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Hombre sin hogar caminando por la calle | Shutterstock
Hombre sin hogar caminando por la calle | Shutterstock

Mujer mayor ofrece refugio y trabajo a hombre sin hogar, mientras sus hijos la ignoran - Historia del día

Diego Rivera Diaz
20 dic 2021
02:30

El pequeño gesto de una mujer hacia un hombre sin hogar terminó convirtiéndose en una generosa oportunidad que cambiaría la vida del sujeto para siempre.

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"Muchas gracias, señorita", dijo el indigente sentado frente a la panadería favorita de Mary cuando ella le entregó un croissant y un chocolate caliente. La mujer de 78 años sonrió amablemente.

Veía al hombre casi todos los días, y a veces veía a gente invitarlo a desayunar. Ese día, ella decidió ser quien le diera algo de comer. Era época navideña, y Mary se sentía más festiva y generosa que de costumbre.

Croissant y taza de chocolate. | Foto: Shutterstock

Croissant y taza de chocolate. | Foto: Shutterstock

Mary llevaba años sin ver a su familia. Luego de que marido falleció, casi siempre pasaba la Navidad sola en su casa. Sus hijos, Mateo y Catalina, siempre estaban ocupados o viajando en esas fechas.

Ella los invitaba cada año, pero siempre ponían alguna excusa. Era triste, pero era lo mismo que le había pasado a muchas conocidas con la edad.

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Por suerte, Mary no necesitaba el apoyo de sus hijos. Venía de una familia adinerada, y siempre vivió con comodidad. Lo único que deseaba era que sus hijos recordaran lo linda que era la Navidad en su ciudad.

De repente comenzó a caer una fina lluvia. Mary miró hacia el cielo y vio oscuros nubarrones por doquier. "Podría caer un verdadero chaparrón. ¿Tiene algún lugar a donde ir?", preguntó la mujer mayor al indigente.

El hombre la miró y sonrió con tristeza. "No, señora, no tengo. Pero no se preocupe. Me pondré a cubierto antes de que empeore", respondió, y tomó un sorbo del chocolate caliente.

Mary no quedó satisfecha con la respuesta. "¿Cómo se llama, joven?". El hombre respondió: "Me llamo Carlos, señora". "Encantado de conocerte, Carlos. Me llamo Mary Peña. ¿Cuántos años tiene?", preguntó.

"Un placer, Sra. Peña. Yo tengo 27 años. ¿Por qué lo pregunta?", cuestionó el hombre. "Disculpe el atrevimiento", dijo la señora. "Me preguntaba si podría hacerme un favor, ya que es joven y fuerte", dijo Mary.

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"Compré un nuevo hornito eléctrico para mi cocina, pero los repartidores lo dejaron en el porche. Es demasiado pesado para mí. ¿Podría venir y ayudarme?", preguntó. Esperaba que dijera que sí.

Paquete en porche. | Foto: Shutterstock

Paquete en porche. | Foto: Shutterstock

"Pues claro, señora, cómo no. Yo la ayudo", respondió Carlos. "Puedo pagarle por su tiempo", sugirió Mary, pero el hombre se negó. "No, nada de eso. Ya me invitó el desayuno. Vamos a su casa, Sra. Peña, y yo la ayudo", dijo.

"No está muy lejos, no hay que caminar mucho. Eso es bueno, porque no me gusta conducir cuando llueve. Y ya no tengo la vista que tuve alguna vez, pero eso pasa cuando envejeces", dijo Mary mientras caminaba.

Logró sacarle una sonrisa a Carlos, y pensó que era la primera señal de alegría que veía en el rostro del joven. Al llegar a casa, Carlos había terminado el croissant y el chocolate.

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Vio el gran paquete en el porche y lo levantó mientras Mary abría la puerta. Ella le dijo dónde colocarlo. "Muchas gracias, joven. ¿Qué tal si se queda y le preparo una buena comida? Mis desayunos son legendarios", ofreció la mujer.

Carlos sonrió y accedió felizmente. Se quitó la chaqueta y el gorro y se sentó en la mesa. Pero antes de que Mary pudiera comenzar a cocinar, el fregadero de la cocina pareció reventar.

Había agua salpicando por todas partes. Ella corrió a buscar una toalla. "¡Ay no, no otra vez!", exclamó, tratando de detener el repentino diluvio.

Carlos entró en acción. Preguntó dónde estaba la válvula principal y rápidamente cerró el flujo. Luego tomó una mopa y comenzó a secar el piso. "¿Está bien, Sra. Peña?", preguntó mientras secaba el piso.

"Sí, Carlos. Pero esto ya pasa todos los días. Los plomeros han venido tres veces en dos meses y no logran repararlo. Y hoy no vendrán con esta lluvia", dijo, viendo por la ventana el chaparrón que había comenzado a caer.

Cocina encharcada. | Foto: Shutterstock

Cocina encharcada. | Foto: Shutterstock

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"No se preocupe por eso, Sra. Peña. Yo lo arreglo"; dijo Carlos, y le preguntó si tenía una caja de herramientas. "¿Está seguro de que sabe cómo arreglar algo así?", preguntó Mary.

"Sí, señora, no es problema. He trabajado de carpintero y de plomero, hasta tuve licencia. Puedo encargarme de esto en un santiamén", dijo el joven.

"Vaya, esos son campos con mucho trabajo. ¿Qué pasó?", preguntó Mary, mientras lo veía trabajar. "Bueno, al principio iba bien. Empecé a los 21 años con una pequeña empresa con un puñado de empleados", explicó.

"Fue genial por un tiempo, pero luego una gran empresa fundó un competidor. Tenían mucha publicidad, más empleados, mejores sueldos, y hasta una aplicación para móviles. Mi empresa no podía competir con eso", dijo.

"Por fin, todos mis amigos tuvieron que dejar de trabajar conmigo y comenzar a trabajar para la empresa. Yo solo no podía con los pocos clientes que me quedaron, y no podía pagar las deudas de la empresa. Me fui a la quiebra", agregó.

"Qué pena. ¿Y entonces? ¿Qué pasó después?", dijo la señora, cautivada por la historia. "Lo perdí todo. Vivía con mi novia y ella me echó cuando perdí la empresa. El contrato de arrendamiento estaba a su nombre".

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"Yo no podía pagar el depósito de alquiler en ningún departamento, y terminé viviendo en la calle. Pensé que sería por un tiempo, mientras conseguía un empleo, pero no podía ni llenar una aplicación sin tener una dirección. Y bueno, van dos años así", concluyó.

"¿Y su familia?", dijo la mujer, conmovida. "No me queda nadie ya. Mi mamá murió poco después de que comencé mi negocio. Estaba tan orgullosa de mí por estar emprendiendo. No sé qué pensaría de mí ahora", dijo con tristeza.

Mujer conmovida. | Foto: Shutterstock

Mujer conmovida. | Foto: Shutterstock

"Ella seguiría orgullosa, Carlos. Ha pasado por mucho y sigue estando en pie y siendo amable. Mi familia siempre tuvo de todo, y mis hijos nunca tuvieron que trabajar duro. Pero nunca habrían podido sobrevivir a los desafíos que la vida le ha presentado", dijo Mary.

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Al rato, Carlos le pidió que abriera la válvula. El fregadero funcionaba incluso mejor que antes, y Mary tuvo una idea: "Carlos, necesito que arregle otras cositas en la casa", comenzó.

"Hay escaleras que crujen, puertas que rechinan, y los baños necesitan mantenimiento en las tuberías. Además, necesito alguien que me ayude con el jardín", agregó sonriendo.

"No hay problema, Sra. Peña. Pero para algunas de esas cosas podríamos necesitar herramientas que no veo en su caja... y quizás algunos materiales", dijo el hombre, planificando ya las refacciones.

"Está bien, puedo pagar por esas cosas. Y también puedo pagarle a Ud. Pero tengo una oferta: podría mudarse conmigo. Tendría una alcoba con su propio baño, y comida incluida. ¿Qué le parece?", preguntó Mary con emoción.

Carlos quedó estupefacto. "No... no sé qué decir, Sra. Peña. Es demasiado generosa. Pero si está seguro, pues la verdad es que me conviene mucho. Acepto", respondió el hombre.

"¡Perfecto! Y mientras vivas aquí, puedes usar mi dirección para buscar un trabajo, o cualquier cosa que necesites hacer. Las cosas que necesito en la casa no son urgentes. Puedes tomarte tu tiempo", siguió Mary. "Y, la verdad, aprecio la compañía".

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Carlos sonrió de oreja a oreja. Era la oportunidad que había soñado por los últimos dos años. Comenzó a trabajar en las refacciones del hogar de una vez, y con su nueva dirección, consiguió un trabajo en la gran empresa de plomería.

Plomero con uniforme. | Foto: Shutterstock

Plomero con uniforme. | Foto: Shutterstock

Esa fue una de las mejores navidades que Mary había tenido desde la muerte de su esposo. Carlos se convirtió en un nieto para ella. El joven fue contratado por la empresa de plomería en enero.

Meses después, Carlos finalmente consiguió un lugar propio. Pero cada fin de semana, visitaba a la Sra. Peña para reparar cosas en su hogar y compartir una deliciosa comida con ella.

Para ese entonces, Mary tuvo problemas de salud que casi la dejaron en el hospital. Carlos estuvo ahí en cada momento, pero los hijos de Mary apenas llamaron un par de veces.

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La mujer decidió cambiar su testamento. Le legó a Carlos su gran casa y la mayor parte de su fortuna. A sus hijos les dejó una modesta suma, para que no fuesen a molestar a Carlos.

Mary lo escoltó hasta el altar el día que Carlos se casó. Y gracias a Dios, también pudo estar ahí para el nacimiento de su primera hija, a quien bautizó en su honor.

"Ese es un gesto tan dulce, niños. No tenían que hacer eso", dijo Mary a Carlos y a su esposa Julia en el hospital. "No, Sra. Mary. Usted me salvó. Es parte vital de la historia de mi familia", le dijo, y puso a su bebita en sus manos.

Mujer mayor sosteniendo bebé. | Foto: Shutterstock

Mujer mayor sosteniendo bebé. | Foto: Shutterstock

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • No te olvides de tus padres. Los hijos de Mary la ignoraron durante muchos años, pero ella encontró un nuevo "nieto" que la apreciaba.
  • Una buena oferta puede salvarle la vida a alguien. La vida de Carlos sería muy diferente si Mary no le hubiera hecho esa gran oferta.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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