esto es lo que le digo a Dios cuando me siento asustada y sola, Susan", dijo Bárbara. "Le pido ayuda, y Él siempre me responde".
"¿Qué dice Él?", preguntó Susan con entusiasmo.
"No es lo que Él dice, es lo que Él hace", dijo Bárbara. "¡Cuando lo necesites, lo verás!".
Los ojos de Susan se llenaron de lágrimas. Habían pasado muchos años desde que dejó de lado la fe. "Ojalá siguiera creyendo", se dijo a sí misma. "¡Porque seguramente necesito un milagro ahora mismo!".
En ese momento, sonó el timbre de la puerta de Susan. La abrió y se encontró cara a cara con su abuela. "¡Abuela!", dijo.
Bárbara levantó dos grandes bolsas. "La señora Alicia quería dártelas, así que le dije: '¡Quiero ver a Susan!' y aquí estoy".
"Abuela", dijo Susan. "Siento no haber estado en contacto... Mi vida... es..." Y fue entonces cuando Susan comenzó a llorar.
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Bárbara era una mujer sabia. Dejó las bolsas y abrazó a su nieta. "Está bien, querida", le dijo. "Todo se arreglará".
"Lo he estropeado todo, abuela", sollozó Susan. "Había un hombre... Lo amaba, y pensé que él también me amaba... Ahora estoy sola, con una bebé y sin dinero".
"¿Recuerdas esa oración especial que te enseñé para cuando te sientes perdida y asustada? Solo tienes que decirla y obtendrás la ayuda que necesitas".
"Sí", respondió Susan. "Es curioso, estaba pensando en ella cuando sonó el timbre".
"Entrega tus problemas a Dios, Susan", dijo Bárbara. "Confía en Él. Yo siempre lo hago".
Fue entonces cuando la bebé de Susan, Alma, se despertó y empezó a llorar.
Bárbara arrulló a Alma y le dijo a Susan que era afortunada por tener una bebé tan hermosa. Le prometió a Susan que volvería al día siguiente y que hablarían un poco más.
Pero cuando Bárbara se fue, Susan se sintió aún más sola. En un impulso, se arrodilló junto a la cuna de Alma y pronunció la oración especial desde su corazón.
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Se sintió mejor después de rezar, así que abrió las bolsas de ropa de bebé que la señora Alicia había enviado. ¡Qué cosas tan bonitas! ¡Y apenas usadas! En el fondo de la bolsa, Susan vio una cajita de imperdibles antiguos.
La tomó y la abrió. "¡La oración especial ha funcionado!", dijo Susan. La caja estaba llena de dinero. Había tres mil dólares. Con ese monto podía pagar el alquiler, las facturas y aún le quedaba algo para ahorrar.
Susan se arrodilló por segunda vez esa noche y dio gracias por la ayuda que había recibido. "Perdóname, Padre", expresó. "Me alejé de ti, pero todavía me tienes en tus manos amorosas".
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Al día siguiente, Susan le contó a Bárbara sobre el dinero que había encontrado. "¡Dios respondió a mi oración abuela! No tenía dinero para el alquiler, ni para mis deudas, ¡y ahí estaba!".
"Por supuesto", dijo Bárbara con calma. "Dios es muy rápido y práctico. Al menos, siempre lo he pensado".
"Pero me alejé de Él", confesó Susan. "Tuve una vida pecaminosa, dejé de creer en Él".
Bárbara sonrió y acarició la mano de Susan. "A Dios no le importa", exclamó. "¡Ves, Él nunca dejó de creer en ti!".
Susan dejó su apartamento y se mudó con la abuela, consiguió un trabajo y empezó a asistir a la iglesia todos los domingos. Cuando Alma creció le enseñó la oración especial.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Cuando nos alejamos de Dios, nos alejamos del amor: Susan eligió un estilo de vida que la llevó a la soledad y al abandono hasta que se acordó de Dios.
- Dios siempre nos acoge de nuevo: Susan descubrió que Dios estaba dispuesto a recibirla con los brazos abiertos.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.