Cantante pop deja propina de 1.000 dólares a mesera que es grosera con él - Historia del día
Un cantante pobre se sintió muy afectado por la mala educación con la que lo trató una mesera. Por esto, decidió sorprenderla con un gesto inesperado.
Camilo quería ser cantante. Pero el único lugar en el que conseguía que alguien escuchara su música era en la calle o en el metro. Se paraba en una esquina o en los andenes con su guitarra para cantar.
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A menudo la gente se paraba a escuchar y le dejaba monedas y algún que otro billete en la funda de su guitarra. Camilo estaba ahorrando ese dinero porque quería montar un humilde estudio doméstico para grabar y producir sus canciones.
Una tarde, mientras cantaba en una esquina cerca de un pequeño restaurante, el propietario del negocio paró a escucharlo. Grabó a Camilo con su teléfono y sonrió.
"Esa canción es hermosa", le dijo. "Cuando termines, puedes venir a almorzar y te hago un 50 % de descuento en el almuerzo".
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Camilo aceptó. Una hora más tarde entró al restaurante y se pidió una hamburguesa. La mesera, a diferencia del dueño, era muy grosera.
"¿Vas a querer patatas o no?", le preguntó, con brusquedad.
Camilo le sonrió. "Sí, gracias. ¿Y podré ir ya pidiéndote también el postre? Voy a querer una tarta de manzana".
"Ja, tarta de manzana. Ojalá mi vida fuera dulce como un strudel", comentó para sí, mientras apuntaba el pedido en su libreta.
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Cuando trajo el pedido a la mesa, dejó todo de mala manera sobre el mantel. Camilo no se lo tomó como algo personal: la mesera era evidentemente así de grosera con todos los clientes por igual.
Cuando terminó de comer, ella le llevó la cuenta con el descuento prometido. Camilo pagó, y estaba por dejar propina cuando vio la cara amarga e impaciente con la que su mesera esperaba que se marchara.
"No", se dijo. "No se lo merece". Estaba yéndose cuando un cartel en la puerta le llamó la atención.
Mostraba a una mujer sonriente con un niño pequeño de grandes ojos negros. El texto explicaba que el pequeño se llamaba Lucas, y estaba seriamente enfermo.
Lucas sufría de una enfermedad rara, y el seguro de salud de su madre no le cubría los costosos medicamentos importados. Mucho menos el viaje a Suecia, el único país en el que había especialistas en su patología. Había un código QR para ir al sitio de donaciones en el que su madre había abierto una campaña.
Camilo tardó en reconocer en la joven madre sonriente a la mesera amargada que lo había atendido. "Con razón está de ese humor", se dijo. "Pobre, debe estar sobrepasada de preocupación".
Volvió a su casa, que era allí cerca, y juntó los billetes y monedas del día con el resto de sus ahorros. Tenía poco más de 1.000 dólares, y estaba muy cerca del dinero que necesitaba para comprar los equipos que le faltaban y cumplir su sueño.
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Tomó una decisión. Tomó el dinero, volvió al restaurante y le dejó todo el dinero sobre la barra con una nota a la joven.
"Esto es para Lucas", decía el papel que envolvía los billetes. "Y espero que te haga sonreír de nuevo".
La mesera miró el dinero con la boca abierta, y quiso correr para agradecerle a Camilo. Pero el joven se había perdido en la multitud anónima de la ciudad.
Ella le contó al propietario del restaurante lo que acababa de pasar. "Y yo venía tan preocupada que lo traté horrible más temprano", lamentó.
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El jefe la miró, pensativo. "¿Ese jovencito que estuvo toda la mañana cantando en la esquina te dejó todo su dinero?", dijo. "Vieras el talento que tiene". Y le reenvió el video que había tomado más temprano.
Aquella noche, la mesera, que se llamaba Laura, publicó el clip de Camilo cantando en sus redes sociales. En el texto, contó todo lo ocurrido y lo que el joven cantante había hecho por su hijo. Rápidamente, el video se hizo viral.
La gente empezó a rastrearlo, y pronto un internauta encontró la cuenta de YouTube del joven cantante. En ella había solo algunas grabaciones de un pequeño concierto en un café al que habían asistido familiares y amigos: pronto su audiencia andaba arañando el millón de personas.
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Camilo no lo podía creer cuando lo contactaron desde una compañía discográfica para hacerle una oferta. ¡Querían producir su disco!
El joven músico estaba encantado. Con el adelanto recibido al momento del trato, rentó un gran teatro para dar un concierto, y decidió que la recaudación íntegra iría para pagar el tratamiento y el viaje de Lucas.
Para su sorpresa, el concierto se dio a sala llena, y tuvo que agregar dos fechas adicionales. Un día después de la última, regresó al restaurante, y pidió hablar con la madre de Lucas. La saludó con su sonrisa encantadora.
"¡Camilo! Me llamo Laura, y quería agradecerte por..."
"Aquí tienes", le dijo él, dándole un gran fajo de billetes. "Esto es para Lucas. Hay unos 20.000 dólares, espero que alcance..."
"¿Qué? Pero no puedo aceptarlo".
"Por supuesto que sí. Si no hubiera sido porque difundiste mi música no tendría un contrato discográfico ahora. Quiero ayudarte a salvar a tu hijo".
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Nueve meses más tarde, el disco de Camilo se lanzó y fue todo un éxito. En el primer concierto de la gira de presentación, hubo dos invitados muy especiales: Lucas y su madre, que sonreían felices.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Una cara enojada muchas veces es reflejo de un corazón roto. Camilo pensó que Laura era una maleducada, pero lo que pasaba era que estaba muy preocupada por su hijo.
- Un buen corazón siempre tiene recompensa. Camilo dio todo lo que tenía para ayudar a Lucas, y eso terminó abriéndole la puerta al éxito.
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