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Dueño de tienda de antigüedades le pregunta a mendigo dónde consiguió su anillo - Historia del día

Haroldo Soto terminó mendigando en las calles después de que su esposa lo engañara. Un día, se detuvo en una tienda de antigüedades para pedir comida y descubrió algo sobre sí mismo que nunca antes había sabido.

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Haroldo siempre mendigaba cerca del centro comercial, pensando que los que iban allí podrían darle algo de dinero. Era un hombre extremadamente amable, siempre dispuesto a ayudar a todos.

Desafortunadamente, cuando el guardia de seguridad notó que solía deambular en el estacionamiento del lugar, lo echaron y le prohibieron la entrada. Fue entonces cuando empezó a vagar por las calles.

Anillo dorado expuesto sobre una superficie. | Foto: Shutterstock

Anillo dorado expuesto sobre una superficie. | Foto: Shutterstock

Un día, sin ningún lugar a donde ir, se topó con una tienda de antigüedades. Tenía la esperanza de que alguien allí le diera algo de dinero o incluso algo de comida.

Sin embargo, el encargado de la tienda lo echó rápidamente. “¡Oye, no tienes nada que hacer aquí, lárgate!”, le gritó el hombre.

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“Solo me gustaría pedir algo de comida”, dijo Haroldo en voz baja antes de darse la vuelta para irse.

En ese momento, el dueño de la tienda de antigüedades, Arnaldo, salió de su oficina para ver qué era lo que ocurría. Cuando vio que el encargado estaba por echar al mendigo Haroldo del comercio, lo amonestó.

“Así no se trata a la gente, Adán. Siempre hay que ser amable con todos”, dijo Arnaldo. Se acercó a Haroldo y le dio algo de dinero. “Toma, espero que puedas comprar algo bueno para comer con esto”.

Cuando Haroldo extendió su mano para tomar el billete, el dueño del local notó el anillo que llevaba. “Dime, ¿de dónde sacaste ese anillo?”, le preguntó.

Mostrador en una tienda de antigüedades. | Foto: Pexels

Mostrador en una tienda de antigüedades. | Foto: Pexels

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“Este es un anillo que mi abuela me dio hace mucho tiempo. Me dijo que era de su difunto esposo y quería que yo lo tuviera”, dijo.

“¿Sabías que en el mercado negro puedes vender este anillo por unos ochenta mil dólares? Solo hay dos de estos en el mundo. Los dueños eran dos hermanos y lo mandaron a hacer a la medida”.

“¿Te gustaría escuchar la historia?”, preguntó Arnaldo, indicándole a Haroldo que se sentara en uno de los taburetes dentro de la tienda.

“Somos primos lejanos, Haroldo. Me sorprende que no vendieras el anillo a pesar de que era una gran oportunidad para que comenzaras una vida mejor, pero tomaste la decisión correcta”.

“La familia significa más que cualquier cantidad de dinero, y me alegra que sepas eso, incluso en tiempos difíciles”, dijo Arnaldo con una sonrisa.

“¿Qué tal si cenamos juntos esta noche después de que cerremos la tienda? Me gustaría conocerte más y tal vez también pueda contarte un poco sobre mí”, dijo el dueño del local.

“Me encantaría, gracias”, respondió Haroldo. Con solo un par de minutos antes de la hora de cierre, el hombre ayudó a Arnaldo y al gerente de su tienda, Adán, a limpiar. Cuando terminaron, caminaron hacia un restaurante cercano.

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Dos hombres mayores sentados en el banquillo de un parque. | Foto: Pexels

Dos hombres mayores sentados en el banquillo de un parque. | Foto: Pexels

Cuando llegaron allí, Arnaldo le dijo a Haroldo que ordenara lo que quisiera. Como tenía hambre, él le hizo caso y pidió una comida completa de hamburguesa con queso y refresco.

“Espero que no te moleste que pregunte, pero ¿cómo terminaste en las calles? Pareces un hombre muy inteligente”, le preguntó el dueño de la tienda a Haroldo.

“Bueno, solía ser investigador en una universidad. Desafortunadamente, hace solo un par de años, mi esposa decidió que quería más de la vida. Me dejó y se llevó todo el dinero en nuestra cuenta bancaria conjunta”.

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“Incluso vendió nuestra casa. Yo quedé sin nada y no tenía medios para tratar de buscarla. Nunca tuvimos hijos, por lo que fue fácil para ella irse”, explicó el hombre.

“Lamento escuchar eso, Haroldo. Estoy muy contento de que nos hayamos conocido. Si aceptas mi ayuda, hay una habitación libre en el segundo piso de la tienda de antigüedades. Puedes vivir allí si quieres”.

“También he estado buscando un vendedor para la tienda. Podría contratarte si quieres empezar a trabajar de nuevo”, sugirió Arnaldo mientras ambos devoraban sus comidas.

“Eres muy amable. Apreciaría tener una habitación cálida para dormir. Prometo pagarte un día una vez que pueda ganar algo de dinero”, dijo Haroldo, casi llorando.

Tres hamburguesas, papas fritas y cerveza sobre una mesa. | Foto: Pexels

Tres hamburguesas, papas fritas y cerveza sobre una mesa. | Foto: Pexels

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“No, somos familia, se supone que debemos ayudarnos mutuamente. Puedes quedarte todo el tiempo que quieras. Puedes comenzar a trabajar en la tienda tan pronto como estés listo”, dijo Arnaldo sonriendo.

Después de comer, el dueño del local de antigüedades llevó a su pariente a una tienda por departamentos cercana. Allí se ofreció a comprarle algo de ropa y los artículos de tocador que necesitaba para su nueva habitación.

Aunque se conocieron un par de horas atrás, los dos tenían una gran química y se llevaron bien rápidamente.

Al día siguiente, Haroldo comenzó a trabajar. Decidió reorganizar los artículos de la tienda para mejorar su aspecto desde el exterior y entretener a los clientes que entraban.

No mucho después de comenzar a laborar para Arnaldo, el hombre impresionó no solo a su primo lejano, sino también a los clientes que compraban en la tienda.

El dueño del lugar notó que más clientes volvían y los nuevos también se convirtieron en clientes habituales. Esto hizo que Arnaldo decidiera hacer negocios con Haroldo.

Tras enseñarle a su pariente cómo funcionaba el negocio, el dueño de la tienda abrió un nuevo local de antigüedades aún más grande con su primo. Se convirtieron en socios comerciales y administraron con éxito la tienda juntos.

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Dos hombres mayores sentados en un sofá mientras comen y conversan. | Foto: Pexels

Dos hombres mayores sentados en un sofá mientras comen y conversan. | Foto: Pexels

¿Qué podemos aprender de esta historia?

Siempre debemos ser amables con todos los que conocemos. El encargado de la tienda trató de echar a Haroldo, pero el dueño del lugar le dijo que debería ser amable con las personas sin importar su situación en la vida.

Nunca es demasiado tarde para empezar de nuevo. Aunque Haroldo vivió en las calles durante mucho tiempo, Arnaldo le dio la oportunidad de comenzar de nuevo. A veces, las personas que tienen menos en la vida solo necesitan un poco de apoyo para volver a ponerse de pie y comenzar de nuevo.

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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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