Pobre anciano cae en nieve y transeúntes lo ignoran: pierde la memoria poco después - Historia del día
Una joven se negó a creer que el anciano que había encontrado inconsciente en la nieve fuese un borracho sin hogar.
Los hilos que nos mantienen en nuestro lugar en el mundo son frágiles y se rompen fácilmente. Un tirón y giramos libres, caemos y nos volvemos extraños incluso para nosotros mismos. Eso fue lo que le pasó a Jeremías Rodríguez, de 78 años.
Él había llegado a un momento de su vida en el que dormía poco. Sus problemas de salud lo atormentaban con punzadas de dolor, y el único placer que le quedaba eran sus largas caminatas. Un día, no regresó y nadie sabía dónde estaba.
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Esa tarde, Jeremías tenía una cita con su reumatólogo en el hospital, por lo que caminó hasta el otro lado de la ciudad desde su apartamento. Hizo una larga caminata.
Había un parque cerca, y Jeremías compró un pan para alimentar a las palomas que buscaban entre la nieve algo para comer. Esparció migajas por el suelo y se rio mientras las aves se arremolinaban alrededor de sus pies.
Las alas de las aves zumbaban mientras luchaban por comer un poco de pan. Entonces la luz se hizo brillante y los sonidos más fuertes. Jeremías sintió que se caía, y se desvaneció sobre la blanca nieve.
Mientras Jeremías yacía inconsciente, la gente pasaba por su lado rápidamente y apartaban la mirada. Un anciano tirado en la nieve era algo con lo que preferirían no involucrarse.
Poco después, un grupo de adolescentes pasó y lo vio allí, tirado indefenso en el suelo. Se acercaron y uno de ellos lo pateó. Luego, un chico se agachó cerca de su rostro, pero no para comprobar su bienestar.
Lo hizo para meter sus manos en los bolsillos de Jeremías y rápidamente sacó su billetera y su teléfono celular. Miró el dispositivo con desdén. "¡Este pedazo de basura pertenece a un museo!", expresó y luego lo tiró al suelo y lo aplastó con su pie.
El tercer chico estaba tocando el largo abrigo de Jeremías. "¡Oye, este abrigo es genial! ¡Ayúdame a quitárselo!". Con la ayuda de sus amigos, le quitaron la prenda de vestir. Por si acaso, también se llevaron sus zapatos.
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Afortunadamente, poco después, una joven llamada Lucía Pérez llegó paseando a su perro, pero una gruesa capa de nieve ya había cubierto a Jeremías. Si el pug de la chica no la hubiera alertado, ella no lo hubiera encontrado.
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Lucía llamó a emergencias y llevaron a Jeremías al hospital local. Aparte de hipotermia, los médicos se dieron cuenta rápidamente de que el hombre había tenido un derrame cerebral.
Nadie sabía quién era, no llevaba una identificación ni pistas sobre su identidad, y Jeremías ni siquiera recordaba cómo se llamaba.
"Probablemente no tiene hogar. Todo lo que encontramos en él fue una tarjeta de Metro”, le dijo un médico a Lucía. No tenía dinero, celular o alguna llave.
La joven le pidió al doctor la tarjeta del Metro. Había visto el rostro pálido de Jeremías luego de limpiarle la nieve de sus mejillas. Puede que no llevara billetera ni abrigo, pero estaba afeitado al ras y el pelo muy bien cortado.
Con el permiso del médico, Lucía le tomó una foto a Jeremías y partió para averiguar quién era. Llevó la tarjeta a la administración de Metro, explicó la historia del hombre y preguntó si podían informarle cuál había sido su último viaje.
Lucía sabía que su casa tendría que estar a poca distancia del metro, así que empezó desde allí. A solo 100 metros del subterráneo había una pequeña tienda de comestibles. Fue hasta el lugar y le mostró la foto de Jeremías al encargado.
El hombre miró la foto y exclamó: "¡Ese es Jeremías! ¡Jeremías Rodríguez, ha sido nuestro cliente durante más de 40 años! ¿Qué le pasó?".
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"Lo encontré en el parque, al otro lado de la ciudad, sin identificación, sin abrigo y sin zapatos... ¡Dijeron que no tenía hogar, pero no lo creí!", explicó Lucía.
"¡No es un indigente!", exclamó el hombre del local comercial. "¡Tiene su propio apartamento! ¡Uno muy bonito por cierto! ¡Voy contigo para identificarlo!".
Al principio, Jeremías estaba muy confundido y apenas sabía quién era o dónde estaba, sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, se fue recuperando poco a poco. Todos sus amigos los iban a visitar, pero la que siempre estuvo a su lado, fue Lucía.
Después de que Jeremías fuera dado de alta del hospital, Lucía continuó visitándolo. Durante muchos años, fueron los mejores amigos, hasta que él falleció tristemente a la edad de 87 años.
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Para sorpresa de Lucía, le dejó todo su dinero y su apartamento, un legado asombroso del hombre que todos habían pensado que no tenía hogar.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Sé amable y caritativo con los necesitados y la vida te recompensará: Lucía se detuvo para ayudar al hombre caído que todos creían que no tenía hogar y terminó haciendo un amigo de por vida.
- No juzgues a las personas por su apariencia, no sabes por lo que han pasado: Todo el mundo pensaba que Jeremías no tenía hogar porque los chicos desagradables le habían robado y lo dejaron sin documentos.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.