Mensaje de una enfermera española: 'Tenemos más ganas de salvar que miedo a contagiarnos'
María José es enfermera de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Universitario Virgen de la Victoria, de Málaga. En una inspiradora entrevista, habló de cómo vive la realidad desde el frente de batalla con el COVID-19.
En una entrevista con el medio Diario Sur, María José, una enfermera con más de treinta años de experiencia, cuenta su experiencia en la UCI en medio de la pandemia. Y transmite la única manera posible de enfrentarse día a día con los casos más serios de la enfermedad, de encontrar una y otra vez la voluntad para arrebatarle personas a la muerte: el optimismo.
Los médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, el personal sanitario que los españoles aplauden y alientan públicamente, dice, "no somos héroes". Son personas comunes, que cometen errores aun cuando más cuidadosos se muestren:
"Después de doce horas de guardia, te sientas donde no debes, se cae el bolígrafo al suelo y lo coges, te tocas la cara con el guante, dejas las gafas encima de la mesa...", refiere. "Son gestos que haces sin darte cuenta".
Humaniza así la profesión, cuya vital importancia salió a relucir con esta crisis, pero que lleva décadas ejerciendo. Contra la luz de infalibilidad, desinterés y heroísmo que muchas veces se escucha en estos días al hablar de profesionales de la salud como ella, prefiere recalcar, a la inversa, el carácter cotidiano de la tarea:
"Sólo somos personas normales, con sueldos mundanos, que trabajamos por vocación, que disfrutamos de la satisfacción de curar a alguien", compartió.
En la UCI, donde el contacto con la cara más cruel de la enfermedad infecciosa que asola al mundo es cotidiano, no hay lugar para el temor y el desaliento. No le queda tiempo para preocuparse demasiado por el riesgo que ella misma corre:
"Tenemos más ganas de salvar vidas que miedo de contagiarnos", sostiene.
Sin embargo, sí siente temor por sus hijos, de quince y diecinueve años. Sí le preocupa que puedan infectarse con COVID-19 por culpa suya. Así que en su casa han establecido medidas para prevenir posibles contagios: se higieniza a conciencia, usa un baño diferente, y hasta les da besos en la espalda, "donde no se tocan", para minimizar el riesgo.
"Lo más duro de esta pandemia es la parte emocional, el aislamiento absoluto. Hay gente que sufre sola y muere sola", refiere. "Nadie los ve, salvo nosotros. Eso es terrorífico para las familias."
Eso es una diferencia respecto a otras enfermedades: con otras afecciones, María José y sus compañeros animan a familiares a que les hablen a los pacientes aunque no estén conscientes, a que puedan acariciarlos y estar en contacto con ellos. Con el coronavirus, todo esto está vedado. Así que deben encontrar otras soluciones.
"Intentamos hacer videollamadas, imprimir fotografías para colocarlas en los cabeceros de las camas y darles los mensajes de ánimo que nos llegan", revela. Y reflexiona: "Debemos ser más listos que el virus. Hay que quitarle el punto de deshumanización que tiene."
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