"Mi hijo me quebró los dedos debido a su rara enfermedad cerebral": la historia de una madre
La familia Lindsay vivía una vida perfectamente normal: eran padre y madre con un niño y una niña felices. Pero a los 11, el pequeño Cameron empezó a sufrir de una rara condición que ha sido descrita como "síndrome del exorcista", y que lo volvía un peligro para sí mismo y para los demás.
A los 45 años, Natasha Lindsay tiene motivos para alegrarse. Su hijo Cameron tiene 18 ahora, está terminando la escuela y hasta consiguió un empleo. Pero no ha sido nada fácil llegar allí, y todavía la aqueja el estrés postraumático por lo vivido.
A los 11 años, Cameron empezó a tener raros síntomas neurológicos: sufría de fuertes dolores de cabeza, pérdida de la memoria a corto plazo y episodios de extrema violencia.
En febrero de 2014 los médicos pudieron finalmente dar un diagnóstico: sufría de PANDAS (por las siglas en inglés de Desórdenes Pediátricos Autoinmunes Asociados a Estreptococos), que posiblemente se había desencadenado desde una primera infección de escarlatina. Se trataba de una rara enfermedad autoinmune en la que el sistema de defensas del cuerpo ataca al propio cerebro.
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Cada vez que se enfermaba con cualquier patógeno común, sus episodios recrudecían. Era común tener que atarlo o retenerlo durante estos eventos, en los que sufría de alucinaciones, atacaba físicamente a su familia y se producía autolesiones.
"Mi hijo me rompió los dedos y me amenazó con cuchillos a causa de su rara enfermedad cerebral", cuenta Natasha.
Annie, su hermana dos años menor, tenía que ayudar a su madre a esconder elementos cortantes y esconderse debajo de la cama cuando esto ocurría. Al día de hoy, la niña de entonces, que ahora es una adolescente de 16, sigue sufriendo como su madre de estrés postraumático.
En 2015 empezaron un tratamiento con plasma, que a partir de 2018 se combinó con medicación antipsicótica. Los tratamientos, con el tiempo, dieron muy buenos resultados.
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Pero el trayecto no fue fácil: la enfermedad le produjo a Cameron daño cerebral, y tuvo que reaprender a hablar y caminar. Y sigue teniendo momentos de desequilibrio, aunque ha aprendido a detectar los episodios antes de que ocurran y puede manejarlos.
"Cameron se siente muy culpable por haber sometido a su familia a esta situación", cuenta Natasha. "Es lo último que querría".
Su condición también le dejó fatiga, problemas para seguir instrucciones y niebla mental. Pero con tesón y gracias al apoyo incondicional de su familia, ha podido salir adelante.
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