Niña se burla de niño que no trajo regalo de Navidad al colegio: lo visita mientras él lee su carta a Santa - Historia del día
Una niña se estaba burlando de un compañero de clase por no haber llevado un regalo para la celebración de Navidad en el colegio hasta que su maestra le mostró la carta que había dejado en su escritorio.
Todos los niños en el salón de clases estaban emocionados cuando entraron con grandes y hermosos regalos en sus manos. Era la celebración de Navidad en el colegio y harían el juego de Santa Secreto. El día finalmente había llegado. Los niños estaban ansiosos por saber lo que sus Santas Secretos habían planeado regalarles.
Pero mientras todos sentían un poco de alegría, un poco de timidez y mucha codicia con la esperanza de obtener el mejor regalo, Bobby estaba sentado en un rincón, con un sobre en sus manos, los ojos llorosos, y sintiéndose mal consigo mismo.
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“Entonces, niños”, dijo su maestra, la Sra. Torres. “¿Están todos listos?”.
“¡Sí, maestra Torres!”, dijeron los niños con voz fuerte y la maestra sonrió.
“¡Está bien! Vamos a comenzar. Veamos... ¿Quién quiere ir primero?”.
“¡Yo! ¡Yo!”, decían varios de los niños emocionados mientras levantaban sus manos, pero la mirada de la Sra. Torres se posó en Bobby, que estaba sentado en silencio en medio de todo el caos.
“Bueno”, dijo ella después de una pausa. “Creo que Bobby puede ir primero, y luego lo seguiremos... Bobby, ¿estás listo, cariño?”.
Toda la clase se giró para mirar al chico, pero él estaba cabizbajo y no levantó la mirada.
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“¿Estás bien, niño?”, preguntó la maestra gentilmente mientras se acercaba a su escritorio. “Tienes el nombre de la persona a la que le vas a dar tu regalo, ¿no?”.
Bobby asintió lentamente y dijo en voz baja: “Es Sally. Pero no tengo un regalo para ella... solo una carta...”.
“¡Ah, no hay problema! ¡Estoy segura de que ella lo entendería!”, dijo la Sra. Torres con voz alentadora. “¿Vamos para que se la des?”.
Así que Bobby hizo eso. Se levantó de su pupitre, caminó hasta el de Sally y le entregó la carta.
“Lo siento, Sally”, dijo Bobby. “No tengo un regalo para ti, pero te escribí una carta”.
“¿Que escribiste qué?”, preguntó ella con tono desdeñoso. “¿No pudiste comprarme un regalo? ¡Este juego es el Santa Secreto, Bobby!”.
“Lo siento...”, dijo él con tristeza. “No pude comprarte un regalo”.
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“¡TE ODIO!”, gritó la niña. “¡Recibí tu nombre! Mi papá te compró un lindo regalo, ¿pero tú no compraste nada para mí?”.
“Te traje una carta”, contestó Bobby. “¡La hice yo mismo! Dibujé a Santa y sus renos para que se viera bien porque te encantan los renos”.
“¡Eww!”, gritó Sally, asqueada. “¡Es horrible! ¡Chicos, Bobby es tan pobre que ni siquiera pudo comprarme un regalo!”.
En ese momento intervino la maestra Torres. “¡Sally, cariño, eso es de mala educación!”, dijo. “Está bien si no quieres aceptar la carta de Bobby, pero no debes ser mala con él. ¡Pídele perdón ahora mismo!”.
“¡NO!”, gritó la niña. “¡No le pediré perdón! ¡Me arruinó el día! ¡No es mi problema si es pobre! ¡Él podía ir a mendigar en las calles para reunir el dinero!”.
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Bobby volvió a su asiento llorando y todos en el salón de clases estaban en un silencio incómodo. La Sra. Torres le dijo a Sally que quería reunirse con sus padres al día siguiente y les pidió a los otros niños que continuaran con el juego.
Al final del día, cuando todos salieron de la clase, la maestra Torres se topó con la carta en el pupitre de Bobby.
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La docente, curiosa, recogió la carta y suspiró. “Sally fue muy grosera con él. El pobre chico debe haberse sentido muy mal”, pensó.
Poco después, la Sra. Torres comenzó a leer la carta. Cuando terminó, no pudo contener las lágrimas. Salió corriendo de la clase para ver si Bobby todavía estaba allí, pero no pudo encontrarlo. Sin embargo, vio a Sally y decidió hacerla leer el escrito.
“¡Sally!”, gritó. “¿Te importaría regalarme un momento, cariño?”.
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La niña se dio la vuelta y frunció el ceño. “Mire, Sra. Torres, si se trata de Bobby, ¡no quiero hablar!”.
“Sally”, dijo la maestra, acercándose a ella. “Deberías leer lo que Bobby escribió para ti. Creo que cambiarás de opinión”.
Sally no quería hacerlo, pero la docente la convenció. Cuando la niña leyó la carta, empezó a llorar.
La carta decía:
“Lo siento, Sally. ¡Soy el peor Santa Secreto del mundo! Eres una niña agradable, eres mi compañera de clase y me siento muy mal por no poder comprarte un regalo. Sally, mi mami está muy, muy enferma. Ella está enferma del corazón, no puede caminar y tiene que operarse. Tiene una silla de ruedas vieja que pertenecía a mi abuelo y la usa para poder movilizarse.
Había ahorrado dinero para tu regalo en mi alcancía, pero no pude usarlo para eso. ¡Tengo que dárselo a mami! Ella se mejorará. Cuando esté bien, le pediré que te compre un reno de juguete. Te encantan los renos. Lo sé. Dibujé uno para ti en la parte de atrás de la carta.
Deseo que tú y tu mami siempre sean felices. Espero que nunca veas a tu mamá triste. Espero que ella te ame. ¡Ese es mi deseo para ti! Espero que el verdadero Santa que ama a todos los niños haga realidad todos tus sueños.
Bobby”.
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“¿Su mami está enferma, Sra. Torres?”, preguntó Sally con tristeza mientras terminaba de leer. “¡Extraño a mi mamá! ¡Ella se convirtió en un ángel cuando yo era una bebé!”.
“Sí, la mamá de Bobby está enferma, cariño”, dijo la Sra. Torres.
“Maestra, tenemos que ayudarlo”, dijo la niña. “Fui muy mala... fui muy mala con él...”, agregó Sally, comenzando a llorar.
La Sra. Torres la abrazó. “¡No, cariño! ¡No eres una niña mala!”, exclamó, acariciando el suave cabello de Sally.
“Tienes un corazón hermoso. Entiendes la situación de tu compañero y quieres ayudarlo. Tengo una idea: ¿Qué tal si te disculpas con él cuando venga a la escuela mañana? Te lo agradecerá”.
“Lo haré, maestra”, dijo la niña mientras seguía sollozando. “¡Quiero ser una niña buena!”.
Al día siguiente, cuando Bobby llegó a clase, Sally caminó hasta su escritorio y le dijo: “Encontré tu carta después de que saliste del salón de clase y la leí. Lo siento mucho, Bobby. No tengo mamá y la extraño mucho. Me sentí muy mal por lo que te dije”.
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Bobby mostró una gran sonrisa. “¡No te preocupes! ¿Te gustaron los renos?”, preguntó el niño.
Ella sonrió. “¡Estaban muy feos!”, dijo riendo. “¡Pero me encantaron! ¡Gracias!”.
Después de eso, Bobby y Sally se hicieron amigos.
Más tarde ese día, Sally y su papá visitaron la casa del chico con una bolsa llena de regalos, insumos médicos y un sobre.
“Sally y yo estaríamos agradecidos si pudieran aceptar esto”, le dijo el padre de la niña, Miguel, a los padres de Bobby, Linda y Darío. “Sally me informó que la madre de Bobby necesita una operación de corazón y nos gustaría ayudar”.
Linda estaba desconcertada. “No podemos aceptar todo esto... eso estaría mal. No tiene que hacer esto, señor”.
“Mi esposa tiene razón”, dijo Darío. “Agradecemos su preocupación, pero no podemos aceptar esto”.
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“Por favor”, insistió Miguel. “Conozco el dolor de ver sufrir a un ser querido... mi esposa falleció poco después del nacimiento de Sally. Por favor, acepten por nuestro bien. Realmente lo agradeceríamos. Además, es Navidad y podemos considerarlo como algo que Santa querría que hiciéramos”.
El padre de Sally convenció a los padres de Bobby de que aceptaran los regalos y el sobre, que contenía dinero para la cirugía de Linda. Cuando la madre del niño se recuperó, sus vidas cambiaron.
Sally comenzó a pasar tiempo con los padres de su amigo y ya no sentía que no tenía madre. Había encontrado un mejor amigo en Bobby y una madre amorosa en Linda.
¿Qué podemos aprender de la historia?
- El corazón de un niño es tierno y el amor lo conquista: Sally se sintió mal consigo misma después de descubrir la verdadera razón por la que Bobby no había podido comprarle un regalo para el Santa Secreto. Ella extrañaba a su difunta mamá y se sintió mal al ver a su compañero triste por la situación de su madre, así que se disculpó y decidió ayudarlo.
- No debes juzgar a las personas hasta saber lo que están pasando: Sally se sintió muy mal por haberse portado grosera con Bobby. No sabía por qué no le había comprado un regalo y cuando se enteró del motivo se disculpó.
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