Maestro trabaja en un abasto por las noches para ayudar a los estudiantes pobres: recibe cheque de $50.000 para su escuela - Historia del día
Michael se dedicaba a completar la educación de los niños pobres de su pueblo. Trabajaba en la tienda de comestibles por la noche para que esto sucediera. Por supuesto, no esperaba que alguien metiera en secreto un cheque en su bolsillo por $50.000.
Geldville era una ciudad próspera en los años 80. Era una ciudad bien planificada con buen clima, y todos querían mudarse allí en el pasado.
Pero desde que cerró la fábrica de automóviles, todo se fue cuesta abajo. Causó inestabilidad en el ecosistema económico, pues muchos negocios estaban vinculados a la gran empresa automotriz.
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Muchos negocios cerraron. La gente tuvo que mudarse fuera de la ciudad para encontrar mejores oportunidades. Los políticos tampoco ayudaron.
Todos usaron el nombre de Geldville para impulsar su agenda política, pero no se hizo nada para revivir su gloria perdida. Las instituciones, incluidas la vivienda y la educación, colapsaron.
Una generación más tarde, la ciudad era conocida como una localidad asolada por la pobreza. Los políticos todavía usaban su nombre como ejemplo de un crimen, gente analfabeta y mala cultura.
Michael no creía en nada de la retórica ni un poco. El hombre de 29 años nació en esa ciudad. Sus padres eran Steve y Helena. Ellos eran educadores. Steve era profesor de sociología y Helena era profesora de inglés.
El joven vio la caída de Geldville mientras crecía. Afortunadamente, sus padres lo ayudaron a sobrellevar la situación y lo protegieron del caos.
“Cuando el apego de una persona a la sociedad se debilita por las circunstancias, el crimen se manifiesta”, le recordaba Steve a Michael cada vez que el periódico presentaba otra historia de Geldville.
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“’El crimen es el producto del exceso social’ - Vladimir Lenin. Algunas personas simplemente carecen de gratitud por lo que tienen”, intervenía Helena.
“Esa cita suena bien, pero es muy unilateral. ¿No está ignorando un factor significativo de suerte y circunstancia?”, le replicaba Steve.
“La suerte es una herramienta muy conveniente para abordar los problemas, ¿no es así?”, decía la mujer mientras rotaba sus ojos.
El joven Michael escuchaba atentamente el ir y venir de los debates inteligentes de sus padres. “Ojalá todos los niños tuvieran padres como los míos. Hay tanto que aprender de ellos”, pensaba. Ellos lo moldearon e inspiraron para ser maestro cuando fuera mayor.
Aunque el joven estaba dotado de conocimientos y un deseo innato de enseñar, no le fue bien económicamente. Tal vez el pueblo se le contagió, o su devoción por sus padres y la enseñanza no dejaba espacio para la superación personal.
Después de perder a sus padres, Michael se quedó en Geldville y dedicó su vida a la enseñanza. Creía que la educación era la única forma de que la siguiente generación escapara de la pobreza.
En secreto, se odiaba a sí mismo por no ser más codicioso. Pero ese sentimiento era superado por su dedicación a la enseñanza de los jóvenes en la ciudad asolada por la pobreza.
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Durante los primeros cinco años, fue tutor de estudiantes universitarios y los ayudó a conseguir buenos trabajos en la ciudad. Más tarde, entrenó a niños de secundaria para que llegaran a buenas universidades. Pero sabía que tenía que trabajar a nivel de base.
Así que Michael instaló una carpa en el proyecto residencial incompleto y abandonado del área. Allí comenzó a enseñarles a niños cuyos padres no podían pagar la escuela.
Michael cubría el plan de estudios de la junta de educación local. Aun así, también se tomaba el tiempo para enseñar sobre cosas de la vida real. Quería que los niños fueran conscientes de sus circunstancias y de las posibilidades de mejorar sus vidas.
El hombre sabía que para que los pequeños completaran su educación formalmente, tenía que vincularse con el sistema de educación pública del distrito. La burocracia era frustrante e involucraba mucho dinero.
Decidió recaudar el dinero él mismo. Enseñaba durante el día y trabajaba en el inventario de una tienda de comestibles por la noche.
Después de apilar estantes y atender largas filas de clientes, regresaba a casa al amanecer y apenas dormía durante algunas horas. Este ciclo se repetía todos los días, y se convirtió en su vida.
Hasta que una mañana, cuando Michael volvió a casa, encontró un sobre en su bolsillo. No recordaba que estuviera allí en la mañana. El hombre estaba exhausto, pero tenía demasiada curiosidad para ignorar el sobre. Cuando lo abrió, vio algo sorprendente.
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“¿Un cheque... por $50.000?”, exclamó.
Nunca había visto una cantidad tan grande escrita en un cheque. Luego se dio cuenta de que el cheque estaba firmado por el dueño de la tienda de comestibles, el Sr. Wolowitz. El joven se preocupó.
“¿Tomé el cheque accidentalmente? Si el Sr. Wolowitz se entera perderé mi trabajo. No puedo permitir que eso suceda”.
Michael decidió devolver el cheque de inmediato. Les dio a los niños un descanso temprano de la escuela, pues su jefe salía de la tienda temprano en la noche antes de que comenzara su turno.
“¿Sr. Wolowitz?”, dijo Michael al tocar la puerta de la oficina del propietario.
“Michael, ¿verdad?”, dijo el hombre mayor cuando estaba a punto de salir de la oficina. “¿Qué pasa, hijo?”.
“Señor, me gustaría disculparme. Ayer... creo que... no sé cómo... tal vez no estaba pensando claramente…”.
“¿Se trata del cheque, hijo?”.
Michael se sorprendió. Él asintió. “Sí, señor”.
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“Había venido para mi visita nocturna secreta hacía un par de noches. Lo hago a menudo para comprobar si mis empleados están holgazaneando. Y te vi durmiendo la siesta”.
El joven estaba avergonzado. Ni siquiera se había dado cuenta de que se había quedado dormido en el trabajo. Posiblemente fue el agotamiento lo que lo había afectado.
Rompió a llorar y dijo: “Lo siento, Sr. Wolowitz. No sé cómo sucedió eso. Espero que me perdone y no me despida. Este trabajo significa mucho”.
“Ah, bien, me lo recordaste. Estás despedido”, dijo el hombre mayor riéndose.
“Se lo ruego, señor. No puedo explicárselo, pero necesito este trabajo. No tenía intención de robar el cheque. No puedo explicar cómo debe haber sucedido...”.
El intento de Michael de explicarse fue interrumpido por la risa del Sr. Wolowitz. “Jajaja. No lo entiendes, ¿verdad, hijo? No tienes que explicar nada. Tus amables compañeros de trabajo ya me lo dijeron todo”.
El joven pensó en sus colegas, que en verdad eran excepcionalmente amables. Había días en los que no tenía suficiente dinero para almorzar, o incluso energía para entablar una pequeña charla.
El grupo de empleados siempre lo respaldaba.
“Ahora cálmate y escucha”, insistió su jefe.
Michael se secó las lágrimas y escuchó con atención.
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“Ese cheque fue puesto en tu bolsillo anoche por uno de tus colegas siguiendo mis instrucciones. Ese dinero es para la educación de los niños”.
Michael se quedó sin palabras.
“Además, no sabrías esto, pero conocí a tus padres. Steve y Helena me ayudaron cuando perdí a mi padre. Me guiaron para iniciar un negocio y me dijeron lo importante que era mantenerlo para nuestra comunidad en crisis”.
“Cuando me di cuenta de que eras su hijo, me sorprendió saber que estabas trabajando ganando salario mínimo. Fue entonces cuando tu supervisor me dijo lo que estabas haciendo”.
“Tus compañeros también vinieron a mi oficina rogándome que no te despidiera. Me contaron hasta dónde has llegado para asegurar la educación de nuestros niños. Quiero decírtelo, hijo. Estoy orgulloso de ti. Tus padres también estarían muy orgullosos”.
Al escuchar esto, Michael no pudo contener las lágrimas. El Sr. Wolowitz lo abrazó hasta que se calmó.
“Ahora vete a casa, hijo. Toma una siesta y elabora un plan mañana. Tienes el corazón de tus padres. Estoy seguro de que también tienes su inteligencia”.
“Usa el dinero sabiamente para hacer un cambio. No tienes que venir a trabajar esta noche, ¿verdad? Recuerda, estás despedido”, dijo el hombre mayor con una sonrisa.
Michael agradeció al Sr. Wolowitz, a su supervisor y a sus colegas. Pero se encontró con otra sorpresa cuando regresó a casa.
Abrió la puerta y no pudo reconocer su vivienda. Los pisos estaban limpios, las alfombras aspiradas, la cocina arreglada y la cama hecha. El joven educador estaba estupefacto. Como trabajaba continuamente, nunca le daba tiempo de arreglar su casa.
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Resulta que entre los estudiantes se corrió la voz de que su profesor estaba trabajando de noche. Una de las estudiantes era la sobrina de un compañero de trabajo de Michael.
Los compañeros de trabajo le habían sacado la llave del bolsillo. Habían planeado con los niños sorprenderlo limpiando su casa.
Michael se sintió conmovido por el gesto de sus alumnos. Pero lo más importante, se dio cuenta de que el sentido de comunidad aún era fuerte. Lo motivó a hacer un mayor esfuerzo por la educación.
Trabajó duro en un plan para revivir su ciudad. Usó parte del dinero para vincularse con la escuela pública y usó el resto sabiamente para iniciar un instituto educativo.
El joven docente hizo un llamado a la comunidad para atraer inversionistas para una escuela. El Sr. Wolowitz fue uno de los primeros inversionistas.
No solo él, los antiguos alumnos de Michael también ayudaron en sus esfuerzos para recaudar fondos y crear conciencia sobre la nueva escuela.
Unos años más tarde, la escuela de Geldville se convirtió en una de las mejores instituciones educativas del estado. Michael se convirtió en un nombre importante en la historia del renacimiento de la ciudad.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nuestros maestros pueden cambiar el mundo. No necesariamente de forma directa, ¡pero pueden hacerlo! Los maestros son una fuente abundante de conocimiento. Cuando el conocimiento se combina con la ejecución, pueden ocurrir milagros. Michael usó el conocimiento de sus padres y sabía que la educación podía transformar la vida de los niños.
- Nunca olvides a las personas que te ayudan. Muestra tu gratitud con acciones. El Sr. Wolowitz y los estudiantes expresaron su gratitud hacia Steve, Helena y Michael, con acciones que motivaron al joven docente a transformar la comunidad.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.