Niña ve cochecito bajo la lluvia en parque y encuentra un bebé recién nacido con una nota - Historia del día
Los padres de Sofía se sorprendieron al ver a su niña metiendo un cochecito con un bebé dentro de la casa. Desafortunadamente, no pudieron quedarse con el pequeño.
“¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mira!”, gritó Sofía, de siete años, desde fuera mientras llevaba un cochecito a su casa.
“¡Sofía! ¡Entra rápido! ¡Está lloviendo!”, su madre, Liliana, respondió desde la ventana de la cocina antes de enfocar sus ojos y notar el cochecito. “¡¿Qué es eso?!”.
“Estaba en el parque. ¡Ninguna mamá se acercó a buscarlo! ¡No podía dejarlo!”, explicó la niña, agitada.
“Está bien. Vamos a secarte y al bebé también, ¿de acuerdo?”, respondió Liliana tomando una toalla para que su hija pudiera secarse mientras ella revisaba al pequeño.
Afortunadamente, el bebé estaba lo suficientemente cubierto como para no mojarse. Ella lo arrulló y lo meció un poco antes de volver a ponerlo en su cochecito y poner sus manos en sus caderas.
Una mujer sosteniendo a un bebé en brazos. | Foto: Pexels
“¿Podemos quedarnos con él, mamá? ¡Seré una buena hermana mayor! ¡Puedo ayudar!”, suplicó la niña mientras veía a su madre pensando.
“Hablaremos de eso más tarde, cariño”, dijo la mujer, sonriendo para calmar a su hija. Pero ella estaba preocupada. ¿Quién dejaría a un niño en el parque? Su vecindario era bastante seguro. Sin embargo, esto era horrible.
Liliana levantó al bebé una vez más y notó que se ponía inquieto. Luego vio un trozo de papel en el cochecito. Había una nota escrita a mano de forma apresurada.
Eso le hacía pensar que, quienquiera que hubiera abandonado al bebé, había tratado de hacerlo rápido. Tomó la carta y empezó a tratar de descifrar lo que estaba escrito en el papel.
“A quien encuentre esta carta, Por favor perdóneme. Solo tengo 19 años y mi esposo murió en un accidente automovilístico. No tengo dinero y no me queda nadie”.
“Ya no puedo cuidar de él. No sabía qué más hacer. Sé que este bebé traerá felicidad a alguien en este vecindario. Por favor, protéjanlo”.
Los ojos de Liliana se llenaron de lágrimas. “Esa pobre chica”, pensó. Ya era bastante difícil ser madre incluso cuando tenías un sistema de apoyo, y esta mujer se sintió perdida después de perder a su esposo.
No podía culparla con demasiada dureza, aunque hubiera sido mejor dejar al bebé en un lugar más seguro. Pero ahora dependía de Liliana y su familia decidir qué hacer.
Cuando su esposo, Marcos, llegó a casa, ella le mostró la carta y le preguntó si podría estar interesado en adoptar al bebé. No se opuso a la idea, pero igual tenían que llamar a las autoridades.
Al final, decidieron no acogerlo. Sofía lloró y gritó cuando el Servicio de Protección Infantil vino a llevarse al bebé. Pero la trabajadora social prometió que podrían visitarlo en el hogar para niños.
Una niña con rostro afligido mirando hacia el suelo. | Foto: Pexels
Sofía los convenció para que la llevaran al orfanato al menos una vez a la semana, y así pasaron los años. El niño, a quien llamaron Pablo, llegó a pensar en ellos como familia y sonreía feliz cada vez que lo visitaban. Incluso Marcos iba a esas visitas varias veces.
En una ocasión, cuando la familia se fue a casa después de visitar a Pablo, Marcos y Liliana discutieron la idea de adoptarlo una vez más. Pero nunca llegaron a una decisión y dijeron que hablarían de ello luego.
Un día, una empleada del orfanato les dijo que finalmente habían colocado a Pablo con una familia de acogida y que podría ser adoptado pronto. “Pero todavía podemos ir a visitarlo, ¿verdad, mamá?”, Sofía preguntó con entusiasmo.
Liliana miró a la empleada. Esta frunció el ceño y negó con la cabeza lentamente. Entonces la madre se inclinó un poco. “Cariño, ya tienes 12 años, así que voy a hablarte como si ambas fuéramos adultas, ¿de acuerdo?”, le dijo a su hija.
“No podemos ir a visitarlo. Pablo necesita vincularse con su nueva familia y tener la oportunidad de ser adoptado. Además, no podemos simplemente ir a la casa de un extraño cuando queramos”.
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Sofía quería protestar, pero su madre la había llamado adulta y no quería demostrar que estaba equivocada. Por lo tanto, tomó la mala noticia con madurez y regresaron a casa.
La preadolescente le deseó lo mejor al niño en el que había comenzado a pensar como un hermano y trató de olvidarse de él. Lo que no sabían era que Pablo no se olvidaría de ellos.
Un niño corriendo por un camino de tierra. | Foto: Pexels
Un día, Sofía estaba en la cocina preparando sándwiches para todos en la casa cuando sonó el timbre. Quien quiera que fuera estaba tocando constantemente sin detenerse.
La joven se quedó quieta con una botella de salsa de tomate en las manos y todos miraron hacia la puerta. “¿Qué está pasando?”, preguntó Marcos, dejando el periódico que estaba leyendo.
“Yo iré a ver, supongo...”, murmuró Liliana, enojada con quienquiera que estuviera afuera tocando el timbre sin cesar. Pero quedó estupefacta cuando abrió la puerta. Era pablo. “¡Pablo! ¿Qué estás haciendo aquí?”.
Los ojos de Sofía se agrandaron y corrió a reunirse con su madre. “¡PABLO! ¡Estás aquí!”, exclamó la joven con deleite.
“Me dijiste dónde estaba tu casa. Tomé el teléfono del Sr. García y usé los mapas”, el pequeño Pablo les mostró el teléfono y todos lo miraron con sorpresa. Marcos agarró el teléfono mientras acompañaban al chico al interior.
“¿Me estás diciendo que usaste el GPS para llegar aquí? ¿Pero usaste el teclado?”, preguntó el hombre, mirando a Liliana completamente conmocionado. El niño tenía cinco años y usaba Google Maps como si fuera tan fácil.
“¿Qué es un teclado? Le dije a Siri dónde estaba la casa de Sofía. No me gusta mi nueva casa. Ojalá pudiera ir a mi antiguo hogar”, respondió el niño. Sofía lo tomó de la mano y se dirigieron a su habitación.
“¡Esto es increíble! Salió corriendo de su casa y nos encontró apenas entendiendo bien nuestra dirección. ¡No puedo creerlo!”, se maravilló Liliana.
“Pero cariño, tenemos que llamar a sus padres adoptivos o al Hogar de Niños”, dijo Marcos.
“Lo sé... solo desearía que pudiéramos...”, dijo la mujer, pero se apagó mientras miraba hacia el dormitorio de su hija.
Una familia reunida junto a un árbol de Navidad. | Foto: Pexels
El hombre tomó una decisión allí mismo. Llamaron al orfanato, informándoles de lo que había hecho Pablo. Y Marcos también les dijo que estaban interesados en adoptarlo.
La trabajadora social no estaba segura hasta que Pablo les dijo que no le gustaba su nueva ubicación. También tuvieron que llamar a la familia García y devolverles el teléfono.
La pareja estaba triste porque el niño ya no quería vivir con ellos, pero no podían hacer nada al respecto. “Si logró encontrar su casa así, debe ser el destino que se quede con ustedes”, les dijo la Sra. García.
Liliana y Marcos estuvieron de acuerdo. Finalmente comenzaron el proceso de adopción y lograron adoptar a Pablo casi de inmediato.
Sofía estaba muy feliz, aunque sus padres a menudo se recriminaban por no haber adoptado al niño desde el principio. Pero no podían cambiar el pasado y ahora esperaban tener un hermoso futuro con sus dos hijos.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
Los niños pequeños son más inteligentes de lo que piensas. Cuanto más envejeces, más te das cuenta de que los niños adoptan la tecnología mucho más rápido que el resto de nosotros.
El destino tiene una forma de intervenir. Pablo pertenecía a su familia, incluso si Liliana y Marcos dudaron durante años en dar el siguiente. Afortunadamente, el destino intervino para ayudar.
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