Niño visita la tumba de su mamá con un ramo de lirios y un hombre se acerca con las mismas flores - Historia del día
Alan se estremeció de frío, agarrando un ramo de lirios en su pequeña mano frente a la tumba de su madre. "Te extraño, mamá", sollozó. De repente, fue interrumpido por una voz detrás de él, y cuando se dio la vuelta, notó que un hombre se le acercaba con flores iguales.
La madre de Alan, Adelina, se fue a su hogar eterno cuando él cumplió 6 años. A la mujer le diagnosticaron cáncer terminal y no pudo sobrevivir durante más de unos meses.
Alan, de seis años, estaba desconsolado después de que su mamá murió, pero Eduardo nunca lamentó la pérdida de su esposa. Sí, derramó algunas lágrimas frente a todos en el funeral. Pero no le tomó mucho tiempo traer a una nueva mujer llamada Lisa a su hogar y a la vida de su hijo.
A medida que pasaba el tiempo, Alan notó que Lisa se convertía en un elemento permanente en sus vidas y pronto estableció un espacio en su hogar. Durante algún tiempo, fingió ser cariñosa y dulce con el niño, pero una vez que se casó con Eduardo, el afecto desapareció instantáneamente.
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Eduardo, que al menos había sido considerado con Alan, ahora se preocupaba solo por él mismo y su nueva esposa. Un día, Alan se acercó a su papá para pedirle dinero para comprar flores para su madre. Se acercaba el cumpleaños número 30 de Adelina y Alan quería regalarle sus favoritas.
Pero antes de que pudiera hacer su pedido, Lisa lo interrumpió. "¿Qué quieres ahora?", dijo ella bruscamente. "¿No te dio dinero tu padre la semana pasada?".
"No lo gasté", admitió Alan en voz baja. "Sin embargo, necesito unos dólares más. Es el cumpleaños de mi madre y me gustaría regalarle algunas flores".
Lisa le volteó los ojos y dijo: "A nadie aquí le importa tu madre muerta, pequeño. ¡Así que será mejor que dejes de malgastar nuestro dinero así! ¿Entendido?".
"Por favor, te lo suplico", dijo Alan, luchando por contener las lágrimas ante los comentarios mordaces de Lisa. "No voy a volver a pedir dinero. ¡Esto es para mamá!", precisó viendo a su padre. "¿Papá? ¡Lo prometo!", expresó.
Pero a pesar de sus ruegos, nada cambió. "Lisa tiene razón, Alan", respondió Eduardo. "Sé que extrañas a tu madre, pero desperdiciar dinero así no es una buena idea. Además, sabes que Lisa y yo estamos trabajando duro para asegurarnos de que no te falte nada".
Alan, que sostenía una fotografía de su madre, salió corriendo de la casa llorando y se detuvo frente a una floristería. "Lo siento, mamá", sollozó mientras miraba por la ventana. "Desearía tener la edad suficiente para trabajar. Te juro que creceré y te compraré muchos lirios".
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El florista notó que Alan lloraba y le preguntó qué le pasaba. Le contó su historia, incluido el deseo de comprarle flores a su madre, pero todo lo que tenía eran 2 dólares. Eso no era insuficiente y la floristería no pudo ayudarlo. Abatido, el niño decidió salir de la tienda.
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En ese momento, un hombre se ofreció a ayudarlo. "Consígale lo que quiera", le dijo al florista. "Yo pagaré por él". Alan miró al señor y casi se pone a llorar. “Muchas gracias. Mi mamá estará muy feliz hoy. Es su cumpleaños".
El hombre se arrodilló frente a él, sonriendo. "Bueno, cualquier madre estaría feliz de tener un hijo como tú. Por cierto, nuestras opciones son bastante similares. ¡Yo también iba a comprar lirios!".
Alan se secó rápidamente las lágrimas. "¿También lo estás comprando para tu mamá?".
El hombre se rio de buena gana ante la inocencia del niño. "No, jovencito, no es para mi madre. Es para alguien especial. Se me acaba el tiempo; de lo contrario, te habría contado toda la historia. ¡Que tengas un día maravilloso!". Le estrechó la mano, pagó la cuenta y se marchó.
Alan recogió el ramo en sus pequeñas manos, caminó felizmente hacia la tumba de su madre y se sentó a su lado. Hacía frío y el niño se había acurrucado con una chaqueta roja, una que su madre le había comprado en su último cumpleaños.
Dejó el ramo en su tumba y se sentó allí, hablando con ella. "Espero que estés bien, mamá", dijo. "Sabes que hoy estaba teniendo un mal día. Ojalá estuvieras aquí para poder compartir todo contigo”.
"Me entristece que papá ni siquiera me haya dado dinero para tus flores. Pero ya sabes, un buen hombre vino y me ayudó. Es tan amable como tú, mamá".
Los ojos de Alan se llenaron de lágrimas mientras continuaba. "¿Conoces a mi amigo Alex, mamá?", preguntó, con la voz temblorosa. "Siempre que está triste, va con su madre y le habla de ello. Ojalá pudiera hacer lo mismo”.
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“Por favor, vuelve, mamá. Te prometo que no te molestaré. ¡Realmente te extraño!", manifestó Alan justo antes de ponerse a llorar.
Pero en ese momento, escuchó una voz cercana. "Estoy seguro de que ella también te extraña". Cuando se dio la vuelta, vio que se le acercaba el hombre que lo había ayudado en la floristería.
"¡Oh, eres tú! ¿Eres el hijo de Adelina?". El hombre quedó desconcertado.
Alan se secó las lágrimas y asintió con su pequeña cabeza. "Pero, ¿cómo conoces a mi mamá?", preguntó con curiosidad.
"Tu madre y yo éramos grandes amigos, pero algo pasó hace unos años y no pudimos volver a vernos", respondió el hombre. "¿Por cierto cuál es tu nombre?".
"Mi nombre es Alan", dijo, sonriendo. "¿No me dirás cuál es el tuyo?, me gustaría contarle a mamá sobre ti".
"Soy William", dijo riéndose de la inocencia de Alan. "Sin embargo, puedes llamarme Will".
"Está bien, te llamaré tío Will", dijo Alan. "Le estaba contando a mamá cómo me ayudaste hoy. Estoy feliz de que hayas venido. Entonces, ¿la saludamos juntos?".
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William sonrió y asintió. Él también había comprado un pastel, así que cortaron el pastel juntos, y luego el amigo de Adelina llevó al niño a casa. "¿Por qué no entras, tío Will?", preguntó Alan. "¡Mamá dijo que, si alguien te ayuda, debes agradecerle y al menos invitarlo a casa!".
"¿En serio? Entonces no podemos negar la petición de tu madre. Estacionaré el auto y me uniré a ti. Adelante", respondió William.
Alan se bajó del coche y caminó alegremente hacia la puerta, pero Lisa lo detuvo. "¿Dónde has estado durante tanto tiempo? ¿Es este el momento de volver a casa? ¿Es eso lo que te enseñó tu madre muerta?"
"Eso no es asunto tuyo", replicó Alan. "Por favor, apártate de mi camino".
"¿Qué? ¿Me acabas de responder?". Lisa estaba furiosa y comenzó a apretar los puños.
"No quiero hablar contigo. ¡Eres una persona horrible!", gritó Alan bastante enojado.
Lisa perdió la calma y estaba a punto de levantar la mano cuando William intervino. "¡Calmase, señora! ¡Ni siquiera piense en tocarlo!"
"¿Y quién eres tú para intervenir?". Lisa clavó su mirada en William. "¡Ese es mi hijo, y soy libre de hacer lo que quiera con él!".
"Él no es tu hijo. ¡Es mi hijo!”, contestó William.
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Al escuchar su voz, Eduardo salió corriendo. "¿Qué diablos estás haciendo aquí? ¿Y cómo te atreves a reclamar a Alan como tu hijo?".
"¿Entonces quieres que llame a la policía y haga los arreglos para una prueba de ADN? ¿Qué te parece, Eduardo?", señaló William al mirar fijamente al viudo.
"Eh, lo que sea”, gruñó Eduardo. "De todos modos, es bueno que vinieras a buscar tu equipaje porque yo tampoco quería criar a este pequeño mocoso".
"¡Padre!", manifestó Alan y rompió a llorar. "¿A qué se refieren?".
"¡Esa es la verdad, chico! Iba a dejarte en un orfanato de todos modos; eres responsabilidad de otra persona y no quiero aguantarte más".
William se llevó a Alan con él y, cuando el niño dejó de llorar, le contó toda la historia. Resultó que él y Adelina estaban locamente enamorados y querían formar una familia juntos.
Sin embargo, William sufrió un terrible accidente automovilístico unos meses después de que Adelina quedara embarazada.
Temiendo que William nunca regresara, Adelina se casó con Eduardo, quien estaba a su lado y la apoyaba. Cuando William se recuperó y volvió a encontrarse con ella, ya era demasiado tarde.
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"No te obligaré a quedarte conmigo, Alan", puntualizó William, "pero siempre supe que eras mi hijo".
"Tu madre me lo había contado cuando nos conocimos después de casarse. Incluso te envié cartas todos los años, pero creo que Eduardo nunca te las entregó.
“Pensé que debía haber sido un buen padre para ti porque eso es lo que Adelina me dijo. Pero creo que solo estaba fingiendo frente a ella. Lamento si te lastimó la forma en que actué hoy, pero realmente no podía soportar verte así".
Alan se quedó callado por un momento y luego abrazó a William. "Sé que mamá habría hecho lo mismo si estuviera aquí. Quiero quedarme contigo, papá. No quiero volver".
William le devolvió el abrazo y no pudo dejar de llorar al ver a su hijo dirigirse a él como padre por primera vez.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Hay una razón por la que nos encontramos con cada persona que conocemos: Alan conoció a William en la floristería porque estaba destinado a conocer a su padre biológico.
- A veces, tienes que dejar ir a la persona que amas por su felicidad: Adelina estaba feliz con su vida de casada, así que William la dejó ir.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.