Mamá abandona a hija sin una pierna en el hospital — La niña vence los pronósticos tras estar encerrada un año en habitación de hospital
En un mundo en el que a menudo se define a las personas por sus capacidades, la vida de una niña parecía predeterminada por sus limitaciones físicas. Nació sin una pierna y se enfrentaba a un futuro que estaría lleno de retos. Pero no imaginaba que su mayor batalla la llevaría a su mayor triunfo.
Abandonada en un hospital, Milagros, o Mili para abreviar, pasó un año confinada en una habitación. Pero el destino tenía un plan diferente para ella. En cuanto se abrió la puerta de su habitación, apareció un hombre y la vida de la pequeña Mili cambió para siempre.
Mili superó todas las adversidades gracias a su resistencia y determinación, y su historia de esperanza es inolvidable.
El encuentro que cambió su vida
La pequeña Mili nació sin una pierna y su madre biológica la abandonó en el hospital. Pasó allí un año sin muchas esperanzas de futuro.
Por suerte, un hombre llamado Héctor Trejo se cruzó en su camino. Era un médico de Chivilcoy (Argentina) que, tras conocer a Mili, no podía dejar de pensar en ella. Finalmente, convenció a su esposa María para que la visitara.
A Mili le costó adaptarse a su nueva vida. A los tres años y medio sólo pesaba siete kilos.
La recibieron con los brazos abiertos
Al principio, María apenas miraba a Mili. Sin embargo, después de conocer a la niña, tampoco podía quitársela de la cabeza. La mujer empezó a visitar cada vez más a la preciosa pequeña.
Al cabo de un tiempo, Mili empezó a llorar cada vez que María salía del hospital. Le preocupaba que la mujer la abandonara. Sin embargo, María y Héctor eran diferentes. La pareja llevaba cinco años intentando tener su propio hijo sin éxito.
Los tribunales les dijeron que podían acoger a Mili, pero que no podrían adoptarla. Fue doloroso darse cuenta, pero María dijo:
"Bueno, ya lo he decidido. Prefiero enamorarme de ella y que me la quiten a enviarla a un instituto".
Luchando por adaptarse a su nueva vida
María recuerda el día en que sonó su teléfono con noticias sobre Mili. Se enteró de que la niña iba a quedarse temporalmente a su cargo. Estaba encantada, pero a Mili le costó adaptarse a su nueva vida.
A los tres años y medio sólo pesaba siete kilos. Tampoco sabía andar, así que se arrastraba por el suelo.
La oportunidad de hacer realidad sus sueños
Afortunadamente, Mili contaba con una gran estructura de apoyo y, al cabo de un mes con su nueva familia, empezó a andar. Tres meses después, llamó "mamá" a María, lo que supuso un momento mágico para la familia.
Los padres de acogida de Mili querían que experimentara todo lo que hacían los demás niños, así que cuando pidió clases de patinaje, se aseguraron de que las recibiera. Incluso empezó a competir y era vitoreada por miles de personas.
Los nuevos seres queridos de Mili le dieron una vida llena de oportunidades, un marcado contraste con la vida que podría haber tenido en una institución.
Patinando hacia la verdadera felicidad
La carrera deportiva de Mili superó las expectativas de todos. Se lanzó a la pista e incluso viajó a Brasil para competir en un torneo. Desde competiciones internacionales hasta la confianza recién descubierta, la niña era una inspiración.
Aunque era nueva en el patinaje, las multitudes la admiraban, siempre coreando: "¡Mili! ¡Mili!", cuando hacía un truco. En medio de su éxito, ocurrió otro milagro.
Encontró su hogar definitivo
Los tribunales permitieron a María y Héctor adoptar legalmente a Mili. Era un momento con el que soñaban y que significaba mucho para ellos. Las sencillas pero sinceras respuestas de Mili a las preguntas del juez durante el proceso de adopción tuvieron un enorme peso y significado.
Su respuesta a la segunda pregunta confirmó lo que su corazón siempre había sabido: quería estar con sus cariñosos y atentos padres, María y Héctor.
Sus respuestas fueron un faro de esperanza y un testimonio del poder de la familia, y ayudaron a poner fin a cualquier duda sobre el lugar al que pertenecía.
Un mensaje especial en todo el mundo
A pesar de las dificultades a las que se había enfrentado, Mili había encontrado por fin un sentimiento de seguridad y pertenencia en el amor de su familia. El orgulloso padre no podía dejar de hablar de su preciosa hija, y expresó:
"No podría explicarte lo que es esta niña. Tiene algo. A veces vuelve del colegio con una amiga con síndrome de Down, y la madre de la niña dice que cuando está con Mili, vuelve feliz".
La vida de su hija difunde un mensaje de esperanza, y él está inmensamente agradecido por ella. "Ella les dice a los que tienen una discapacidad [que] no deben esconderse, que no deben tener miedo, que deben hacer lo que les gusta. La vida le robó muchas cosas, pero a cambio le dio este maravilloso regalo", concluyó.
Ahora, Mili está prosperando y sigue patinando, animando a los demás y recibiendo el cariño y la admiración de miles de personas.
Desde el momento en que nació sin una pierna, parecía que la vida le había jugado una mala pasada. Su situación habría quebrado el espíritu de muchos, pero no el de Mili.
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Su historia nos inspira y demuestra que podemos superar incluso los retos más desalentadores. También es un recordatorio de la compasión que puede cambiar vidas.
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