Mujer sin hogar oye un llanto en la casa abandonada y tumba la puerta para ver quién está allí - Historia del día
Un día, una mujer sin hogar que se había refugiado en una casa en ruinas escuchó llorar a un bebé. Su descubrimiento desencadenó una cadena de eventos que cambiaron su vida.
Marta había estado vagando por las calles durante cinco años. Contrariamente a la opinión popular, no estaba loca, solo había sido estafada.
Su madrastra la había arrojado a la calle y la había despojado del fondo fiduciario que le había dejado su padre. Sin otros parientes, ella tuvo que sobrevivir en la calle.
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A veces hacía trabajos ocasionales para conseguir comida, pero finalmente, en su depresión, no continuó. Mendigaba o buscaba sobras de calle en calle.
Se mudaba a una nueva calle cada semana para pedir limosna o encontrar un refugio donde quedarse. No era una vida fácil, especialmente para una mujer como ella. Aunque estaba descuidada, Marta seguía siendo una mujer muy encantadora.
Después de casi ser abusada por un borracho en una ocasión, se había acostumbrado a usar capas de ropa para cubrir su figura. “Más vale prevenir que lamentar”, se decía siempre a sí misma.
Un día, emigró a una nueva calle. Pensó que se había sacado el premio gordo, porque parecía que ahí solo vivía gente adinerada.
Sus botes de basura estaban repletos de sobras. Además, también descubrió una vivienda vieja y abandonada en la que podía refugiarse.
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Hizo una inspección minuciosa de lugar y determinó que no se derrumbaría. Muchas personas sin hogar morían mientras dormían cuando un edificio se derrumbaba sobre ellas. Pero Marta no quería formar parte de esa estadística.
El edificio no mostraba signos de actividad humana reciente, pero la mujer habría optado por otro lugar si no hubiera visto un martillo en la basura. La hizo sentir segura, y pensó en ello como un presagio: estaría a salvo.
La primera noche que pasó allí fue tranquila. Se despertó feliz, casi como si volviera a tener su propia casa. Fue a buscar comida y se las arregló para hacer grandes hallazgos.
Encontró un pollo a medio comer y pizzas enteras a las que solo les faltaban algunas piezas. Regresó a su posición más tarde esa noche con un apetito satisfecho y el deseo de ver lo que traería el nuevo día. Se quedó dormida tan pronto como se acostó.
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Más tarde esa noche, se despertó sobresaltada. Su mano buscaba su martillo. Podía escuchar un llanto proveniente de algún lugar de la casa.
Prestó atención por un minuto y no escuchó ningún otro sonido, pero el llanto continuó. Sonaba como un niño, pero Marta pensó que era poco probable que hubiera un bebé en una casa abandonada.
Se levantó despacio y silenciosamente se dirigió a la parte trasera de la vivienda. El llanto provenía de ese lugar. Allí encontró una puerta que conducía a un sótano, pero estaba cerrada.
Ella había inspeccionado la casa antes de instalarse. En aquel momento había visto esa puerta, pero estaba abierta de par en par. Alguien había estado allí mientras ella estaba buscando comida.
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Estaba preocupada por lo que alguien o algo estaría haciendo en el sótano de una casa en ruinas. La mujer entonces usó su martillo para romper el candado que habían colocado para cerrar la puerta.
Logró abrirla y encontró a un bebé en el sótano completamente solo. Se acercó a la criatura, pero no tenía idea de qué hacer. Al final, decidió que alejarse de la casa sería lo mejor.
Pero pasaría la noche en el lugar. Marta durmió a ratos debido al pequeño. A la mañana siguiente, estaba fuera de la casa con la criatura. Había descubierto era varón después de verse obligada a quitarle el pañal.
Caminaba con el niño en brazos. Esperaba poder salir pronto de la calle para encontrar otro lugar donde quedarse mientras decidía qué hacer con el bebé.
Cuando llegó a una parte más poblada de la ciudad, comenzó a llamar la atención. Una mujer sin hogar con un niño que posiblemente no podría cuidar.
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Marta siguió caminando hasta que fue detenida por un oficial de policía que la había visto el día anterior sin el pequeño. “Tu cara luce familiar, identifícate”, dijo.
“No nos conocemos, pero ayer hicimos contacto visual mientras yo bailaba alegremente después de encontrar un pollo a medio comer”, contestó la mujer.
“Ciertamente”, dijo el oficial, que tenía una identificación con el apellido Pérez. “Pero si mal no recuerdo, no tenías un bebé contigo. ¿De quién es este niño?”.
“Yo… uh”, tartamudeó la mujer, buscando una respuesta que no la llevara a la cárcel. No había ninguna, y precisamente ahí terminó.
“Yo no secuestré al niño, créanme, lo encontré en una casa abandonada”, suplicó desde un calabozo. “Bueno, ya veremos”, respondió.
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Después de alejarse de Marta, comunicó que habían encontrado a un bebé e instó a los padres a que se presentaran. Nadie vino el primer día, así que la mujer pasó la noche en la cárcel.
Al día siguiente, un hombre de aspecto adinerado irrumpió en la estación. Quería ver al pequeño, y cuando lo hizo, se derrumbó. Derramaba lágrimas de felicidad mientras abrazaba al niño contra su pecho.
“¿Cómo lo encontraste?”, le preguntó al oficial, y este le contó todo. El hombre rico, Cervantes, elogió al policía por su intuición y confesó que su esposa tenía la culpa. Ella no quería tener un hijo porque era modelo.
Cuando quedó embarazada, él había tenido que conseguir una orden judicial que le prohibiera abortar. Eso la enfureció tanto que cuando finalmente dio a luz, despreció al niño.
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Aun así, nunca pensó que ella fuera capaz de abandonarlo para dejarlo morir en una casa en ruinas. El hombre pidió que arrestaran a su esposa y que liberaran a la mujer que había sido fundamental para reunirlo con su pequeño.
Salieron juntos de la estación y, consciente de que no había comido nada, Cervantes la invitó a tomar un café y a desayunar. “Gracias por encontrar a mi hijo”, le dijo.
“Ningún niño debería ser arrojado a la calle así”, respondió ella. “Siento una historia detrás de tus palabras”, dijo el hombre. “Por favor, cuéntame”.
Y así, Marta narró la terrible experiencia de su vida a Cervantes, quien escuchó pacientemente. “Lamento que hayas tenido que vivir una situación tan difícil”, le dijo. “Por favor, déjame hacer algo por ti”.
La mujer se quedó estupefacta, pero aceptó amablemente. El hombre le alquiló un apartamento e incluso lo abasteció con comida y muebles.
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Estaba impactada por todo esto, pero también estaba complacida. Finalmente estaba fuera de las calles. Además, Cervantes la contrató como niñera de su hijo y, cuando notó que tenía cabeza para los números, la contrató en su empresa.
Así fue como la vida de Marta cambió para siempre. Siguió siendo amiga cercana de aquel amable señor por el resto de su vida.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La bondad nunca queda sin recompensa. Marta podría haber dejado al bebé en el sótano en un esfuerzo por ocuparse de sus asuntos, pero tuvo la amabilidad de hacer exactamente lo contrario. Salvó la vida del niño e invariablemente puso en marcha eventos que la ayudaron a mejorar su posición.
- Di siempre la verdad. Las cosas podrían no haber terminado bien para Marta si no hubiera dicho la verdad acerca de dónde sacó al bebé. Cervantes habría estado menos dispuesto a ayudarla si se hubiera enterado de que ella había tratado de hacer pasar al niño como si fuera suyo.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.