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Niño en una silla de ruedas | Foto: Shutterstock
Niño en una silla de ruedas | Foto: Shutterstock

Chico se queja del largo camino a la escuela hasta que ve a nuevo compañero recorrerlo todos los días en silla de ruedas - Historia del día

Mayra Pérez
20 oct 2022
20:00

Un niño rico y malcriado que va a la escuela todos los días en un lujoso vehículo se ve obligado a ir caminando. Se queja y hace un berrinche hasta que un niño en silla de ruedas le da una lección de vida.

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Ryan era un perezoso chico de 13 años, que se pasaba todo el día jugando videojuegos. En casa le hacían todas las tareas domésticas, y hasta lo ayudaban a prepararse para la escuela.

Su padre se preocupó al notar lo mimado que estaba su hijo y lo inútil que se estaba volviendo, por lo que decidió cambiar las cosas.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Un día, el niño llegaba tarde a la escuela. Se había distraído jugando con su consola, mientras la empleada de la casa le ayudaba a preparar su bolso para la escuela y el almuerzo. Estaba seguro de que su padre lo llevaría allí en su lujosa camioneta en poco tiempo. Pero estaba equivocado.

“Papá, estoy listo. ¡Vamos!”, gritó, agarrando su mochila y la bolsa con su merienda de la mesa.

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El padre de Ryan, Alex, solía dejarlo en la escuela, aunque quedaba a solo 6 minutos a pie desde su casa. Para el adolescente, la extenuante caminata era equivalente a 100 kilómetros.

El jovencito se acomodó en el asiento del pasajero y se mantuvo ocupado jugando en el teléfono. Cuando menos lo esperaba, su padre le pidió que se bajara del auto y caminara a la escuela.

“¿Qué? ¿Estás bromeando? No puedo llevar esta pesada mochila a pie a la escuela. Por favor, llévame tú”, se quejó. "Todos se burlarán de mí. Los que tienen autos lujosos como el nuestro no caminan a la escuela. No estoy listo para hacer eso. Papá, vamos, llévame", suplicó.

Pero Alex no se cedió. En cambio, lo ayudó a ponerse la mochila y se despidió antes de emprender un largo viaje de negocios. “Eres grande ya, Ryan. Deja de quejarte y camina. Acostúmbrate. ¡Hasta luego!”, le dijo, y se marchó.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

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El niño miró el largo camino y se sintió abrumado. Tenía miedo de las muchas burlas que escucharía de sus compañeros de clase. Le encantaba presumir el costoso vehículo de su padre, y caminar a la escuela le parecía un insulto. Comenzó a llorar de rabia.

“¡Oye, mira, el niño rico de la clase! ¿Por qué está caminando? ¿Dónde está la camioneta de su papá hoy?”, escuchó a un niño en bicicleta decirle a otro.

“¡Es un llorón! ¡Míralo! ¡Seguro que su papá lo castigó por sacar esas malas notas!”, se burló el otro.

Ryan quería correr de regreso a casa. Estaba terriblemente avergonzado, pero siguió caminando. Estaba jadeando cuando llegó a la puerta de la escuela.

Entró en su salón de clases y se dejó caer en la silla. Estaba exhausto. No estaba acostumbrado a caminar, ni siquiera por unos minutos. Era un chico muy sedentario.

Mientras tanto, un niño llamado Miguel entró al salón de clases en silla de ruedas. Aunque era nuevo, todos lo recibieron calurosamente, para gran frustración de Ryan.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

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Él nunca había logrado hacer amigos en esa escuela. Todos lo encontraban demasiado orgulloso y prepotente. Ver como recibían al niño nuevo solo empeoró su mañana.

Al día siguiente, Ryan tuvo una rabieta en casa y se quejó de tener que caminar a la escuela. Le insistió a su madre para que lo llevara, pero eso no estaba en el plan de Alex. Le había prohibido a todos que lo llevaran hasta tanto aprendiera a comportarse y a dejar de ser un perezoso.

Así que los siguientes días, el niño no tuvo más remedio que caminar a la escuela. Un día, justo cuando salía de casa refunfuñando, vio a Miguel solo en el camino, empujando su silla de ruedas. Curioso, se acercó a él.

Miguel era nuevo en el vecindario y vivía a pocas cuadras de la casa de Ryan. Se había mudado con sus abuelos recientemente después de que perdió la capacidad de caminar en un accidente automovilístico en el que habían fallecido sus padres.

“¿Por qué vas solo? ¿No te cansas? Puedes tomar el autobús escolar... ¡Estoy seguro de que llevan a niños como tú!”, le dijo Ryan, sin darse cuenta de que sus palabras podrían herir los sentimientos de Miguel.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

Pero en lugar de enojarse, su compañero se detuvo y se volvió hacia él.

“¡Porque así entreno! No dependo de nadie para que hagan las cosas por mí. Todo lo hago yo solo”, dijo. Ryan lo miró sorprendido e incapaz de entender lo que estaba escuchando.

“¿Entrenar para qué?”, le preguntó.

“Antes de que mi padre muriera, me tomó de la mano y me dijo que debía ser fuerte y no desanimarme, porque nadie me defenderá, excepto yo mismo”, reveló Miguel.

“Así que le prometí que algún día sería un buen boxeador y ganaría una competencia. Le dije que nunca dejaría que nadie me lastimara, ni emocional ni físicamente”.

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“Entreno duro todos los días en casa y también en el centro de rehabilitación para personas como yo. No puedo caminar, pero eso no me hace débil. Solo debo esforzarme un poco más”.

Al escuchar las palabras de Miguel, Ryan comenzó a cuestionarse a sí mismo. Reflexionó sobre la actitud descuidada que había tenido toda su vida y se sintió culpable. Tras el revelador encuentro, decidió que era hora de cambiar su forma de ser.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“Te acompañaré a la escuela”, dijo Ryan.

“Pero, ¿por qué querrías hacer eso? ¿Y por qué has estado caminando a la escuela últimamente? ¿Tu papá no tiene auto?”, quiso saber Miguel.

“Sí, tiene, pero está harto de llevarme. Hasta ahora he sido muy holgazán y he dado las cosas por sentado. Hoy me hiciste darme cuenta de cómo podemos superar incluso los más grandes obstáculos con determinación y fuerza de voluntad. Quiero entrenar contigo después de la escuela. ¿Me llevarás contigo?”.

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A partir de ese día, ambos fueron inseparables y se convirtieron en mejores amigos. Ryan dejó de perder el tiempo con los videojuegos, comenzó a valerse por sí mismo y dejó de presumir su riqueza. No se le volvió a escuchar quejándose de nada.

Los padres de Ryan fueron los más sorprendidos por el cambio de su hijo. Se enteraron de que Miguel era el responsable y en agradecimiento le ofrecieron una beca de estudios.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pixabay

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Nada puede detenerte si tienes la determinación y el coraje para luchar por tus sueños: A pesar de ser rico, Ryan no tenía metas. Pero Miguel, que estaba en silla de ruedas, estaba decidido a convertirse en boxeador y entrenaba duro para ello.
  • Agradece desde tu corazón por cada cosa que tienes: Ryan era un niño rico y mimado que daba las cosas por sentado, y se frustraba ante cualquier inconveniente. Cuando conoció a un niño en silla de ruedas que trabajaba duro para superar sus obstáculos, entendió lo privilegiado que era y cambió para bien.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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