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Un niño frente a una tumba | Foto: Shutterstock
Un niño frente a una tumba | Foto: Shutterstock

Cada día niño huye de su padrastro a la tumba de su madre y allí conoce a una mujer idéntica a ella - Historia del día

Un niño de cinco años huía de su padrastro a diario para visitar la tumba de su madre. Un día, conoció allí a una mujer mucho mayor que era idéntica a su mamá.

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“¡Quédate ahí y no me molestes hoy!”, gritó el padrastro de Jorge, Darío, mientras cerraba la puerta del dormitorio del niño. Una vez más tenía algunos invitados y no quería que el pequeño de cinco años interfiriera de ninguna forma.

Siempre era así. Por eso Jorge descubrió cómo abrir la ventana para salir. Afortunadamente, su padrastro aún no se había dado cuenta, o habría hecho algo al respecto.

Jorge esperó hasta que llegaran los invitados y escapó por la ventana. No quería volver nunca más, pero no tenía a más nadie más en el mundo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Su madre, Emma, había muerto años antes, y no quedaba nadie más que su padrastro. No tenía idea de lo que había pasado o dónde estaba su padre biológico.

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Y por el momento solo tenía un lugar adonde ir. La tumba de su madre era su único consuelo, y a menudo arrancaba flores de los jardines de los vecinos para llevárselas. Fue allí tras escapar de la casa. Afortunadamente, vivían en un vecindario seguro.

“Hola mami, te traje unas flores”, dijo el niño sobre la lápida de su madre. Todavía no podía leer perfectamente, pero había memorizado cómo se escribía el nombre de su mamá y dónde estaba la tumba.

Se sentó sobre el césped y comenzó a hablar con ella cuando de repente la voz de otra persona lo interrumpió. “Hola”, dijo una mujer, y Jorge se puso de pie para mirar a la desconocida.

No recordaba muy bien a su madre, pero esta mujer se parecía a ella. De hecho, olía igual, como a lavanda. “¿Mamá?”, dijo en voz baja.

“¿Eres Jorge?”, preguntó la mujer, sacudiendo la cabeza.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Sí. Pero ¿por qué te pareces a mi mamá?”, preguntó, entendiendo que esta mujer no era su madre.

“Soy Marina. Soy la madre de Emma, ​​lo que significa que soy tu abuela”, reveló la mujer, sorprendiendo al pequeño. Durante años, su padrastro había dicho que no le quedaba familia en el mundo.

“Pero yo no tengo abuela”, repetía las palabras de su padre.

“Sí tienes. Y tienes muchos familiares que quieren conocerte y amarte, cariño. He estado esperando durante años para hablar contigo. Pero no me esperaba encontrarte aquí solo”, explicó la mujer. “¿Viniste aquí con Darío?”.

“¡No!”, dijo el niño casi gritando. “Él está en casa. No sabe que estoy aquí. Por favor, no le digas. ¿Puedo vivir contigo? Odio vivir con él”.

“Bueno, no será fácil, pero haremos nuestro mejor esfuerzo. ¿Por qué no vienes conmigo por ahora?”, ofreció la abuela Marina, extendiendo su mano.

Jorge la agarró con fuerza y ​​siguió a la mujer mayor. A pesar de tener cinco años, sabía que hablar con extraños era malo. Pero esta mujer parecía estar diciendo la verdad, y sintió una sensación de seguridad con ella que no tenía con su padrastro.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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La abuela Marina lo llevó a su casa. Allí conoció al hermano de su madre, Carlos. “Hola amiguito. ¿Cómo has estado? No te hemos visto desde que eras un bebé”, saludó el hombre, y Jorge sonrió tímidamente.

“¿Por qué no me has visitado?”, preguntó el niño, sin entender por qué no le habían dicho de la existencia de estas personas.

“Es una respuesta complicada, y es posible que seas demasiado pequeño para entenderlo. Pero te lo diré. Tu madre amaba tanto a tu padrastro que decidió casarse con él. Le dijimos que era una mala idea y dejó de hablarnos”, reveló Carlos.

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“Entonces ella murió, y tu padrastro no quería que tuviéramos ningún contacto contigo. Él es tu tutor legal. ¿Lo comprendes?”.

“Creo que sí... pero ¿qué pasa con mi verdadero padre?”.

“Lo siento, Jorge, pero se mudó a otro país cuando tu madre se fue con tu padrastro, y nadie ha sabido nada de él desde entonces”, continuó Carlos.

“Pero ahora nos tienes a nosotros, pequeño. Y esta vez, vamos a luchar por estar en tu vida. ¿Qué opinas?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¡Increíble! No quiero volver a esa casa. Él no es muy amable conmigo”, dijo Jorge.

“¿A qué te refieres?”, preguntó su tío.

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“Me encierra en mi habitación cuando viene gente. Me grita y, a veces, me golpea. Lo odio. Por favor, ¿puedo vivir contigo ahora?”, reveló el niño. Lo que dijo sorprendió a Carlos y a Marina.

Los adultos se miraron y supieron exactamente lo que tenían que hacer. Le dijeron a Jorge que tenía que regresar a la casa de Darío por un tiempo, pero que lo acompañarían.

Carlos tenía un amigo en la policía y todos fueron a llevar al pequeño. Jorge tocó el timbre de la vivienda de su padrastro y el hombre salió a abrir la puerta.

“¿Qué diablos estás haciendo afuera? ¡Se suponía que debías quedarte en tu habitación! ¡Entra, niño inútil!”, le gritó Darío al pobre chico, sin notar que otras personas estaban mirando desde el camino de entrada.

Entonces habló el amigo policía de Carlos. “¿Darío Sánchez?”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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El hombre finalmente miró hacia arriba y vio la patrulla policial. También se dio cuenta de que la abuela del niño y Carlos estaban allí con los brazos cruzados y expresiones serias. “¿Sí?”, dijo el hombre.

“Lo siento, pero vamos a tener que llevarnos al niño y habrá una investigación por maltrato de un menor. ¿Entendido?”, continuó el oficial, quien se acercó y agarró a Jorge para apartarlo de su horrible padrastro.

Darío farfulló. “Eso no es cierto. Yo no lo maltrato”.

“Ya veremos durante la investigación. Por ahora, este niño se va a quedar con su abuela”.

Darío no quería dejarlo ir. “¡NO! Yo soy su guardián. No puede simplemente llevárselo. ¡Todo es mentira!”. Por alguna razón, tal vez por su ego, Darío se negaba a dejar ir a Jorge.

Finalmente, la abuela Marina habló directamente con el hombre que le había robado a su hija y la había dejado morir en un accidente automovilístico. “Darío, ya basta. Si nos dejas llevarnos al niño ahora no profundizaremos en esto”.

“De lo contrario, presentaremos cargos oficialmente en tu contra. Jorge nos contó muchas sobre la forma en que has tratado”.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¡Está bien! ¡Llévenselo! ¡No me importa!”, gritó el hombre con una expresión desdeñosa antes de darse la vuelta y entrar en su casa.

Jorge se mudó con su abuela y su tío, y ninguno de ellos volvió a saber del horrible padrastro del pequeño. El niño finalmente conoció lo que era tener una familia verdadera que le brindara amor y apoyo.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Hay una razón por la cual los niños se escapan. Los niños que reciben amor y apoyo en el hogar no huyen a menos que algo serio esté sucediendo. Jorge realmente necesitaba encontrar al resto de su familia, o podría haber sufrido más bajo la mano de su padrastro.
  • Escucha a tu familia. El amor puede cegar a las personas, y la familia de Emma trató de alejarla de Darío. Pero ella no escuchó y su hijo sufrió por eso.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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