Ladrón irrumpe en la casa de una anciana y se sorprende al ver fotos suyas en la pared - Historia del día
Un ladrón irrumpió en una lujosa mansión, y mientras robaba los objetos de plata, notó algo muy extraño: había fotografías de él colgando en todas las paredes.
Dylan estaba asustado. Nunca lo hubiese admitido, pero lo estaba. Era su primera vez irrumpiendo en una casa por su cuenta. Había participado en otros robos antes, pero nunca por su cuenta.
Como tantos niños de la calle, había comenzado a hacer autostop hacia el sur por la llegada del frío. Necesitaba vivir, así que huyó de nuevo hacia el sur, donde hacía calor.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock
Ahora estaba colgando de un árbol, en una calurosa noche en la ciudad de Miami. La ventana entreabierta de una lujosa mansión estaba a un salto de distancia.
Dylan era delgado y ágil, y podría entrar fácilmente por ahí. Se sentía afortunado por eso. Tenía 13 años, así que le quedaban varios años de utilidad para sujetos como "El Loco" Valdez.
Después de todo, le podría ir peor. "El Loco" solo quería su tajada del botín. Era cuantiosa: se quedaba con el 70% de lo que recibían al vender la mercancía. Pero a cambio, Dylan tenía un lugar donde dormir, comida, y algo de dinero.
Y lo mejor, "El Loco" no era un monstruo, como lo había sido su padre adoptivo. "El Loco" cuidaba a los chicos de su pandilla, y no era un alcohólico o un drogadicto.
Dylan quería quedarse con "El Loco" Valdez y su "familia", pero tenía que demostrar su valor para el grupo. Por eso debía salir de esta mansión con el cual impresionar a todos.
El chico saltó hasta la ventana y se colgó del alféizar. Desde ahí se subió ágilmente y se dejó caer sin hacer ruido alguno. Estaba en la habitación de la ventana abierta.
Se agachó en el suelo durante un largo rato y escuchó. No se oyó ningún sonido en la casa. Estaba vacía, tal como lo había dicho "El Loco". Dylan avanzó en silencio hasta la habitación contigua.
Había una enorme cama y un lindo tocador, cubierto de perfumes caros. Dylan miró directamente a la mesita de noche: donde halló un par de zarcillos de oro y diamantes y se los metió en el bolsillo.
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Vio los zarcillos y recordó que su madre solía usar unos parecidos. Recordó por un momento los tiempos felices de su primera infancia: un torbellino de risas, su madre, elegante y cubierta de joyas...
Pero a los cinco años, todo llegó a un duro y abrupto final. Fueron a buscarlo a la escuela y le dijeron dicho que su mamá había tenido un accidente y había muerto. Ella tenía muchos amigos, pero nadie pudo hallar a su familia.
Dylan fue enviado a un orfanato, y al tiempo lo enviaron a un hogar temporal. Su primera familia de acogida fue agradable, y hasta hablaron de adoptarlo algún día.
Al poco tiempo, su madre de acogida se enteró de que estaba embarazada. Desafortunadamente para Dylan, la familia decidió enviarlo de regreso al orfanato.
Su próximo hogar temporal fue la familia West. A Dylan le parecía una familia genial. El Sr. West lo llevó de pesca, y le enseñó a andar en bicicleta. La Sra. West horneaba las mejores galletas.
Eventualmente, algo cambió, y Dylan supo que estaba en peligro. Había escuchado historias de otros niños en el orfanato, así que antes de que el Sr. West abusara de él, Dylan empacó sus cosas y se marchó.
Así fue como terminó aquí, bajando de puntillas la escalera de una lujosa mansión frente al mar en Miami, preparándose para robar joya y plata de alguna familia rica.
"Probablemente esto no era lo que mi mamá hubiera querido para mí", pensó Dylan con amargura. "Si mamá hubiera vivido, tal vez yo estaría en una casa como esta".
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Dylan dio un vistazo alrededor de la enorme sala de estar con una gigantesca chimenea en la pared. "¿Quién necesita chimeneas en Miami?", se preguntaba el joven, cuando notó una foto en la pared.
Mostraba a una mujer encantadora y sonriente con cabello largo y oscuro, sosteniendo a un niño pequeño en sus brazos. El niño llevaba una gorra de un equipo de béisbol y sostenía un dinosaurio verde sucio en sus brazos.
Dylan CONOCÍA a ese dinosaurio sucio, conocía a ese niño, y a la mujer bonita de cabello oscuro. Era su juguete favorito cuando era un bebé, esa mujer era su mamá y ¡ÉL era ese niño!
La bolsa que sostenía con las cosas que había tomado del piso de arriba cayó al suelo con un fuerte ruido. Entonces notó una segunda foto, también su mamá, también él, un poco mayor. Había una docena de fotos.
Su infancia hasta su quinto año de vida estaba en esas paredes. "¿Qué es esto?", pensó. Luego escuchó un sonido detrás de él y se dio la vuelta.
Una mujer alta y elegante estaba allí mirándolo, sosteniendo su bolso. "¿Quién eres?", preguntó Dylan. "¿Qué es esto?".
"Bueno, joven", dijo la mujer con calma. "Soy la dueña de esta casa, que es donde nos encontramos. ¿Quién eres TÚ y qué estás haciendo aquí?"
Dylan todavía estaba tratando de lidiar con las fotos en las paredes. "Esto ... Estas fotos ... ¿De dónde sacaste estas fotos?".
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"Son mías. Esas son fotos de mi hija y mi nieto", dijo la mujer en voz baja. "Mi hija murió, y mi nieto... desapareció", agregó. "¡Ese soy yo!", exclamó Dylan. "Esa es mi mamá, y ese es Holobolo, y ese soy yo".
"¿Cómo... cómo supiste el nombre del dinosaurio?", preguntó la mujer, dando un paso adelante y agarrando a Dylan por el brazo. "¿Cómo lo supiste?", exclamó.
"¡Era MI dinosaurio!", gritó Dylan. "¡Era mío, así que por supuesto que sé su nombre!", agregó. La mujer tomó a Dylan por ambos brazos y lo miró a la cara. "¿Cómo te llamas? ¡Dime tu nombre!", dijo la mujer.
"Dylan. Dylan Ryan Hardy", exclamó el joven. Y de repente, la mujer comenzó a abrazarlo, llorando y dándole besos. Repetía su nombre una y otra vez.
"Por favor", dijo Dylan. "Por favor, ¿quién eres? ¿Qué está pasando?", preguntó. "Soy tu abuela, cariño", dijo la mujer. "Te he estado buscando durante años y años".
Dylan había irrumpido en la casa de su propia abuela. La mujer había estado viviendo en el Medio Oriente cuando la mamá de Dylan pasó a mejor vida.
Para cuando la abuela se enteró de la muerte de su hija, Dylan ya estaba en el sistema de Servicios Infantiles. Nadie sabía dónde estaba exactamente. Cuando finalmente lo localizaron, el chico había huido del hogar de acogida.
Ahora había encontrado su verdadero hogar. No habría más noches huyendo de la oscuridad de las calles y sus peligros. Dylan le contó todo a su abuela, una famosa periodista, y ella creó una fundación para ayudar a niños como él.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca pierdas la esperanza, porque todo lo que necesitas puede estar a la vuelta de la esquina. Dylan terminó encontrando a su familia por pura coincidencia.
- Incluso la acción más oscura puede terminar en bien. Dylan irrumpió en esa casa para robar, pero terminó encontrando a su abuela.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.