Cajero se niega a atender a una mujer en el supermercado y le dice: "Odio a la gente como tú" - Historia del día
A una mujer casada con un policía le negó el servicio un cajero malhumorado que una vez había perdido a un amigo debido a la brutalidad policial; su perspectiva cambió poco después.
“¡Fuera de ahí ahora!”
Eso fue lo último que escuchó el sargento Daniel Salazar en su radio antes de que el edificio al que estaba a punto de entrar explotara con una gran ola de calor que destrozó los parabrisas y los espejos laterales de los automóviles cercanos.
Hombre convalesciente en una cama de hospital. | Foto: Getty Images
La ola lo arrojó un par de metros a la calle y se golpeó la cabeza, perdiendo el conocimiento de inmediato. Cuando volvió a abrir los ojos, estaba en una cama de hospital y su esposa, Margarita, estaba a su lado.
“Hola, calabaza”, dijo para llamar su atención.
“Hola, cariño”, respondió ella, tratando de ocultar la preocupación en su mirada. “¿Cómo te sientes?”
“Como un recién nacido”, respondió Dan con una sonrisa, aunque le costó.
Tenía pequeños raspones, pero su cabeza se sentía como si alguien le hubiera golpeado con un martillo, y solo empeoraba con cada sonido que hacía. Marga también se dio cuenta, pero no dijo nada.
Ella y Dan habían hablado de su trabajo hacía mucho tiempo. Tenía que cumplir con su deber sin importar lo que le costara, y no haría nada más.
El hecho de que a ella siempre le preocupara que él se lesionara en los casos no era importante para él, y esa era la razón específica por la que Marga no estaba lista para darle la bienvenida a un hijo propio.
Era una de las cosas que los estaba separando lentamente; su miedo a tener hijos que tendría que criar sola y su deseo de engendrar hijos. Incluso lo habían discutido un par de veces.
Una mujer con rostro alterado junto a una imagen borrosa de un hombre al fondo. | Foto: Getty Images
“Margarita, han pasado dos años desde nuestra boda”, le dijo un día. “¿No quieres tener a mis hijos?”
“Quiero llevar a tus bebés Dan”, le dijo. “Sin embargo, no estoy dispuesta a arriesgarme a que mueras ahí fuera en una de tus patrullas y me dejes a mi sola a cargo de ellos.”
“¿No crees que necesitamos vivir mientras podamos?”, preguntó, exasperado por su terquedad.
“No, si eso significa que tendré que arrepentirme de vivir más tarde”, fue su respuesta.
Dan no podía entender a su esposa, pero nada le hacía cambiar de opinión. Ella prefería discutir con él, vivo, en lugar de intentar criar a su hijo como su viuda.
Marga siempre estaba muy preocupada por él cuando iba a trabajar, temiendo que algún día recibiría una llamada para identificar su cadáver. Aun así, hizo todo lo que pudo para apoyarlo; curaba sus heridas, le preparaba comida y estaba para él siempre.
Dos meses después de que casi pierde a su esposo por la explosión, Margarita fue al supermercado a comprar algunas verduras para la cena. Pasó varios minutos recorriendo la tienda y cuando terminó, fue a la caja para pagar.
Había una pequeña fila, pero Marga no tenía prisa, por lo que se preparó para la corta espera. Cuando llegó su turno, el cajero se apartó de la línea de pago. Estaba descargando su canasta cuando notó que el cajero no se movía para registrar los productos.
Cajas de supermercado con algunas personas en fila. | Foto: Shutterstock
“¿Hay algún problema?”, le preguntó al chico, que parecía ofendido mientras miraba fijamente la camiseta que ella llevaba. Tenía un mensaje que decía, “La vida de los policías importa”, con las palabras “Todas las vidas importan” debajo. Esas frases molestaron al cajero.
“Deberías devolver todo lo que tienes, señora”, dijo el hombre enojado. “Nos reservamos el derecho de negar servicios a… personas sin escrúpulos.”
“¿Y esa soy yo?”, preguntó, indignada. “Explícame, ¿por qué?”
“No se necesitan palabras mujer, mira tu camisa. Apoyas la brutalidad policial, ¿no? ¿Eres policía? ¿Has matado a alguien recientemente?”, dijo el cajero, murmurando después: “Odio a la gente como tú.”
“No, no soy policía, pero mi esposo sí, y él pone su vida en juego todos los días para salvar a jóvenes como tú”, respondió Marga, temblando de molestia y vergüenza.
Habían atraído a una multitud y la mayoría de la gente parecía estar del lado del cajero. Los que estaban detrás de ella en la cola le pidieron que se fuera para poder seguir con sus vidas, y los que ya habían sido revisados negaron con la cabeza ante su terquedad.
El cajero se negó a atenderla y, como tampoco atendía a las otras personas, la obligaron a salir de la tienda. Margarita regresó a su casa con lágrimas en los ojos.
No era la primera vez que era criticada por el trabajo de su marido, pero poco a poco estaba llegando a su límite. Se sintió ofendida porque el trabajo de Daniel como oficial había sido devaluado por las personas a las que había jurado proteger.
Una mujer en un supermercado con un carro de compras sostiene un celular. | Foto: Getty Images
Esa noche, Marga recibió una llamada del hospital. Su esposo había resultado herido una vez más al salvar a un adolescente de un intento de robo. Ella dejó todo, tomó algo de ropa y salió de la casa cinco minutos después de recibir la llamada.
Tenía miedo de lo que encontraría en el hospital, pero nada podía evitar que corriera al lado de su marido. Cuando llegó a su sala, fue recibida por una vista impactante.
Al lado de su esposo, temblando por el trauma, estaba el joven que había salvado, y no era otro que el cajero de la tienda. Que Marga se sorprendiera es un eufemismo; estaba desconcertada por el giro de los acontecimientos.
“¿Cuáles son las probabilidades?”, murmuró para sí misma. El hombre también la reconoció. Se miraron el uno al otro en silencio hasta que el gemido de su marido hizo añicos la calma. Había estado dormido, pero ahora había abierto los ojos.
“¿Este es su marido?”, preguntó el joven, con el rostro pálido.
“Sí”, respondió ella con rigidez mientras se movía al lado de Dan para hacer un chequeo superficial de él.
“¿Estás bien?”, preguntó, apartando al cajero.
“Saludable como un dólar”, le dijo agradecido, con una sonrisa en su rostro dolorido.
Un hombre en la camilla de un hospital, sonrie a la mujer que lo visita. | Foto: Getty Images
El cajero se aclaró la garganta para atraer su atención; la culpa y la vergüenza pesaban en su rostro.
“Lárgate de aquí, muchacho”, dijo Dan con brusquedad, como si viera al cajero allí por primera vez. “Te dije que solo estaba haciendo mi trabajo.”
En lugar de obedecer, el cajero miró a Margarita y se inclinó respetuosamente.
“Su esposo me salvó la vida hoy”, dijo. “Pido disculpas por las cosas que dije cuando nos conocimos. Algunos policías pueden ser malos, pero no todos lo son. Gracias por enseñarme eso”. Después de decir esto, el joven se dio la vuelta y los dejó.
“¿Qué fue eso?”, preguntó Dan, con una mirada de perplejidad en su rostro.
“Nada cariño”, dijo Marga con una sonrisa. Estaba orgullosa de los esfuerzos de su esposo y ese día decidió que era hora de vivir.
“¿Sabes que?”, le dijo mientras le llenaba de besos el rostro.
“¿Qué?”, preguntó entre risas.
“He decidido que quiero llevar a tu bebé.”
“¿En serio?”, preguntó, con esperanza en sus ojos.
Una pareja se abraza y sonrie feliz. | Foto: Pexels
“Sí, de verdad”, sonrió Marga. “No solo me hará muy feliz, sino que también creo que te hará pensar dos veces antes de correr de frente a un edificio en llamas.”
Un año después, dieron la bienvenida a su primer hijo. Daniel también fue ascendido, por lo que ya no tuvo que estar tanto en el campo.
¿Qué aprendimos de esta historia?
Un huevo podrido estropea el montón, pero no se puede decir lo mismo de las personas. El trabajo de Dan como oficial de policía era honesto y no tenía reservas sobre perder la vida en el servicio, pero cualquiera que alguna vez haya tenido un enfrentamiento con policías corruptos o enloquecidos por el poder no sabría que él era diferente de los demás. Fue el error que cometió el cajero cuando se negó a venderle a Marga porque sabía que ella apreciaba a los policías.
El verdadero amor es incondicional. Dan y su esposa se amaban profundamente, y eso no cambió ni siquiera cuando discutieron sobre su trabajo y sobre la formación de su familia. Los dos sabían exactamente cuáles eran sus posiciones sobre diferentes temas. Dan no tenía ninguna intención de dejar el trabajo de sus sueños por Marga, pero ella no lo dejó por eso. Por otro lado, él estaba insatisfecho por su renuencia a tener a su hijo, pero no deseaba dejarla. Una prueba clara de que una vez que estás enamorado, nada debería hacerte renunciar.
Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.
Te puede interesar: Mi esposo me obligó a donarle un riñón a una desconocida - Historia del día
Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.