Camarera de bar se mensajea con desconocido, haciéndose pasar por mujer que él conoció allí una vez, hasta que él la invita a salir - Historia del día
Nelly está desesperada por encontrar el amor, pero teme no encontrar nunca a la persona adecuada. Al ver que la gente a su alrededor encuentra el amor, se da cuenta de que una chica deja plantado a un hombre al que a ella le encantaría conocer. Nelly decide dejarle una nota, haciéndose pasar por la otra chica, para tener la oportunidad de hablar con él.
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En el mostrador de un bar local, una camarera de treinta años llamada Nelly limpiaba vasos. Como de costumbre, charlaba con su colega, Ron, el camarero, durante los momentos libres entre el servicio y la toma de pedidos.
Ron servía copas a los clientes mientras charlaba con Nelly. "A ver si lo entiendo. No te gusta ir a los clubes porque son demasiado ruidosos", dijo Ron enarcando una ceja.
"Sí, así es", respondió Nelly con seguridad, limpiando un vaso hasta que quedó reluciente.
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Meneando la cabeza, Ron siguió enumerando sus argumentos. "No te gusta ir a citas a ciegas porque llevan demasiado tiempo y no las disfrutas...".
"Sí, eso también es cierto, no me gustan", asintió Nelly, colocando el vaso limpio en el estante.
"Y no quieres registrarte en sitios de citas porque hay demasiados bichos raros. Pero sigues queriendo encontrar al amor de tu vida, ¿verdad?".
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Dijo Ron con tono sarcástico, sonriendo satisfecho mientras se servía una cerveza.
"Bueno, eso es más o menos...". respondió Nelly, dándose cuenta de adónde quería llegar Ron. Suspiró, sintiéndose un poco a la defensiva.
"Entonces, ¿cómo esperas que te encuentre tu príncipe si lo único que haces es trabajar y leer libros en casa?", preguntó Ron, apoyándose en la encimera, con los ojos brillándole de forma divertida.
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"En los libros que tanto te disgustan, el príncipe siempre encuentra la manera", replicó Nelly, cruzándose de brazos.
"Quizá por eso se llaman libros. La vida real es diferente" -añadió Ron riendo mientras volvía a su trabajo y le pasaba la bebida a un cliente.
Nelly sabía que Ron tenía razón. Con poco más de treinta años, no podía presumir de mucha experiencia personal.
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A medida que envejecía, le resultaba cada vez más difícil conocer gente nueva y reunir el valor necesario para entablar relaciones.
Sintió una punzada de frustración. ¿Por qué su vida no podía parecerse más a las historias que leía? Ansiaba una conexión, pero sus miedos e inseguridades la frenaban.
El bar estaba poco iluminado y se oía el murmullo de las conversaciones y el tintineo de las copas. Nelly miró a su alrededor, fijándose en los clientes habituales y en algunas caras nuevas.
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Le encantaba su trabajo, pero a menudo la hacía sentirse aún más aislada. Veía a la gente ir y venir, riendo y relacionándose mientras ella permanecía al margen, limpiando sus desastres.
De repente, Nelly se fijó en un hombre que intentaba ligar con una hermosa mujer en el mostrador.
Le pareció muy interesante porque la cara del hombre parecía muy genuina y amable, y le gustó cómo se acercaba nerviosamente a la mujer. Nelly decidió acercarse un poco más para escuchar a escondidas.
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"Perdona... Eres muy guapa. ¿Puedo invitarte a un cóctel?", preguntó el hombre, con la voz ligeramente temblorosa.
Estaba claro que la mujer no estaba impresionada. Le miró lentamente de arriba abajo y contestó de mala gana: "Bebo martinis...".
El hombre se volvió hacia Ron y, mostrando dos dedos, dijo: "Dos martinis, por favor".
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Volviéndose hacia la mujer, continuó, y Nelly trató de observar discretamente a la pareja porque sentía mucha curiosidad por el hombre.
"Me llamo Peter", dijo, sonriendo nerviosamente.
"Mónica", respondió la mujer, sin apenas establecer contacto visual.
Nelly observó cómo Peter intentaba mantener la conversación, pero tenía claro que la mujer no estaba interesada.
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Sólo quería los cócteles gratis. Peter siguió hablando, preguntando a Mónica por sus películas y aficiones favoritas, pero sus respuestas eran breves y desinteresadas. Seguía mirando alrededor del bar, con cara de aburrimiento.
Unos minutos después, tras volver al mostrador de una de sus rondas, Nelly se dio cuenta de que la mujer había abandonado el bar, pero Peter seguía sentado en el mostrador, mirando a su alrededor como si la esperara.
Nelly se acercó a Ron y le susurró, señalando a Peter: "¿A qué espera? Se ha ido".
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"La oí decir que iba al baño. Le mintió y se fue a casa. Clásico. ¿Por qué te importa?"
"No me importa, sólo curiosidad...".
Nelly sintió mucha pena por Peter. Vio la genuina bondad en sus ojos y sintió una punzada de empatía. No se merecía que lo trataran así.
Mientras él estaba en el baño, ella hizo algo que no esperaba de sí misma. Cogió un bolígrafo y escribió una nota en una servilleta.
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"Lo siento, Peter, tenía que irme... Ha sido un placer hablar contigo. Aquí tienes mi número. No dejes de mandarme mensajes".
Escribió su número, lo colocó bajo el vaso de Peter y se marchó. Cuando Peter volvió, vio la nota y la leyó, e inmediatamente se le iluminó la cara con una sonrisa. Pagó la cuenta y salió del bar, agarrado a la servilleta como a un salvavidas.
Ron miró sorprendido a Nelly y le preguntó: "¿Qué pretendes?".
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"Nada", respondió Nelly con una sonrisa. Pero en su interior sintió un aleteo de excitación. Estaba impaciente por ver qué ocurriría a continuación.
Aquella noche, en casa, Nelly no dejaba de mirar el móvil, sabiendo que había hecho algo mal. No debería haber escrito nada. Sólo había engañado a Peter y, desde luego, no había mejorado las cosas.
Debería haberse acercado a él ella misma si quería conocerlo, pero eso era lo más aterrador que podía imaginarse. Nunca se habría atrevido.
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La mente de Nelly se agitó mientras repasaba los acontecimientos del día. Sabía que debería haber sido sincera desde el principio, pero el miedo se había apoderado de ella.
Ahora estaba atrapada en una telaraña que ella misma había creado, y la ansiedad la carcomía.
De repente, Nelly oyó la notificación de un mensaje. Era Peter.
"¡Hola de nuevo, Mónica! Siento que hayas tenido que irte. Me ha gustado mucho hablar contigo. ¿Estás bien?"
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Al ver el mensaje, Nelly se quedó de piedra. No sabía qué hacer. No podía simplemente no responder. Quizá había llegado el momento de confesarlo todo y decirle la verdad a Peter. Sus dedos se cernían sobre el teclado, con el corazón latiéndole con fuerza.
Pero Nelly no pudo resistirse a coger el teléfono y ver el mensaje. Le hizo sentirse deseada, y se dio cuenta de lo mucho que echaba de menos la atención y la comunicación.
Y aquí estaba un hombre amable, educado y atractivo enviándole un mensaje. Nelly siguió respondiendo, haciéndose pasar por Mónica.
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Coquetearon y bromearon, saltando de tema en tema, y a veces Nelly incluso olvidaba que estaba fingiendo ser otra persona. Cada mensaje de Peter le arrancaba una sonrisa y esperaba ansiosa sus respuestas.
Peter: "¿Cuál es tu película favorita, Mónica?".
Nelly: "¡Qué difícil! Probablemente 'The Notebook', ¿Y tú?"
Peter: "Soy un gran fan de 'Inception'. Es alucinante, pero genial".
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Su conversación fluyó sin esfuerzo, y Nelly sintió que crecía la conexión. Pero el sentimiento de culpa persistía, un recordatorio constante de su falta de honradez.
Por mucho que disfrutara hablando con Peter, sabía que no podía durar para siempre.
Pero al final, el humor juguetón cambió a un momento de conmoción que casi le paró el corazón. Vio un mensaje de Peter.
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"Tengo muchas ganas de volver a verte. ¿Qué te parece mañana por la noche? Conozco un restaurante estupendo cerca de aquí".
A Nelly se le cortó la respiración. La realidad de su situación se abatió sobre ella.
Esperaba que no llegara ese momento, pero en el fondo sabía que era inevitable. Su mente bullía con posibles excusas, formas de evitar la confrontación que tanto temía.
Sin pensarlo, Nelly respondió: "¡Sí, claro! Estaré allí a las siete". Pero la comprensión la devolvió rápidamente a la realidad.
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Tarde o temprano, tenía que ocurrir, y ahora tendría que decir la verdad. Después de tanto engaño, era imposible que aquello saliera bien.
Aquella noche, Nelly apenas durmió. Daba vueltas en la cama y su mente se llenaba de fantasías sobre cómo podría ir el encuentro con Peter.
Imaginó su decepción, su ira y el dolor en sus ojos cuando se diera cuenta de que ella no era Monica. Era un pensamiento atormentador, pero sabía que tenía que afrontarlo.
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El día pasó deprisa y pronto Nelly miró el reloj del bar, dándose cuenta de que le quedaba menos de media hora para encontrarse con Peter y todo habría terminado.
Su corazón se aceleró al pensar en lo que estaba a punto de hacer. Nunca se había sentido tan nerviosa.
Cuando terminó su turno, fue al baño y se puso un vestido sencillo pero elegante que había traído. Respiró hondo, se miró en el espejo e intentó reunir el valor que necesitaba.
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Mientras Nelly caminaba hacia el lugar de la reunión, su mente se llenó de mil pensamientos. No dejaba de pensar en lo que diría y en cómo reaccionaría Peter.
¿Se enfadaría? ¿Se sentiría traicionado? No tenía ni idea de qué esperar, pero sabía que tenía que ser sincera.
Al acercarse al lugar designado, lo vio. Vestido de traje y con un ramo de flores a la espalda, Peter miraba nervioso a su alrededor.
A Nelly se le encogió el corazón al ver la esperanza y la emoción en su rostro. Estuvo a punto de darse la vuelta, pero entonces recordó cómo había empezado todo esto y lo dolido que se sentiría Peter si no aparecía nadie.
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Respiró hondo y dio el primer paso confiada hacia él.
"Hola, Peter" -dijo con cautela.
Peter se volvió hacia ella, con cara de confusión. "Hola... ¿Nos conocemos?".
Nelly sintió un nudo en la garganta, pero sabía que tenía que superarlo. "Tenemos que hablar", dijo en voz baja. "No soy quien crees que soy".
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Los ojos de Peter se abrieron de sorpresa, pero no dijo nada. Se limitó a mirarla, esperando una explicación.
Nelly volvió a respirar hondo y empezó a explicárselo todo. Le contó cómo le había visto en el bar y le había dejado la nota.
Le explicó sus sentimientos y cómo se había sentido atraída por sus ojos amables y gentiles. Confesó que, a diferencia de la chica del bar, ella le valoraba y daría cualquier cosa por estar en el lugar de aquella chica.
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Peter bajó las manos mientras ella hablaba y su rostro mostró conmoción. No parecía disgustado, pero sin duda estaba sorprendido. Una situación así era inimaginable.
"Por favor, perdóname. He actuado fatal. Lo siento mucho. Probablemente ya no quieras verme. No podía dejarte aquí sin explicarte la verdad" -dijo Nelly, con lágrimas en los ojos.
Se dio la vuelta para marcharse, deseando huir lo antes posible. Estaba asustada y avergonzada. Pero, de repente, sintió que Peter la agarraba de la mano.
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"Por favor, no te vayas", le dijo suavemente.
Nelly se volvió hacia él, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. "Claro que estoy sorprendida por cómo ha salido todo, y no me alegro de haber sido engañado. Pero tus palabras... Creo que tus intenciones eran buenas".
Nelly sintió que la inundaba una oleada de alivio. Sus emociones la abrumaban y no sabía qué decir.
"La mesa ya está reservada... Sería una pena desperdiciar una oportunidad así" -dijo Peter con una sonrisa, señalando el restaurante con la cabeza.
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Nelly, conteniendo a duras penas las lágrimas, asintió. Entraron juntos, y Nelly no pudo evitar sentir que aquello era el principio de algo nuevo.
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Fue una coincidencia que reunió a dos personas que de otro modo nunca se habrían conocido.
Cuando se sentaron y empezaron a hablar, Nelly sintió una sensación de esperanza que no había sentido en mucho tiempo. Quizá, sólo quizá, este giro inesperado podría conducir a algo hermoso.
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