"¡Estás despedida!", jefe grita a empleada embarazada sin saber que el bebé es familia suya - Historia del día
Un misógino se enfureció cuando descubrió que una mucama de su hotel había incumplido su contrato por estar embarazada, por lo que la despidió. Él no se imaginaba que el embarazo por el que estaba furioso cambiaría su vida para siempre.
A diferencia de otros empleados del hotel, Heather no sonreía cuando entraba al local, ni saludaba a sus colegas ni al portero. En cambio, se estremecía cada vez que cruzaba la puerta principal del hotel, temerosa de las mentiras en lo profundo de su corazón.
Seis meses atrás, el mundo entero de Heather había cambiado. Había pasado de ser una mujer frívola a una adulta responsable que luchaba por mantenerse a sí misma y a su bebé. Ella estaba embarazada y ninguno de los empleados del hotel lo sabía.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Antes de ingresar a trabajar en el hotel, había leído el contrato dos veces y le temblaron las manos al leer los términos y condiciones. “Las madres solteras no están calificadas para el puesto”.
Heather era una futura mamá soltera, sin trabajo y con el corazón roto. Había tenido que dejar la universidad después de que su novio la abandonara, alegando que no estaba dispuesto a ser padre.
A ella le había parecido que algo dentro de ella había muerto ese día. Pero se había acariciado delicadamente el vientre, donde crecía la pequeña vida, y dijo: “Mamá no te va a dejar, bebé. Pase lo que pase, lucharemos. Lucharé por ti”.
Heather siempre había sido así. Una mujer cariñosa y amable que quería una familia grande. Pero el destino tenía otros planes, y el hombre que amaba había roto su confianza y sus sueños.
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Si el destino hubiera sido más amable, ella al menos podría haber buscado la ayuda de un pariente para cuidar a su bebé. Pero, desafortunadamente, era huérfana, sin nadie en este mundo que la abrazara, la consolara y le dijera que todo iba a estar bien, que su bebé estaría bien.
Entonces, cuando Heather se dio cuenta de que tenía que lidiar con sus problemas por su cuenta, abandonó la universidad y comenzó a buscar trabajo.
Ella era una mujer joven sin título y sin experiencia laboral, por lo que le resultaba muy difícil conseguir un buen empleo. Pero luego se encontró con una vacante en el hotel El Paraíso del Océano.
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Heather nunca podría olvidar ese día. Era un día brillante y soleado, y los pájaros cantaban alegremente en el cielo de la mañana. Nada parecía estar mal en el mundo exterior. Pero ella sentía que su existencia se estaba volviendo sombría, incierta y sin sentido.
Esa mañana había recibido su quinta carta de rechazo y no sentía que tuviera fuerzas para seguir adelante. Luego, después de llorar durante horas, se topó con una vacante de mucama en el hotel de lujo.
“Nunca me contratarán”, había pensado, mientras llenaba la solicitud de empleo entre lágrimas. “No podré darle una buena vida a mi bebé. ¡Fracasé en todo!”.
Así de deprimida estaba Heather cuando solicitó el trabajo en el hotel El Paraíso del Océano, pero en el momento en que revisó su correo electrónico dos semanas después, todo cambió.
“¡Felicitaciones por ser seleccionada!”, decía el correo.
Heather había llorado, reído y llorado de nuevo cuando milagrosamente le ofrecieron el puesto. Las cosas estaban cambiando y mejorando, había pensado.
Luego, en su primer día en el hotel, le pidieron que firmara el contrato de trabajo y su rostro cambió de color cuando leyó que las madres solteras no estaban permitidas para el puesto.
“Esa es una cláusula rara, ¿no lo crees?”, dijo la joven, sonriéndole nerviosamente a otra mujer que había sido contratada para ocupar otra vacante.
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“Escuché que el jefe odia a las madres solteras”, dijo la mujer con una sonrisa tonta.
“Honestamente, tampoco soy una gran fan de los bebés... Resulta que él quiere que su hotel tenga paz y tranquilidad, y quiere evitar todo el lío de las ‘madres solteras’”, dijo ella, haciendo comillas con los dedos.
“Lío de madres solteras” era un término muy grosero, pensó Heather. En un momento, dudó en firmar el contrato y quiso darse la vuelta e irse. Pero ahora tenía responsabilidades y antes no había podido conseguir trabajo en ningún otro lado.
Así que ocultó la verdad a todos y se convirtió en mucama en El Paraíso del Océano. Se arriesgó al incorporarse al trabajo, pero no tenía otra opción.
Ella mintió acerca de las náuseas matutinas durante su embarazo diciendo que era agotamiento y estrés. Y cuando su barriguita se volvió más notoria, comenzó a usar ropa holgada y un abrigo sobre su uniforme.
Un día, se desmayó mientras limpiaba una habitación, pero por suerte logró encubrirlo con la excusa de que se había saltado el desayuno.
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Pero las mentiras siempre encuentran la manera de salir a la luz, y Heather pronto se encontró en un aprieto. Acababa de salir de una suite después de limpiarla y ese día no llevaba puesto el abrigo. Mientras sacaba el carrito y se daba la vuelta, se congeló al ver al hombre detrás de ella.
“¿Sr. Faulkner? ¡Que tenga un buen... buen día!”, le deseó a su jefe mientras empujaba apresuradamente el carrito de la limpieza frente a ella. Pero Heather sabía que era demasiado tarde.
“¿Estás embarazada?”, preguntó el Sr. Faulkner, enojado, con la mirada fija en la abultada panza de la mujer. “¿Ocultaste tu embarazo? ¡Dios! ¿Cómo te contrataron?”.
“¡No, no, no es lo que piensa, por favor!”, rogó Heather. “¡Puedo explicarlo!”.
“¡Ve a mi oficina en diez minutos!”, dijo furioso. “No seguirás siendo empleada aquí. ¡Pero quiero saber cómo lograste esta estafa! ¡Esto es una locura!”.
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Heather no pudo contener las lágrimas. No podía creer que su secreto se hubiera revelado y que ahora perdería su trabajo.
Temblando de ansiedad, la futura madre entró en la oficina del Sr. Faulkner, y las primeras palabras del hombre fueron: “¡ESTÁS DESPEDIDA! Pero, ciertamente, merezco saber cuánto tiempo has estado tomando el pago ilegalmente al incumplir el contrato”.
“Lo siento”, dijo Heather en voz baja. “No tenía la intención de... Realmente no debería haberlo hecho. Pero me sentí obligada”.
“Mira, no necesito tus excusas, ¿de acuerdo? Te hice una pregunta y puedes irte si no tienes la respuesta. La salida está detrás de ti”.
Heather no podía pronunciar una palabra y se quedó inmóvil, un dolor punzante crecía en su barriguita.
“¿Qué? ¿Me vas a acusar de ser cruel ahora porque estoy despidiendo a alguien que estaba trabajando ilegalmente en mi hotel?”, preguntó el hombre.
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“Lo siento”, suplicó ella. “Por favor, no me despida. Necesitaba el trabajo para…”.
“Esa es la razón por la que no me gustan las mujeres, ¿sabes?”, la interrumpió él. “¿Por qué tienen que ser todas iguales? ¿Mentirosas? ¿Derramando lágrimas?”.
“¡Y, Dios! ¿Tuviste la audacia de trabajar debajo de mis narices violando los procedimientos establecidos? ¿De dónde sacas las agallas... Sra. Heather?”, remarcó el hombre sarcásticamente, mirando la placa de identificación de la mujer.
“No fue mi intención, señor Faulkner”, dijo en voz baja. “Realmente tenía que conseguir el trabajo y…”.
“Ya está bueno”, la interrumpió de nuevo. “Ya no te necesito EN EL TRABAJO. Tampoco creo que pueda soportar más tu lamentable rostro. ¡Sal de mi hotel antes de que llame a seguridad! Espero que sepas cómo acatar órdenes”.
“Puedo…”.
“¡Fuera, Sra. Heather! ¡AHORA!”.
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Por desgracia, la pobre embarazada tuvo que marcharse, y el señor Faulkner estaba furioso. “Qué mujer tan extraña”, murmuró enojado por lo bajo cuando ella se fue.
Pero de repente, un fuerte golpe fuera de la oficina distrajo la atención del Sr. Faulkner. Salió corriendo y encontró a Heather en el suelo. Se dio cuenta de que había roto fuente.
“Qué desastre. Dios mío. Oh, Dios. Esto es una locura”, dijo. Sacó su teléfono de su bolsillo y marcó el 911 inmediatamente, pero después de ver la condición de Heather, supo que no tenía tiempo que perder.
“¡Desearía no haberme visto envuelto en ese lío!”, refunfuñó mientras llamaba a su conductor.
El Sr. Faulkner llevó a Heather al hospital en su automóvil y, aunque no le gustaban las mujeres y las madres solteras, se quedó en el hospital con ella durante el parto.
“Ella solía ser empleada en mi hotel. Por favor, cuídenla bien”, le dijo al personal del hospital.
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El Sr. Faulkner esperó fuera del quirófano, observando nervioso a los médicos que entraban y salían a toda prisa. Esperaba que Heather estuviera bien porque se culpaba a sí mismo por su condición. Tal vez no debería haberle gritado y sido tan duro.
Después de un rato, que al Sr. Faulkner le pareció una eternidad, una enfermera se le acercó y le dio buenas noticias. “La madre y su bebé están a salvo, aunque tuvimos que hacer una cesárea. ¡Es un niño! Un bebé prematuro. ¡Pero saludable!”, anunció ella. “Puede ver a la paciente una vez que la cambien a su habitación”.
“Dios. ¡Eso es genial! Muchas gracias”, dijo el Sr. Faulkner, suspirando con alivio.
En ese momento, ignorando su particular aversión por las mujeres, el Sr. Faulkner decidió que le preguntaría a Heather si necesitaba ayuda y si quería llamar a sus familiares, por lo que decidió verla. Cuando entró en su habitación, la vio sosteniendo a un hermoso bebé en sus brazos.
“¿Estás bien?”, preguntó él suavemente.
“Sí, gracias”, dijo en voz baja. “A pesar de lo que hice, fue muy amable de su parte traernos aquí a tiempo. Gracias, Sr. Faulkner. Es un buen hombre”.
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“Bueno, yo… no sé… ¿Quieres que llame a alguien? ¿A tu esposo o familia? ¿A alguien?”.
Los ojos de Heather se llenaron de lágrimas. “No tengo a nadie”, dijo. “El padre del bebé no quería al niño y yo soy huérfana. Eso responde a su pregunta sobre por qué tuve que incumplir el contrato y trabajar en su hotel. Lamento lo que hice. Pero era necesario”.
“¿Tal vez él cambie de opinión?”, dijo el Sr. Faulkner sobre el padre del niño. “Quiero decir, deberías intentar llamarlo. Soy padre soltero, así que sé lo que es criar a un niño solo”.
“Ocho, seis, tres... No tengo ninguna esperanza. Pero podría intentarlo”, dijo Heather, recitándole el número de teléfono del padre del niño al Sr. Faulkner, quien rápidamente lo marcó en su teléfono.
Él no podía creer lo que veía cuando miró el nombre que apareció en la pantalla de su dispositivo.
“¿Estás segura de que ese es el número?”, le preguntó él, sorprendido.
“¿Qué ocurre?”
“El número. ¡El número que me diste! ¿Estás segura de que está correcto?”.
“Es el único contacto que conozco, así que no puedo estar equivocada”, dijo.
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El Sr. Faulkner no podía creer que el bebé al que despreciaba, maldecía y odiaba era de su familia. ¡Él era su nieto, el hijo de su único hijo!
¡El novio irresponsable de Heather no era otro que el hijo del Sr. Faulkner, Josh!
“Tendré una conversación de hombre a hombre con él. ¡Por favor discúlpame!”.
El Sr. Faulkner salió de la habitación de Heather, llamó a su hijo y le pidió que se apresurara al hospital. Cuando Josh llegó, se sorprendió al ver a su padre con un bebé en brazos.
“¡Es hora de ponerse los pantalones, jovencito!”, dijo el Sr. Faulkner. “¿Cómo puedes dejar a una mujer embarazada y no preocuparte por eso? ¿Te das cuenta de lo que has hecho?”
“¡Papá! ¡Qué demonios!”, gritó Josh. “¿Ese es el bebé de Heather? Por el amor de Dios, yo terminé con ella”.
“Tú, ¿qué? ¿Terminaste con ella?”.
“¡Papá, ella está loca! ¡Me pidió que me encargada de un hijo cuando yo no lo quería! Pero espera. ¿Cómo... quiero decir, ese es realmente el bebé de Heather? ¿Cómo la conoces? E incluso si lo haces, ¿por qué te importa?”.
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El Sr. Faulkner estaba mortificado. ¡No podía creer lo que su odio hacia las mujeres le había hecho a su hijo!
La esposa del Sr. Faulkner lo había engañado y lo había abandonado con Josh. Pero él la amaba a pesar de eso. Sin embargo, con el paso del tiempo, ese amor se había convertido en odio debido a su abandono.
Lamentablemente, el Sr. Faulkner nunca le enseñó a Josh lo importante que era para un hombre respetar a las mujeres, respetar a los demás a su alrededor. Josh pensaba que podría salirse con la suya dejando embarazada a una mujer, pero el hombre mayor no estaba dispuesto a aceptar eso.
No quería que Heather sufriera, así que amenazó a Josh con quitarle la herencia y dejar de apoyarlo económicamente si no ayudaba a Heather a cuidar de su hijo.
Debido a la presión de su padre, el joven accedió a apoyar a la madre de su hijo, pero el Sr. Faulkner sabía que Josh no se corregiría tan rápido. Entonces, cuando el hombre mayor estaba haciendo su testamento, tuvo una idea.
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Llamó a su abogado y le dijo: “Si algo me sucediera, asegúrate de que Heather y su hijo, este niño maravilloso llamado Terry, tengan todo lo que necesiten. He decidido dejarle mi hotel a Terry, quien lo heredará cuando sea mayor de edad”.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nuestro odio y resentimiento destruyen a nuestras familias y a nosotros: El desdén del Sr. Faulkner por las mujeres le dio a Josh la impresión de que las mujeres no importaban y que podía salirse con la suya si les faltaba el respeto.
- Mentir y mantener a alguien en la oscuridad está mal, pero a veces las personas se ven obligadas por sus circunstancias: Aunque la forma en que Heather consiguió su puesto en el hotel fue incorrecta, ella no tuvo toda la culpa.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.