Jueza condena a padre soltero de 3 por robo sin imaginar que es el hijo que perdió años atrás - Historia del día
Una jueza que siempre defendía la justicia se encontró en un punto muerto cuando sentenció a prisión por robo a un padre soltero y discapacitado de tres hijos sin saber que era el hijo que había perdido hacía mucho tiempo.
Los médicos y las enfermeras entraban y salían corriendo de la sala de maternidad mientras Linda, de 28 años, gritaba de dolor. Era su primer hijo, y el dolor del parto era terrible, más allá de lo que ella podría haber imaginado.
La llegada del bebé parecía un brillante rayo de sol que atravesaba un oscuro cúmulo de nubes. Linda lloraba de dolor y alegría, impaciente por sostener a su bebé, que estaba por nacer.
Pero cuando despertó, no escuchó los llantos de su recién nacido. Nadie se lo había llevado. “¿Dónde está mi bebé? Enfermera, ¿dónde está mi hijo?”, dijo.
Miró a su alrededor, ansiosa después de despertarse con una cuna vacía cerca. Quedó impresionada cuando la enfermera le dijo que había entrado en coma después de dar a luz.
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“Edison, ¿dónde está nuestro bebé? Quiero verlo”, le preguntó a su esposo cuando la visitó momentos después. “Tráeme a mi bebé. ¿Dónde está? ¿Por qué no respondes?”.
Apartando la mirada, Edison confesó la verdad más dolorosa que destruyó a Linda. “El niño nació con parálisis de Erb y no podemos permitirnos criarlo. Fuiste despedida de tu trabajo y ningún bufete de abogados está dispuesto a contratarte nuevamente después de que perdiste ese caso”.
“No podemos criar a un niño discapacitado cuando ya nos cuesta llegar a fin de mes”.
“Edison, ¿qué le hiciste a mi hijo?”.
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“Lo di en adopción”.
“¡Dios mío...! ¿Cómo pudiste hacerme esto?!, dijo ella, y se echó a llorar.
La confesión de Edison destruyó a la pobre madre que había anhelado tener un hijo durante mucho tiempo. El bebé que había dado a luz era un niño milagroso, pues había pasado años tratando de concebir.
Incapaz de soportar lo que había hecho su marido, se divorció de él y trató de buscar a su hijo. Pero Linda nunca encontró a su bebé, pues una familia anónima lo había adoptado.
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El vacío en su corazón después de perder a su único hijo se duplicaba a medida que pasaba el tiempo. Pasaron los años, y Linda seguía soportando una angustia que no quería que soportara ninguna madre.
Treinta y ocho años después, en la corte...
“Por favor, siéntense... Buenos días, damas y caballeros”, se dirigió Linda a la corte mientras tomaba asiento. Había subido la escalera del éxito y ahora era una jueza de tribunales penales altamente calificada.
Se quitó las gafas y despejó la niebla. El caso que manejaba ese día era el más peculiar y complicado en sus treinta años de servicio.
Estaba a punto de sentenciar a la cárcel a un hombre por robar medicamentos caros para su hija enferma. Su nombre era Jonathan, era pobre, era discapacitado y tenía tres hijos.
“Su señoría, no tenía dinero para comprar los costosos medicamentos para mi hija enferma. Los robé de la farmacia, pero los iba a pagar cuando recibiera mi ayuda mensual”, dijo Jonathan llorando.
“No importa si tenía la intención de pagar o no…, un robo es un robo”, interrumpió Linda y revisó los documentos del hombre.
Ella lo miró y notó que tenía parálisis de Erb. Linda volvió a comprobar su fecha de nacimiento en el archivo. Algo al respecto le llamó la atención, ya que la fecha de nacimiento de Jonathan coincidía con la fecha de nacimiento de su hijo.
¿Podría ser Jonathan el hijo perdido de Linda? ¿Cambiaría de opinión y no lo sentenciaría a la cárcel si resultaba ser su hijo?
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Cuando Linda era abogada varios años atrás, la despidieron por no ayudar a un hombre rico a obtener la fianza después de un atropello con fuga. Defendió la justicia a costa de su carrera.
Entonces, ese día, decidió hacer lo correcto, aunque sospechaba que Jonathan podría ser su hijo perdido. La jueza lo condenó por robo y lo sentenció a la cárcel por un año.
La justicia era su prioridad, y Linda hizo lo que le exigía su deber. Más tarde, siguió su corazón de madre y fue a ver a Jonathan en prisión para conocer más sobre él. El hombre fue llevado a la sala de visitas y se sorprendió cuando vio a la jueza esperándolo.
“Sé lo que podrías estar pensando. Pero no estoy aquí para disculparme por mi veredicto. Vi tus papeles y me gustaría saber más sobre ti”.
“¿Puedes contarme sobre tus padres?”, le preguntó a Jonathan, solo para enterarse de que había sido adoptado treinta y ocho años atrás.
“Mis padres adoptivos murieron hace varios años. Mi esposa y yo vivíamos una vida hermosa, pero después de que ella murió de cáncer, quedé luchando solo para criar a mis tres hijas”, dijo el hombre mientras Linda comenzaba a llorar lentamente.
“Jonathan, ¿estaría bien si tú y yo tomamos una prueba de ADN?”. La pregunta de Linda que salió de la nada sorprendió a Jonathan.
“Una prueba de ADN, pero ¿por qué?”.
Apretando los labios y tragándose el dolor, Linda respondió: “¡Porque podrías ser el hijo que perdí hace treinta y ocho años!”.
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El hombre se quedó conmocionado y sin palabras. Él accedió a hacerse la prueba de ADN con ella, y los resultados que llegaron un par de semanas después coincidían con ellos como familiares.
Jonathan, el amoroso padre encarcelado por su madre, era su hijo perdido. Linda volvió a visitar al hombre y le contó sobre la revelación alucinante. Al principio, él no supo cómo reaccionar.
“Estoy confundido y feliz. Pensé que era huérfano nuevamente después de que mis padres adoptivos murieran. Pero estoy feliz de que mi madre haya venido por mí. Mamá, ¿dónde está papá?”.
“No hables de él. Él fue la razón principal que desencadenó nuestra separación. Me arrebató mi maternidad. Me robó a mi hijo. Me divorcié de él y escuché que murió recientemente de un ataque al corazón”.
“Hijo, perdóname. Por más que intenté, nunca te encontré. Como te dieron en adopción cerrada no pude rastrearte. No tenía ni idea de que vivías en el mismo pueblo”.
Linda y Jonathan se abrazaron llorando mientras ella prometía cuidar a sus hijas. Más tarde ese día, la jueza visitó a las tres niñas de Jonathan y les aseguró que ya no estarían solas.
Unas semanas más tarde, las adoptó y se las llevó a casa. Aunque Linda no podía volver al pasado y enmendar el error que había cometido su difunto esposo, decidió embellecer el futuro de sus nietas.
Un año después...
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Jonathan regresó a casa después de completar su sentencia de cárcel. Linda lo ayudó a conseguir un nuevo trabajo en la empresa de su amigo y vivieron juntos como una familia feliz.
Nunca más volvieron a su pasado oscuro y se esforzaron por hacer sus vidas más brillantes y felices.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca es demasiado tarde para arrepentirse y hacer las cosas bien: Cuando Linda descubrió que Jonathan era su hijo perdido, se reconcilió con él y se llevó a sus tres hijas a casa.
- Un hermoso futuro es el resultado de un pasado doloroso que ha sanado con amor y tiempo: Linda sabía que no podía retroceder en el tiempo y cambiar el pasado, pero estaba decidida a embellecer el futuro de su hijo y sus nietas.
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