Mujer ve un viejo par de zapatos femeninos cuidadosamente ubicados en un puente, luego descubre la verdad detrás - Historia del día
Un extraño suceso que me atormentó por largo tiempo fue la vez que comencé a notar zapatos antiguos en todas partes. Parecía que me seguían a donde fuera.
Todo comenzó una mañana que iba tarde al trabajo. Normalmente iba a la oficina en autobús, porque mi viejo auto se había estropeado y no tenía dinero para comprar uno nuevo.
Estaba al teléfono con mi amiga Gina, contándole mi percance. Pero entonces, el autobús arrancó súbitamente. "¡Ay Gina, volví a perder el bus! Si espero a que llegue el próximo, llegaré demasiado tarde".
Mujer se pierde el autobús. | Foto: Shutterstock
"Mira si puedes conseguir un taxi, o... espera, enviaré a mi chofer a que te recoja. Creo que así será mejor porque Juan estaba furioso esta mañana. Si no llegas a tiempo a la reunión, va a estar muy molesto".
Gina era mi jefa y mi mejor amiga, pero Juan era el dueño de la empresa. Parecía agradable, pero era una de las personas más estrictas que he conocido cuando de trabajo se trata.
"Gracias, Gina. ¡De veras me salvaste!", le agradecí por teléfono. "Envíame los datos de tu chofer para poder llamarlo directamente".
"No hay de qué, Lis. ¡Nos vemos!", me respondió Gina, y cortó la llamada.
Esperé en la parada del autobús por unos 10 minutos, pero el chofer de Gina no aparecía por ningún lado. Finalmente, decidí llamarlo, y resultó que estaba atrapado en un embotellamiento de tránsito.
"Creo que el tráfico se tomará un tiempo en despejarse, pero si puede hallar la forma de llegar a donde estoy, podemos tomar una ruta alterna y lograr que usted llegue a la oficina a tiempo", me dijo el chofer.
Conductor de limusina. | Foto: Shutterstock
Le di un vistazo a mi reloj. Ya eran las 10:15 de la mañana. La reunión era a las 11, y tenía que llegar a tiempo sí o sí. Podía esperar un taxi, pero no sabía si pasaría alguno con tanto tráfico. Caminar hasta el puente, donde estaba el chofer, me tomaría 15 minutos.
Decidí caminar. Llegué al puente, avisté el auto del chofer, le hice señas, me reconoció, y me subí. Pero entonces, noté algo extraño.
Era un par de zapatos de tacón a la antigua en una esquina del puente. No les presté mucha atención porque iba tarde al trabajo, pero la presencia de los zapatos en un lugar tan inusual llamó mi atención.
Después de ese día, no muy a menudo, pero de vez en cuando, comencé a notar zapatos en todos lados. A veces estaba en una tienda, o en medio de la calle, o en una esquina cerca de mi casa. Y no eran zapatos normales: parecían todos muy viejos. Hermosos, pero muy usados.
Recuerdo un domingo por la mañana en que fui a la panadería para comprar pan para el desayuno. Vi un par de zapatos de niña junto a la escalinata de la tienda. Pero esta vez, noté algo más que los zapatos.
Había un paquete de chocolates y envoltorios vacíos regados por el piso. Formaban un rastro desde los zapatos y hasta un callejón. Parecía que alguien estaba comiendo dulces en los escalones y de pronto desapareció, dejando atrás sus zapatos y envoltorios.
Zapatos antiguos de mujer. | Foto: Shutterstock
Seguí los envoltorios hasta el callejón, pero no encontré a nada ni nadie allí. Solo vi una pared que marcaba el fin del callejón.
Al llegar a casa ese día, estaba muy inquieta. No entendía por qué seguía viendo zapatos en todas partes. Sentía que debía ir al médico, porque hiciera lo que hiciera, no dejaba de ocurrir. Los zapatos estaban por doquier.
Así que una noche, decidí investigar en internet. Busqué doctores cerca de mí para tratar de programar una cita. Pero cuando estaba navegando los listados de clínicas, me topé con una publicación en un grupo de Facebook,
Al leer la notificación en detalle, todo comenzó a tener sentido. Los zapatos, por qué eran tan viejos, y por qué estaban en lugares tan extraños.
Resulta ser que los miembros del grupo han estado dejando zapatos en las calles para las personas sin hogar. Vi una foto de una persona que dejó zapatos para niños junto a un paquete de dulces, y entendí lo que había visto. No pude dejar de reírme de mi propia paranoia.
También leí los comentarios de las fotos, y me dieron muchísima risa. Algunos especulaban que los zapatos eran de viajeros en el tiempo, mientras que otros creían que eran parte de un patrón místico que intentaban desentrañar cuando encontraron el grupo.
Pila de zapatos. | Foto: Shutterstock
No podía quedarme yo sola con toda esta información. De inmediato, llamé a Gina para contarle todo lo que había descubierto.
"¿Puedes creerlo, Gina? Pensé que me estaba volviendo loca", le dije. Ambas nos reímos a carcajadas.
"¡Dios mío! Yo también los veía, pero no tanto", dijo Gina. "Pero tú sabes que yo no presto atención a nada, así que por eso debe ser que no vi tantos como tú".
"Sí, eso tiene sentido. Pero, ¿te gustaría unirte al grupo y donar zapatos?", le pregunté a Gina. "Revisé su página de Facebook, y parece ser que han ayudado a muchas personas sin hogar en la ciudad".
"Oye Lis, pues sí, me encantaría. Hagámoslo", dijo Gina felizmente. "Además, tengo muchísimos zapatos que ya no uso. Si pueden servirle a alguien más, eso sería genial".
"Genial. Vamos este fin de semana"; le respondí.
Manos de un mendigo. | Foto: Shutterstock
A partir de ese día, ambas visitamos con frecuencia los sitios que recomienda el grupo de Facebook y le entregamos zapatos a personas sin hogar. Preferimos entregarlos en sus manos que dejarlos en los sitios, porque no quería volver loca a otra persona con zapatos por doquier.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
Haz el bien y esparce bondad. Al igual que Lis y Gina decidieron ayudar a las personas sin hogar contribuyendo al grupo y donando sus zapatos.
Las redes sociales tienen sus ventajas. Si bien las redes sociales pueden ser problemáticas, no podemos ignorar las ventajas. Después de todo, fue gracias a Facebook que Lis se dio cuenta de que no necesita un doctor.
Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.
Esta es una obra de ficción. Nombres, personajes, negocios, eventos e incidentes son productos de la imaginación del autor. Cualquier parecido con personas reales, vivas o fallecidas, o hechos reales es pura coincidencia.