Niño sin hogar salva a un perro de un auto inundado: llora cuando le recompensan con una habitación propia 1 semana después - Historia del día
Un niño sin hogar arriesga su vida para salvar a un perro encerrado en un automóvil en medio de una inundación. Una semana después, la dueña del perro lo lleva a su casa y le muestra una habitación que lo hace estallar en llanto.
Cuando todos los médicos que pudo consultar le dijeron que no podía tener un hijo, Helena quedó devastada. Parecía que no haría realidad su más grande anhelo.
“Mi amigo conoce a alguien que trabaja en un orfanato. Hay muchos niños allí que necesitan un hogar... ¿Qué te parece?”, le propuso José, el esposo de Helena.
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Él pensaba que adoptar un niño era una alternativa perfecta para formar una familia, pero ella necesitaba tiempo para pensar antes de dar ese gran paso.
Un día, mientras conducía a casa desde la cafetería, algo sucio que intentaba salir de una alcantarilla llamó la atención de Helena. Era un pequeño cachorro callejero indefenso que luchaba por sobrevivir.
Una extraña alegría llenó el corazón de Helena al verlo. Las lágrimas asomaron a sus ojos. “¡Pobrecito! Necesita nuestra ayuda. ¡Vamos a llevarlo a casa!”, le dijo a José y salió corriendo del auto para rescatarlo.
“¿Qué le hace pensar que un cachorro llenará el vacío en su corazón?”, se preguntó José, desconcertado. “¡Está bien! ¡Si te hace feliz, se va a casa con nosotros!”, dijo, poniendo al perrito en el asiento trasero, envuelto en una toalla.
El animalito, al que llamaron Toto, estaba asustado y parecía desconfiar de los humanos. Se acurrucó y no dejaba de gemir. Luego llegaron al lugar que sería su hogar para siempre y pareció calmarse.
Dos años más tarde, Toto ya no era ese cachorrito tímido. Se había convertido en una gigantesca bola de pelo que amaba a sus padres con locura. Él era el mundo de Helena, la luz de sus ojos, y ella odiaba que lo describieran como su perro rescatado.
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"Toto no es mi perro rescatado. Es mi familia”, les decía a menudo. Para Helena, él era su gran amor. No toleraba a las personas que no entendían su precioso vínculo.
Helena y Toto nunca salían el uno sin el otro. En uno de esos días, estaban pasando el rato juntos y decidieron pasar por la tienda, sin imaginar lo que se avecinaba.
“Toto, espérame en el auto. Volveré en unos minutos, ¿está bien? Aquí no te dejan entrar”, le dijo Helena a su perrito mientras le daba palmaditas en la cabeza y un beso de despedida. Lo encerró en el auto dejando un poco abiertas las ventanas y se dirigió al supermercado.
El perro nunca la acompañaba dentro de la tienda y estaba acostumbrado a quedarse en el auto. Así que se acurrucó en el asiento del copiloto y esperó a que ella regresara.
Momentos después, hubo un repentino caos. Helena estaba ocupada con las compras y no se percató de que había empezado a llover con fuerza. Toda la zona comenzó a inundarse inesperadamente.
La gente se refugiaba en las tiendas abiertas y cualquier lugar donde pudieran sentirse seguros. Matías, un niño sin hogar de 9 años, estaba buscando un lugar seguro cuando vio que muchos acudían a una tienda de comestibles cercana. Corrió tras ellos.
“El agua está entrando en la tienda”, gritó el gerente. “Todos, vayan arriba. Dense prisa”.
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Matías se apresuró escaleras arriba con el resto. Helena notó el desorden y se alarmó. “¿Qué está pasando?”, le preguntó a un hombre y gritó a todo pulmón cuando se enteró de la inundación. En lo único que podía pensar era en Toto atrapado en el coche.
“Toto... Dios mío, dejé a mi perro en el auto”, gritó, corriendo hacia la entrada. “Mi perro está atrapado en el coche. Alguien que me ayude, por favor…”, suplicó llorando.
Matías miró hacia afuera y vio que el automóvil que señalaba Helena estaba a punto de ser cubierto por el agua. Tenía miedo de salir porque no sabía nadar, pero entendía la ansiedad de Helena y corrió al rescate de su mascota.
Agarró una barra de hierro de la esquina y corrió escaleras abajo. “Oye chico, ¿adónde vas? Te vas a ahogar”, gritaron algunos. Pero Matías estaba decidido a salvar al perrito.
Se enfrentó a las feroces corrientes y caminó decidido hasta el coche. Se asomó por la ventana y vio a Toto asustado mirándolo con grandes ojos marrones. “¡Sálvame, sácame, tengo miedo!”, parecía expresar su mirada.
Matías rompió la ventana con la barra y agarró al perro por el cuello. “Tranquilo chico, tranquilo. Ven aquí…”, dijo, temeroso de que el perro lo mordiera. Pero Toto meneó la cola y obedeció. Logró sacarlo, sano y salvo.
“Mi bebé... Toto... ¡Gracias a Dios que estás a salvo!”, gritó Helena, mientras Matías intentaba subirlo al techo del auto. Luego, se subió y se sentó a su lado, abrazándose a él mientras le daba palmaditas para que mantuviera la calma.
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Minutos después, llegó un equipo de rescate para llevar a las personas a un lugar seguro. Afortunadamente, había dejado de llover, lo que facilitó la tarea. El equipo ayudó a Matías y Toto a ponerse a salvo.
“¡Toto!”, gritó Helena. Entre lágrimas, abrazó y besó a su perro varias veces, incapaz de perdonarse a sí misma por haberlo dejado solo en el auto. “Lo siento mucho, mi bebé. ¿Qué hubiera hecho sin ti? Por favor, perdona a mamá”, sollozó.
Helena miró a Matías y comenzó a llorar aún más. “No sé cómo agradecértelo. Salvaste la vida de mi bebé hoy”.
Matías le sonrió y se levantó para irse.
“Espera un minuto... ¿A dónde vas? ¿No están tus padres aquí contigo?”, le preguntó.
“No tengo padres ni hogar”, respondió Matías. “Me tengo que ir. El lugar donde duermo en el estacionamiento cercano debe haber sido destruido por la inundación. Tengo que encontrar un lugar más seguro para quedarme”.
Helena estaba sorprendida. “¿Un lugar más seguro?”.
“¡Sí! Duermo sobre una pila de cartón viejo que encontré en el contenedor de basura. Ahora debe estar mojado y arruinado”, respondió Matías. “Tengo que buscar cartón nuevo para hacer mi cama y un lugar que esté seco y no tan frío”.
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“¿Pero por qué estás viviendo en las calles?”, preguntó Helena, curiosa por saber más sobre el amable chico.
El niño le contó que había perdido a sus padres en un accidente unos meses antes y no tenía a nadie que pudiera acogerlo. “Solía dormir en mi cama cuando vivía con mis padres. Tenía un dormitorio grande con carteles enormes de mis autos favoritos y muchos juguetes. Extraño todo eso ahora”, recordó.
“¿Y no tienes tíos? ¿Abuelos?”, cuestionó Helena.
Matías enterró su cara en sus palmas y comenzó a llorar. “No tengo a nadie. Mis padres habían vendido la casa y planeaban mudarse al extranjero. Pero murieron en un accidente de tráfico y escuché a la gente hablar en el funeral sobre enviarme a un orfanato. Así que me escapé. No quería que me llevaran allí”.
Helena sintió pena por Matías, pero estaba tan impactada por lo ocurrido que no supo qué hacer. Cuando le contó a su esposo, se dio cuenta de que el niño necesitaba algo más que su gratitud.
“Él necesita un hogar y alguien que lo ame”, dijo y juntos planearon darle una gran sorpresa unos días después.
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José y Helena condujeron hasta el estacionamiento donde solía dormir el niño. Lo vieron acurrucado sobre un montón de cartón viejo. “Oye... Matías, despierta”, dijo, sacudiéndolo con suavidad.
El niño se sobresaltó cuando los vio. Toto salió corriendo del auto y comenzó a lamer la cara de Matías. Estaba confundido y feliz al mismo tiempo. El perro todavía lo recordaba, y lo hizo llorar.
“Ven con nosotros”, dijo Helena.
Matías estaba desconcertado. “¿Adónde vamos?”, preguntó.
“¡A casa!”, respondieron José y Helena, mientras ayudaban a un sorprendido Matías a levantarse.
Lo llevaron a su casa y le mostraron su nueva habitación llena de juguetes, carteles coloridos de autos y una cama mullida en la esquina, tal como la que había tenido alguna vez.
Matías abrazó a José y Helena y no podía dejar de llorar. “Oh, Dios mío, ¿esta es mi habitación?”, preguntó, mirando a su alrededor. “Se parece al dormitorio que tenía cuando mis padres vivían”.
“¡Sí, es tuya!”, respondió Helena, con los ojos llorosos. Matías fue muy feliz ese día y fue adoptado legalmente poco después. Para José y Helena, Toto y Matías eran dos buenas razones para vivir, reír y ser felices. Eran su familia.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Todas las criaturas merecen amor y cuidados: Cuando Helena no pudo tener hijos propios, quedó devastada. Pero su alegría fue restaurada cuando encontró a un cachorro abandonado y lo llevó a casa. Él se convirtió en parte de su familia y así lo trató siempre.
- Sé agradecido: Matías rescató a Toto cuando estaba a punto de morir ahogado. Su amabilidad fue recompensada cuando Helena y José lo adoptaron como su hijo.
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