Anciana espera que su hijo la visite, pero él solo lo hace 20 años después - Historia del día
Un hombre había comenzado a tener una pesadilla recurrente porque no había visitado a su anciana madre durante más de 20 años. Eso cambió su vida.
Roberto era un abogado de éxito que residía en Ciudad de México. Era un hombre honrado y ambicioso que buscaba alcanzar el nivel más alto de su carrera antes de jubilarse.
Una noche, comenzó a tener unas pesadillas que cambiaron la forma en que veía las cosas. En esas pesadillas, siempre caminaba por un bosque encantado seguido de cerca por una sombra oscura que lo perseguía.
Una silla mecedora en un porche de entrada. | Foto: Shutterstock
Caminaba lo más rápido que podía, pero la sombra, que pertenecía a un fantasma, siempre parecía ser más rápida. En el momento exacto en que lo alcanza, Roberto se despierta, sudando como si acabara de correr más de 150 kilómetros.
El hombre veía la misma pesadilla cada vez que cerraba los ojos para dormir y, finalmente, un día comenzó a molestarlo. En algún momento, empezó a quedarse despierto hasta altas horas de la noche para evitar soñar.
Su cuerpo a veces lo traicionaba, y se dormía solo para encontrarse una vez más alejándose del fantasma.
Roberto continuó intentando quedarse despierto lo más que podía hasta que eso comenzó a interferir con su trabajo. La falta de sueño afectó tanto sus funciones cognitivas que comenzó a perder muchos casos.
La empresa para la que trabajaba era una de las de primer nivel con un suministro interminable de personas listas para ocupar su lugar. Su jefe, el Sr. Pernalete, ya lo había invitado a su oficina para hablar sobre su decepcionante desempeño.
Una cama desordenada. | Foto: Shutterstock
“Estás muy cerca de ser despedido”, advirtió el hombre a Roberto. “¿Está pasando algo?”. “No, señor, me recobraré. Han sido un par de semanas difíciles”.
“Sí, puedo ver eso, te ves terrible y no te pagamos para que te veas así. Ve a casa y duerme un poco, estás libre por el resto del día. Espero que vuelvas al trabajo a primera hora del lunes”.
El hombre sabía que el Sr. Pernalete había dicho en serio lo de su despido. Por eso decidió buscar a una psicoterapeuta llamada Marisela con la esperanza de que ella pudiera ayudarlo a descubrir la raíz de su problema.
La sesión con ella comenzó sin problemas. Él reveló los detalles de su calamidad, pero luego se quedó dormido de repente. “¿Roberto? Roberto, ¿estás bien?”, preguntó la terapeuta.
No fue hasta que se acercó a él que se dio cuenta de que se había quedado dormido. También notó que estaba murmurando algo, por lo que grabó todo lo que decía con su grabadora.
Lo dejó dormir unas horas mientras se sentaba a descifrar lo que estaba diciendo mientras dormía. Lo que descubrió fue impactante.
Hombre angustiado frente a una computadora con las manos en su cabeza. | Foto: Shutterstock
Cuando ella lo despertó, él se disculpó por haberse quedado dormido tan de repente y culpó a su falta de sueño. “¿Cuándo fue la última vez que vio a su madre?”, le preguntó Marisela.
“Hace mucho tiempo, ¿por qué?”. “¿Qué pasó entre ustedes dos?”, preguntó ella.
“Bueno, después de la muerte de mi padre, se volvió muy pegajosa conmigo. No me dejaba ir a ningún lado y constantemente exigía mi atención. Después de la universidad, me mudé a Ciudad de México y dejé de comunicarme con ella”.
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“Oh, Roberto”, suspiró la mujer. “Tienes que visitar a tu madre lo antes posible”. El hombre no pensó que fuera una buena idea porque, en su corazón, veía a su madre como una mujer tóxica.
Pero ante la insistencia de Marisela empacó algunas cosas y regresó a su ciudad natal, Guadalajara. Cuando Roberto llegó a casa, se dio cuenta de lo descuidado que estaba el lugar.
Su madre solía cuidar sus hortensias como si fueran bebés, pero ahora estaban todas marchitas. El césped también estaba en muy mal estado, y a la casa había que pintarla.
Hombre en una consulta con una terapeuta. | Foto: Shutterstock
El hombre se quedó de pie ante la puerta durante un buen rato debatiendo si llamar o simplemente entrar.
Pero se decidió cuando escuchó una débil voz femenina pidiendo ayuda desde el interior de la casa. “¡Amanda, ayúdame!”, se escuchaba.
Roberto abrió la puerta apresuradamente y se dirigió al interior, directamente a la habitación de su madre. Cuando la vio, se le rompió el corazón. Estaba casi ciega. “¿Quién está ahí?”, preguntó la anciana. “Soy yo, mamá, Roberto”.
“¡Hijo! ¡Ha pasado tanto tiempo!”, gritó, tomando la cabeza de su hijo entre sus manos temblorosas. “¿Por qué me abandonaste?”.
“Oh mamá, no te abandoné, te amo. Solo necesitaba un poco de espacio, pero ya he vuelto”, dijo el hombre llorando.
Ese día, tuvo una conversación de corazón a corazón con su madre. Algo que nunca había sucedido en el pasado porque ella no había estado dispuesta a escucharlo.
Hombre abrazando a su madre. | Foto: Getty Images
La siguiente vez que Roberto la visitó, se la llevó con él. A su llegada a Ciudad de México, la ingresó en la mejor clínica que pudo pagar.
Con los meses, su vista mejoró y su salud también. En cuanto a las pesadillas del hombre, estas habían cesado la misma noche en que arregló las cosas con su madre.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
Aprende a escuchar. La madre de Roberto siempre le imponía sus demandas sin tener en cuenta lo que él deseaba. Ella nunca escuchaba lo que él tenía que decir, pero lo mantenía lo suficientemente cerca para cuando necesitaba algo. Cuando se cansó, Roberto se fue y juró no volver nunca. Eso podría haberse evitado si su madre le hubiera dado la oportunidad de expresarse y ventilar sus puntos de vista.
No tengas miedo de buscar ayuda. Cuando Roberto fue amenazado en el trabajo, supo que tenía que encontrar una solución a su problema de sueño, buscando la ayuda oficial de un terapeuta. Su consejo fue lo que finalmente lo ayudó a liberarse de lo que lo preocupaba. Ella no habría podido hacer eso si el hombre hubiera optado por no hablar de sus problemas.
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