Jefe despide a empleada porque luce "demasiado vieja": al otro día le envía una limusina y le ruega que regrese - Historia del día
Tras alegar que parecía "demasiado vieja", el estricto propietario de un restaurante decidió despedir a una de sus camareras. Al día siguiente, descubrió algo sobre ella que le hizo enviar una limusina a su casa para rogarle que volviera.
Bernardo era un hombre rico que dirigía una exitosa cadena de restaurantes. Le gustaba contratar a mujeres jóvenes y hermosas como camareras, ya que alegaba que los clientes solían mostrarse más generosos y amables con ellas.
Un restaurante suyo en particular necesitaba personal nuevo. Bernardo estaba de vacaciones en ese momento, por lo que le encargó a su secretaria que contratara a una nueva camarera para el local, que se ajustara a sus criterios.
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María, madre soltera de tres hijos, solicitó el trabajo porque necesitaba urgentemente el dinero. Cuando Bernardo conoció a María no pudo ver bien su rostro, ya que llevaba una mascarilla mientras servía las mesas.
Al cabo de un tiempo, Bernardo empezó a notar que María se movía lentamente en comparación con las demás camareras. Él creía que ella debía ser más rápida, porque hacía esperar a los clientes más de lo debido.
Sin embargo, decidió ignorar esto para darle una oportunidad a María, hasta que empezó a ocurrir algo más: María llegaba tarde al trabajo.
Bernardo siempre había sido estricto en la gestión de sus restaurantes, y la impuntualidad de los empleados era una de sus manías. Llamó a María a su despacho y le preguntó por qué llegaba tarde.
"Lo siento, señor. Tengo tres niños pequeños a los que tengo que llevar al colegio todos los días. El autobús se averió cuando venía hacia aquí, así que tardé más de lo debido. Lo siento", dijo nerviosa. María no quería perder el empleo y esperaba que su jefe no fuera tan duro con ella.
Bernardo observó a la mujer, especialmente su rostro. Se dio cuenta de que probablemente era mucho mayor que las demás camareras del restaurante. "Pareces vieja y cansada. Luces unos veinte años mayor que todas las demás camareras de aquí. ¿Por qué? Tienes que tener un aspecto fresco y juvenil cuando te presentas a trabajar, o de lo contrario haces decaer la energía del restaurante", le dijo.
"Solo tengo 28 años, pero la verdad es que tengo que mantener a mis hijos y pagar las facturas, así que tengo dos trabajos. Quizá por eso parezco cansada. Le prometo, señor, que lo haré mejor", prometió María.
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Al oír esto, Bernardo se enfadó. "¿Otro trabajo? No deberías tener ningún otro trabajo. Solamente deberías tener uno: ¡servir en este restaurante! Elige lo que quieres priorizar, y si descubro que me estás traicionando, te despediré", gritó.
María suspiró mientras salía del despacho. No podía permitirse el lujo de perder su otro trabajo, ya que necesitaba el dinero.
Al día siguiente, María volvió a llegar tarde. Bernardo vio que volvía a tener un aspecto demacrado y cansado, lo que fue la gota que colmó el vaso. "¿Sabes qué?", le dijo a María. "Estás despedida. Por ti la gente no quiere venir a mi restaurante. Te miran y no reciben más que malas energías. Ve a llevar tu mala vibra a otra parte", le dijo y le señaló la puerta.
María negó con la cabeza. "Señor, por favor. Si pudiera darme una última oportunidad, le prometo que no le defraudaré. Tengo ojeras porque he tenido que atender algo muy importante. Lo siento, señor", suplicó.
"¡No hay NADA más importante que este restaurante! Fuera!", gritó Bernardo, dejando a María sin esperanzas.
Esa noche, Bernardo fue a visitar a su madre enferma. Él solo iba una vez al mes, pero su hermana Amanda la visitaba semanalmente. Bernardo se sorprendió al ver a su madre sentada en el sofá, ya que llevaba meses postrada en la cama.
"¡Bernardo, mamá está muy bien!", dijo Amanda emocionada. "Dice que es gracias a su nueva cuidadora".
Bernardo saludó a su madre, Lucy, y esta señaló a la mujer que estaba junto a la puerta. "Mi cuidadora es una mujer maravillosa y desinteresada. Te presento a María", dijo.
Bernardo giró la cabeza hacia la puerta y se quedó helado. Vio a María, la misma María a la que había despedido ese mismo día.
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"Le dije que tenía que atender algo muy importante", dijo María encogiéndose de hombros. Bernardo se arrepintió inmediatamente de sus actos y se acercó a María. Le besó las manos por haber atendido a su madre.
"Lo siento, María. He sido egoísta y no me di cuenta de que había otras cosas más importantes que el dinero. Ahora que veo que a mi madre le va bien, me doy cuenta de que tenía mal ordenadas mis prioridades", le dijo, avergonzado por lo que había hecho.
Al día siguiente, María estaba vistiendo a sus hijos para ir al colegio cuando oyó un alboroto fuera de su casa. Miró por la ventana y vio a sus vecinos asomarse con curiosidad al interior de una preciosa limusina estacionada frente a la casa de María.
"Niños, vamos a ver de qué se trata", dijo María, guiando a los chicos hacia la puerta. Cuando salieron, el conductor de la limusina le entregó a María un ramo de flores.
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"El señor Bernardo quiere disculparse por todo el dolor que ha causado", dijo el conductor. "Por favor, entre en el coche para que podamos llevar a sus hijos al colegio. El señor quiere reunirse con usted en su oficina después".
Los niños entraron emocionados en la limusina, ya que nunca habían visto una. Se asombraron de lo grande que era y de la cantidad de caramelos y bocadillos que había dentro.
Después de llevar a los niños al colegio, María fue a la oficina de Bernardo, donde este se disculpó por ser un jefe cruel. Le rogó a María que volviera a trabajar para él como jefa de las camareras. Sabiendo lo mucho que el trabajo podía ayudar a sus hijos a llevar una vida cómoda, María aceptó y perdonó a Bernardo.
Aunque la madre de Bernardo ya no estaba en mal estado y no necesitaba un cuidador, María seguía visitándola junto a sus chicos. Intercambiaban historias y cumplidos mientras cocinaban deliciosas comidas caseras.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No juzguemos a los demás por su aspecto: Bernardo se apresuró a juzgar a María porque lucía vieja y cansada, sin saber el por qué. Se arrepintió de sus actos y descubrió que María era una mujer muy trabajadora que hacía mucho por él y su familia.
- Los padres solteros merecen ser respetados, no ridiculizados: Al principio, Bernardo no se preocupó por el difícil papel de María como madre soltera de tres hijos. Solo pensaba en su negocio. Al final, se dio cuenta de lo trabajadora y abnegada que era María y eso hizo que se ganara su respeto.
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