Hombre rico deja a su hijo mayor $2,8 millones y el hijo menor recibe solo $1 - Historia del día
Un padre rico pone a prueba a uno de sus hijos antes de decidir sobre su herencia, y luego le deja millones de dólares a su hijo mayor y su descarriado hijo menor apenas recibe un dólar.
Ser padre es el trabajo más difícil del mundo, y uno nunca sabe realmente cómo lo ha hecho hasta que sus hijos crecen. Carlos Heredia era un exitoso hombre de negocios, pero sentía que, como padre, había fracasado miserablemente.
Su hijo mayor, Camilo, era un hombre tranquilo y trabajador, pero el menor, Gerardo, era derrochador, desconsiderado y egoísta. Carlos a menudo se preguntaba dónde se había equivocado con él y qué podía hacer en la actualidad para corregirlo.
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Como primer paso en su campaña para hacer de Gerardo un hombre trabajador y responsable, Carlos le consiguió a su hijo de 26 años su primer trabajo en la sala de correo de su empresa. Gerardo miró a su alrededor y luego miró a su padre con asombro.
“¿Qué quieres que haga aquí?”, preguntó.
“Separarás el correo y lo entregarás a las personas a las que se le envió”, le explicó Carlos. “Y comenzarás a las 9:00 en punto”.
Gerardo parecía confundido. “¿A las 9:00? ¡Pero eso es imposible! Mi entrenador personal llega a las 10:00 y después del almuerzo tengo tenis…”, comentó. “¡Esto no funcionará para mí, papá!”.
“¡Por supuesto que funcionará!”, dijo Carlos con firmeza. “Yo soy el que paga por el entrenador personal y los almuerzos y el tenis profesional, y no pagaré más. Tendrás mucho tiempo libre a partir de ahora”.
Gerardo estaba furioso, pero su padre estaba muy decidido. Después de una semana en la sala de correo, Gerardo irrumpió en su oficina, empujó a su secretaria y ni siquiera llamó a la puerta.
“¡He tenido suficiente!”, gritó, agitando su cheque de pago semanal. “¿Toda esta semana trabajé como un esclavo y este es el miserable pago?”.
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Carlos tranquilamente tomó su cheque de pago y lo miró. “¡Eso se ve bien!” él dijo.
“¿Por qué no puedo tener un trabajo como el de Camilo?”, preguntó Gerardo. “¡Él gana una fortuna!”.
“Camilo tiene un título en economía”, respondió el padre. “¿En qué te especializaste? ¡Oh! ¡Ya recuerdo! Abandonaste…”
Gerardo hizo una mueca. “Bueno, tal vez no he sido muy aplicado en los estudios, papá, ¡pero tengo habilidades!”.
Carlos preguntó: “¿Cuáles son tus habilidades, exactamente?”.
“Soy bueno con la gente y conozco a muchas celebridades”, dijo Gerardo. “Sé cómo manejar a la prensa... ¿Quizás relaciones públicas?”.
Carlos lo escuchó con atención. “Tienes razón, hijo. Puede que haya algo que puedas hacer. Acepté patrocinar una recaudación de fondos para UNICEF”, dijo. “Quiero organizar una subasta de celebridades…”
“Sería una buena idea que te encargues de organizarla, y el éxito que tengas en ella me mostrará si en realidad tienes o no potencial. Pero ten en cuenta, Gerardo, que esta es tu última oportunidad. No te falles a ti mismo”.
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“Querrás decir que no te falle a ti, ¿cierto?”, corrigió Gerardo.
“No, quiero decir que tu futuro está en juego, así que piensa bien cada paso que des”, dijo y acompañó a su hijo fuera de su oficina.
Durante los dos meses siguientes, Carlos observó con cierto interés cómo Gerardo invertía su energía en la organización de la recaudación de fondos. Pronto comenzaron a llegar los objetos donados por celebridades.
Parecía que la subasta sería un éxito y Carlos sintió un alivio secreto. ¡Tal vez todo lo que Gerardo realmente necesitaba era concentrarse en algo en lo que era bueno y entendía!
Gerardo alquiló un lugar prestigioso y pidió un lujoso buffet y el mejor champán, todo lo cual pagaría la empresa de Carlos. También contrató a una cantante famosa para que actuara antes de la subasta.
La verdad fue que el evento estuvo repleto de ricos y famosos, todos compitiendo por adquirir los recuerdos de las celebridades. La subasta fue un gran éxito y recaudó mucho más dinero del que Carlos esperaba.
Sin embargo, el evento fue exageradamente costoso, al menos 170 mil dólares por encima de lo presupuestado. “Eso es mucho dinero…”, pensó Carlos. “Voy a revisarlo con más atención”.
Carlos le ordenó a su secretaria que reuniera todos los recibos del evento de UNICEF, y aunque los números cuadraban, algo parecía estar mal. Miró el recibo de los honorarios del cantante que estaba endosado a una empresa llamada “Talento Incorporado”.
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“Diana”, le dijo Carlos a su secretaria. “Póngame en contacto con la chica que cantó en la subasta y pregúntele cuánto cobró”.
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Una hora más tarde, Diana entró en la oficina de Carlos y se veía muy pálida. “Señor Heredia”, dijo ella. “Ella no cobró nada. Fue su contribución a la causa…”.
Carlos sintió como si le lo golpearan con un mazo. “¿No cobró nada?”, preguntó en un susurro.
“No, señor”, dijo Diana, con lágrimas en los ojos. Durante los días siguientes, Carlos se puso en contacto con todos los vendedores, proveedores y empresas de catering y descubrió que Gerardo había exigido el 20 % de sus tarifas en sobornos en efectivo. ¡Realmente había aprovechado al máximo su segunda oportunidad!
No le dijo una palabra a su hijo, y cuando la familia se reunió ese domingo para almorzar decidió hacer un anuncio. Después de que terminaron de comer, Carlos se levantó con su copa de vino en la mano.
Miró a sus hijos y sonrió. “Camilo, Gerardo, como saben, ahora tengo 62 años y uno de estos días les entregaré la batuta. Pero la jubilación no es mi única preocupación. Cuando muera, quiero que mi legado esté en buenas manos y quiero asegurarme de que mi dinero se distribuya de manera justa entre mis hijos”.
Gerardo sonrió, pero Camilo parecía molesto. “¡Vamos, papá, sabes que odio ese tipo de conversaciones!”.
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“Lo sé, hijo”, dijo Carlos. “Pero quiero que ustedes estén preparados. Ayer hice que mis abogados redactaran un nuevo testamento. Camilo, tú recibirás las acciones de la compañía, y en cuanto al dinero, me refiero a mi fortuna personal, recibirás $2,8 millones por ser el mayor. Y tú, Gerardo, recibirás un dólar”.
Gerardo frunció el ceño. “Lo siento, papá, ¿qué dijiste?”.
Carlos sonrió. “Dije que su herencia ascenderá a exactamente un dólar”.
“¿Qué significa esto?”, gritó Gerardo.
“Cálmate, hijo”, dijo Carlos con serenidad. “Si recuerdas, te advertí cuando participaste en el evento de caridad que era tu última oportunidad…”.
“¡Hice un gran trabajo!”, protestó el joven. “¡Recaudamos millones para los niños!”.
“Sí, hiciste un gran trabajo”, dijo Carlos. “Especialmente en llenar tus propios bolsillos. Confié en ti y me robaste. Considéralo tu herencia”.
Las protestas, lágrimas y promesas de cambio no se hicieron esperar por parte de Gerardo, pero su padre se negó a cambiar su decisión.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Una segunda oportunidad bien puede ser tu última oportunidad. Gerardo violó la confianza de su padre y malversó dinero y se sorprendió cuando su padre no lo perdonó.
- Se nace siendo buena persona. Puedes criar a un niño con amor, darle buenos ejemplos, pero al final del día, ellos deciden quiénes quieren ser.
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