"Ya puedes jubilarte": Empleada de 82 años llora al recibir cheque de $170.000 de un desconocido - Historia del día
Tras perder a su marido, Rosanna, de 82 años, se vio obligada a buscar trabajo en una tienda de comestibles para mantener a sus hijos discapacitados. Sin embargo, tras un encuentro con un cliente misterioso, su vida cambió en un solo día.
Tras 60 fructíferos años de matrimonio, el marido de Rosanna murió. Su esposo era el sostén de su familia, gracias a su pequeño negocio, así que ella se vio acorralada tras su muerte.
Rosanna y su marido tenían dos hijos discapacitados de unos 40 años. Aunque eran de mediana edad, su discapacidad no les permitía valerse por sí mismos. Tenían muchas facturas médicas y necesidades que atender, así que Rosanna tuvo que buscar un empleo.
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Empezó a trabajar en la tienda de comestibles local. La mujer tenía 82 años, así que fue todo un reto. A su edad, padecía de varios problemas de salud, entre ellos de espalda.
Como trabajadora de planta en el supermercado, a menudo tenía que levantar objetos pesados y estar de pie todo el día. Sin embargo, a pesar de sus limitaciones, seguía luchando.
Un día, mientras traía nuevas existencias del almacén de la trastienda, su espalda empezó a darle problemas. Vencida por el dolor y el cansancio, se detuvo para descansar y recuperar el aliento. Se apoyó en un carrito y empezó a hacer ejercicios de respiración, como a menudo le sugería su médico.
El jefe de Rosanna la vio apoyada en el carro de supermercado y no se tomó muy bien lo que percibió como holgazanería.
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"¡Rosanna! No te pagan por holgazanear. Haz un buen trabajo o vete. Nadie te retiene aquí", gritó el encargado antes de marcharse.
Kimberly, una joven profesora del instituto local y clienta habitual del supermercado, oyó la reprimenda del jefe y se acercó a Rosanna.
"¿Se encuentra bien, señora?", preguntó Kimberly amablemente a una cansada Rosanna.
"Oh, no te preocupes por mí, querida. Son gajes del oficio. Solo necesito recuperar el aliento, eso es todo", respondió la anciana, tratando de mantenerse fuerte.
Entonces se les acercó un hombre, también preocupado por Rosanna. Se llamaba Simón. Era un empresario de clase media acomodada y cliente frecuente de la tienda de comestibles.
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"Hola, soy Simón. ¿La señora está bien?", le preguntó a Kimberly.
"Sí, ‘la señora’ está bien. Y puedes preguntárselo tú mismo si estás preocupado", replicó Rosanna antes de que Kimberly pudiera responder al hombre.
"Oh, lo siento, señora. No pretendía ser grosero. Es que la he visto trabajar aquí los dos últimos años. Tengo una madre más o menos de su edad, y nunca podría imaginarla pasando por todo eso", agregó Simón.
"Sí, bueno, te sorprenderá lo que uno puede hacer si se lo propone. Pero gracias por preocuparte, Simón", dijo Rosanna, haciendo una mueca porque aún le dolía la espalda.
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En ese momento, otra clienta, una joven estudiante llamada Julia, se había unido al grupo, también preocupada por Rosanna.
"Espero que no le importe que le pregunte. ¿Cuántos años tiene, señora?", preguntó Julia.
"82 años, querida", respondió Rosanna con una sonrisa.
Diana, una joven profesional, se unió al grupo que rodeaba a Rosanna. Después se sumaron tres personas más, todas preocupadas por el bienestar de la mujer.
"Mi abuela tiene más o menos la misma edad. Siento mucho que aún tenga que trabajar a una edad tan avanzada", dijo Julia.
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"La mía también, y apenas puede caminar. Es usted única, señora", añadió Diana.
"Gracias, chicos. Agradezco su preocupación y simpatía. Pero no se preocupen por mí. Estaré bien. Tengo dos hijos discapacitados que mantener. Son adultos, pero no pueden valerse por sí mismos, y tienen facturas médicas que hay que pagar", dijo Rosanna, intentando contener las lágrimas.
"Y mientras aún tenga aliento y fuerzas para mantenerlos, haré exactamente eso", agregó, secándose las lágrimas y recogiendo el inventario.
"Déjeme ayudarla con eso. Es lo menos que puedo hacer", dijo Kimberly, tomando la caja de Rosanna.
"Gracias, querida. Eres una enviada de Dios", comentó la mujer con una cálida sonrisa mientras ambas se marchaban.
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Cinco meses más tarde, Rosanna estaba en el trabajo haciendo sus labores habituales. Se encontró con un carrito de la compra con un sobre escrito: "Para Rosanna. Ya puedes jubilarte. De un buen samaritano". Desconcertada, miró a su alrededor para encontrar alguna pista de quién podía haber dejado la carta, pero todo el mundo seguía con sus quehaceres usuales.
Rosanna abrió el sobre y encontró dentro un cheque de 170.000 dólares. La mujer se echó a llorar inmediatamente. No podía creerlo. Este milagro se produjo cuando estaba ahogada por las facturas médicas y el dinero que ganaba apenas cubría los gastos de su familia.
Rosanna decidió investigar y pidió al jefe de seguridad que revisara la cámara de vigilancia para ver quién había dejado el cheque. Cuando por fin vio quién era el buen samaritano, se le derritió el corazón.
Unos días después, Kimberly estaba en casa preparando sus clases para el día siguiente cuando sonó su teléfono. Dudó antes de contestar porque no reconocía el número.
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"Hola… ¿Quién es?", preguntó.
"Hola, Kimberly. Estás hablando con Rosanna. Conseguí tu número de tu tarjeta del supermercado", dijo ella.
"¡Oh! ¡Rosanna! Me alegro de saber de ti", respondió Kimberly con alegría.
"Realmente eres una enviada de Dios. Te vi dejar ese cheque en el carrito en la cámara de vigilancia de la tienda. ¿Cómo lo hiciste, hija mía? ¿Tanto dinero?", comentó Rosanna, realmente asombrada.
"Oh, me has pillado. Se suponía que era una sorpresa anónima. ¿Te gustaría cenar conmigo esta noche? Así podremos charlar como es debido", expresó Kimberly.
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"Será un placer", concluyó la anciana.
Aquella noche Rosanna cenó entre risas y alegría. Kimberly le explicó que tenía un blog de profesores y miles de suscriptores. Recaudaron dinero para que Rosanna pudiera pagar sus facturas y jubilarse.
La mujer estaba encantada porque había trabajado muy duro toda su vida y temía no tener nunca la oportunidad de jubilarse. Sin embargo, la consideración y amabilidad de Kimberly lo hicieron posible.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Una pequeña contribución puede suponer una gran diferencia para los demás: Todas las pequeñas contribuciones de los suscriptores de Kimberly se unieron para cambiar la vida de Rosanna en un solo día.
- Un corazón desinteresado tiene recompensa: Rosanna había sido altruista ante las necesidades de sus hijos, y eso dio sus frutos de forma milagrosa.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.