Nuera echa a suegra anciana de su propia casa a un psiquiátrico y los vecinos se enteran - Historia del día
Todos en el barrio amaban a la señora Parra. Deleitaba a todos con el olor de los pasteles recién horneado por la mañana. Solía también convidar sus delicias a los vecinos más cercanos. Pero eso no habría de durar.
La señora Parra era una pastelera jubilada. Igual, amaba su profesión, y seguía despertando temprano para cocinar todas las mañanas. Solo que, en vez de vender sus confecciones, las convidaba amablemente a sus vecinos.
Dejaba bandejas de croissants y porciones de tarta para que los niños del barrio las disfrutaran de camino al colegio, y los adultos llegaran al trabajo con la panza llena y el corazón contento. A cambio, no obtenía dinero, pero sus vecinos la cuidaban y la ayudaban con lo que necesitaba. Aunque la señora vivía sola, no sentía el frío de la soledad: todos en el barrio la querían.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock
La señora Parra tenía una nuera, Susana, que la visitaba con bastante frecuencia. Su marido había muerto cinco años antes, pero ella seguía en contacto con su suegra. Ella también era una persona muy habladora que trataba de hacer amistad con algunos de los vecinos para averiguar qué hacía su suegra en su ausencia.
Aunque algunos vecinos creían que su comportamiento era inocente, otros que habían estado en el vecindario más tiempo, ya sabían que Susana no era de fiar.
Una mañana, los vecinos salieron y notaron que la señora Parra no había dejado ningún pastel. Preocupados, decidieron llamar a su puerta para ver si todo estaba bien. Nilda, una de las vecinas que había venido a verla, llamó a la señora Elías a ver qué pasaba.
Pero la señora Elías no sabía nada. Ella decidió acercarse a ver qué pasaba por sí misma. Tocó la puerta, pero nadie respondió. Así que la señora Elías decidió llamar a Susana. "Hola Susana, solo quería comprobar si la señora Parra está contigo o ha hablado contigo últimamente porque algunos de los vecinos se han dado cuenta de que no ha respondido a su puerta hoy".
Susana parecía sorprendida. "Estaré allí pronto", prometió.
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A pesar de que Susana parecía preocupada por el teléfono, no apareció. Esto aumentó la suspicacia de la señora Elías. Esperó hasta el día siguiente para volver a llamar a Susana, con la esperanza de que no le hubiera pasado nada a su amiga.
Temprano a la mañana siguiente, la señora Elías escuchó ruidos extraños en lo de su vecina. Cuando fue a averiguar lo que estaba pasando, fue recibida por un trabajador de la construcción. "¿En qué puedo ayudarla", preguntó.
"¿Conoce a la señora que vive en esta casa?", preguntó. "Se llama Parra de apellido".
"No, señora, ni idea", le respondió el operario.
"¿Cómo? Pero la señora Parra vive sola aquí. Si usted está renovando su casa debería conocerla, ¿no es quien le da las instrucciones?".
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"Señora, me pidieron que viniera a esta propiedad y comenzara las renovaciones hoy. No tengo otra información para darle". Antes de que pudiera responder, el trabajador de la construcción cerró la puerta.
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Más tarde ese día, la señora Elías notó que Susana corría al apartamento de la señora Parra. "Susana, me di cuenta de que hay renovaciones en casa de la señora Parra desde hace unos días, y ni los vecinos ni yo la hemos visto últimamente. ¿Usted sabe qué fue de ella?".
La actitud de Susana cambió rápidamente de amistosa a defensiva. "Para empezar, el paradero de la señora Parra no le incumbe, pero si insiste, actualmente está en un centro psiquiátrico privado", dijo Susana.
"¡Pero no puede ser! Si ella estaba perfecta", respondió la vecina.
"Comenzó a escuchar voces y fue puesta bajo cuidado especial", dijo Susana.
"Pero la señora Parra parecía estar bien, y si estuviera empezando a escuchar voces, me lo habría mencionado", insistió la señora Elías. "Somos amigas hace años".
"Bueno, no sé qué decirle, pero tengo que ocuparme de la obra ahora. Que tenga un buen día", le cortó la conversación Susana.
Algo no olía bien. La señora Elías convocó a Nilda y Zulma, otras dos vecinas. "Voy a necesitar su ayuda", dijo. "Creo que Susana le hizo algo a la señora Parra para quedarse con su casa". ¿Me ayudan a investigar qué pasó?".
Las dos vecinas aceptaron de inmediato, y entre las tres se pusieron a llamar a todos los hospitales psiquiátricos de la ciudad y cercanías. Horas después de su búsqueda, las señoras dieron con el paradero de la señora Parra. Pero la recepcionista se negó a discutir su diagnóstico con ellas.
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Nilda llamó a uno de sus amigos, un psiquiatra, que tenía clientes en el centro psiquiátrico. El profesional accedió a intervenir, y la visitó. Tras una larga evaluación, concluyó que la señora Parra estaba estable mentalmente y que no era un peligro para si misma ni para otros.
"¿Y por qué estoy acá?", preguntó la señora Parra al profesional. "Susana me trajo hasta aquí después de que le dije que había oído algunas voces en mi apartamento. No he escuchado ninguna voz desde que estoy aquí, pero realmente creía que algo andaba mal conmigo", contó.
El psiquiatra no pudo ofrecer ninguna razón posible, pero sugirió que sus vecinos la llevaran a casa y la vigilaran de cerca.
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Mientras las ancianas conducían juntas a casa, interrogaron a la señora Parra sobre las voces que ella había afirmado escuchar. Las respuestas de la pastelera los llevaron a concluir que Susana posiblemente había colocado un dispositivo en su apartamento para tratar de convencerla de que escuchaba voces.
Cuando llegaron a su casa, Susana se sorprendió al ver a su suegra. "¿Qué haces aquí? Pensé que estabas en cuidados a largo plazo", preguntó.
"El psiquiatra de Nilda me examinó de nuevo y descubrió que no había nada malo conmigo, así que he vuelto a casa", dijo la jubilada. Entonces rápidamente se dio cuenta de que Susana había estado haciendo cambios significativos en su propiedad. "Oye, no te di permiso para que renovaras mi casa. ¿Qué ocurre aquí?", preguntó.
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Susana estaba furiosa. No podía creer que unas vecinas metiches hubieran arruinado su plan perfecto. Sin explicar sus acciones, tomó su cartera y se marchó. La señora Parra despidió amablemente a todos los trabajadores de la construcción y les pidió que facturaran a Susana por su trabajo como si lo hubieran terminado.
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Mientras los vecinos ayudaban a limpiar, Zulma encontró el dispositivo que Susana había usado. A la señora Parra le llevó mucho tiempo terminar de entender que Susana no la cuidaba y solo quería quedarse con su casa. Eventualmente la eliminó de su testamento, y no volvió a verla.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los verdaderos amigos harán un esfuerzo extra para cuidar de ti. Las vecinas de la señora Parra podrían haber creído las mentiras de Susana, pero debido a que se preocupaban por ella, hicieron un esfuerzo para averiguar si estaba bien.
- La bondad dada siempre regresa. La señora Parra recibió los cuidados de sus vecinas porque ella también era amable con el vecindario.
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