Niño de 4 años salva la vida de mamá llamando a una ambulancia: resultó que ella pasaba hambre para comprarle regalo de cumpleaños - Historia del día
Un niño usó el teléfono de su madre para llamar a una ambulancia después de verla enferma. Cuando llegaron allí, ella reveló que había dejado de comer para poder darle una memorable celebración de cumpleaños a su pequeño.
“Nunca te sentirás abandonado, mi dulce niño. Mami está aquí. Yo te cuidaré”, dijo Ofelia llorando mientras acunaba a su pequeño hijo Gabo.
El pobre niño tenía solo nueve meses cuando su padre los dejó a él y a su madre para que se las arreglaran solos. Desde ese día, la madre cumplió la promesa que le hizo a su pequeño.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Ella trabajaba día y noche incansablemente para satisfacer las necesidades básicas de su hijo. A través de los años, Ofelia crio a Gabo para que fuera un niño amable, educado e inteligente.
Ella lo colmaba de tanto amor y calidez, que nunca tuvo que buscar una figura paterna en su vida porque su madre era todo lo que podía necesitar.
Sin embargo, un día, cuando Gabo tenía cuatro años, Ofelia enfermó repentinamente. Acababa de llegar a casa de su trabajo como cajera en la tienda de comestibles de su vecindario.
“¿Qué pasa, mami?”, preguntó el niño después de que ella se derrumbara en el sofá. “¿Estás cansada?”.
“No me siento muy bien, cariño. Mami solo necesita descansar un poco”, respondió Ofelia, cerrando los ojos.
Al principio, Gabo pensaba que su madre simplemente estaba cansada, así que agarró su manta favorita y la cubrió con ella. “Te amo, mami. Buenas noches”, dijo, antes de sentarse en el piso enfrente del sofá, viendo la televisión.
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Después de un rato, Gabo no se había dado cuenta de que se había quedado dormido en el suelo. Lo despertó un ruido sordo y, al abrir los ojos, vio a su mamá tirada en el piso. “¡Mamá!”, gritó con miedo. “¡Mamá! ¡Despierta!”.
Gabo tocó a su mamá varias veces para tratar de despertarla, pero ella no respondió. Empezó a llorar, asustado de que algo malo hubiera pasado. “¡Mami, despierta!”, sollozó, presionando su rostro contra el pecho de Ofelia para escuchar los latidos de su corazón.
Cuando se dio cuenta de que estaba respirando, rápidamente se puso de pie y rebuscó en el bolso de su madre para encontrar su teléfono. Luego llamó al 911.
“911, ¿cuál es su emergencia?”, preguntó el hombre al otro lado de la línea.
“Hola, señor operador. Mi mamá se quedó dormida después de volver a casa del trabajo y ahora está en el suelo. No se despierta. Por favor, ayúdenme”, dijo Gabo entre lágrimas.
“Gracias por llamar al 911, pequeño. Hiciste un buen trabajo. ¿Hay alguien más en casa contigo?”, preguntó el operador.
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“No”, le dijo Gabo. “Solo somos mi mamá y yo viviendo juntos”.
Al escuchar esto, el operador rastreó rápidamente la llamada hasta la ubicación del niño. “Está bien. Mantén la calma, amiguito. Una ambulancia está en camino para ayudarte a ti y a tu mamá. Mantente en la línea conmigo”.
Gabo permaneció pacientemente en la línea con el operador hasta que llegó una ambulancia unos cinco minutos después. Un equipo de enfermeras subió a Ofelia a una camilla y la llevó a la ambulancia. El pequeño se sentó a su lado todo el camino.
Cuando llegaron al hospital, la madre se despertó después de que le dieran un poco de dextrosa. “¿Qué sucedió? ¿Dónde está Gabo?”, preguntó tan pronto como recobró el conocimiento.
“No te preocupes”, le aseguró el médico. “Gabo está justo ahí. Tu valiente hijo te salvó la vida”, dijo, señalando el lado de la habitación donde el niño estaba comiendo una bolsa de papas fritas.
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Ofelia respiró aliviada después de ver a su pequeño, sano y salvo. “¿Por qué estoy en el hospital?”, preguntó la madre, todavía desorientada por todo lo que estaba pasando.
“Después de hacer algunas pruebas, descubrimos que tienes diabetes. Si no te hubieran traído de urgencia al hospital, habrías estado en riesgo. Eso podría haberte llevado a un coma”, explicó el médico. “¿Te has estado saltando comidas?”.
Ofelia tenía una mirada culpable en su rostro al escuchar esta pregunta, y asintió en silencio con la cabeza. “Solo somos mi hijo y yo. Lo he estado criando como madre soltera desde que tenía nueve meses y pronto cumplirá cinco”.
“Todos los años, en su cumpleaños, me sentía mal porque nunca podría darme el lujo de darle un buen regalo. Quería cambiar eso este año, así que he estado ahorrando”.
“En lugar de comprarme el almuerzo, me quedaba con el dinero con la esperanza de reunir lo suficiente para darle una fiesta de cumpleaños con los niños en la guardería a la que asiste. No sabía que tenía diabetes", admitió Ofelia.
El médico, que se presentó como Miguel, se sorprendió al saber que la madre había estado criando a Gabo sola. Estaba asombrado de lo inteligente que era el niño para un pequeño de cuatro años, y lo educado y amable que era.
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“Criaste bien a tu hijo”, elogió. “Estoy seguro de que está contento con las cosas que puedes proporcionarle. Lo colmas de amor y cuidado, y eso es más que suficiente. No seas tan dura contigo misma. También debes cuidar tu salud”, le dijo el médico.
Ofelia suspiró, pero le dio al doctor una suave sonrisa. “Gracias, doctor Miguel. Me cuidaré bien a partir de ahora porque soy la única persona que mi hijo tiene en su vida. Él me necesita”.
Esa conversación con el médico fue una llamada de atención para la madre. Estaba decidida a recuperarse, por lo que cooperó con el personal del hospital hasta que se le autorizó a irse a casa.
A lo largo de esos pocos días, era el doctor Miguel quien cuidaba a Ofelia y llegaron a conocerse bien.
“Gracias, doctor Miguel”, le dijo la mujer después de recibir el alta del hospital. “No sé cómo agradecerte lo suficiente por lo que has hecho por Gabo y por mí”.
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El doctor Mike negó con la cabeza. “No te preocupes por eso, Ofelia. Solo mantente saludable; eso es lo suficientemente bueno para mí”, respondió.
Antes de salir del hospital, el doctor le entregó a la mujer una pequeña caja. “Un pequeño regalo para ti”, le dijo. “Ábrelo cuando llegues a casa”.
Ofelia sonrió. Hacía mucho tiempo que no recibía un regalo y no esperaba recibir ninguno del doctor Miguel. “Gracias”, ella se sonrojó mientras tomaba la caja.
“Aquí está mi tarjeta en caso de que necesites algo. Si alguna vez vuelves a encontrarte en el área, llámame. Me encantaría volver a verte a ti y a Gabo”, dijo el hombre. Ofelia trató de evitar sonrojarse un poco más y simplemente asintió con la cabeza.
“¡Adiós, doctor Miguel!”, se despidió Gabo mientras subían al autobús.
“Adiós, amiguito”, le contestó el médico, esperando que el autobús se fuera antes de regresar al hospital.
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Fue un viaje corto de cinco minutos de regreso a casa, y Ofelia estuvo sonriendo todo el camino.
“¿Por qué tienes las mejillas rojas, mami?”, le preguntó Gabo.
“¿Eh?”, dijo, saliendo de su ensoñación. “Debe ser el aire acondicionado”, se rio, tocándose las mejillas. Estaban al rojo vivo, no frías. Estaba sonrojada, ya que no podía dejar de pensar en el doctor Miguel y el regalo que le hizo.
Cuando llegaron a casa, abrió rápidamente el regalo y se sorprendió al ver un sobre. Tenía $500 adentro y una nota que decía: “Disfruta el cumpleaños de Gabo. Espero que esto sea suficiente para darle una fiesta de cumpleaños memorable”.
Ofelia se quedó boquiabierta al ver el dinero. “¿Qué pasa, mami?”, le preguntó su hijo.
“Es un regalo para ti, cariño”, respondió ella. “¡Ya verás cuando cumplas cinco en tres días!”.
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“¿Voy a tener una fiesta?”, preguntó inocentemente y Ofelia asintió con la cabeza y abrazó a su hijo.
“¡Tendrás una fiesta, cariño! Con todos los niños en la guardería. ¿Te gustaría eso?”.
“¡Me encantaría, mami! ¡Gracias! Pero...”, dijo Gabo de repente.
“Pero, ¿qué, cariño?”.
“Pero... ¿podemos invitar al doctor Miguel? ¡Él es mi nuevo mejor amigo!”. Los ojos de Gabo brillaban de emoción.
Ofelia sonrió porque no era solo su hijo quien quería invitar al médico. Ella también quería eso en secreto. “Por supuesto, cariño. Lo llamaremos”, aseguró.
Pasaron tres días y era el día del quinto cumpleaños de Gabo. Ofelia organizó una fiesta temática de Safari en la guardería con pastel, bolsas de regalos, juegos y premios para todos los niños allí.
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El niño saltó de alegría cuando vio la fiesta que su madre le había preparado. “¡Mamá! ¡Este es el mejor cumpleaños de todos! ¡Te amo! ¡Esto es increíble!”.
“Estoy muy contenta de que te guste, hijo. Mami haría cualquier cosa por ti”, dijo, dándole un abrazo.
Y cuando miró hacia la puerta, sonrió al ver a alguien familiar. “Hay alguien más a quien debes agradecer, Gabo”, dijo, señalando la puerta.
El niño le dio la espalda y sus ojos se iluminaron. El doctor Miguel había entrado en la habitación. “¡Doctor Miguel!”, dijo, saltando para abrazarlo. “¡Viniste!”.
“No me hubiera perdido tu fiesta por nada del mundo, Gabo. ¡Feliz cumpleaños!”, dijo el galeno. “¿Estás disfrutando tu celebración?”.
El niño asintió con la cabeza y presentó al doctor a todos sus amigos. Disfrutaron de una tarde de juegos y la culminaron con una deliciosa merienda.
Mientras los niños se divertían, Ofelia y el médico se encontraban disfrutando de la compañía del otro. Intercambiaban miradas y sonreían cada vez que sus ojos se encontraban. Al final de la fiesta, el doctor Miguel no pudo soportarlo más.
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“Creo que tengo sentimientos por ti, Ofelia”, admitió. “¿Te gustaría tener una cita conmigo?”.
La mujer se sonrojó, sorprendida de que el doctor sintiera lo mismo. Ella había estado albergando sentimientos por él desde que se conocieron, pero no creía que fuera digna de su amor.
“Me encantaría tener una cita contigo”, le dijo.
Los dos no sabían que Gabo había escuchado toda la conversación y comenzó a chillar. “Mami, ¿voy a tener un papá?”, preguntó por primera vez en su vida.
Ofelia se sorprendió por la repentina pregunta de su hijo y le preocupaba que asustara al doctor Miguel. Sin embargo, lo que ocurrió a continuación derritió su corazón.
“Me encantaría representar a tu padre, Gabo”, dijo el médico, arrodillándose para encontrarse con Gabo a la altura de los ojos. “Si tu mamá me quisiera, por supuesto”, dijo sonriendo.
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Ofelia no pudo evitar sonreír también. Siempre había tenido miedo de volver a encontrar el amor porque temía cómo reaccionarían los hombres con respecto a su hijo.
Pero aquí estaba el doctor Miguel, dejando en claro desde el principio que quería intervenir como una figura paterna para Gabo.
Los meses siguientes parecieron un cuento de hadas de la vida real tanto para Ofelia como para el doctor Miguel. Llegaron a conocerse bien y se enamoraron perdidamente.
Tenían citas nocturnas como pareja, pero también se aseguraban de incluir a Gabo en la mayoría de sus actividades.
A finales de año, el doctor Miguel estaba seguro de que quería pasar el resto de su vida con Ofelia. La pareja se casó en una ceremonia sencilla y el médico decidió adoptar legalmente a Gabo como su hijo.
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“Nunca volverán a estar solos”, le dijo a Ofelia y al niño después de que se finalizó la adopción. “Los quiero mucho a los dos”.
Por primera vez desde el nacimiento de Gabo, la madre se sentía segura, amada y, por supuesto, feliz.
Mantuvo su promesa a su hijo de que él nunca se sentiría abandonado, pero en el proceso, ella tampoco se sintió abandonada. Y todo fue por el amor que el doctor Miguel les estaba dando.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los niños no necesitan cosas materiales mientras crecen; solo necesitan amor, cuidado y apoyo: Ofelia estaba insegura de que no podía pagar más que las necesidades básicas de Gabo. Sin embargo, el doctor Miguel le hizo darse cuenta de que estaba haciendo un gran trabajo criando a su hijo porque estaba llenando su vida con amor, cuidado y apoyo.
- Incluso después de la angustia más dolorosa, puedes volver a encontrar el amor: Ofelia tenía miedo de volver a amar después de que el padre de Gabo le rompiera el corazón y los abandonara. Fue solo cuando el doctor Miguel le mostró sus verdaderas intenciones que ella comenzó a confiar nuevamente y finalmente se volvió a enamorar.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.