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Pareja de ancianos sentados en un banco ve el paisaje | Foto: Shutterstock
Pareja de ancianos sentados en un banco ve el paisaje | Foto: Shutterstock

Nuestros nietos decidieron salvar nuestro matrimonio de 49 años y gastaron sus ahorros en la luna de miel que nunca tuvimos - Historia del día

Mayra Pérez
23 nov 2022
21:40

El matrimonio de Erica y Simón parecía destinado a terminar antes de celebrar su aniversario número 50. Sin embargo, sus nietos les hicieron un regalo muy especial que lo cambió todo.

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Cada vez que la gente escucha que Simón y yo hemos estado casados ​​por 50 años, todos se emocionan. Pero la verdad es que, a puertas cerradas, nuestra vida es fría y solitaria.

Todavía recuerdo la gran pelea que tuvimos la noche en que decidimos terminar. Simón y yo estábamos sentados en lados opuestos de la cama, leyendo. El silencio en la habitación era pesado, y comencé a tararear una melodía sin darme cuenta.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Era nuestra canción favorita de los Beatles. Solo escucharla venían a mi mente los recuerdos de muchos eventos felices compartidos. Mis ojos aún estaban en el libro, pero en mi mente estaba en el pasado; paseos en moto, idas al cine, besos robados.

Estaba tarareando desde mi corazón, sabiendo que él me estaba escuchando. Una parte de mí esperaba que lo hiciera conmigo y volviera a ser el hombre del que me había enamorado.

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Quería que me abrazara y abriera su corazón. Pero él solo me gritó: “¡Por favor, deja de hacer eso! ¿Es que ni siquiera puedo leer en paz? ¡49 años de matrimonio, y aún sigo rogando por un poco de paz y tranquilidad!”.

Eso me dolió profundamente. Habíamos tenido varias peleas hasta entonces por cosas mucho más importantes. Pero que arruinara la alegría que sentía al tararear nuestra canción fue la gota que colmó el vaso.

Me puse de pie y le recordé todas las formas en que había roto mi corazón en las últimas cuatro décadas. Todos los sentimientos no resueltos que había estado reprimiendo en mi interior se desbordaron. Podía ver el dolor en su rostro mientras me escuchaba, pero no podía callar.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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“El Simón que conocí está muerto. Nuestra relación está muerta. ¡Y me sigue matando seguir a tu lado cada minuto de cada día!”, dije finalmente. Mis ojos llenos de lágrimas miraban los suyos.

Simón se secó el rostro, frunció los labios temblorosos y dijo: “Está bien, entonces lo mejor será que nos divorciemos”.

Al día siguiente, nos sentamos en el sofá y llamamos a nuestros hijos por videollamada. “Tenemos noticias difíciles. Su madre y yo hemos decidido divorciarnos”, dijo Simón.

Nuestro hijo mayor pensó que era una especie de broma, y ​​los otros tenían una mirada muy confusa en sus rostros.

“Sabemos lo impactante que esto puede parecerles, y es posible que tengan muchas preguntas. Pero sepan que nuestra decisión es definitiva”, dije, tratando de lucir serena.

Todos se veían desconsolados, y una parte de mí estaba agradecida de que ninguno de nuestros nietos estuviera en la llamada. Carlos, Camila, Zyan y Mila ya no eran niños, pero estaba segura de que esta noticia los destrozaría.

Nos adoraban y habían estado planeando una gran celebración para nuestro aniversario de bodas número 50. No pude evitar sentir que los habíamos defraudado.

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Al día siguiente, Simón y yo nos sorprendimos al encontrar a nuestros nietos en la puerta de la casa.

“Nuestros padres nos contaron su decisión. Lamentamos que ambos se sientan así…”, dijo Carlos.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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“¡No podía creerlo al principio!”, dijo Mila con voz llorosa. “Quiero decir… crecimos pensando que ustedes se amaban sinceramente y jamás se separarían”.

“Puede que hayamos sido ingenuos, ¡pero todavía sentimos que están destinados a estar juntos!”. Camila tomó nuestras manos.

“Y entonces… tenemos algo para ustedes”. Zyan, el más joven de ellos, puso un sobre en nuestras manos. “Esta es una solicitud para darle a su relación una última oportunidad”.

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Simón abrió el sobre y lo que había dentro nos dejó boquiabiertos. Había dos billetes de avión a París y el itinerario para un viaje por Europa para nosotros.

“Abuelos, recordamos que nos contaron sobre esa luna de miel que nunca pudieron tener. ¡Es increíble que en 49 años juntos no hayan podido hacer un solo viaje juntos! Quizás estamos equivocados, pero sentimos que así pueden recuperar lo que alguna vez tuvieron”.

“¡Esto es muy considerado de su parte! Pero realmente no deberían haberlo hecho”, dijo Simón, con los ojos llorosos. “Debió haber sido muy costoso”, agregó.

“Para nada, abuelo. Estuvimos ahorrando cada asignación de cumpleaños que nos dieron durante todos estos años. Ahora pensamos que esta es la mejor manera de gastarlo… en ustedes”.

No dije nada porque tenía miedo de romper a llorar frente a los nietos. No podía creer lo generosos que eran nuestros pequeñitos. Dudé en hacer el viaje, pero finalmente cedí a sus súplicas.

“¡Está bien, está bien! ¡Haremos ese viaje!”, afirmé.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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Sin siquiera intercambiar una palabra, Simón y yo empacamos y emprendimos ese viaje juntos. Y durante los primeros días, permanecimos tan distantes como siempre. “Terminemos con esto de una vez”, me dije y suspiré.

Pero nuestros nietos nos conocían demasiado bien. Pronto me llamaron con una nueva solicitud.

“Abuela, por favor comparte algunas fotos tuyas y del abuelo. Queremos saber cómo la están pasando y los lugares que están visitando”.

¿Cómo iba a solucionar eso? Tenía que arriesgarme. Miré a Simón, sentado en el lado opuesto de la cama, leyendo. “Simón… ¿Te gustaría dar un paseo?”.

Simón me miró a los ojos el tiempo suficiente para que una tímida sonrisa brotara de nuestros labios. Tomó mi mano y nunca la soltó. Algo había cambiado en él, y solo más tarde descubrí por qué.

“Mira esta vieja foto que me enviaron los nietos. ¡Te ves tan hermosa!”, dijo Simón, y pude ver la piel de gallina en su brazo.

Eso nos hizo recordar lo locamente enamorados que estuvimos una vez. Y cuánto soñamos con viajar por el mundo, aprender idiomas, probar nuevas comidas y dejar un rastro nuestro en cada rincón del mundo.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

¿Seguiría sintiéndose igual de emocionante, ahora que nuestros corazones parecían haberse desconectado? Mientras caminábamos por un viejo puente en un pueblo francés, Simón y yo vimos niños jugando en el parque. Sus jóvenes padres se tomaban de la mano y los miraban.

¡Era como si el pasado estuviera frente a nuestros ojos! Nosotros llevábamos a nuestros hijos a jugar al parque todo el tiempo. “¿Te apetece un helado de fresa?”. Simón me sorprendió, haciéndome la misma pregunta que nos hacía décadas atrás.

Cogidos del brazo, caminamos hasta un café cercano. Allí, nos sentamos a disfrutar de un exquisito helado. De a poco, el dolor dejaba nuestros corazones, y el amor, que siempre estuvo allí, se asomaba tímidamente.

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Por primera vez en años, me sentí libre. El aire llenaba mis pulmones y Simón escuchaba mis historias con genuino interés. Durante el resto del viaje, nos acercamos cada día más.

No todo fue fácil, pero, ¿quién puede sentirse triste y amargado en un viejo café en un pueblo austriaco? ¿O no tomarse de la mano al amanecer en Florencia? ¡En la inmensidad de los Alpes suizos, nuestros problemas parecían tan pequeños!

Simón y yo volvimos a ser jóvenes y despreocupados, listos para conquistar el mundo. La vida nos había puesto muchos obstáculos, mucha incertidumbre y las interminables responsabilidades, pero habíamos logrado superarlas juntos.

Y es qué, sin apenas darnos cuenta, nos olvidamos lo importante que habíamos sido el uno para el otro. Este viaje mágico nos ayudó a recordarlo y nos permitió volver a ser los mejores compañeros.

Después de dos meses de ensueño, regresamos a casa, más enamorados que nunca. Simón y yo agradecimos a nuestros nietos por su regalo especial que salvó nuestro matrimonio. ¡Sin ellos, no estaríamos celebrando nuestro aniversario de bodas número 50 esta hermosa noche!

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Getty Images

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Nunca es tarde para vivir tus sueños. El matrimonio de Erica y Simón se había hundido irremediablemente entre la rutina, las obligaciones, el trabajo duro. Cuando tuvieron la oportunidad de hacer realidad su soñado viaje por Europa, pudieron reconectarse y salvar su matrimonio.
  • Siempre que puedas, haz la diferencia en la vida de tus seres queridos. Los nietos de Erica y Simón decidieron hacer algo muy especial por sus abuelos, y eso terminó evitando que su matrimonio terminara.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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