Viudo pasa días y noches llorando en la tumba de su esposa: "Hombre, ven conmigo", oye que le dicen - Historia del día
Un anciano pierde repentinamente a su mujer y queda desolado. Días después, su hijastra le echa de casa y él pasa días y noches en la tumba de su mujer. Por suerte, una ayuda inesperada le llega tras escuchar una voz.
Javier tenía 78 años cuando su esposa falleció, dejándolo devastado y con el corazón roto. Para colmo de males, también tenía Alzheimer, ya que había desarrollado la enfermedad poco antes del fallecimiento de su esposa.
Javier y Susana estuvieron casados durante más de dos décadas y él no sabía cómo afrontar la vida sin ella. Se sentía perdido sin ella.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Cuando Javier y Susana se casaron, Susana estaba recién divorciada y tenía una hija de dos años, Eva. Javier nunca se había casado antes, y tener una familia propia era más de lo que había deseado. Trataba a Eva como a su propia hija.
Sin embargo, las cosas tomaron un giro desagradable cuando su esposa murió repentinamente de un ataque al corazón. Una mañana, Javier fue a trabajar a su garaje, como era habitual, pero cuando volvió a la casa para comer, encontró a su pobre esposa tirada en el suelo, agarrándose desesperadamente el pecho.
"¡Dios mío! ¡Susana, mi amor! ¡No me hagas esto! Despiértate. Despierta!", grito Javier sacudiendo a su mujer.
Los médicos habían intentado todo lo posible, pero era demasiado tarde.
La enterraron en el cementerio de la ciudad unos días después, y desde entonces, las cosas no volvieron a ser como antes.
Unos días después de enterrar a su mujer, Javier llegó a casa y encontró sus maletas y bolsas esparcidas por el porche.
"¡Eva! ¡Eva! ¡Abre! ¿Qué está pasando?", exclamó.
"¡Esta es la casa de mi madre, y ya no eres bienvenida aquí!", respondió Eva mientras tiraba más cosas.
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Javier no podía creerlo y le suplicaba que abriera, pero Eva no lo aceptaba. "¡Eva, esta casa es tan mía como la de Susana", gritó.
Cuando sus intentos por intentar que Eva abriera la puerta, no funcionaron, Javier llevó lentamente su equipaje a su camioneta y condujo hasta el cementerio. Se arrodilló junto a la tumba de su esposa y lloró a mares.
"¡Amor mío, solo has estado fuera unos días y mi vida ya se está desmoronando!", expresó. "¿Por qué tuviste que dejarme, mi amor?" La echaba tanto de menos que le dolía.
"Dios, acaba con mi vida también para poder estar con mi mujer", suplicó, levantando los ojos al cielo.
"No puedo vivir más así; ¡llévame, Señor!", gritó desesperadamente.
Javier lloró junto a la tumba de su esposa días y noches después de aquello.
Y entonces...
Un día, mientras yacía débil al pie de la tumba de su esposa, oyó una voz que lo llamaba.
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"¡Hombre, ven conmigo!". Javier se sobresaltó y levantó la vista, esperando desesperadamente que Dios se hubiera decidido por fin a llevarlo.
Pero entonces, oyó: "Estoy detrás de ti".
Se giró rápidamente y vio a un joven detrás de él. "He visto a mucha gente llorar a sus seres queridos, pero nunca tan intensamente. ¿Era su esposa?", preguntó Jorge, que trabajaba en el cementerio como cuidador.
"¡Sí! Es el amor de mi vida, y estuvimos casados durante años", respondió Javier mientras se levantaba del suelo.
"¡Ven conmigo!" dijo Jorge, ayudando a Javier a levantarse. Lo condujo a la oficina del conserje, cerca de las puertas del cementerio, y le ofreció té y un sándwich antes de pedirle que le narrara su historia.
Javier se comió el sándwich con gusto. Llevaba días sin comer y estaba hambriento.
Tras enterarse de que la hijastra de Javier le había echado, Jorge supo que lo podía ayudar.
"Mi mujer es abogada; estoy seguro de que puede investigar tu caso y encontrar una forma de ayudarte. Ven a casa conmigo esta noche", ofreció Jorge.
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Esa noche, Jorge llegó a casa con Javier, y el anciano le narró su triste historia a Jorge y a su mujer, Karla, y ella se ofreció a ayudarle.
Resulta que Jorge era padre de cuatro hijos, y sus hijos se compenetraron bien con Javier. Empezaron a llamarle abuelo y le ayudaron, aunque fuera por un momento, a olvidar toda su tristeza. Por primera vez desde la muerte de su esposa, Javier volvió a sonreír.
Pasó unos días en casa de Jorge, y en el siguiente día libre de Karla, ella y su marido acompañaron a Javier a su antigua casa. Encontraron a Eva y Karla la sentó.
"Soy Karla, una amiga de tu padre, y he venido a ayudarle a reclamar lo que es suyo por derecho".
"¡Pero la casa también es de mi madre!" contestó Eva, obviamente más consciente de que las cosas podrían cambiar pronto para ella.
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"Eso es cierto, pero también era de tu padre. Él puede elegir si te aloja aquí o te echa, no al revés", reiteró Karla.
"No me gustaría echarte, pero como no podemos cohabitar, lo único que pido es un poco de dinero para ayudarme a conseguir un lugar más pequeño para mí", intervino Javier.
Parecía un sacrificio bastante pequeño para su libertad, y Eva aceptó rápidamente las condiciones. Javier pronto compró una pequeña casa y, con la ayuda de Jorge y su familia, la amuebló y trasladó allí todas sus cosas.
Se convirtieron en su nueva familia y le visitaron a menudo, haciendo que sus últimos días fueran más llevaderos. Vivió una vida plena y siguió visitando la tumba de su mujer, no para llorar, sino para agradecerle que le enviara una familia en su vejez.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- A veces la ayuda viene de los lugares más inesperados: Cuando Javier estaba desesperado por tener una familia y un lugar donde quedarse, fue un extraño el que acudió a su rescate.
- La familia no consiste en aquellos con los que uno está estrechamente relacionado: Javier encontró más amor con unos desconocidos que con su hija. Los hijos de Jorge le querían y respetaban más que Eva.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.