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Un anciano comiendo un pastel de cumpleaños | Foto: Shutterstock
Un anciano comiendo un pastel de cumpleaños | Foto: Shutterstock

Mesera acompaña a señor triste que come su pastel de cumpleaños solo, luego encuentra propina de $50.000 - Historia del día

Una camarera del turno de noche decidió tomarse un tiempo libre para sentarse con un anciano triste que estaba comiendo un trozo de pastel solo en su cumpleaños. Cuando el hombre salió del restaurante, ella descubrió una propina de $50.000 dirigida a ella, lo que la obligó a buscar al anciano.

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Un anciano entró en un restaurante concurrido durante la cena y pidió solo un trozo de pastel. “¿Eso será todo, señor?”, le preguntó la camarera, que se presentó como Annie.

“Sí, querida. Hoy es mi cumpleaños, y mi esposa y yo solíamos comer este pastel juntos cuando ella aún vivía. No quiero romper la tradición”, sonrió suavemente.

Annie se entristeció por la respuesta del anciano. “¡Feliz cumpleaños señor!”, le dijo ella. “¿Espera a alguien más?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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El hombre sacudió su cabeza. “Mi único hijo, Jaime, no ha respondido a ninguna de mis invitaciones durante años. Supongo que se debe a que su negocio de TI ha despegado y ya no me necesita”.

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“Ha sido un día bastante solitario, así que vine aquí para recordar el amor de mi esposa. Este era su restaurante favorito”.

La camarera sintió pena por el anciano y le preguntó su nombre. Quería asegurarse de que el hombre recibiera un pastel completo con una dedicatoria escrita en él.

“Mi nombre es Daniel”, respondió él.

“Sr. Daniel, vuelvo enseguida con su pastel. Deme un minuto”, sonrió ella, corriendo a la cocina para pedirle al pastelero un pastel de chocolate entero.

Cuando el pastel estuvo listo, Annie invitó al resto del personal del restaurante para cantarle el cumpleaños a Daniel. Cuando comenzaron a cantar los ojos del señor se iluminaron.

Él saboreó el momento, escuchando al personal cantarle la melodía. Tenía una gran sonrisa en su rostro, y no podía dejar de decir gracias.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Feliz cumpleaños, Sr. Daniel”, dijo Annie, colocando el pastel frente a él. “¡Pida un deseo!”.

Cuando Daniel cerró los ojos para pedir un deseo, Annie se sentó en la silla de enfrente. Le dijo que lo acompañaría porque creía que nadie merecía estar solo en su cumpleaños.

“Gracias, Annie”, dijo él con los ojos llorosos. “Nadie me había cantado el feliz cumpleaños antes, excepto mi esposa. Ha sido bastante difícil sin ella aquí, y gracias a ti, de alguna manera puedo sentir su presencia conmigo. Gracias”.

La joven camarera sonrió y vio al anciano disfrutar del pastel de chocolate que le dieron. “A mi esposa le encantaba este pastel. Solíamos comerlo en cada ocasión especial”, le dijo él.

“Es muy agradable escuchar eso. Este es nuestro pastel más vendido, y estoy feliz de que los haya hecho tan felices a usted y a su esposa. Hoy, la casa invita”, dijo Annie.

No era así, pero Annie sintió un impulso repentino de hacer algo amable por alguien más ese día. Decidió que ella misma pagaría el pastel, incluso si eso significaba llevar a casa un poco menos de su salario.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Oh, eso no es necesario, querida”, dijo Daniel. “Pagaré por el pastel”.

“No, señor, la casa invita”, insistió Annie. “No se preocupe por eso y que tenga un feliz cumpleaños”. Ella sonrió antes de levantarse para abrazar al hombre mayor.

“Tengo que volver al trabajo ahora, señor, pero si necesita algo, por favor llámeme y vendré a su mesa”, le dijo Annie. Daniel asintió y probó de nuevo su pastel.

Cuando el hombre mayor terminó, pidió una caja para llevarse el resto del pastel. Y antes de irse, volvió a agradecer a Annie y se despidió.

Mientras Annie limpiaba la mesa del hombre, sus ojos se abrieron en estado de shock. Encontró un cheque por $50.000 debajo del plato vacío y una nota escrita en la servilleta al lado.

Esta decía: “Gracias por darme un cumpleaños maravilloso. Esta es mi propina y mi agradecimiento para ti”.

Annie no podía creerlo. Aunque necesitaba el dinero para pagar sus cuentas como madre soltera de dos hijos, no podía aceptarlo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Salió corriendo para buscarlo, pero Daniel no estaba por ningún lado. Luego recordó lo que dijo sobre el negocio de TI de su hijo Jaime, así que lo buscó.

Annie terminó llamando a varias empresas de TI en su estado, con la esperanza de que la llevaran a una propiedad de un hombre llamado “Jaime”. Después de más de 30 intentos, finalmente encontró alguien que encajaba con la descripción.

“Señor, su amable padre me dio una propina de cincuenta mil dólares después de que le diera un pastel gratis en su cumpleaños. Me gustaría devolverle el dinero”, reveló ella.

Al escuchar “cincuenta mil dólares”, Jaime de repente se interesó en lo que la camarera tenía que decir. “Voy para allá, y podemos ir juntos a ver a mi padre”, dijo antes de colgar el teléfono.

Después de unos treinta minutos, el hombre llegó al restaurante. “Gracias por ser tan amable con mi padre”, le dijo a Annie. “Debe haber comenzado a sentirse sentimental nuevamente, por eso de repente trató de darte una cantidad tan grande de dinero”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Cuando llegaron a la casa de Daniel, él estaba muy sorprendido pero feliz de ver a su hijo. “¡Jaime, finalmente viniste a visitarme!”, dijo, apresurándose a darle un abrazo a su hijo. “Pensé que habías olvidado mi cumpleaños”.

“Papá, estoy aquí porque Annie se puso en contacto conmigo. Dijo que le diste una propina de cincuenta mil dólares. ¿Por qué hiciste eso? Menos mal que quiere devolverlo. Podrías habérmelo dado a mí. ¿No quieres ayudar a tu hijo?”.

Daniel se puso furioso al escuchar eso. “Y aquí estaba yo pensando que finalmente habías decidido pasar algún tiempo conmigo. Sin embargo, ¿estás aquí por dinero? La última vez que te vi, te di un millón de dólares para iniciar tu empresa”.

“¿Ahora quieres quedarte con la propina de cincuenta mil dólares que le di a alguien? ¡Cómo te atreves!”, regañó a su hijo.

“¡Mi empresa está a punto de quebrar! ¡Estos cincuenta mil dólares realmente podrían cambiar las cosas para mí! ¿No quieres ayudar a tu hijo? ¡¿Qué clase de padre eres?!”, replicó Jaime.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Creo que la pregunta correcta es, ‘¿Qué clase de hijo eres TÚ?’. Solo vienes a mí cada vez que necesitas dinero. ¿Dónde estabas cuando murió tu madre?”.

“¿Y dónde estabas cada día festivo que tu madre y yo pasamos juntos, sin ti? ¡No tengo la obligación de ayudar a alguien que no tiene interés en mi vida!”, dijo Daniel enojado.

El anciano echó a Jaime de su casa y le pidió que nunca volviera si no tenía planes de estar en su vida. Y cuando él se fue, Daniel se giró hacia Annie. “Lamento que tuvieras que ver todo eso”.

Annie negó con la cabeza. “Lamento que su hijo lo haya tratado de esa manera, señor. Esa no es forma de tratar a su propio padre”, le dijo.

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Daniel se encogió de hombros. “No sé qué hicimos mal mi esposa y yo. Era un chico muy amable. El dinero debe haberlo cambiado. Pero mira... ese dinero, es tuyo. No voy a aceptar que me lo devuelvas”, le dijo a la joven.

“No puedo aceptar esto, señor”, insistió ella. “Es demasiado”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Esa noche en el restaurante, Annie, fue la primera vez que sonreí genuinamente desde la muerte de mi esposa. Además, ya te había visto antes”.

“Cada vez que mi esposa y yo íbamos al restaurante, siempre eras muy amable y cálida con nosotros, y nunca olvidaré eso”, explicó él.

Annie se sintió culpable por no haber notado a Daniel y su esposa antes. Ella siempre veía su trabajo como algo para ganarse la vida.

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Pero ahora, Daniel le dio un significado completamente diferente después de hacerle ver que sus clientes realmente notaban sus esfuerzos para brindarles un buen servicio.

Esa noche, Annie y el anciano cenaron juntos, y allí le explicó que era madre soltera de dos niños. “Últimamente me ha costado mucho pagar las facturas porque todo se ha vuelto más caro”, admitió ella.

“Este dinero es un regalo del cielo y no lo merezco, señor. Me da vergüenza aceptarlo”.

Daniel negó con la cabeza. “No hay nada de qué avergonzarse. Por favor, considéralo como un regalo para tus hijos. No te preocupes por eso”, le aseguró a Annie.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Me gustaría que conociera a mis hijos. ¿Sería tan amable de venir al restaurante mañana? Los invitaré a almorzar a usted y a los niños”, ofreció la joven madre.

Daniel no pudo evitar sonreír. “Me encantaría. Gracias”.

Al día siguiente, Daniel felizmente se dirigió al restaurante. Hacía mucho tiempo que no interactuaba con niños, así que estaba deseando conocer a los hijos de Annie.

Cuando llegó allí, la camarera le presentó a sus dos hijos, León, de 8 años, y Ana, de 4. Los dos abrazaron a Daniel y no tardaron en llamarlo “abuelo”. Eso derritió el corazón del hombre mayor y lo hizo extremadamente feliz.

Esa tarde, mientras Annie trabajaba, Daniel se sentó con sus hijos. Intercambiaron historias y él les dio de comer. Al final del día, eran inseparables.

“Mamá, ¿vamos a ver al abuelo Daniel mañana?”, le preguntó León a su mamá antes de que se dirigieran a casa. “¡Le dije que le mostraría mi obra de arte!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Annie le sonrió a Daniel disculpándose, porque no quería pasarse de la raya. Sin embargo, él respondió rápidamente: “¡Me encantaría volver a verlos a ustedes dos! ¿Mañana a la misma hora?”.

León saltó de alegría. “¡A la misma hora mañana!”, respondió. “¡Sí! ¡Nos vemos, abuelo Daniel!”, agregó Ana.

La madre se rió y sacudió la cabeza. “Pueden ver al abuelo Daniel tanto como quieran”, les dijo a sus hijos. “¡PERO! Eso dependerá de él. No pueden molestarlo cuando él no quiera que lo molesten”.

El anciano sonrió. “Nunca serán una molestia para mí. Podemos jugar todo lo que quieran”, les dijo a los niños.

Annie no se imaginaba que ese día sería el comienzo de una hermosa amistad entre Daniel, ella y sus hijos. Se hicieron muy cercanos y se consideraban como una familia.

Hasta el final de su vida, Daniel nunca tuvo que sentirse solo, ni nunca más se sintió sin amor. Celebraba cada cumpleaños, cada evento y cada Navidad con Annie, León y Ana, quienes lo querían mucho y lo trataban como a una familia.

“Gracias por estar ahí para mí”, les dijo Daniel durante sus últimos momentos. Él se había enfermado. “Nunca se fueron de mi lado, incluso durante estos tiempos difíciles”.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Te amamos, abuelo Daniel. Eres familia para nosotros. Por favor, nunca lo olvides”, dijo León mientras él y Ana lo abrazaban por última vez.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Las personas reconocen y aprecian tus esfuerzos cuando haces bien tu trabajo: Annie siempre se aseguraba de hacer bien su trabajo como camarera. Ella no se había dado cuenta, pero había dejado una marca en algunas de las personas a las que había servido, incluidos Daniel y su difunta esposa.
  • No abuses de la amabilidad de la gente hacia ti: Jaime creía que su padre siempre estaría allí para darle dinero cada vez que lo necesitara, pero se dio cuenta de que su papá ya estaba harto de que se aprovechará de él.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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