Niño huérfano pasa su cumpleaños solo hasta que oye "¡Feliz cumpleaños, hijo!" en la puerta de su casa - Historia del día
El pequeño Jacob había pasado su infancia en hogares de acogida y se sentía muy solo el día de su cumpleaños debido a la falta de cariño de su nueva familia de acogida. Pero todo cambia cuando llora solo en las escaleras de su casa y una voz desconocida le dice: "Feliz cumpleaños, hijo".
Era difícil imaginar una vida más solitaria y lúgubre que la de Jacob. El pequeño había pasado toda su vida saltando entre diferentes hogares de acogida, pero nunca había encontrado el lugar al que realmente pertenecía.
¿Por qué? Porque en el instante en que en su corazón se desarrollaba una pizca de afecto o amor por sus cuidadores de acogida, era enviado a otra familia y tenía que recomenzar su vida. Incluso como adultos, nuestros corazones tiemblan ante la perspectiva de dejar atrás nuestras vidas habituales y empezar de nuevo.
Pero el pequeño Jacob llevaba haciéndolo desde que tenía uso de razón. A los seis años, era tan capaz como cualquier adolescente: se preparaba tostadas de desayuno, doblaba la ropa, hacía la cama, y ordenaba bien sus juguetes cuando terminaba de jugar con ellos.
La vida de Jacob nunca había sido fácil. En cierto modo, el destino lo había obligado a ser autosuficiente y se había dado cuenta de que lo más probable era que su sueño de tener una familia cariñosa nunca se hiciera realidad...
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
El nuevo hogar de acogida de Jacob no era una excepción. Era el pequeño de la familia, mucho más pequeño que los demás niños. A los mayores no les gustaba Jacob y no lo incluían en nada, lo que entristecía y disgustaba mucho al niño.
Lo único que lo hacía feliz era verlos celebrar sus cumpleaños. Hudson, Caleb y Roman, los otros tres niños de su hogar de acogida, habían celebrado sus cumpleaños. Habían tenido invitados que les habían dado regalos y se lo habían pasado muy bien.
Aquello era diferente de las otras casas de acogida en las que había estado Jacob. En estas nunca había visto a nadie celebrar un cumpleaños ni ninguna otra cosa, pero el nuevo hogar de Jacob le daba esperanzas de que su cumpleaños también se celebrara y de que él también recibiera regalos.
Cuando tienes un corazón que merece amor, el amor encuentra su camino hacia ti.
Incluso los nuevos padres de acogida de Jacob, Clara y Andrew, eran muy diferentes de sus anteriores acogedores. Todas las noches, su nueva familia cenaba junta y, cuando rezaban antes de la comida, Clara siempre tomaba a Jacob de la mano, sonreía y rezaba con él.
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A Jacob le gustaba su nuevo hogar. No era el mejor, pero tampoco el peor. Podía vivir feliz allí y no volver a sentirse solo nunca más, pero... pronto se dio cuenta de que nadie de su nueva familia se preocupaba realmente por él.
Cuando intentó hacerse amigo de los niños mayores de la casa, empezaron a intimidarlo. Se burlaban de él, lo insultaban y le decían que nunca lo acogerían en una familia cariñosa, ni lo adoptarían, ni tendría una buena vida.
Por desgracia, Andrew y Clara no podían pagar la escuela de Jacob, así que lo educaban en casa. Eso también significaba que Jacob nunca salía de la vivienda y nunca tenía la oportunidad de hacer amigos.
Un día, Jacob estaba sentado solo, abrazado a sus rodillas y llorando. De repente, sintió una mano tranquilizadora en el hombro. Cuando levantó la vista, vio que era Clara.
"Hola, ¿qué tal?", le preguntó. "¿Estás disgustado por algo?".
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Jacob asintió y se secó las lágrimas. "Nadie me quiere", sollozó. "¡Hudson, Caleb y Roman me odian! Dicen... dicen que nadie me quiere y que nunca tendré un hogar cariñoso. ¡Todos me odian!".
"¡Oh!" suspiró ella mientras lo rodeaba con sus brazos. "¡No, no, eso no es verdad! Un día tendrás todo el amor del mundo y la familia más cariñosa. Jacob, no deberías tomarte a pecho las palabras de los demás. Eres un niño encantador, y los niños buenos como tú merecen amor, no lágrimas".
Clara lo consoló de alguna manera aquel día, pero Jacob acabó descubriendo que Hudson, Caleb y Roman tenían razón desde el principio. Jacob escuchó por casualidad a Clara y Andrew hablar de que ninguno de los posibles padres adoptivos estaba interesado en adoptarlo.
Devastado, Jacob corrió a su habitación y pasó horas llorando. Pensaba que nadie lo quería, que estaría atrapado entre familias de acogida para siempre y que un día tendría que dejar también a Clara y reiniciar su vida, ¡como siempre lo habían obligado a hacer!
Jacob estaba triste y desconsolado. Pensaba que nadie en el mundo lo necesitaba ni lo quería.
El día de su cumpleaños, Jacob se despertó con el corazón encogido. Sabía que nadie en su nueva familia se preocupaba por él, excepto Clara, pero esperaba que ese día fuera diferente.
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Después de todo, había visto a su familia celebrar los cumpleaños de los niños mayores, así que pensó que también celebrarían el suyo.
Emocionado, el pequeño bajó corriendo las escaleras y entró en la sala, esperando ver un enorme pastel de cumpleaños, regalos y a todo el mundo esperando para desearle un "¡Feliz cumpleaños!".
Pero Jacob se paró en seco en la sala cuando vio que sólo estaba Clara. Estaba sola, con una modesta sonrisa en la cara y un pequeño pastel casero con una vela encendida sobre la mesa.
"¡Feliz cumpleaños, chiquitín!", gorjeó mientras lo tomaba en brazos y lo hacía sentarse a la mesa. "¡Ahora, pide un deseo y corta el pastel!".
Jacob miró a su alrededor llorando. "¿Dónde... dónde se metieron los demás?", preguntó.
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"Dormiste hasta muy tarde, cariño", dijo Clara disculpándose. "Todos se fueron a sus colegios, y Andrew tenía trabajo urgente".
Los hombros de Jacob se hundieron. "Así que...", dijo con tristeza. "¿Estamos los dos solos?".
"¡Sí!", dijo Clara alegremente. "¡Y los dos vamos a celebrar el cumpleaños del niño más especial! Ahora, vamos, pide un deseo y corta el pastel".
Con los labios temblorosos y las lágrimas corriendo por sus mejillas, Jacob pidió el deseo de tener una familia, una que lo quisiera y cuidara de él, y sopló la vela.
Nunca estás solo.
Clara le deseó un feliz cumpleaños y compartieron un trozo de pastel antes de servirle el desayuno. Cuando Jacob terminó de comer, Clara le dijo que tenía trabajo que hacer y le pidió que saliera a jugar.
Jacob fue a su habitación y recogió sus juguetes. En ese momento, se le ocurrió una idea. Tomó sus juguetes preferidos y salió corriendo al patio. Decidió montarse una fiesta de cumpleaños...
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Jacob extendió un edredón y dispuso todos sus juguetes sobre él antes de tomar el pastel que quedaba en la nevera y colocarlo en el centro de la manta extendida. Como no sabía escribir bien, garabateó "Feliz cumpleaños" en un trozo de papel y lo pegó en la pared del porche.
Jacob se quedó solo y miró a su alrededor. La decoración que lo rodeaba era descuidada y aburrida, una réplica de bajo presupuesto de las celebraciones que había visto antes. No había globos, ni invitados, ni nadie cantándole el cumpleaños feliz.
Al final del día, Jacob se sentía solo y disgustado. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Aunque había conseguido reproducir hasta cierto punto una fiesta de cumpleaños, seguía estando solo. Seguía sin haber nadie que lo quisiera, lo abrazara o le deseara lo mejor.
Entonces sopló un fuerte viento y toda la manta que Jacob había hecho se volcó, destruyéndolo todo. La nota de feliz cumpleaños que había pegado en la pared cayó al suelo, los juguetes quedaron esparcidos y el pastel se estropeó.
Jacob empezó a llorar. "Odio mi vida", sollozó. "Lo odio todo. Nadie me quiere".
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Jacob volvió corriendo a casa y se hundió en las escaleras del salón, con su peluche al lado. Enterró la cara en sus rodillas y no podía dejar de llorar. Una vez más, no había ocurrido nada especial en su cumpleaños. Los chicos mayores tenían razón. Nunca lo querría nadie. Tampoco sería aceptado nunca por una familia.
Jacob lloraba desconsoladamente, decepcionado porque su "fiesta de cumpleaños" había sido un absoluto desastre, cuando escuchó una suave voz que lo llamaba. "¡Feliz cumpleaños, hijo!", dijo.
Jacob levantó la vista y vio a una mujer hermosa y a un hombre apuesto que nunca había visto antes de pie en la puerta de su casa. Sostenían varias cuerdas de globos y una caja con un gran lazo. Clara estaba junto a ellos, sonriendo.
“¡Oh, Dios! ¿Por qué lloras, cariño?", preguntó preocupada la mujer. "¿Estás bien?".
Jacob se puso en pie y se alejó de ellos. Lo primero que recordó fue a los trabajadores sociales que siempre lo visitaban sonrientes cuando llegaba el momento de irse con una nueva familia de acogida. Le aterrorizaba que esas personas lo alejaran de Clara, la única persona que se preocupaba por él.
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"¿Acabas de llamarme... hijo?", le preguntó Jacob. "¿Quién... quién eres tú?".
La mujer sonrió mientras se acercaba a Jacob. "¡Vaya, qué sorpresa!", rio, girándose para mirar al hombre desconocido.
Luego se arrodilló ante Jacob y le preguntó: "¿No es hoy tu cumpleaños? Estamos aquí para compartir tu alegría. Toma", añadió, entregándole una caja con un gran lazo encima. "¡Ábrela!".
"¿Es para mí?", preguntó él, aceptando la caja.
Ella asintió. "Adelante, ábrela. Lo descubrirás".
Cuando Jacob abrió la caja, encontró dentro una hoja de papel endurecido. Jacob había sido educado en casa y no sabía leer bien, pero empezó a llorar al comprender lo que significaban las letras de la parte superior de la hoja endurecida.
"CERTIFICADO DE ADOPCIÓN", decía.
"Tú...", sollozó. "¿Tú... tú eres mi mami? Nunca había tenido una de verdad".
Jacob se arrojó a sus brazos y lloró desconsoladamente.
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"Cariño", lo rodeó suavemente con los brazos y le acarició la espalda. "Tranquilo, tranquilo. Me llamo Pearl, y él es mi esposo, Eric. Somos muy afortunados de tenerte como hijo".
Pearl podía sentir el pequeño cuerpo de Jacob temblando en sus brazos. Se separó de él y le secó las lágrimas. "Sí, soy tu mamá y tú eres mi hijito. Gracias por venir a nuestras vidas, Jacob. Eres nuestro precioso hijito".
"¿Me... ¿Me quieren?", preguntó Jacob, mirando a Pearl y luego a Eric.
Eric sonrió. "¡Claro que sí, amiguito!", exclamó mientras se unía a Pearl. "¡Te elegimos entre todos los niños que conocimos! ¡ERES NUESTRO HIJO!".
Jacob casi no se lo podía creer. No esperaba que su deseo de cumpleaños se hiciera realidad tan pronto.
Para entonces, los mayores ya habían vuelto del colegio y se sorprendieron al ver el alboroto que había dentro de su casa. "¿Qué está pasando?", preguntó Caleb, mirando a Pearl y a Clara.
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Clara sonrió mientras anunciaba a los chicos la adopción de Jacob. "Andrew y yo queríamos que Jacob se sintiera querido... nunca habíamos tenido un niño más solitario que se quedara con nosotros. ¡Estábamos muy preocupados por Jacob! Cuando conocimos a Pearl y Eric y nos dijeron que querían adoptar a Jacob, nos sentimos aliviados y felices".
Los niños mayores estaban sorprendidos, ya que no esperaban que Jacob fuera adoptado en un hogar lleno de amor.
"Desgraciadamente", explicó Clara a los chicos. "Sabíamos que ustedes tampoco eran muy amigables con Jacob. Se sentía solo, niños, y espero que su vida mejore de aquí en adelante".
Ese mismo día, Jacob partió hacia su nuevo hogar. Cuando llegó, su nueva familia lo estaba esperando. Jacob se llevó una dulce sorpresa cuando descubrió que de repente tenía una familia numerosa, con abuelos, varios hermanos y, lo más importante, ¡un papá y una mamá!
Ese día, Jacob fue el centro de todas las miradas cuando su nueva familia celebró su cumpleaños. Le prepararon un gran pastel, decoraron la casa y le dieron mucho, mucho amor. El pequeño Jacob estaba tan contento ese día que creía que su corazoncito iba a estallar de tanta felicidad.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Hay gente amable y cariñosa a tu alrededor que se preocupa por ti. Nunca estás solo: Aunque Clara no era más que una tutora de acogida para Jacob, cuidaba del niño y lo quería de verdad.
- Cuando tienes un corazón que merece amor, el amor encuentra su camino hacia ti: Jacob había estado solo toda su vida y había perdido la esperanza de encontrar una familia.
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