Padre sigue a su hija de 12 años y descubre que todos los días visita una casa abandonada - Historia del día
A Pedro Blanco le tocó criar solo a su hija María. Después de notar que ella había comenzado a regresarse sola a casa decidió seguirla, lo que lo llevó a un descubrimiento sorprendente.
Pedro es un dedicado hombre de negocios que trabaja en casa desde el fallecimiento de su esposa años atrás. Eso le ha permitido cuidar bien a su única hija María, de 12 años, y cubrir todas sus necesidades.
Cada mañana él llevaba a su hija a la escuela, pero en las tardes ella caminaba a casa con su amiga Anna. Pedro se sentaba en su porche, esperando a que llegara.
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María era la primera en llegar, ya que la casa de Anna estaba ubicada más adelante en la misma calle. Las chicas saludaban a Pedro y él les devolvía el saludo con una sonrisa en el rostro.
Durante el último mes, Pedro había notado que María regresaba a casa con la ropa sucia. No pensó mucho en esto; lo atribuyó al comportamiento usual de los niños cuando juegan en el patio de recreo.
Sin embargo, lo que si llamó su atención fue que su hija ya no caminaba con su amiga. Anna siempre pasaba primero. María normalmente llegaba unos veinte o treinta minutos después.
Decidió conversar con la madre de Anna. “Hola Lucy, ¿cómo estás? Me preguntaba... ¿Pasa algo entre Anna y María? Me di cuenta de que ya no caminaban juntas después de la escuela”, preguntó.
“Hola Pedro, las chicas están teniendo una de esas peleas otra vez. Ya sabes, cosas de adolescentes”, respondió la madre de Anna. Esto no sonaba bien para Pedro, así que al día siguiente decidió ver a dónde iba María después de la escuela.
Esperó dentro del coche frente a la escuela. Vio a su hija María salir. Así que encendió el motor y la siguió lentamente mientras caminaba.
Tras un rato, ella entró en una casa abandonada y vieja. Pedro estacionó silenciosamente y la siguió dentro de la casa. Allí, vio que María se acercaba a un hombre viejo vestido en harapos.
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“¡María! ¡Aléjate de él!”, gritó. La niña saltó ante la fuerte voz de su padre y dejó caer la bolsa de comida que había traído desde la cafetería de la escuela para el hombre.
“Pero papá…”, empezó a decir. Antes de que se diera cuenta, Pedro la había levantado del suelo y la había metido en el auto.
“¡María, no puedes entrar en casas abandonadas y hablar así con vagabundos! ¿Y si te hiciera daño?”, dijo enojado.
“Le he estado dando comida por semanas, papá. Nunca me ha tocado”, respondió María entre lágrimas después de escuchar los gritos de su padre.
“¡Solo porque no lo haya hecho no significa que no pueda hacerlo en el futuro! Además, hay muchos peligros ahí fuera. No puedes andar sola por lugares peligrosos. Prométemelo, María. No puedes volver allí”, dijo de nuevo, todavía conmocionado por el sorprendente descubrimiento que acababa de hacer.
Vacilante, María asintió. “Lo prometo. Pero papá, ¿puedes traerme los dibujos que hizo para mí? Por favor, quiero los dibujos”, suplicó.
María no dejaba de llorar, así que después de llevarla volvió a la casa abandonada y vio al mismo hombre sentado en el suelo. “Mi hija no deja de hablar de algunos dibujos que dejó aquí”, dijo Pedro.
En silencio, el vagabundo le entregó algunos pedazos de papel. Pedro se sorprendió al ver que eran retratos de su difunta esposa.
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“Su hija es una niña amable. Yo estaba muy enfermo y hambriento un día, y estaba tirado en el suelo porque estaba exhausto. María me quiso ayudar, pero su amiga le dijo que se alejara de mí. Ella se quedó, mientras su amiga corrió a su casa enojada”, comenzó a explicar el hombre.
“Me compró un sándwich y un poco de té, y me acompañó mientras me recuperaba. Después, me ayudó a caminar de regreso a la casa en la que me quedo. Hablamos un rato y le dije que solía ser artista. Ella me dio algunos materiales y me pidió que dibujara a su difunta mamá”, agregó.
El vagabundo le explicó que nunca pidió el pago de los dibujos, pero María siempre venía y le traía sándwiches: “Es una chica muy amable. Estaba feliz de hacerle los retratos porque podía ver cuánto significaban para ella, pero siempre traía comida para mí. Esperaba a que terminara de dibujar sentada en el suelo, por eso es que su ropa terminaba sucia”.
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Pedro inmediatamente se sintió terrible por haber juzgado mal al hombre. Se dio cuenta de que María añoraba a su madre y encontró en él a un amigo amable que generosamente le haría retratos de su madre.
“Lamento haberte juzgado mal. Pensé que estabas planeando algo malo y simplemente no podía soportar la idea de perder a mi hija. Lo siento y gracias por mantener viva para ella la imagen de su madre”, dijo.
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En ese momento, el vagabundo le entregó su dibujo final. “Este fue el dibujo que me pidió que hiciera ayer. Lo acabo de terminar y se lo iba a dar”, dijo.
Pedro tomó el papel en sus manos y vio que era un dibujo de su familia. Él, María y su difunta esposa Mariana se reían mientras cenaban juntos. Pedro no pudo evitar llorar.
“Esto es hermoso”, dijo, sollozando. “Muchas gracias. Voy a enmarcarlo”.
Después de recuperar la compostura, procedió a hacerle una pregunta al hombre: “Mi mejor amigo tiene una tienda de arte. Contrata artistas para sus exposiciones y muestras de arte. ¿Te interesaría conocerlo?”.
El hombre sonrió. “Me encantaría. Gracias. He estado acampando en este lugar abandonado por un tiempo. Me gustaría tener otra oportunidad de vivir una vida normal”, respondió.
Ese fue el comienzo de un hermoso cambio en su vida, que le permitió comer, dormir y vivir cómodamente mientras hacía algo que realmente amaba. Después de comenzar a ganar dinero por su trabajo en la tienda de arte, pudo alquilar un pequeño taller y vivir allí. Se sentía feliz y pleno.
Además, siguió siendo amigo de Pedro y María; ellos lo invitaban con frecuencia a cenar. También comenzó a darle lecciones de dibujo a la niña, quien descubrió su amor por el arte a su lado.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El hecho de que una persona esté en la calle en una mala situación no implica que tenga malas intenciones. Las personas sin hogar a menudo son juzgadas erróneamente como perezosas, incompetentes e incluso peligrosas, pero a veces solo han tenido un revés en la vida.
- Nunca es demasiado tarde para empezar de nuevo. Aunque el vagabundo vivía en la pobreza, su talento le permitió empezar de nuevo y mejorar su calidad de vida.
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