Hombre soltero lucha por criar a las hijas de su difunta hermana: el padre biológico recién aparece en la boda de una de ellas - Historia del día
Mauro había perdido a su hermana y se convirtió en la figura paterna de tres huérfanas de un día para otro. Décadas después, estaba viviendo el día más feliz de su vida hasta que vio al padre biológico de las trillizas.
Fue el día más oscuro de la vida de Mauro. No solo acababa de perder a su hermana ese día. Había perdido a Karina, la mejor hermana del mundo, y la única mujer que siempre creyó en él.
Las enfermeras del hospital lo ayudaron a levantarse de la sala de espera. Mauro había estado llorando por horas, cuando entró en otra habitación donde la vida recién comenzaba.
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“¡Las llamaré Ashley, Sofía y Tamara!”, había dicho Karina semanas atrás, mientras abrazaba su barriguita. Y allí estaban las hermosas bebés de su hermana.
Un toque. Un beso a cada una. Ese es todo el amor que Karina pudo expresar a sus tres recién nacidas antes de dar su último suspiro.
Mauro tenía solo 19 años cuando ocurrió la tragedia, y sabía que era el momento de crecer y asumir la responsabilidad que tenía por delante. ¿Quién más iba a cuidar de las tres huérfanas?
Ciertamente no Raúl, el hombre que había abandonado a Karina en el momento en que descubrió que estaba embarazada. A él no le importaba nadie más que él mismo.
“¡Yo no pedí esto!”, le había dicho Raúl antes de cerrar la puerta detrás de él, para no regresar.
Entonces, mientras otros universitarios estaban ocupados gastando dinero en juegos, bicicletas y novias, Mauro guardaba cada centavo para el futuro de las trillizas.
Algunas buenas personas lo ayudaron a criar a las tres preciosas niñas. Su vecina, la señora Romero, las cuidaba mientras Mauro iba a sus tres trabajos, antes de regresar a casa exhausto cada día.
Las enfermeras del hospital, que nunca habían podido olvidar a Karina, habían ayudado a Mauro a mantener la salud y las vacunas de las bebés al día.
Y cuando las niñas comenzaron a ir a la escuela, hubo algunos maestros que hicieron más de lo que les correspondía. Las trataban con amor y paciencia.
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Las niñas pronto se convirtieron en exitosas mujeres profesionales. Mauro hizo todo lo que pudo para ser un padre comprensivo y brindarles lo que necesitaban, y al ver en lo que se habían convertido supo que su esfuerzo había valido la pena.
A lo largo de los años, cada domingo, las niñas y Mauro visitaban la tumba de Karina. “Crecerán conociendo a su hermosa mamá. ¡Lo prometo!”, había dicho el día del entierro y lo había cumplido.
En el cumpleaños número 25 de las trillizas, todos estaban en el cementerio cuando Ashley tomó el brazo de Mauro. Le contó que estaba saliendo con un hombre amable y decente, y que querían casarse pronto.
“¡Pero quiero que lo conozcas primero, tío Mauro! ¡Tú ocupas el lugar de mi padre y mi madre en mi vida, y tu bendición es importante para mí!”. Ashley lloró cuando sus hermanas la abrazaron y celebraron.
Ricardo era un joven sincero y muy exitoso profesionalmente. El joven de 30 años había allanado su propio camino desde la pobreza hasta ser dueño de uno de los centros ecuestres más grandes de esa parte del país.
Mauro reconoció tanto la bondad como la ambición en el corazón del joven. Le dio su bendición a la pareja y la familia pronto se vio inmersa en la emoción y el vértigo de prepararse para la primera boda de la familia.
Para el gran día, se habían asegurado de invitar a todos los ángeles de su vida: las enfermeras, los maestros y los vecinos como la señora Romero, quien lo había ayudado y enseñado a ser padre cuando no tenía a nadie más a quien preguntar.
Mauro miró a su alrededor a las personas que habían venido a celebrar con la hija de su querida hermana. Pero uno de los rostros familiares desencadenó sentimientos de ira, y tal vez miedo.
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El hombre, vestido con un traje humilde, que sostenía las manos de Ashley y le hablaba entre lágrimas, era su padre biológico.
“¿Raúl? ¿Qué está haciendo aquí?”. El corazón de Mauro se aceleró mientras se acercaba a él, tratando de escuchar su emotiva conversación.
“... una mujer tan increíble. Sé que no estuve aquí para ti y tus hermanas todos estos años, pero tú siempre has tenido un lugar especial en mi corazón. Y cuando supe que te casarías con mi jefe, ¡me puse muy feliz!”.
“Ahora ya no soy empleado del centro ecuestre; ¡Soy el suegro del jefe! ¿Te imaginas lo orgulloso que me siento? Todo lo que quiero ahora es que mi hermosa hija se una a mí en el baile de padre e hija…”.
“Me encantaría hacer el baile de padre e hija. Pero primero tengo que aclararte un par de cosas”, dijo Ashley al hombre.
“Me criaron bien, así que no haré una escena ni te pediré que abandones mi boda”, dijo la novia con voz suave. “No te humillaré públicamente ni te desearé ningún mal”.
“Pero también me criaron para amar y reconocer el amor. Aprecio que fueras el hombre del que mi madre se enamoró, pero tú no eres mi padre”.
“Ahora, si me disculpas, el hombre que me crio está parado allí. Y es hora de ese baile de padre e hija”.
Mauro abrazó a su hija y gruesas lágrimas corrieron por su rostro. Por un momento, pudo sentir los brazos de su hermana envolviéndolo. Sentía que ella había estado cuidándolos.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La familia debería ayudarte en tus momentos más oscuros: Mauro tenía solo 19 años cuando se enfrentó a la responsabilidad de criar a las trillizas. Y a pesar de sentirse inseguro y asustado, la asumió sin dudarlo.
- Padre es el que cría, no el que engendra: Raúl esperaba que su hija biológica lo dejara entrar en su vida después de años de abandono, pero Ashley era capaz de reconocer a su verdadero padre.
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