Hijo excluye a madre pobre de su boda y descubre que ninguno de los invitados acudió a la ceremonia - Historia del día
Al enterarse de que su hijo no la había invitado a su boda porque se avergonzaba de su origen humilde, a Mary se le rompió el corazón. Sin embargo, cuando ninguno de sus invitados asistió a la boda, él aprendió una valiosa lección.
Mary tenía 50 años y era madre soltera de dos hijos. Tras perder a su marido por una enfermedad terminal, tuvo que buscar la manera de sacar adelante a sus hijos.
Su marido era el sostén de su hogar, y como ella nunca había ido a la escuela, le fue difícil encontrar un buen trabajo. Solo le ofrecían empleos con salario mínimo como friegaplatos, lavandera y limpiadora.
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Mary hizo todo lo que pudo para mantener dignamente a sus dos hijos, Jane y Ben, incluso sacrificando su comodidad cuando fue necesario.
Ben tenía dislexia, lo que significaba que necesitaba más atención en la escuela. Su madre debió trabajar horas extras para conseguirle los mejores psicólogos y profesores que le ayudaran a estudiar.
A pesar de sus problemas económicos, Mary pudo sacar adelante a sus dos hijos. Ambos se mudaron y tuvieron sus propias vidas. Ben se volvió bastante distante y apenas hablaba con ella. Jane siempre se mantenía en contacto y vivía cerca de su casa.
Mary trabajaba para una empresa de limpieza que prestaba sus servicios a diversos negocios. Un día, mientras limpiaba en una joyería, su hijo entró en la tienda con una mujer elegante y hermosa.
"Creo que aquí podremos encontrar unos buenos anillos, amor mío", le dijo la mujer a Ben.
"En realidad, creo que hay una tienda mejor al final de la calle. ¡Vamos!", dijo Ben, evitando el contacto visual con su madre.
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Ella había tenido la intención de saludarlo, pero sintió que, por alguna razón, él no quería reconocer su presencia. Así que se quedó callada. Ben y la mujer salieron de la tienda mientras Mary los observaba con tristeza.
Aquella noche, Jane fue a casa de su madre para su cena semanal. Mientras preparaba la comida, se dio cuenta de que Mary parecía un poco distante y sumida en sus pensamientos.
"¿Está todo bien, mamá?", preguntó, preocupada.
"Sí… Estoy bien, supongo. Es solo que hoy he visto a tu hermano y estaba un poco raro", explicó Mary.
"El estado natural de Ben es actuar de forma extraña, mamá", dijo Jane con sorna. "¡Qué pena!, probablemente esté un poco nervioso por la boda. Hablando de eso, ¿ya tienes vestido para la ceremonia?".
"¿Boda? ¡No! Ni siquiera sabía que se iba a casar, Jane. Nunca me dijo nada", explicó sorprendida.
"¿De verdad? Creía que lo sabías. Lo siento mucho. Ben es un imbécil", dijo Jane.
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"Estaba con una mujer cuando le vi", añadió Mary.
"Seguramente era su prometida, Diana. Su familia es muy rica. Y en realidad es una persona increíble. Solo Dios sabe cómo la consiguió Ben. Pero me alegro por él", dijo Jane.
"Yo también", dijo Mary.
Mary fingió que todo iba bien, pero estaba profundamente dolida. "¿Por qué no me dijo que se iba a casar? ¿Acaso mi bendición no significa nada para él?", pensó Mary.
Decidió que solo había una forma de liberarse de sus atormentadores pensamientos. Cogió el teléfono y llamó a su hijo.
Ben siempre inventaba excusas cuando llamaba su madre. O estaba muy ocupado o de camino a algún sitio. Pero hoy Mary estaba decidida a obtener respuestas. Por desgracia, ese día tampoco respondió a ninguna de sus llamadas.
Al día siguiente, Jane recogió a su madre para ir a comprar un vestido. Mary seguía sintiéndose incómoda por no haber sido invitada a la boda. Su hija pasó por alto su preocupación y se limitó a decir:
"Eres su madre. Vas a ir a esa boda. No habrá una boda sin ti".
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Tras un largo día de mirar escaparates y probarse varios vestidos, por fin encontraron algo que les gustaba. Compraron dos vestidos económicos, sencillos y preciosos. Mary los había elegido y estaba feliz. Sentía que eran perfectos para la ocasión.
Mary seguía queriendo hablar con su hijo y decidió visitarlo. Fue a su casa, y él se sorprendió por la repentina aparición de su madre en su puerta. La invitó a tomar un café.
"Ben, ¿por qué no me dijiste que te ibas a casar? Soy tu madre. ¿No significa nada para ti?", exclamó Mary consternada.
"Lo siento, mamá. Habrá mucha gente de clase alta y dudo que te sintieras cómoda", le explicó Ben.
"¿Te avergüenzas de mí, Ben?", preguntó Mary con tristeza en los ojos.
"No, claro que no, mamá. Solo estaba esperando el momento adecuado para decírtelo. Es complicado", respondió Ben.
"Sin embargo, debería haber sido una de las primeras personas en saberlo, Ben. Es un gran capítulo de tu vida", explicó Mary.
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"Ya lo sé. Siento no habértelo dicho antes. Todo esto es nuevo para mí", confesó Ben.
"Está bien, hijo mío", dijo. "Además, no debes avergonzarte de mí. Tu madre tiene un gusto impecable", agregó, intentando animar el ambiente mientras sacaba de su bolsa el vestido que había comprado con Jane.
"Lo compré con tu hermana. ¿Qué te parece?, preguntó Mary con entusiasmo.
"¡No, mamá, eso no servirá! ¡Esto no tiene ninguna clase, mamá! No puedes llevarlo a la boda!", dijo Ben, riéndose de su madre. "¡Es exactamente lo que me temía! Lo siento, mamá. Pero quizá sea mejor para todos que no vengas".
"Te sentirás fuera de lugar. Escucha, quizá podamos celebrar nuestra propia ceremonia privada después. ¿De acuerdo?", dijo Ben con frialdad.
Mary hizo todo lo posible por no demostrarlo, pero las palabras de Ben la habían herido profundamente. Ahora veía claramente que su hijo se avergonzaba de ella, después de todo lo que había hecho para mantenerlo. Dijo que tenía que acudir a una cita urgente y se marchó a toda prisa.
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Esa misma noche, Jane fue a visitar a su madre. Tras llamar incansablemente a la puerta, acabó entrando y se dirigió a su habitación. Cuando llegó, la vio llorando amargamente.
"Mamá, ¿qué te pasa?, preguntó Jane, apresurándose a consolarla. Mary le explicó todo lo que había ocurrido antes.
"Se avergüenza de mí, Jane. De mí, su propia madre. Después de todos los sacrificios que hice por ustedes dos", gritó Mary.
Jane no podía creer lo que estaba oyendo. Ver a su madre así le partía el corazón. Estaba decidida a darle una lección a Ben.
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Pasaron unas semanas y por fin llegó el día de la boda. Ben se levantó de buen humor. "Hoy te casas con tu rica y hermosa esposa. Hoy dejas la vida de pobreza y lucha y entras en un capítulo de prosperidad", se dijo mirándose en el espejo mientras se arreglaba la corbata.
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El padrino de Ben debía recogerlo para ir a la boda, pero ya llevaba casi una hora de retraso. Intentó llamarle un par de veces, pero no respondía a sus llamadas. Acabó llamando un taxi.
Cuando Ben llegó al lugar de la boda, lo que vio le hundió el corazón hasta el estómago. ¡No podía creer lo! El lugar estaba completamente vacío. Intentó llamar al organizador de la boda, pero tampoco le contestó la llamada. Cayó de rodillas, desesperado, ante el altar. Cuando iba a llamar a Diana, oyó su voz detrás de él.
"He cancelado la boda", dijo Diana con calma. Ben se giró para ver a su prometida, vestida informalmente con pantalones de chándal y una camiseta de tirantes.
"¿Diana? No lo entiendo. ¿Por qué no estás vestida? ¿Y cómo que la cancelaste?", preguntó desconcertado, mientras se levantaba y se acercaba a su prometida.
"Ben, dijiste que tu madre estaba enferma y no podía asistir a la boda. ¡Mentiste! Era la mujer que vimos en la joyería!", dijo Diana.
"¿Cómo has…?", empezó Ben antes de ser interrumpido por una agitada Diana.
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"¿Cómo me he enterado? Tu hermana me llamó y tuvimos una larga charla. Nos aseguramos de que todos los invitados supieran exactamente cómo habías tratado a tu madre", explicó Diana.
"Lo siento, Diana. Es que no sabía dónde encajaría ella en todo esto. No somos de dinero como tu familia", dijo Ben.
"¿Te avergonzabas de ella porque es pobre? ¿Sabes lo disparatado que suena eso, Ben? Sabía que no tenías dinero cuando te conocí, y nunca me importó", dijo Diana, llorando.
"Lo sé. Pero tu familia y su riqueza eran mucha presión para mí. Nunca me sentí lo bastante bueno, y eso también va por mi familia", confesó Ben, también con lágrimas en los ojos.
"¿Así que decidiste dejar a tu propia madre fuera de tu boda? Y mentiste a tu futura esposa para hacerlo. ¿Quién hace eso?, replicó Diana.
"Lo siento, Diana. Me equivoqué", intentó decir, antes de ser interrumpido de nuevo por su iracunda novia.
"Está claro que no nos conocemos tan bien como yo pensaba. Crees que te vas a casar con una chica rica, ¿eh? No, mis padres también fueron pobres al crecer. Pusieron su sangre, sudor y lágrimas en mantenerme y criarme bien".
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"Gracias a sus esfuerzos, pude trabajar duro y ganar suficiente dinero, lo que me permitió cambiar las cosas para mi familia. Pude ayudar a mi padre a poner en marcha sus negocios", explicó Diana.
"No lo sabía", dijo Ben abatido.
"No lo necesitabas saberlo para comprender que no se abandona a la familia, sobre todo por algo como el dinero. Lo siento, Ben. No puedo estar con un hombre que abandona y falta el respeto a su madre. ¿Qué clase de compañero serías si formáramos nuestra propia familia?", concluyó Diana antes de marcharse y dejar a su abatido novio en el altar.
Tras un largo periodo de autorreflexión, Ben decidió arreglar las cosas con Diana y su madre. Le pidió perdón a su exnovia y le prometió que cambiaría. Sin embargo, necesitaba su ayuda para hacerlo. Ella le aceptó y accedió a ayudarle a arreglar las cosas.
Más tarde, Diana invitó a Mary a una cena sencilla para hablar de Ben y conocerse mejor. Lo que la mujer no sabía era que su hijo lo había preparado todo.
Cuando Mary llegó a la cena, se sorprendió al ver a su hijo esperándola de rodillas con un gran ramo de flores. El montaje era magnífico y sereno, con velas y toda una sección solo para ellos.
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"Lo siento mucho, mamá. No te merecías el trato que te di. Sobre todo después de todo lo que has pasado para que Jane y yo llegáramos hasta aquí. Y lo hiciste todo tú sola. Siento haber sido demasiado egoísta para apreciarlo o reconocerlo. Por favor, perdóname", dijo, entregándole las flores.
"Te perdono, Ben. Esto es increíble!", dijo Mary entre lágrimas mientras abrazaba cariñosamente a su hijo. "¡Gracias!", añadió.
"No, mamá. Gracias a ti!", dijo Ben entre lágrimas.
Los tres disfrutaron de una cena preciosa, y Mary por fin pudo conocer mejor a Diana. Resultó que tenían muchas cosas en común de las que Ben no se había dado cuenta.
Después de aquel día, Ben encontró un nuevo trabajo y empezó a ganar más dinero, que utilizó para ayudar a su madre. Mary pudo dejar su trabajo en la empresa de limpieza y empezó a hacer lo que siempre había querido: ayudar a los niños con dislexia.
Ben ya no se avergonzaba de sus humildes comienzos. En lugar de eso, lo usó como incentivo para asegurarse de que su madre y su familia nunca más tuvieran que preocuparse por el dinero.
Finalmente, pudo casarse con Diana. Eso sí, esta vez hizo las cosas bien y con la bendición de su madre.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca te avergüences de la familia que te lo dio todo. Ben había dejado que su codicia se apoderara de él. Sin embargo, tras recibir una dura lección, por fin pudo entender el verdadero valor de la familia.
- Honra el amor y el apoyo que te dieron tus padres cuando eras niño. Ben fue, literalmente, abandonado frente al altar por la forma en que había despreciado a su madre. Luego de eso, se abocó a cuidarla y honrarla, como ella lo había hecho cuando él era un niño.
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