Abuela simula su propia muerte para probar a sus hijos, solo uno se queda con toda la herencia - Historia del día
Una anciana teme ser demasiado mayor para cumplir con un encargo sagrado. Pone a prueba a sus hijos para descubrir cuál de ellos está dispuesto y es digno de asumir su legado.
Dina tenía ahora ochenta y tres años y su salud había empeorado. Ya no era ágil y enérgica como lo había sido años atrás. Ahora apenas podía levantarse de la cama.
Miró el retrato de un hombre en uniforme en la pared frente a su cama. "No he olvidado mi promesa", dijo en voz baja. "Nunca olvidar, ¿recuerdas? No iré a descansar sin transmitir mi legado”.
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Dina sabía que podía obtener fácilmente cualquier promesa de sus hijos, pero una vez que se fuera, ¿se olvidaría esa promesa? Tenía que saberlo, así que, al día siguiente, Dina puso en marcha su plan.
Le pidió a su amiga más antigua, Graciela, que llamara a sus hijos y anunciara su muerte y el funeral, que tendría lugar dentro de cinco días.
Graciela también transmitiría la petición de Dina en el lecho de muerte: "Tu madre estaba atormentada por la idea de no haber podido ir más a la tumba de su padre. Iba al cementerio todos los domingos...".
"Desafortunadamente, este último mes, ella estaba demasiado enferma para ir... Mañana es el Día de los Caídos, y me rogó que te pidiera que fueras en su lugar, para presentar tus respetos".
"Oh", dijo cortésmente la hija mayor de Dina, Teresa. "Por supuesto, mi pobre madre... Dios la tenga en su gloria. ¡Iré mañana a primera hora!".
A continuación, Graciela llamó a Kevin, el hijo mediano de Dina. Kevin escuchó la noticia de la muerte de su madre y expresó educadamente su pesar. "Pobre mamá", suspiró. "Ella nunca volvió a ser la misma después de que su padre falleció”.
“En cuanto a esta visita al cementerio, no te preocupes, estaré allí. Sé cuánto significó mi abuelo para ella. Era un gran hombre, y ella siempre ha estado muy orgullosa de que luchó por este país".
"Gracias, Kevin", dijo Graciela. "¡Sé que Dina estaría muy orgullosa de ti!".
Entonces Graciela llamó a David, el hijo menor de Dina. Después de anunciar la muerte de su madre, hubo un silencio de sorpresa al otro lado de la línea. "¿Mamá?", preguntó David, sorprendido. "¿Mamá está muerta?".
Graciela lo escuchó comenzar a sollozar y rápidamente explicó el “último deseo” de Dina. Estaba sorprendida por la respuesta de David. "Lo siento, no puedo pensar en este momento... Por favor... No sé... Lo pensaré...".
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David colgó llorando y, por primera vez, Graciela pensó que podría ser una broma cruel para los hijos de Dina. "No lo sé, Dina", dijo. "¡El pobre David estaba destrozado!".
"Sí", dijo Dina con tristeza. "Pero Kevin y Teresa apenas cambiaron el tono de voz... Y necesito saber, Graciela, quién va a honrar el legado de la familia. Quien lo haga, también obtendrá el dinero".
"¡Pensé que ibas a dividir el dinero en partes iguales!", exclamó Graciela. “¿No es eso lo que decidió tu marido antes de morir?”.
"Sí", dijo Dina. "Pero quiero ver quién se preocupa realmente por mí y por mis deseos. Quién honrará mi pedido mucho después de mi muerte".
Al día siguiente, Dina estaba en el cementerio sentada junto a la tumba de su padre. Ella le había comprado un ramo de amapolas. Recordaba el momento en que se despidió de su padre cuando se tuvo que marchar a la guerra.
"¡Prométeme que no me olvidarás, niña!", le dijo él, columpiándola en sus brazos grandes y fuertes. Su papá se había ido a Francia y no volvió, pero Dina nunca lo olvidó.
Se había prometido a sí misma que su tumba, y su memoria sería honrada, y ahora, a medida que pasaba el tiempo y ninguno de sus hijos aparecía, sabía que nadie vendría. A nadie le importaría. Ni por su padre, ni por ella.
Dina se levantó y estaba a punto de irse cuando una voz gritó: "¿MAMÁ?". Era su hijo David. Estaba de pie en el camino más cercano a la tumba de su padre y sostenía un ramo de flores.
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"¡Mamá!", gritó. Dejó caer las flores y corrió a abrazarla, con lágrimas corriendo por sus mejillas. "Mamá, mamá... Una loca me dijo que estabas muerta...".
"¡Estoy bien, David!", dijo Dina, secretamente avergonzada de haberle causado tanto dolor a su hijo menor. "Era solo... Lo siento mucho, hijo. Pero tenía que saber quién se preocupaba por mí y quién cumpliría sus promesas".
David miró a su alrededor. "¿Dónde están Kevin y Teresa?", preguntó.
Dina negó con la cabeza con tristeza. "Dijeron que vendrían, pero no se presentaron", explicó. "¡Supongo que las promesas que se hacen fácilmente se rompen fácilmente!".
Al día siguiente, Dina les dio la noticia de su supervivencia a Teresa y Kevin. También anunció que cambiaría su testamento. La totalidad de su considerable patrimonio iba a David.
"¿Por qué?", chilló Teresa. "¡No es justo!".
"Sí, lo es", dijo Dina. "David fue el único que me amó y me respetó lo suficiente como para venir al cementerio y honrar a mi padre. Tú y Kevin ni siquiera derramaron una lágrima por mí, así que créeme, ¡no voy a derramar una lágrima por ti!".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Las promesas que se hacen fácilmente se rompen fácilmente: Teresa y Kevin acordaron de inmediato ir al cementerio, pero olvidaron su promesa. David, que estaba demasiado dolido para decidir, honró los deseos de su madre.
- Llevamos los recuerdos de nuestros seres queridos fallecidos al futuro: Dina se aseguró de que su padre nunca fuera olvidado al enseñarle a su hijo a honrar a su heroico abuelo.
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Esta pieza está inspirada en historias de la vida cotidiana de nuestros lectores y escrita por un escritor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes son solo para fines ilustrativos. Comparte tu historia con nosotros; tal vez cambie la vida de alguien. Si desea compartir su historia, envíela a info@amomama.com.