5 frases que nunca más les diré a mis hijos
La nueva tendencia de crianza consciente ha logrado que muchos padres le den más importancia a la forma en la que se comunican con sus hijos.
La escritora Christine Suhan ha decidido ofrecer información sobre el tema para instruir a los progenitores al respecto.
Suhan, es una esposa, madre de tres niños pequeños, escritora y creadora de una web en la que aborda diversos temas concernientes a la familia.
Su maestría en terapia matrimonial y familiar, le proporciona los conocimientos para guiar a sus lectores en el devenir de sus vidas, mientras disfruta compartiendo sus experiencias personales de manera abierta y honesta.
En una publicación hecha por ella en Faith It, la experta confiesa cometer muchos errores en la crianza de sus pequeños, ya que a pesar de haberse repetido mil veces que cuidaría lo que diría a sus hijos, lo dificultoso y complejo del proceso de crianza, hace cuesta arriba esa meta.
Es por ello que ha recurrido a la crianza consciente, en la que intenta ser muy cuidadosa de la forma en que interactúa con sus hijos y en la que se está comunicando con ellos.
A través de su práctica, Suhan manifiesta que ha descubierto que tiene mucho trabajo por delante, pero que el primer paso para mejorar es cambiar su vocabulario.
Afortunadamente, la autora en su afán de ayudar a otros, ha compartido las cinco frases que jamás volverá a decirle a sus hijos y el por qué, aquí te presentamos sus reflexiones sobre cada una de ellas.
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5. ¿QUÉ TE PASA?
Desearía poder decir que solo sucedió una vez, pero me recordé diciendo esto y otras frases que implican hacer sentir vergüenza por sí mismo a mis hijos, en diversas oportunidades.
Cuando sientes que tu hijo no escucha, o cuando está haciendo algo que sabe que está mal, es muy fácil gritarle: "¿qué te pasa?"
Aunque es frecuente no entender por qué a un niño se le hace tan complicado seguir instrucciones simples o escuchar, la incapacidad de los adultos de entender el cerebro de un pequeño de tres o cuatro año, no nos da el derecho de avergonzarlos.
Nuestro trabajo es construirlos, para que cuando el mundo los derribe, como inevitablemente lo hará, tengan con una base sólida en la que apoyarse.
La experta afirma que cada vez que se le provoca a un niño sentir vergüenza, se está arrancando sus cimientos y deteriorando su armadura.
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4. ¿POR QUÉ NO PUEDES SER MÁS COMO TU HERMANO?
Suhan señala que cuando un padre se siente frustrado con un niño, suele cometer el error de resalta cualquier comportamiento positivo que esté mostrando el hermano de este, en un intento por motivarlo a cambiar su comportamiento.
Sin embargo, aclara que lo que realmente se logra es alterar su sentido del yo invitándolo a la competencia y la comparación dentro del hogar.
“Tengo tres chicos muy diferentes con tres personalidades muy distintas. Sus cerebros son únicamente suyos y la forma en que procesan la información difiere entre sí. Cada uno tiene sus puntos fuertes y sobresalen de diversas maneras”, comentó.
“Al compararlos con sus hermanos, esencialmente estoy comunicando la preferencia o superioridad de un niño sobre el otro”, finalizó.
Con respecto a este punto, la experta especifica que esta práctica debe parar, debido a que forzar una comparación entre hermanos solo fomenta una dependencia que los despoja totalmente de su seguridad, independencia, debilita sus fortalezas innatas y minimiza sus singularidades.
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3. ME ESTÁS HACIENDO ENOJAR TANTO
Esto simplemente no es cierto. Nadie hace enojar a otro. La ira es una emoción que se manifiesta basada en varios factores. Los estímulos externos, como nuestros hijos arrojen pelotas a las ventanas, es solo uno de los factores que contribuyen al enojo.
Otros factores incluyen (pero no se limitan a) el estado mental y emocional anterior al hecho, nivel de estrés, cantidad de sueño de la noche anterior, condición espiritual, haber comido o no en las últimas dos horas, nivel de dolor físico, y la cantidad de cafeína presente en el sistema.
Ante esto, se puede elegir reaccionar entre gritar y regañar, o procesar el enojo de una manera más saludable que no involucre a los niños.
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2. ESTOY TRISTE, VEN A ABRAZARME
Esta declaración inocente puede parecer inofensiva al principio, pero sus implicaciones son peligrosas. Sin querer, se les dice a los niños que las emociones de alguno de sus padres son su responsabilidad.
Con esta frase, ellos de alguna manera entienden que están obligados a arreglar o cambiar cómo se siente su progenitor y que la duración de su estado emocional depende de la acción que ellos estén dispuestos a realizar.
De esta forma, solo se logra configurarlos para las dificultades en las relaciones futuras y sembrar las semillas de la codependencia.
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1. SI VAS A JUGAR, DEBES HACERLO DE LA MANERA CORRECTA
No hay una forma correcta o incorrecta de jugar. La idea del juego es encender el espíritu creativo que vive dentro.
Los niños crecen y se desarrollan a través del juego. Aprenden roles sociales y desarrollan habilidades comunicativas. Prueban los límites y empujan los límites.
El juego les ayuda a dar sentido al mundo. Les ayuda a entenderse a sí mismos. El juego permite que los niños sueñen, imaginen y vivan sus realidades creativas.
El juego es donde sus procesos internos se hacen externos. Jugar es como los niños se comunican con nosotros. Es lo que nos permite entrar en su mundo.
Claro, algunos juguetes están diseñados para usarse de cierta manera, pero solo porque un niño tenga la capacidad de usar un juguete de manera diferente, no significa que está jugando mal.
Al decirle que juegue "bien" con sus juguetes, se les reprime su creatividad, se inhibe su imaginación y se aplastan sus sueños.
En el momento del juego, el niño está mostrando partes de sí mismo y al corregirlo el adulto se está alejando diciéndole: "no seas tú mismo, sé quien el mundo quiere que seas".
Suhan afirma que es difícil admitir que ha errado, pero ver sus fallas la ayuda a darles a sus hijos la oportunidad de convertirse en personas confiadas, independientes y exitosas.