Hasta sus últimos días, perro caminaba 7 kilómetros diarios para saludar a las personas
La pesada figura aparecía a la vista poco después del amanecer. Su ritmo era constante, su resolución estaba determinada en sus cuatro millas caminando por la autopista 84.
Bruno, era un perro errante que amaba a su familia, pero también caminaba a la ciudad todos los días para saludar a sus amigos.
"Fue su rutina desde que tengo memoria", dice Sharon Rouse, que observaba las llegadas de Bruno desde la ventana de la oficina de Hansen Realty, donde trabaja en el mostrador de recepción, según kare 11.
Durante la mayor parte de los últimos 12 años, Bruno estuvo dando una caminata diaria de casi cuatro millas a Longville, daba vueltas por la ciudad, y luego regresaba a casa con sus dueños, Larry y Debbie LaVallee.
"La primera vez que lo vi en la ciudad, casi me golpea", se ríe Larry LaVallee, que utilizó la recolección de basura de Longville. "Estaba recogiendo basura en el camino, y llegué a la ciudad, no estuve allí cinco minutos, y ahí estaba Bruno".
Bruno fue un vagabundo desde el principio. Un hombre vino a su puerta con el cachorro en brazos y le dijo que había encontrado a su perro. Erróneamente aquel hombre pensó que les pertencía a los LaVallee.
Desde entonces el animal empezó a salir y visitar el pueblo. La familia se acostumbró a las constantes llamadas para reportarles que habían encontrado a su perro y a la sorpresa de la gente cuando ellos respondían que lo dejaran ir pues él sabía volver solo a casa.
Bruno hacía su ronda en Longville, con paradas en el ayuntamiento, la biblioteca, la heladería, varias oficinas de bienes raíces y la tienda de comestibles de Tabaka, donde los trabajadores del deli lo saludaban por la puerta trasera con restos de carne que le habían guardado.
"Es nuestro amigo, cuidamos de él de la mejor manera posible", dijo Patrick Moran, dueño de una oficina inmobiliaria en la ruta de Bruno”.
Los LaVallees dicen que intentaron, desde el principio, mantener a Bruno en casa, incluso encadenándolo para evitar que corriera a la ciudad. Larry afirmó que "casi se ahorcó" al tirar de la cadena con tanta fuerza y dureza.
Bruno también ingresó al mundo de las redes sociales. Alguien en la ciudad creó una página de Facebook para seguir sus idas y venidas. Además muchos vecinos empezaron a llevarlo a casa en las tardes, sobre todo a medida que se hacía viejo.
La capacidad de Bruno de esquivar el tráfico se volvió casi mítica. "Tiene que tener un ángel guardián", dice Moran.
El legado de Bruno quedóo firmemente establecido en Longville. La ciudad dedicó un estatua de madera tallada en su honor, en un parque en la calle principal de Longville. "El perro y el embajador de la ciudad de Longville", dice el grabado en el marcador adjunto.
Rouse dice que el honor fue bien ganado. "Él era la mascota de Longville".