Una madre buscó durante 23 años al verdadero asesino de su hija y salvó a un inocente
Casi un cuarto de siglo después del crimen cometido contra Angie Dogde, la incansable búsqueda de justicia de su madre dio con el verdadero asesino.
Angie tenía 18 años cuando fue abusada y asesinada en su apartamento de Idaho Falls en junio de 1996. El detective Jeff Pratt confesó que fue uno de los peores casos a los que se enfrentó en ese momento.
Carol Dodge, madre de Angie, dijo que su hija se marchó de la casa solo tres semanas antes de ser asesinada. Dodge se había mudado después de que las dos estuvieran en desacuerdo sobre una regla en el hogar.
"La noche que vino, la acuné y le dije: 'Me alegro mucho de que ya no estés enfadada conmigo', y ella levantó la vista. Dijo: 'Ni siquiera en una luna azul'. Al día siguiente, fue cuando me dijeron que Angie había sido encontrada muerta", expresó la progenitora.
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Las pruebas de ADN recogidas en el lugar de los hechos determinaron que el semen, el pelo y otras muestras, pertenecían al mismo sospechoso.
En las semanas siguientes, los detectives buscaron al asesino. Varios meses después del crimen, los investigadores creyeron haber resuelto el caso cuando un amigo de Angie, Benjamin Hobbs, fue detenido por abusar de una mujer.
Tras interrogar a muchas personas y recoger cientos de muestras de ADN, la policía trajo a Chris Tapp, amigo de Hobbs.
La policía entrevistó a Tapp, recogió su ADN y le administró pruebas de polígrafo. El sujeto negó inicialmente a la policía cualquier implicación en el crimen.
Sin embargo, durante las casi 60 horas de interrogatorios, incluso mientras estaba representado por un abogado, su historia cambió cinco veces. Esto llevó a la policía a verlo con sospecha.
En enero de 1997, Tapp confesó haber estado en el lugar del crimen con Hobbs y otra persona no identificada. Pero ni el ADN de él ni el de Hobbs coincidían con las muestras de semen y cabello recogidas.
Un mes después, Tapps fue acusado de asesinato en primer grado, violación y uso de un arma mortal en la comisión de un delito grave. Hobbs nunca fue inculpado en relación con el crimen y negó cualquier implicación.
A pesar de la sentencia, Carol seguía frustrada porque el ADN de Tapp no coincidía con el encontrado en la escena.
La madre estaba segura de que el responsable de la muerte de su hija era otro y decidió empezar a investigar ella misma.
En 2008, se produjo un punto de inflexión en su investigación, cuando decidió estudiar las 60 horas de las cintas de interrogatorio de Tapp.
Encontró discrepancias en las respuestas del interrogatorio de Tapp y se dio cuenta de que él no sabía mucho sobre lo que había sucedido aquella noche.
Al tiempo, las autoridades afirmaron que Tapp hizo declaraciones voluntarias implicándose en el crimen. Tras pasar dos décadas de su vida entre rejas, Chris salió de la cárcel en 2017.
Aunque estaba libre, Tapp seguía siendo un asesino convicto a los ojos de la comunidad, y esperaba ser exonerado por completo algún día.
Dodge siguió adelante con su investigación con el Departamento de Policía de Idaho Falls. Sabía que el hombre que dejó el ADN en la escena del crimen seguía suelto.
En noviembre de 2018, Carol Dodge se puso en contacto con la genealogista genética CeCe Moore. Con la ayuda de Parabon Nanotech, Moore comenzó a trabajar con la policía en el caso.
Finalmente, la exhaustiva investigación dio con un hombre llamado Dripps. En 2019, los detectives fueron a Caldwell para trabajar en el caso.
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Gracias a uno de los cigarrillos desechados por Dripps, los investigadores pudieron cotejar su ADN con el que fue encontrado en la escena del crimen.
La policía también descubrió que Dripps había vivido al otro lado de la calle de Angie Dodge cuando fue asesinada en 1996. Él se había mudado de Idaho Falls el año en que cometió el delito.
Los investigadores aseguraron que durante todos estos años, Carol nunca abandonó el caso de su hija y que gracias a ella encontraron al asesino. El 9 de febrero de 2021, Dripps se declaró culpable del crimen de Angie.
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