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Cochecito en un porche | Hombre abrazando a un niño | Foto: Shutterstock
Cochecito en un porche | Hombre abrazando a un niño | Foto: Shutterstock

Adopté al bebé que encontré en el porche de mi vecina y lo ayudé a buscar a su padre biológico 13 años después - Historia del día

Georgimar Coronil
29 dic 2022
13:00

Una mujer oyó llorar a un bebé en el porche de su vecina y lo adoptó. Años después, le contó la verdad sobre su adopción y decidió buscar a sus padres biológicos. Fue entonces cuando salió a la luz una verdad inesperada.

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Estaba caminando a casa después del trabajo cuando los llantos de un bebé resonaron en la noche y fruncí el ceño. Miré hacia la casa de mi vecina Elisa y vi una carriola en su porche. Con los ojos muy abiertos, me acerqué y vi a un bebé lloroso agitando sus brazos. Llamé a la puerta de Elisa varias veces, preocupada, mientras intentaba que el bebé dejara de llorar.

"Hola, Judy. ¿Qué…?", Elisa abrió la puerta, y sus ojos también se abrieron de sorpresa al ver al bebé.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

"Elisa, ¿qué está pasando? ¿Por qué hay un bebé en tu porche?", pregunté horrorizada.

"No tengo ni idea", dijo negando con la cabeza.

"¿No le has oído llorar desesperadamente?".

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"No, estaba viendo la televisión en mi habitación. Lo único que oí fue el timbre de mi puerta", continuó Elisa. "¿Deberíamos llamar al 911? ¿Qué debemos hacer?".

"Bueno, supongo", respondí. Nunca me había visto en esa situación y parecía sacada de una película, así que la única solución era llamar a la policía.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Los policías se llevaron al bebé a un albergue, pero nos dijeron que investigarían el asunto para intentar encontrar a los padres.

Unos días después, mi esposo Julio y yo decidimos ir al refugio. Tras descubrir que aún no habían encontrado a los padres, lo discutimos y pensamos que sería una buena idea adoptar al bebé. Por suerte, nos aprobaron la acogida y nos quedamos con el niño. Le pusimos Tomás.

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Nuestras vidas eran complicadas, y ser padres primerizos no era sencillo, pero nos las arreglamos. Por desgracia, Julio murió cuando Tomás tenía ocho años, y el niño lo pasó muy mal. Eran mejores amigos. Pero gracias a la terapia y a los lazos afectivos, Tomás y yo lo superamos juntos.

Estaba muy orgullosa de mi hijo y feliz de haberle oído en el porche de Elisa aquella noche.

***

Estuve arreglando la casa después del cumpleaños número 13 de Tomás. Tener a un montón de adolescentes jóvenes y ruidosos era duro. Comían como locos y tenían toneladas de energía. También había que entretener a las mamás, así que me sentí agotada, pero mi hijo estaba feliz, y eso era todo lo que me importaba. Eso fue hasta que entré en mi dormitorio y le vi revolviendo un montón de documentos.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"¿Qué es esto, mamá?", preguntó Tomás y me miró con cara de asombro. "¿Soy adoptado?".

No era así como quería que se enterara, pero así fue. Así que me senté con él en el suelo y le conté todo, desde que le oí llorar en casa de Elisa hasta que Julio y yo fuimos al refugio y lo arreglamos todo.

"Quiero que sepas que esto no cambia nada. Eres mi hijo y Julio era tu padre. Te queríamos como a nada en el mundo. ¿Me crees?", pregunté preocupada.

Tomás lloró un poco, diciéndome que echaba de menos a su padre. Pero parecía estar bien después de eso… hasta unos días después, cuando se acercó a mí con cuidado.

"Mamá, ¿puedo hablar contigo de algo?", preguntó.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"Por supuesto. Siéntate y cuéntamelo”, le respondí.

"Quiero encontrar a mis padres biológicos", expresó. Me dijo que me quería y que a su padre también. Pero quería saber más de ellos, tener algún tipo de relación, si era posible, y formar un vínculo, con suerte.

Obviamente, no podía negarme, aunque me preocupaba. "Existe la posibilidad de que no los encontremos porque casi no tenemos información sobre ellos. La policía no pudo encontrarlos hace 13 años, pero haré todo lo que pueda. Sin embargo, también podrían negarse a reunirse contigo. ¿Crees que podrás soportarlo?", le pregunté con cuidado.

Tomás se quedó pensativo unos minutos y finalmente asintió. "Creo que sí. Si no, podemos solucionarlo con el psicólogo", respondió, sonriendo ligeramente.

"Ok. Estoy orgullosa de ti, hijo. Vamos por la computadora y a ver cómo los encontramos", le dije, y nos fuimos a su habitación.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pixabay

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pixabay

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Empezamos a buscar sobre la reunificación, e incluso llamé al refugio para ver si tenían alguna información útil. Al parecer, algunas organizaciones se dedicaban a reunir a los padres biológicos con los niños que enviaban en adopción, pero los adultos tenían que apuntarse.

Aun así, lo intentamos por todos los medios. Creé una publicación en Facebook y lo compartí en Twitter, detallando lo ocurrido la noche que encontré a Tomás y su interés por ver a sus padres. También pedí a nuestros vecinos que compartieran la información porque, al fin y al cabo, el incidente había ocurrido en nuestra urbanización.

Sin embargo, nuestra búsqueda fue infructuosa durante mucho tiempo.

Un día, estaba en casa de Elisa, quejándome de toda la situación. "Tomás está muy triste por eso. Creo que nunca encontraremos ninguna pista". Suspiré, Tomando té con mi amiga.

"¿Por qué quiere encontrar a sus padres biológicos?", preguntó ella, con ojos preocupados.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pixabay

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"Creo que es porque Julio murió. Creo que quiere volver a tener una figura paterna. Quería ayudarle, pero no sé qué hacer. No sé qué más hacer". Sacudí la cabeza y miré hacia la ventana de su cocina.

"Pobre Javier", comentó inesperadamente y dio un sorbo a su té.

"¿Javier?" pregunté, volviéndome hacia ella y frunciendo el ceño.

"Uh, bueno… Yo…".

"Elisa, sabes algo, ¿verdad?". Mi voz iba subiendo de tono a medida que pronunciaba esas palabras. Siempre lo había sospechado, aunque Elisa no daba indicios de ello. Pero a Julio y a mí nos resultaba extraño que Elisa oyera de algún modo el timbre y no al bebé que lloraba en su puerta. Por supuesto, no podíamos probar nada. Pero seguía siendo extraño.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pixabay

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"¡Elisa!". Grité cuando ella no hablaba, haciéndola estremecerse.

"¡Bien! Por favor, déjame explicarte. Es que… no sabía qué hacer. Estaba asustada y no quería que nadie se metiera en problemas", empezó a decir, mientras se le llenaban los ojos de lágrimas y le temblaba la voz.

"Por favor. ¿Qué sabes?".

"Sé quienes son los padres Tomás… y el chico realmente se llama Javier", dijo Elisa. "Dame un minuto".

Se puso de pie y caminó hacia su dormitorio. Cuando regresó, me entregó un colgante y una carta.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"Mi amiga Alana quedó embarazada, pero acababa de dejar a su novio, un chico encantador llamado Alex. Lo dejó por otro, y ese otro chico también la dejó cuando ella ya no pudo ocultar su embarazo. Aun así, no quería que Alex supiera lo del bebé. No me preguntes por qué, porque no lo sé. Le dije muchas veces que Alex sería un buen padre, pero ella no quería", explicó Elisa.

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"Continúa".

"Me dijo que iba a dar al bebé en adopción, pero de repente, el bebé apareció en la puerta de mi casa. Tenía un colgante con su fecha de nacimiento y el nombre 'Javier'. En la carta me pedía que cuidara de él y que volvería cuando rehiciera su vida", terminó Elisa, abriendo la carta y dándomela para que la leyera.

"¿Por qué no se lo enseñaste a la policía?”, pregunté sorprendida.

"No quería tener un hijo. Nunca quise. No estoy hecha para la maternidad. Me sentí tan mal que cogí la carta y el colgante y cerré la puerta. Tú apareciste unos minutos después".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pixabay

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Quería gritarle por ser tan estúpida, pero aquella noche estábamos ambas alteradas. Estaba tan enfadada con ella que no hablamos durante varios minutos y nos quedamos sentadas en un silencio incómodo hasta que lo rompí.

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"¿Ha preguntado tu amiga por él?", dije.

"No, y no tengo ni idea de si está viva", respondió Elisa, con ojos tristes y preocupados.

"¿Y el padre? Lo conoces, ¿verdad? ¿Está cerca? ¿Sabes cómo localizarle?". La miraba con seriedad.

"Lo sé. Déjame buscar mi antiguo teléfono. Lo tengo guardado ahí". Elisa respiró y volvió a su habitación.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pixabay

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Me dio la información de contacto, y necesité mucha fuerza, pero finalmente marqué el número.

Digamos que el hombre que estaba al teléfono no tenía ni idea de que su exnovia había quedado embarazada. Después de 30 minutos al teléfono, aceptó conocer a mi hijo.

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Hablé con Tomás y se mostró poco optimista. Pero yo sabía que estaba emocionado.

Alex se presentó en casa al día siguiente y estuvimos hablando mucho rato. Parecía un gran hombre, lo que hacía aún más descabelladas las acciones de la amiga de Elisa. Pero eso era el pasado. Podíamos trabajar solo en el futuro.

Dejé a Alex y Tomás hablando en el salón, pero me quedé en la cocina, escuchando. Empezaron a conversar sobre fútbol, béisbol y videojuegos. Cuando por fin llegó la hora de irse, Alex me preguntó directamente si podía visitar a Tomás de vez en cuando. Le dije que eso dependía de Tomás.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Con el tiempo, crearon un vínculo increíble y le dejé visitar la casa de Alex. Finalmente, él y yo empezamos a compartir la paternidad y, aunque Tomás nunca se olvidó de Julio, le encantaba volver a tener un padre. Intentamos encontrar a Alana, por si por fin quería reencontrarse con su hijo biológico, pero era como si se la hubiera tragado la tierra.

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Para mi sorpresa, Alex y yo también nos llevábamos bien y, al cabo de unos años, nos dimos cuenta de lo que sentíamos el uno por el otro. Nos lo tomamos con calma, pero nos casamos cuando Tomás cumplió 18 años y estaba listo para ir a la universidad. Mi chico me acompañó al altar y me encantó saber que no estaría sola cuando se fuera a la universidad.

A pesar de los secretos y los problemas, no cambiaría nada de mi experiencia como madre. Tuve un hijo feliz y una gran familia.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Los padres adoptivos deben hacer lo mejor por sus hijos: Judy ayudó a Tomás a encontrar a sus padres biológicos porque era lo mejor para su hijo.
  • Las mentiras siempre salen a la luz: Elisa intentó ocultar que sabía de dónde venía el bebé de su porche, pero la verdad se le escapó.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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