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Capilla de una iglesia | Foto: Shutterstock
Capilla de una iglesia | Foto: Shutterstock

Mujer rica reza por amor en la iglesia, luego recibe llamada telefónica de hombre desconocido - Historia del día

Susana Nunez
05 jun 2023
09:00

Una mujer frustrada afirma que Dios no responde a sus plegarias, hasta que un día se da cuenta de que la había estado escuchando todo el tiempo y ya le había concedido sus deseos.

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Amelia era una mujer rica y, para los demás, parecía tenerlo todo en la vida. Sin embargo, no sabían que, aunque tenía mucho dinero, se sentía muy sola y anhelaba tener una familia.

A lo largo de los años, Amanda se esforzó mucho en su trabajo. Centrarse en su carrera le había permitido enriquecerse, pero a costa de su vida amorosa.

Aunque tenía pretendientes, sus relaciones nunca duraban. Era muy exigente, y su nivel de exigencia era tan alto que nadie parecía satisfacer sus deseos y necesidades.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Amelia iba a la iglesia todos los domingos y rezaba por una sola cosa: amor. Rezaba y rezaba hasta que un día se impacientó y se enfadó porque Dios no respondía a sus plegarias.

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Aunque quería amor, nunca se conformó con menos de lo que sabía que merecía. Siguió con su vida hasta que un día, un desconocido la llamó para decirle que su hermana había caído enferma. Tenía fiebre muy alta y no podía pagar los medicamentos.

Amelia pensó en ir a verla, pero decidió no hacerlo. Se limitó a rezar y se encogió de hombros pensando que era un resfriado. "Se pondrá bien", le dijo al desconocido. "Tiene una piel dura y sobrevivirá. Dile que se hidrate y descanse".

Al día siguiente, Amelia recibió otra llamada. Esta vez, una enfermera le informó que habían llevado a su hermana Miya al hospital.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Finalmente, Amelia decidió ir a visitarla. Sin embargo, no pudo encontrar las llaves en ningún sitio. Pasó una hora entera buscando antes de darse por vencida. "Bueno, supongo que es un no de Dios. Los médicos se ocuparán de ella", suspiró.

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Amelia sabía que podía hacer que el coche privado de la empresa la recogiera, pero estaba demasiado disgustada. Se había pasado una hora entera buscando las llaves del coche y estaba cansada. Había revisado toda la casa, pero no las había encontrado.

De repente, se acordó de lo que su madre le había dicho una vez sobre rezar a San Antonio cada vez que perdían algo. "San Antonio, por favor, intercede y ayúdame a encontrar las llaves", le dijo.

La mañana siguiente seguía sin encontrar las llaves. Estaba frustrada, pensando que sus plegarias habían caído en saco roto.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

"¿Por qué Dios no responde a mis plegarias? Esta es tan sencilla. Solo son mis llaves", pensó.

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Ni siquiera estaba pensando en su hermana en ese momento. Estaba preocupada por sus llaves simplemente porque tenía que averiguar cómo llegar a la tienda de comestibles y a su trabajo.

En ese momento, recibió otra llamada. Era el médico de Miya, pidiéndole que fuera a visitarla porque el estado de su hermana se estaba deteriorando. Dejó atrás sus frustraciones y corrió hacia la carretera.

Aunque hacía tiempo que Amelia y Miya no se veían debido a sus ajetreadas vidas, ella quería mucho a su hermana y no quería perderla. Intentó parar algún coche y pronto una vieja camioneta se detuvo frente a ella.

En el coche se sentaba un hombre vestido con harapos, un individuo al que ella siempre evitaba cuando estaba en la iglesia. "Sube", le dijo él, antes de preguntarle adónde tenía que ir.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Tras decirle que tenía que ir al hospital, él la condujo directamente hasta allá. "Que Dios la bendiga", le dijo el hombre al bajarse de la camioneta.

Amelia le dio las gracias, sintiéndose mal por haberle juzgado en la iglesia sin darse cuenta de que era un hombre bueno y decente. Luego corrió al interior del hospital, donde encontró a un pastor sentado junto a la cama de su hermana.

"¿Eres Amelia?", le preguntó el pastor. Amelia asintió con la cabeza.

"Tu hermana lo ha estado pasando mal estos últimos días. ¿Sabes por qué ha estado rezando?", le preguntó el pastor.

"¿Por qué? ¿Por su salud?", respondió Amelia.

"No. Estaba rezando para que llegaras pronto", le dijo el pastor.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Amelia no pudo evitar echarse a llorar. Cuando eran pequeñas, Miya siempre le pedía que le tomara la mano cuando estaba enferma. Probablemente, su hermana también se acordaba y la quería a su lado en ese momento en particular.

"Hola, Miya. No te preocupes. Estoy aquí", susurró, tomando la mano de su hermanita mientras dormía. Se comprometió a ayudarla a recuperarse, permaneciendo a su lado y pagando las medicinas y las facturas del hospital.

Cuando Miya recobró el conocimiento, Amelia se ofreció a llevarla a casa para que pudiera recuperarse del todo. El pastor venía a menudo a visitarla y a rezar por ella para ayudarla en su recuperación, junto a un hombre apuesto que aparentaba tener unos 30 años.

"Hola, soy James", se presentó el hombre a Amelia. "Soy el que te llamó el otro día para decirte que Miya estaba enferma. Soy su vecino. Quería saber si estaba bien. Soy un buen amigo del pastor William", dijo.

Amelia se sintió inmediatamente atraída por él. Miya conocía muy bien a su vecino y se dio cuenta de que James también se estaba sintiendo atraído por su hermana.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Miya decidió hacer de celestina entre su hermana y su vecino. Mientras se recuperaba en la cama, hablaba con los dos y fingía quedarse dormida. Entonces, Amelia y James se hablaban y se conocían más.

Un día, cuando Amelia salió de la habitación, Miya le insinuó a su vecino que sabía que le gustaba su hermana. James le sonrió tímidamente y le dijo que no se lo contara a Amelia. "Tú también le gustas, ¿sabes? Soy su hermana. Me doy cuenta...", reveló la enferma.

Desde entonces, James empezó a mostrar a Amelia sutiles señales de que estaba interesado en ella. La mujer decidió darle una oportunidad y finalmente empezaron a salir.

Aunque Miya regresó a casa tras recuperarse del todo, Amelia prometió que nunca más perderían el contacto y declaró que todos los domingos serían "el día de las hermanas". Pasaría el día juntas, comiendo y haciendo cosas divertidas.

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James visitó a Amelia después de que Miya se fuera a casa y la ayudó a limpiar. Mientras lo hacía, se encontró con una caja que contenía un montón de cosas diversas. Al abrir las solapas, en la parte superior estaban las llaves del coche.

"¡Mira!, he encontrado las llaves de tu coche", le dijo mientras la abrazaba por la espalda. Las puso en sus manos y ella sonrió con incredulidad.

"Oh, ¡qué tonta fui!", negó con la cabeza. La caja era el único lugar donde no había buscado sus llaves aquel día. No podía creer que hubiera sido James quien la encontraría un par de semanas después.

"Eres mi oración contestada", le dijo, abrazándolo.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Dios responde a tus oraciones. Puede que no las responda como tú quieres, pero las responde de la mejor manera para ti. Amelia había estado rezando para que el amor llegara en su vida. Finalmente, Dios respondió a sus oraciones. No solo encontró un hombre ideal, sino que también reconstruyó la relación con su hermana. De ser una mujer ocupada con su carrera, pasó a ser una mujer entusiasmada por vivir la vida con las personas que amaba.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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