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Una niña caminando por el campo | Foto: Shutterstock
Una niña caminando por el campo | Foto: Shutterstock

Taxista deja a niña en el lugar equivocado: ella llama a mamá y dice: "Hace frío y está sucio" - Historia del día

Mayra Pérez
02 abr 2022
16:30

Una niña se encuentra en una situación difícil después de dar la dirección equivocada al taxista y descubrir que se encontraba en un lugar desconocido. Por fortuna, se encontró con una buena persona dispuesta a ayudarla.

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“¡Oh, Dios mío, Matías! ¡Levántate, por el amor de Dios!”. Regina Calderón le gritó a su esposo cuando se despertó de golpe, al darse cuenta de que llegarían tarde a la escuela de su hija.

Esta mañana, las cosas no estaban saliendo como habían planeado. Matías trabajaba como contador y Regina como diseñadora senior en una prestigiosa empresa, por lo que siempre estaban muy ocupados. Ese día pensaron llevar juntos a su hija de 8 años a la escuela, pero se habían quedado dormidos.

“¡Por favor, querida!”, le rogó Matías. “Me gustaría dormir un poco más. Por favor…”.

“¡No hay tiempo!, ¡sal ya de la cama! Tendrás que llevarla tú mismo porque no he empezado a prepararle el almuerzo. Tengo que despertarla y debemos prepararnos para el trabajo. ¡Matías! Necesitamos arreglar un transporte para Carol pronto…”.

Regina corrió hacia la habitación de Carol y la vio jugando con sus muñecas. “Cariño, tenemos que prepararnos para la escuela. Puedes jugar más tarde”, dijo mientras levantaba a su hija y le entregaba su cepillo de dientes.

“Pero mami…”.

“No ahora, cariño. No querrás llegar tarde a la escuela, ¿está bien?”.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Regina estaba tan frenética que ni siquiera esperó la respuesta de la niña antes de correr a la cocina para preparar el desayuno. Cuando terminó de empacar el almuerzo y le dio el desayuno, fue a despertar a Matías nuevamente.

“¡Matías, levántate! ¡Llegas tarde al trabajo! Enviaré a Carol a la escuela en un taxi hoy, ya que tengo una reunión urgente”.

“Ya estoy despierto... ¿Qué hora es?”, preguntó Matías, mientras intentaba despejar su mente y alcanzar su teléfono.

“¡Es tardísimo! ¿Por qué no me despertaste, Regina?”, dijo presa del pánico, al ver la hora.

“Buenos días”, dijo ella con ironía. “Ahora prepárate para ir a trabajar. Ya me tengo que ir. ¡Adiós!”.

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“¿Y Carol? ¿Dónde está ella?”.

“Llamé un taxi que se encargará de llevarla. Se va en unos minutos. ¿Te vas a levantar?”.

“Sí, en un segundo…”.

Al llegar el taxista, Regina le explicó claramente la dirección de la escuela de la niña y le encargó la seguridad de su hija. El hombre introdujo los datos en el GPS de su celular.

“Por favor, cuídela y llévela directamente a su escuela. Hoy se nos hizo un poco tarde y debo ir directamente a mi trabajo”, le informó al conductor, Pedro.

El taxista era un hombre voluminoso de unos 50 años, quien le aseguró que todo estaría bien. “No se preocupe, señora”, dijo con una gran sonrisa. “¡Es mi trabajo! ¡Puede estar tranquila!”.

“¡Muchas gracias!", le dijo Regina y se volvió hacia Carol. “Cariño, van a ir directamente a la escuela. No distraigas al señor Pedro, ¿de acuerdo?”.

“¡Está bien, mami!”, dijo Carol, mientras se despedía de sus padres.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Desafortunadamente, a los pocos minutos de su viaje, el teléfono del taxista dejó de funcionar y fue entonces cuando ocurrió el percance. Tuvo que pedirle a Carol la dirección, y ella se la dio en forma incorrecta.

“¿Estás segura de que esa es la dirección? Soy un poco olvidadizo y mi teléfono no funciona, así que no puedo confirmar la ubicación”, le comentó, sintiendo que algo andaba mal. Pero Carol respondió: “¡Sí! ¡Esa es la dirección que me dio mi mami!”.

Como resultado, Pedro la dejó en el lugar que la pequeña le había indicado. Carol recordaba que su madre le había explicado que debía cruzar a la derecha desde el punto donde la dejara el taxi y caminar 10 pasos para ver la entrada de la escuela.

Siguió las indicaciones y caminó durante varios minutos, solo para encontrarse en un área enorme y abierta, rodeada de plantas secas y sin edificios a la vista.

La niña no se dio por vencida y trató de encontrar un camino varias veces, pero todo fue en vano. Siguió caminando y caminando por horas, y pronto tuvo que admitir que estaba perdida, por lo que comenzó a llorar sin consuelo.

“¡Mami! ¿Dónde está la escuela?”, preguntaba en su mente. De pronto, notó una silueta en las sombras en un callejón.

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“¿Hola, me puede ayudar?”, susurró temblorosamente, pero cuando vio la figura, se aterrorizó. En el callejón tenuemente iluminado, le pareció un monstruo gigante, pero en realidad era una mujer frágil y delgada, con palomas en los hombros, lo que la hacía parecer enorme.

“¿Qué haces aquí sola, pequeña?”, preguntó la anciana preocupada.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Carol exhaló un suspiro de alivio cuando logró ver el rostro de la mujer. Era solo una anciana. “Estoy... estoy perdida”, dijo Carol, sollozando.

"¡Oh, querida! ¿Puedes decirme tu nombre y dónde vives?”.

“Mi nombre es Carol. Vivimos en un vecindario que está en las afueras”, dijo entre lágrimas.

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“No te preocupes, Carol. Cálmate, puedo ayudarte. Soy la Señora Lugo. Vivo cerca, ven, acompáñame”. La mujer mayor la consoló y la llevó al sótano donde solía dormir y le dio una manta calentita. Sin embargo, todavía hacía frío allí.

“¿Al menos recuerdas la información de contacto de tus padres, Carol? Podemos llamarlos. Hay una pequeña tienda cerca, y el dueño tiene un teléfono”, explicó la Sra. Lugo.

Un poco más calmada, Carol recordó que su madre le había dado una nota con su dirección y número de contacto. “Tengo aquí anotado el teléfono de mi mamá, señora Lugo”, respondió la niña, mientras sacaba una nota de su bolso. “Aquí está”.

“¡Oh, maravilloso! ¡Esto tiene todo lo que necesitamos, Carol! ¡Ven, llamémosla y dígale que estás a salvo!”.

Mientras tanto, Regina y Matías estaban al borde de la desesperación. Su hija no había regresado de la escuela. Llamaron a la maestra de la clase y se enteraron de que ni siquiera había llegado al aula.

“¿Dónde está mi hija?”. Regina estalló en llanto y luego recordó algo. “¡Un segundo! ¡Anoté el número de placa del taxi y el nombre del conductor! ¡Aquí lo tengo!”, dijo, rebuscando en su bolso hasta encontrar la nota donde la había escrito.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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De repente, sonó su teléfono. Matías y Regina entraron en pánico cuando un número desconocido apareció en la pantalla del teléfono, pero al otro lado de la línea estaba su hija Carol, cuya voz les trajo un gran alivio.

“¡Matías, es Carol!”, gritó Regina. “Cariño, ¿dónde estás? Papá y yo estamos muy preocupados”.

“Mami, ¿cuándo vendrán por mí? Estoy en un sótano. Hace frío y está sucio aquí, y yo…”. La llamada se desconectó.

Regina intentó llamar a Carol nuevamente, pero el teléfono estaba apagado. Sollozando, solo podía repetir: “Matías, nuestra hija... está en peligro…”.

“No te preocupes, Regina. Podemos rastrear el teléfono”, dijo Matías. Llamó a emergencias y, con la ayuda de la policía, rastrearon la ubicación. Todos estaban en estado de shock cuando mostró un área remota, completamente opuesta a la dirección de la escuela de Carol.

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“¡Oh, no!”, gritó Carol cuando la línea se cortó abruptamente. “No pude decirle a mamá dónde estaba. ¿Qué hacemos ahora?”.

“No te preocupes, Carol. Hay un refugio de animales cerca. Frank, el propietario, tendrá un teléfono. Primero llamaremos a emergencias y les informaremos dónde estás, ¿de acuerdo? Pero el lugar está un poco lejos”, le explicó la señora Lugo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“No hay problema, podemos caminar hasta allí”, respondió Carol, y salieron de la tienda para dirigirse al refugio de animales.

Pero solo unos minutos después de su partida, varios coches de policía convergieron a su alrededor a la vez, después de haber identificado a Carol. “¡Deja a esa niña en paz! Si la lastimas, estarás en un gran problema”, advirtió uno de los oficiales a la anciana por el micrófono, mientras Regina y Matías salían de uno de los autos.

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Carol corrió hacia sus padres y los abrazó. “Mamá y papá. ¡Qué bueno que pudieron llegar!”.

“¿No te hizo daño, cariño?”, preguntó Regina, preocupada al observar la apariencia desaliñada de la Sra. Lugo. “Puedes decirnos si te hizo algo…”.

“¡De ninguna manera, mami! La Sra. Lugo ha sido muy amable. Te llamó cuando me encontró llorando y también me dio una linda cobija porque hacía frío. Ella es tan cariñosa como tú”.

Regina y Matías intercambiaron una breve mirada, y se sintieron muy mal por haber dudado de la dama. “Me disculpo con usted, señora. Gracias por ayudar a nuestra hija. Ella podría seguir deambulando por las calles, corriendo peligro, si usted no la hubiese ayudado”, dijo, mientras se acercaba a ella.

“Está bien, jovencita”, dijo la Sra. Lugo, con una pequeña sonrisa en su rostro. “Me iré ahora. Cuídense”.

Carol regresó a casa con sus padres, pero ni Matías ni Regina podían quitarse de la cabeza a la anciana. Creían que podrían ayudarla a salir de la pobreza a cambio de su gratitud por rescatar a su hija.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Así que la ayudaron a encontrar un hogar en su vecindario. También la animaron a iniciar un negocio de venta de pasteles de crema para ganarse la vida, y todos en el vecindario estaban encantados con ellos.

Carol visitaba a la anciana todos los días después de la escuela, y merendaba los deliciosos pasteles. “¡Usted hace los mejores pasteles, señora Lugo!”, repetía con frecuencia, y sus palabras dibujaban una gran sonrisa en el rostro de su salvadora.

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • No se deben sacar conclusiones sin tener toda la información. Matías y Regina pensaron que la Sra. Lugo había tratado de hacerle daño a Carol, pero era todo lo contrario. La había ayudado en su peor momento.
  • Es importante enseñar a los niños los datos sobre sus padres y el lugar donde viven. Aunque nadie quiere sufrir una emergencia, los accidentes ocurren, y en esos casos lo ideal es que los pequeños sepan quienes son sus padres y como localizarlos.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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