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Mujer de mediana edad mirando a un mendigo en la calle. | Foto: Flickr.com/Ian Livesey (Public Domain)
Mujer de mediana edad mirando a un mendigo en la calle. | Foto: Flickr.com/Ian Livesey (Public Domain)

“¿Eres realmente tú?”: Mujer reconoce a mendigo como el hijo que la abandonó cuando quedó paralítica - Historia del día

El corazón de una madre se desgarró cuando se encontró con un mendigo sucio y sin hogar en una esquina y lo reconoció como su hijo perdido hacía mucho tiempo. Era el mismo hijo querido que la había abandonado cuando más lo necesitaba, cuando estaba paralítica.

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El día de Grecia había sido largo y agotador, y no podía agradecer lo suficiente al cielo que se hubiera apiadado de ella. Era una tarde lluviosa, y Grecia, de 47 años, se sintió afortunada cuando los chubascos cesaron al salir del gimnasio en un vecindario desconocido. Había ido a un pueblo lejano para sustituir a su íntima amiga Diana e instruir a sus alumnos de yoga durante un día.

Estaba en la parada del autobús, desafiando el frío e intentando que no le castañetearan los dientes, cuando se fijó en un joven mendigo sentado cerca. Con su frágil cuerpo envuelto en una manta con agujeros, el hombre miraba desesperadamente el cuenco de limosna que tenía ante sí. Sin perder un segundo, Grecia sacó su monedero para darle algo de cambio y que pudiera comprarse una comida caliente.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Pero al acercarse a él, un escalofrío la recorrió y se quedó inmóvil. Su rostro se puso pálido, como si hubiera visto un fantasma. El corazón de Grecia se aceleró tanto que temió que dejara de latir: ella había reconocido al hombre...

“¿Tobías? ¿Eres realmente tú?”, preguntó Grecia al ver a su hijo, que ahora se veía reducido a mendigar sobras en la calle. El mendigo retrocedió, horrorizado, mientras intentaba ocultar su rostro a la madre que había abandonado hacía 3 años cuando quedó paralítica.

¿Cómo podía olvidar aquel rostro? ¿Cómo no reconocer aquella voz? ¿Y cómo podía olvidar aquella noche de hacía tres años en la que le informaron del accidente de su madre?

Nunca fuiste una carga para tu madre, que llevaba tu peso en su vientre. Nunca la hagas sentir que puede ser una carga para ti.

Era una noche helada del 23 de diciembre. Tobías, de 24 años, se divertía en una fiesta, riendo y bromeando con sus amigos y ligando con chicas al azar. De repente, su teléfono empezó a vibrar, pero no le dio ninguna importancia.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¿De quién es este número?”, susurró al mirar hacia abajo y ver un número desconocido parpadeando en la pantalla de su celular. Pero estaba tan ocupado con la fiesta que lo ignoró y volvió a divertirse con sus amigos.

Sin embargo, no paraban de llamar. Tobías se enfadó mucho, pues su teléfono no paraba de vibrar en su bolsillo.

“¿Quién demonios es?”, gritó Tobías al teléfono cuando por fin contestó.

“Tobías... soy yo... Ricky”.

“¿Ricky? ¿De quién es este número? ¿Qué le pasó a tu teléfono?”, le preguntó Tobías a su hermano menor.

“La batería de mi teléfono está muerta... Tobías, es sobre mamá”, añadió Ricky, con la voz temblorosa. “Tuvo un accidente automovilístico”.

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A Tobías se le paró el corazón mientras salía corriendo del ruidoso club.

“Mamá... ¿QUÉ? Ay, no... ¿Qué le pasó a mamá? ¿Está bien?”, preguntó, nervioso. Su mente se aceleró con un millón de terribles escenarios.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“Mamá está bien. Pero sigo asustado. ¿Podrías venir al hospital?”, respondió Ricky.

Tobías sabía que cada segundo contaba. Pero tras oír de su hermano que su madre estaba bien, sonrió satisfecho y se apresuró a volver al pub para continuar con la fiesta.

Dos horas más tarde, Tobías se decidió y finalmente paró un taxi para ir al hospital. La voz airada de Ricky retumbó en el pasillo cuando su hermano irrumpió en el hospital buscando la sala de su madre.

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“¿Por qué tardaste tanto?”, le espetó Ricky a Tobías.

“¿Por qué parezco tan importante ahora? ¿Te diste cuenta de repente de que soy tu hermano mayor... el hijo mayor de mamá que merecía todo su amor y atención?”, le dijo Tobías a Ricky.

“Tú eres su hijo favorito, ¿no? Siempre eres el primero en todo... ¿así que por qué debería perder mi tiempo llegando temprano?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“¿Estás loco, Tobías? Mamá está ingresada aquí. Tuvo un terrible accidente. ¿Sabes qué? Estás muy enfermo... y eres muy egoísta... ¡por eso te odia todo el mundo!”

Las palabras de Ricky picaron a Tobías como una bofetada. Estaba muy ofendido y le dolía el ego de admitir que se había equivocado.

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“¡Bien!”, escupió Tobías. “Me voy... Y no vengas a pedirme ayuda con nada, ¿OK? ¡Deja que el hijo AMADO de mamá cuide de ella!”.

Tobías salió furioso del hospital, con la sangre hirviéndole de la rabia. No podía olvidar la sensación de que su hermano menor hubiera levantado la voz contra él.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Grecia yacía en la cama del hospital, agotada por las múltiples operaciones. Había trabajado muy duro para tener éxito en la vida, pero el terrible accidente de auto y las facturas médicas la obligarían ahora a vender su querido negocio.

Pero aún más doloroso era ver que sus dos queridos hijos se distanciaban. Después de que su esposo la abandonara con sus dos hijos por otra mujer, Grecia se enfrentó a su destino para criarlos sola. No le interesaba volver a encontrar el amor porque consideraba que sus hijos eran el único propósito de su vida.

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La madre se tragó las lágrimas y Ricky fue su pilar durante toda su estancia en el hospital e incluso después de que la dieran el alta. A menudo se tomaba un descanso de la universidad y se quedaba a su lado para asegurarse de que estuviera bien.

¿Pero Tobías? Él estaba más interesado en salir de fiesta con sus amigos que en pasar tiempo con su madre, que había quedado paralítica.

Pero un día, se vio obligado a quedarse en casa y cuidar de ella cuando Ricky se retrasó con un importante examen de ingreso. Aunque Tobías ayudó a Grecia, no fue de la forma que ella esperaba.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¡Cielos! Ricky se olvidó de traer estas medicinas. Tobías, cariño, ¿podrías ir rápido a la farmacia?”, le preguntó Grecia a su hijo, que estaba ocupado enviando mensajes a sus amigos en su teléfono.

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“Cariño... Tengo que tomarme estas pastillas antes de comer... ¿Podrías, por favor...?”.

“¿Qué quieres, mamá?”, le espetó Tobías a Grecia, arrebatándole el récipe de la mano.

“¿Quién me dará el dinero? No tengo dinero para comprar tus medicinas”.

“Está ahí”, dijo Grecia mientras le entregaba a Tobías las llaves de su armario.

Él le conseguía las medicinas y se irritaba mucho cada vez que ella lo llamaba para pedirle un poco de agua o que la llevara al baño. Grecia se había dado cuenta de la expresión de impaciencia y frustración en el rostro de Tobías y se sintió muy abatida.

“Siento haberte agobiado”, gritó Grecia cuando Tobías le gritó por volver a llamarlo.

“No esperaba que mi hijo me tratara así”.

“Ah, ¿sí?”, arremetió Tobías contra su madre. “¿Qué esperabas cuando me dejaste con la abuela cuando era un niño?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Grecia sintió una daga en el corazón cuando reflexionó sobre su pasado.

Cuando el exesposo de Grecia la abandonó con los niños, su segundo hijo Ricky era apenas un recién nacido. Así que solía dejar a su hijo mayor, Tobías, con su abuela y se llevaba a Ricky al trabajo porque aún era un bebé y necesitaba más atención y cuidados.

Pero esto no le sentó demasiado bien a Tobías. Estaba celoso de su hermano pequeño y no podía contenerse a la hora de pelearse con él mientras se hacían mayores. Además, pensaba que su hermano pequeño era el hijo predilecto de su madre, por lo que nunca perdonó a Grecia.

Tobías no comprendía que una madre nunca dividiría su amor por sus hijos.

Los dos hijos de Grecia eran la luz de su vida, y ella nunca elegiría a uno por encima del otro.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“Yo no te abandoné”, gritó Grecia, con la voz apenas por encima de un susurro y los labios secos. Estaba ahogada por lo que Tobías había dicho.

“Trabajaba duro día y noche para alimentar a la familia... para mantener el techo sobre nuestras cabezas. Para darte una buena educación. Pero te gastaste todo el dinero de tu fondo universitario en tus fiestas, chicas... y amigos”.

Grecia sintió que la invadía una sensación de dolor punzante al terminar esas palabras. Miró a Tobías a los ojos, esperando una respuesta que calmara su alma.

“¡Sí, como quieras! ¿Cuándo vuelve a casa tu mascota? Tengo un trabajo importante, y necesito irme...”.

Tobías no esperó a que su madre terminara de hablar y salió furioso de su habitación, mirándola fijamente a los ojos. ¡Si la pobre Grecia hubiera sabido que aquella sería la última vez que vería a Tobías!

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Esa noche, Ricky volvió a casa y encontró a su madre profundamente dormida. Pero Tobías no estaba cerca de ella.

“Debe estar de fiesta con sus amigos”, pensó Ricky, pero algo no le cuadraba, sobre todo después de ver el armario de su madre ligeramente entreabierto.

A Ricky se le encogió el corazón cuando comprobó que habían robado una gran parte del dinero de Grecia. No podía creer que su propio hermano hiciera algo así.

Ricky llamó a Tobías, pero no contestó. Y cuando volvió a llamar, el teléfono de su hermano estaba apagado.

Su corazón se estremeció al darse cuenta de que su hermano le había robado a su madre el dinero que tanto le había costado ganar y había desaparecido sin dejar rastro.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Mamá... despierta... Tobías desapareció. Te robó el dinero”, dijo Ricky, despertando a Grecia.

“Voy a denunciarlo a la policía”.

Pero, para su sorpresa, su madre lo detuvo, rogándole que no lo hiciera.

La habitación se llenó de un pesado silencio mientras Grecia rompía a llorar. Era culpable de haber criado a un hijo irresponsable como Tobías. Pero seguía queriéndolo y no podía imaginarse que lo metieran entre rejas.

“No sé cuánto tiempo me queda... Pero quiero pasar todo el tiempo que tenga con ustedes antes de que Dios me llame”.

Pasaron tres terribles años desde el día en que Tobías desapareció. Y no hubo un solo día en que Grecia no llorara, pidiéndole a Dios para que lo trajera de vuelta... para que le devolviera a su amado hijo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Durante estos tres años, la madre reunió sus pedazos rotos para enfrentarse a su destino. Su vida había cambiado de rumbo tras el accidente. No podía volver a trabajar, ya que había vendido el negocio que había construido desde cero.

Sin embargo, llegó un salvador que supuso para Grecia un punto de inflexión en su vida.

Grecia conoció a su mejor amiga Diana, que la recomendó a un programa puntero de rehabilitación. Con el paso de los días, la salud de Grecia mejoró y volvió a ponerse en pie, gracias al yoga y a su determinación por levantarse.

Y a medida que pasaba el tiempo, Grecia se apuntó a un gimnasio como instructora de yoga. Ricky fue a la universidad, y todo parecía normal, excepto por el hecho de que ella nunca se cansaba de buscar a Tobías.

Se dio por vencida cuando todos sus esfuerzos resultaron inútiles y decidió seguir adelante. Tobías era un adulto con autoridad sobre su propia vida, así que Grecia prefirió centrarse en su vida ahora, rezando para que su retoño volviera algún día.

Su hijo mayor había atormentado sus sueños durante tres años, llorando por su perdón y diciéndole que había sido castigado por haberle hecho daño. Nada tenía sentido para Grecia.

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Pensó que eran pesadillas, pero la pesadilla absoluta fue cuando aquel día se topó con su hijo pidiendo limosna.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Tobías... ¿eres tú?”, la voz temblorosa de Grecia volvió a sobresaltar al indigente, haciéndolo volver en sí.

El tipo se dio la vuelta, intentando ocultarle su cara sucia.

Pero, ¿cómo podía Grecia no reconocer a su hijo? Una punzada de pena y dolor se apoderó de su corazón al darse cuenta de que el mendigo que pedía limosna era, en efecto, su hijo, Tobías.

“Espera... Sé que eres tú... ¡DETENTE!”, exigió Grecia, agarrando la mano de Tobías mientras se levantaba para marcharse.

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“¡Sí, soy yo, mamá!”, dijo Tobías con la voz quebrada por las emociones, como si hubiera estado esperando este día para llorar a lágrima viva.

“No merezco ni mirarte. Por favor, vete. No te acerques a mí”.

“No, no me iré sin ti. ¿Qué pasó, cariño? Te busqué por todas partes... Incluso pregunté a tus amigos, pero nadie me dijo nada. ¿Qué te pasó? Pensé que al menos serías feliz...”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Soy un hijo horrible, mamá. No merezco tu amor... vete, por favor”, gritó Tobías.

Pero Grecia estaba decidida y lo presionó para que le dijera la verdad, solo para romper a llorar al final de la confesión de Tobías.

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“Tenía miedo de malgastar mi juventud cuidándote cuando te quedaste paralítica. Robé algo de dinero y me escapé. Tenía una gran vida con mis amigos y novias. Salía de fiesta todos los días, incluso me iba de crucero. Pero cuando se me acabó el dinero, todos mis amigos empezaron a irse uno a uno. Solicité un trabajo de conserje porque no encontraba otra cosa sin un título universitario. Tuve que hacerme un examen médico para ese puesto”.

Tobías hizo una pausa mientras las lágrimas salían a borbotones.

“¿Qué pasó, cariño?”, se preocupó Grecia.

“Todo se acabó después de ese único examen, mamá. Toda mi vida se arruinó. Tengo sida, mamá”.

El mundo de Grecia empezó a girar cuando Tobías dijo eso.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“Acudí a mis amigos y amigas pidiendo ayuda. Pero me rechazaron. Sabía que Ricky y tú seguirían queriéndome y me acogerían, aunque les dijera que tenía sida. Pero me sentía tan culpable que decidí no volver a verlos”, agregó Tobías, con lágrimas en los ojos.

“Mamá, ¿sigues enfadada conmigo por haberte dejado?”.

“¡No! La vida ya te ha dado suficientes penas y remordimientos. Ven... ¡vamos a casa!”, dijo Grecia mientras tomaba a Tobías de la mano y hacía señas a un taxi.

“¿Mamá? ¿Hablas en serio? ¿Me llevarás a casa contigo? Pero si tengo sida”.

“Hijo, sólo es sida... tú, sin embargo, eres mi hijo. Mi carne y mi sangre. ¿Cómo puedo dejarte así en la calle?”.

A Tobías se le llenaron los ojos de lágrimas y el corazón le palpitaba de culpabilidad mientras subía al taxi con su madre. Se moría de ganas de ver a su hermano pequeño, suponiendo que incluso él lo recibiría con una cálida sonrisa. Pero Ricky estaba más que disgustado por el repentino regreso de Tobías.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“Mamá, él te traicionó. Te dejó y desapareció en tu momento más difícil. No voy a estar de acuerdo con esto. No se va a quedar con nosotros”, dijo Ricky, expresando su decepción a Grecia.

Dividida entre la ira de Ricky y la impotencia de Tobías, Grecia le dio a su hijo mayor algo de dinero para que rentara una habitación de hotel. Necesitaba tiempo para convencer a Ricky y asegurarse de que Tobías tuviera un lugar donde quedarse.

“Estás loca, mamá. Espera y verás. Ese vago se gastará este dinero en fiestas y volverá a mendigar en las calles”, dijo Ricky, enfadado.

Los días se convirtieron en semanas y Grecia no volvió a saber nada de Tobías. Estaba decepcionada y dudaba de haber hecho lo correcto al perdonarlo.

Una noche, vio a su hijo mayor fuera de un restaurante de lujo y se sintió frustrada, pensando que Ricky tenía razón sobre su hermano. Grecia salió furiosa a su encuentro, pero se encontró con una sorpresa que le hizo saltar las lágrimas.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¡Mamá!”, exclamó Tobías. “¡Estaba a punto de llamarte!”.

Grecia quedó atónita y, antes de que pudiera comprender lo que estaba ocurriendo, Tobías la condujo al interior del restaurante hacia una mesa que tenía sobre ella su pastel de fresas favorito, cazuela de pollo y champán.

“¡Feliz cumpleaños, mamá! Que vivas mucho... y que seas dichosa. Que nunca se te borre esa sonrisa de la cara y que Dios me bendiga con otra oportunidad de volver a nacer en tu vientre”.

Resultó que Tobías había conseguido por fin un trabajo de albañil y, para su suerte, no lo rechazaron por sus problemas de salud. Trabajaba duro día y noche, y por eso nunca encontraba tiempo para llamar o visitar a su madre.

Además, Tobías sabía que su hermano pequeño estaba disgustado por su regreso, así que quería demostrar que había cambiado.

Había ahorrado dinero de su sueldo y había organizado una pequeña cena de cumpleaños para su mamá en ese restaurante, e incluso había invitado a Ricky a unirse a la celebración.

“No sé cuánto tiempo me queda... Pero quiero pasar todo el tiempo que tenga con ustedes antes de que Dios me llame”, brindó Tobías tras devolver el dinero que una vez robó a su madre.

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Grecia y Ricky se emocionaron hasta las lágrimas. Algo doloroso, algo desgarrador y, sin embargo, feliz se les metió en el corazón, y sus ojos no paraban de desbordar lágrimas.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Nunca abandones a un ser querido que derramó sangre y sudor por ti: Cuando su madre quedó paralítica tras un accidente de auto, Tobías le robó dinero y la abandonó. Nunca fue agradecido y siempre guardó rencor a su hermano menor por recibir más amor y atención de su madre. Sin embargo, Tobías se dio cuenta de su error cuando el destino le propinó ciertos golpes en la vida que nunca pudo arreglar.
  • Nunca fuiste una carga para tu madre, que llevaba tu peso en su vientre. Nunca la hagas sentir que puede ser una carga para ti. A Tobías le irritaba ayudar a su madre paralítica cuando se quedaba un día en casa a su lado. Sus frustraciones agobiaban a Grecia, que pensaba que era una carga para él.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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