Tras la llamada de un desconocido, la reciente historia de amor de una mujer se convierte en un drama - Historia del día
"Todos los hombres son mentirosos". Con estas palabras, Violeta puso fin a su programa de radio. Sus experiencias vitales y las innumerables historias que escuchaba de sus oyentes lo habían demostrado. Pero, una cita con un compañero de trabajo la hizo cuestionarse su creencia. Tras la llamada de un desconocido, se convenció de que siempre había tenido razón.
Violeta estaba cómodamente sentada en su silla, ligeramente inclinada hacia el micrófono en el acogedor estudio poco iluminado de una emisora de radio local.
El suave zumbido del equipo y el tenue zumbido de las luces del panel de control proyectaban un cálido resplandor dorado por toda la habitación.
Frente a ella estaba James, su copresentador, con una postura más relajada y los dedos golpeando rítmicamente la mesa mientras escuchaban la voz que crepitaba por los altavoces.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
"Se está alejando de mí...". La voz de Susan tembló y se oyó un sollozo ahogado.
"No sé qué hacer. Ya apenas hablamos. Nunca pensé que acudiría a un programa de radio en busca de consejo, pero no tengo a nadie más que me escuche".
Violeta se ajustó los auriculares y su expresión se suavizó.
"No te preocupes, Suzy, ¿verdad? ¿Así te llamas?"
Su voz era tranquila, como el ritmo constante de los latidos de un corazón, ofreciendo consuelo a través de la estática.
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"Sí, soy Susan" -confirmó la interlocutora, con la respiración entrecortada.
"Bueno, Suzy, por eso tenemos este segmento: para ayudar a personas como tú con problemas de pareja. Gracias por compartir tu historia. Es muy valiente por tu parte".
Susan dudó antes de preguntar: "Entonces... ¿qué crees que debería hacer, Violeta?".
Violeta se enderezó en la silla, con un tono agudo pero controlado.
"Lo mismo que digo siempre: olvídalo. O te está engañando o te está tomando el pelo. En cualquier caso, te mereces algo mejor".
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James levantó la cabeza y la miró enarcando una ceja.
"Violeta, quizá no deberíamos sacar conclusiones precipitadas. Podría ser cualquier cosa: estrés en el trabajo, problemas personales. Quizá no sepa cómo comunicarse".
Violeta lo miró de reojo.
"O quizá tenga una amante", dijo secamente. "No lo endulcemos. Todos los hombres son mentirosos".
La tensión se mantuvo durante un momento, pero Violeta se volvió rápidamente hacia el micrófono, con su sonrisa profesional en su sitio.
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"Gracias por sintonizarnos, amigos. Disfruten de la siguiente canción". Accionó el interruptor, cortando los micrófonos.
La música llenó el estudio y Violeta se echó hacia atrás, con una leve sonrisa en los labios.
James, sin embargo, sacudió ligeramente la cabeza, inseguro de si debía rechazarla o dejarla pasar.
Las luces del estudio se atenuaron ligeramente cuando el silencio del final del turno se apoderó de la sala.
Violeta recogió sus cosas: el cuaderno, los auriculares y una gran bufanda que se echó al hombro.
Se movió con su eficacia habitual, pero su mente ya estaba en la comodidad del hogar y en una taza de té caliente.
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James se quedó junto a la consola, cambiando el peso de un pie a otro.
Su habitual actitud despreocupada parecía ausente, sustituida por un notable nerviosismo. Finalmente, se acercó y carraspeó.
"Hoy has sido despiadada con los hombres, como siempre" -dijo, mostrándole una sonrisa tímida. Su intento de humor fue recibido con una ceja levantada.
Violeta se detuvo y lo miró.
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"Llevas aquí seis meses, James", respondió rotundamente. "Creía que ya te habrías dado cuenta de lo que espera nuestro público".
"Entonces, ¿es sólo por los índices de audiencia?", preguntó James, ladeando la cabeza.
"¿De verdad no te crees todo eso?".
Violeta se encogió de hombros, con una expresión ilegible.
"Nunca he dicho eso. ¿Qué quieres, James? Estaba a punto de irme a casa".
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James se frotó la nuca, mirando a cualquier parte menos a ella. "Bueno... quería preguntarte...". Sus palabras se interrumpieron al flaquear su confianza.
"Escúpelo", dijo Violeta, sonriendo ligeramente, divertida por su torpeza. "Se supone que hablar es tu trabajo".
Él soltó una risita nerviosa, con la cara enrojecida. "¿Te... gustaría tener una cita conmigo?".
"¿Una cita?" Violeta parpadeó, sorprendida. "¿Como una cita?"
"Sí, exactamente. Hay un sitio cerca que creo que te gustaría".
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Violeta vaciló, cambiando de sitio la bolsa que llevaba al hombro. "James, sabes que no me gustan las citas".
"Porque crees que todos los hombres son unos mentirosos, ¿no?", se burló James. Su tono era ligero pero atrevido. "Déjame demostrarte que no todos somos tan malos. Algunos somos casi siempre honestos".
"¿Algunos?", repitió Violeta, riéndose a su pesar. "De acuerdo. Pero no esperes milagros".
"Con eso me basta", dijo James, y su sonrisa se ensanchó mientras cogía el abrigo.
El pequeño restaurante parecía una joya escondida, el tipo de lugar con el que nunca tropezarías a menos que alguien te lo enseñara.
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La luz de las velas parpadeaba en todas las mesas, proyectando tonos cálidos y dorados por toda la sala, mientras las suaves notas de jazz en directo flotaban en el ambiente.
Los músicos, escondidos en un rincón, tocaban como si formaran parte del latido de la sala, y sus suaves melodías hacían que el espacio se sintiera vivo y a la vez relajante.
James acercó una silla a Violeta, sus movimientos eran naturales, no forzados. Violeta enarcó una ceja, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa mientras se sentaba.
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"Veo que la caballerosidad no ha muerto", bromeó.
"Bueno, lo intento", dijo James con una sonrisa, sentándose frente a ella.
Violeta miró a su alrededor, observando el acogedor entorno.
"Este sitio es encantador", admitió. "No sabía que aún existieran sitios así".
"A juzgar por la expresión de tu cara, no vas a menudo a sitios así", dijo James, inclinándose ligeramente hacia delante, con tono juguetón.
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"No salgo a menudo, eso seguro", replicó Violeta, alisando la servilleta sobre su regazo.
"¿De verdad? Cuesta creerlo. ¿Una locutora de radio y semejante belleza? Debes de tener admiradores".
Las mejillas de Violeta se sonrosaron y le hizo un gesto para que se callara.
"Basta ya. Solía tener citas, pero lo dejé hace mucho tiempo. Siempre me pareció una pérdida de tiempo".
James ladeó la cabeza, con un destello de curiosidad en los ojos. "¿Por qué?"
Violeta dudó antes de contestar.
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"Después de lidiar con la traición, las mentiras y oír todas esas historias en el programa... Me cuesta seguir creyendo en el amor".
La expresión de James se suavizó.
"Bueno -dijo suavemente-, no todos somos tan malos".
"Todos los hombres dicen eso", suspiró Violeta, reclinándose en la silla.
James se rió, pero no insistió más. En lugar de eso, empezó a contar historias de su infancia, pintando vívidas imágenes de sus torpes aventuras que hicieron reír a Violeta.
La conversación pasó con naturalidad de las anécdotas divertidas a reflexiones más profundas sobre sus vidas.
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Violeta se relajó de una forma que no esperaba, bajando la guardia con cada risa compartida.
"¿Lo ves?", dijo James, sonriendo mientras ella se enjugaba las lágrimas de risa. "No es tan malo pasar tiempo conmigo, ¿verdad?"
"No te adelantes a los acontecimientos", replicó Violeta, aunque su sonrisa traicionaba sus palabras.
James se levantó, haciendo un gesto hacia el baño. "Ahora vuelvo. Pero quiero oír el resto de tu historia sobre el pájaro cuando vuelva".
"Date prisa, o se me olvidará", gritó Violeta tras él, aún riéndose mientras bebía un sorbo de agua.
Sólo con fines ilustrativos. | Fuente: Midjourney
Su teléfono zumbó sobre la mesa, interrumpiendo sus pensamientos.
Frunció el ceño ante el número desconocido y dudó, pero la curiosidad pudo con ella.
"¿Diga?", contestó.
"Hola, soy Jane", dijo una voz vacilante al otro lado.
"Siento llamar tan tarde, pero James no ha vuelto a casa y tu número es el único que he encontrado. ¿Está contigo?"
"¿Jane?", preguntó Violeta, con la voz repentinamente tensa. "¿Eres su hermana?"
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"¿Hermana? No, soy su novia", replicó bruscamente Jane, las palabras cortaron el aire como un cuchillo.
Violeta se quedó helada y el calor de la noche se esfumó. El corazón le latía con fuerza mientras las palabras de Jane resonaban en sus oídos.
Sin responder, colgó, con las manos temblorosas.
Cogió el bolso, la bufanda y el abrigo y salió a paso ligero del restaurante, dejando atrás la luz de las velas, la música y al hombre que creía que podía haber sido diferente.
Al día siguiente, en la emisora de radio, Violeta entró en el estudio con su paso rápido habitual, con la bufanda suelta alrededor del cuello.
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Sin embargo, su expresión era cualquier cosa menos la habitual. Era fría, distante, como una puerta cerrada de golpe.
Evitó mirar a James, que ya estaba en el panel de control, ajustando los niveles y canturreando suavemente para sí mismo.
"Hola, Violeta" -dijo James, con voz ligera. Levantó la vista con una sonrisa, pero ésta vaciló cuando ella pasó a su lado sin siquiera mirarlo.
"Anoche estaba preocupado por ti. Te fuiste tan de repente. Intenté llamarte...".
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"Estoy bien", interrumpió Violeta, con un tono cortante. No dejó de moverse y dejó la bolsa en el suelo con una fuerza deliberada.
James frunció el ceño y dio un paso cauteloso hacia ella.
"¿He hecho algo malo?", preguntó vacilante, ahora con voz más baja.
"Dímelo tú", espetó ella, mirándole por fin a los ojos con una mirada gélida. "O pregúntaselo a Jane".
El nombre le cayó como una bofetada y frunció el ceño. "¿Jane? ¿De qué la conoces?"
"Tu novia me llamó" -dijo ella con frialdad-. "Quería saber cuándo llegarías a casa. No te preocupes, no te he entretenido demasiado".
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"Violeta, espera...", empezó James, levantando las manos como si quisiera detener la tormenta invisible que se estaba gestando entre ellos.
"Una palabra más -interrumpió Violeta, su voz atravesando la habitación como una cuchilla- y estarás buscando un nuevo trabajo".
James se quedó paralizado, con la boca entreabierta, y luego la cerró. Asintió con rigidez y volvió a sentarse, con los hombros ligeramente caídos.
El día transcurrió en un silencio glacial.
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A media tarde, Violeta notó algo extraño. James no parecía un hombre atrapado en una mentira; parecía realmente disgustado.
Su rostro estaba pálido, su expresión distante, como si el peso del mundo recayera sobre sus hombros.
La curiosidad la corroía. Al final del día, se encontró siguiéndole cuando salía del edificio.
Cerca de la entrada de la estación, una mujer joven esperaba de pie. Tenía los brazos cruzados y una expresión de ira y desesperación.
"¡James! Tenemos que hablar", gritó la mujer, acercándose.
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James se detuvo bruscamente y suspiró. "No tenemos nada de qué hablar, Jane" -dijo, con voz firme pero cansada. "Ya te lo he dicho: hemos terminado. Han pasado meses. ¿Por qué no lo dejas ya?".
"¡Pero si te quiero! ¡Nadie te querrá nunca como yo! Ni siquiera tu compañera de trabajo", gritó Jane, con la voz quebrada.
"¡Ya basta!", espetó James. "Por las mentiras que le dijiste, Violeta ni siquiera me mira. Estoy harto, Jane. No te metas en mi vida".
Jane rompió a llorar, sus hombros temblaron mientras suplicaba por última vez, pero James no cedió.
Finalmente, subió a su coche y se marchó, dejando a James solo. Se hundió en los escalones del edificio, enterrando la cara entre las manos.
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Violeta dudó antes de dar un paso adelante. "James...", dijo en voz baja. "Lo he oído todo".
Él levantó la vista, con los ojos cansados pero tranquilos. "Ahora ya sabes lo que intentaba explicarte", dijo.
"Lo siento", dijo Violeta en voz baja, llena de auténtico pesar. "¿Pero puedes culparme por suponer lo peor?".
"No. Pero no sólo los hombres pueden mentir, como puedes ver".
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Logró esbozar una leve sonrisa, sus defensas se suavizaron.
"Puede que no. ¿Lo intentamos de nuevo?"
James se enderezó y una pizca de esperanza volvió a su rostro.
"¿Por qué no?" -respondió él, con una pequeña sonrisa en los labios. "Después de todo, esta noche ya ha estado llena de sorpresas".
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Este artículo está inspirado en historias de la vida cotidiana de nuestros lectores y escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o lugares reales es pura coincidencia. Todas las imágenes tienen únicamente fines ilustrativos. Comparte tu historia con nosotros; tal vez cambie la vida de alguien. Si quieres compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.