Mellizos traen a una bebé de las calles y la tratan como una hermana: se enteran de su legado de $3 millones 1 año después - Historia del día
Los mellizos descubrieron un cochecito con una niña adentro y la llevaron a su casa. Eran pobres, pero sus padres decidieron quedarse con la bebé. Al día siguiente, recibieron la más inesperada visita.
“Por favor, mamá. Por favor, papá. Ella es tan dulce. Haremos todo por ella”, Jess, uno de los mellizos, le suplicó a sus padres, y su hermano, Billy, lo apoyó de inmediato.
Los niños habían estado fuera de su casa jugando con sus amigos del vecindario cuando vieron una carriola con una pequeña niña adentro.
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Intentaron distraerla para que no llorara, la hicieron reír y finalmente la llevaron a casa cuando parecía que iba a llover. Pero no sabían cómo lo tomarían sus padres. En su hogar las cosas eran difíciles.
Su padre, Jaime, había tenido un accidente en el trabajo y aún no comenzaba a recibir los beneficios por discapacidad que otorga el gobierno. Su madre, Kiara, era quien mantenía el hogar.
Trabajaba como empleada doméstica al otro lado de la ciudad. Ellos vivían en un barrio muy humilde, lejos de las lujosas mansiones donde contrataban a su madre.
Ver la emoción de sus mellizos por la bebé hizo que los padres dudaran. Querían llamar a Servicios Sociales y llevarla a un lugar seguro, pero los niños, que por lo general eran traviesos, estaban siendo muy dulces y no querían decepcionarlos.
“Chicos, es un poco difícil en este momento. Estamos escasos de dinero”, les dijo Jaime, mordiéndose los labios con preocupación.
“¡Por favor! ¡Por favor! Nunca pediremos nada caro. ¡Por favor!”, suplicaron los mellizos.
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Finalmente, Kiara miró a su esposo y se encogió de hombros. Él le sonrió. “Bueno, niños. Puede quedarse con nosotros, pero tendremos que llamar a Servicios Sociales mañana”, dijo el padre, y los mellizos quedaron encantados.
“¿Por qué no me ayudan a limpiar un poco la cocina, para que pueda alimentar a la bebé y preparar la cena?”, dijo Kiara, preparada para escuchar sus habituales protestas.
Pero los chicos corrieron a ayudar. Limpiaron la cocina lo mejor que pudieron. Tan solo tenían cinco años. Fue un milagro, y Kiara comenzó a pensar que tal vez esta bebé sería lo mejor que les había pasado.
Pasaron una gran noche, y aunque la bebé lloró varias veces, todos en la casa ayudaron a cuidarla. Kiara les dijo a los mellizos que volvieran a dormir, pero ellos habían hecho una promesa y querían cumplirla
Ella suspiró ante eso, preguntándose cuánto duraría esta nueva actitud. Definitivamente, era un cambio muy agradable.
A la mañana siguiente, Kiara estaba a punto de llamar a Servicios Sociales cuando alguien apareció en su puerta. Era la señora Carmina, una de las mujeres ricas para las que trabajaba.
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Tenía una enorme mansión en un sector muy lujoso de la ciudad y su familia tenía mucho dinero. Al menos, así lo percibían el común de las personas.
“Señora, ¿qué está haciendo aquí?”, preguntó Kiara, sorprendida de verla allí.
“¡Tienes que quedarte con la bebé!”, dijo la mujer con desesperación. “Mi esposo… se ha ido. No sé qué hacer. No quiero que mi hija sea enviada con mis padres o, peor aún, con mi horrible hermana. Así que tienen que quedarse con ella”.
“Espere. ¿La niña que encontraron mis hijos es suya?”, preguntó Kiara, confundida. ¿Por qué no reconocí a esta bebé?, se preguntó.
“¡Sí! La dejé cerca de tu casa porque he visto los buenos que son con sus hijos. Quiero que crezca rodeada de mucho amor y valores. Por favor, Kiara. Haz esto por mí”, continuó Carmina. Esta vez, le tomó las manos y las apretó con fuerza.
“No entiendo. ¿Por qué no puedes quedarte con tu bebé?”, quiso saber Kiara.
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“No me queda mucho tiempo de vida. Tengo cáncer terminal. Cuando mi esposo se enteró, prefirió abandonarnos. Y no puedo dejar que mis padres ni nadie de mi horrible familia la críen”.
“Por favor, te lo suplico”, insistió la angustiada mujer, negándose a soltar las manos de Kiara. “No vine ayer porque quería ver cómo reaccionaban con ella, y decidieron cuidarla. La protegieron. Ustedes son los padres que ella necesita”.
“Íbamos a llamar a Servicios Sociales, pero nosotros… quiero decir, nuestros hijos se enamoraron de tu niña”, dijo Kiara. “Y sí, claro que la cuidaremos”.
“¡Gracias! ¡Muchas gracias! Tengo que irme ahora. No quiero que nadie sepa que ella está aquí. Pero no se preocupen. Los ayudaré. Solo tengan paciencia”, dijo la mujer y corrió hacia su auto como si alguien la persiguiera.
Kiara se quedó en la puerta, en estado de shock, hasta que el auto desapareció calle abajo. Entró y le contó todo a su esposo.
“Bueno, supongo que nos quedaremos con la bebé, entonces”, comentó Jaime. “Necesito ver cómo puedo comenzar a trabajar de forma remota y ganar algo de dinero”.
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“Me imagino que la señora Carmina ya no será mi cliente, pero la señora Garrido quería más ayuda, así que puedo pedirle turnos adicionales. Por ahora, estarás a cargo de los tres niños. ¿Puedes manejarlos tú solo?”, le preguntó y lo besó en la mejilla.
Tuvieron a la niña, Eva, durante varios meses antes de que un abogado les enviara un cheque y documentos para que se convirtieran en sus tutores legales. La señora Carmina había fallecido y les dejó su dinero para la bebé. Fue un enorme legado de $ 3 millones.
Ahorraron gran parte de ese dinero para el futuro de Eva, continuaron trabajando muy duro y Jaime encontró un trabajo en línea después de tomar algunos cursos.
Y los chicos nunca rompieron su promesa. Ayudaban en casa, se aplicaron en los estudios, jugaban con su hermana y la protegían como solo los hermanos mayores pueden hacerlo.
Cuando Eva cumplió 18 años, recibió su herencia y decidió dividirla entre los mellizos y sus padres. Ellos la habían acogido sin importarles nada más que mantenerla a salvo. Y aunque su situación económica era precaria, no dudaron en darle la bienvenida.
“Ustedes se merecen esto tanto como yo. Son mi familia. Tan simple como eso”, dijo, y todos sonrieron.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Sembrar valores en nuestros hijos es mucho más importante que el dinero y los lujos: Carmina escogió una familia de desconocidos que criaban a sus hijos con amor y valores, por encima de su rica familia, como tutores de su hija Eva.
- Actúa con generosidad, sin esperar nada a cambio: Jaime, Kiara y los mellizos recibieron a la pequeña Eva en su familia, sin saber nada de ella. Al crecer, ella compartió su enorme herencia con ellos, porque eran su familia.
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