Mamá le pide a pareja de ancianos que cuide a su hijo en el parque y desaparece sin dejar rastro - Historia del día
Una pareja disfrutaba de una agradable tarde en una heladería cuando una mujer les pidió que cuidaran a su hijo durante un par de minutos. Pasaron las horas y la mujer nunca regresó.
Mientras Jaime y Emiliana disfrutaban de su helado en un agradable día de verano, una joven madre sentada a su lado alimentaba a su hijo pequeño. Después de un rato, la mujer derramó jarabe de chocolate en su suéter blanco y quiso ir a limpiarlo.
“Hola”, saludó con simpatía a la pareja. “¿Les importaría cuidar a mi hijo durante cinco minutos? Solo necesito ir al baño para limpiarme”, les preguntó.
“Claro, no hay problema”, respondió Emiliana, quien amaba a los niños. El hijo de la mujer era una dulzura, así que no esperaban inconvenientes con él.
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Esperaron a que volviera la madre, pero eso nunca ocurrió. Jaime le pidió a Emiliana que fuera al baño a buscar a la mujer, y ella regresó con una pañalera en la mano y una mirada de asombro en su rostro.
“Se fue”, dijo Emiliana, estupefacta.
“¿Cómo pudo abandonarlo?”. Jaime estaba horrorizado. Revisaron la bolsa de pañales y vieron la ropa del bebé y algunos biberones.
Inmediatamente, decidieron llamar a la policía y a los servicios sociales, que acudieron enseguida. Cuando llegó la trabajadora social, buscó minuciosamente algún tipo de información sobre la madre, y encontró una nota pegada al pantalón del niño con un imperdible.
La desprendió con mucho cuidado. La nota decía:
“Estoy harta de sacrificarme por este mocoso. Su padre me dijo que era rico y que iba a cuidar de mí, así que renuncié a mi trabajo y quedé embarazada. Ahora él está en bancarrota. No lo estoy dejando con extraños; este chico es su nieto”.
Preocupada, la trabajadora social entregó el trozo de papel a Jaime y Emiliana para que lo leyeran. “¿Tienen un hijo?”, les preguntó.
Después de leer la nota, se miraron con incredulidad antes de asentir. “Sí, pero no lo hemos visto en 12 años desde que nos estafó 20 mil dólares. Su nombre es Camilo", respondió Jaime.
“Camilo”, dijo de repente el niño, que parecía tener dos años. Empezó a señalarse a sí mismo y a decir repetidamente el nombre.
Jaime y Emiliana estaban sorprendidos. No tenían ninguna duda de que el niño era su nieto y querían asegurarse de que creciera en un buen ambiente. “Si estamos calificados, nos gustaría cuidar al bebé, ya que es nuestro nieto”, le dijo Emiliana a la trabajadora social.
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Después de arreglar algunos papeles, a Jaime y Emiliana se les permitió llevar a Camilo a casa. Pero antes de decidir adoptarlo legalmente, intentaron localizar a su hijo.
A través de uno de los amigos de Camilo, supieron que estaba en un pequeño pueblo de Alaska, escondiéndose de personas a las que les debía dinero. Jaime y Emiliana viajaron allí con el pequeño niño.
“Hijo”, le dijo Jaime. “¿Reconoces a este chico?”.
Camilo se encogió de hombros. “Claro, es mi hijo, pero no estoy interesado en criarlo. Por eso los dejé a él y a su madre”.
“No sabemos cómo nos encontró ella; estábamos en el parque el otro día cuando dejó al niño con nosotros. ¿Sabes dónde vive?”, le preguntó Emiliana a su hijo.
“Eso es fácil de responder”, respondió Camilo. “Le conté que ustedes iban al mismo parque todos los fines de semana, y disfrutaban juntos de un helado”.
“Miren, no tengo ningún interés en ser padre. El nombre de la mamá es Minerva. Aquí está su dirección”, dijo, escribiéndola en una hoja de papel.
Tan pronto como regresaron a su hogar, Jaime fue hasta la casa de Minerva. Ella abrió la puerta, pero no lo invitó a entrar a su pequeña casa. “Estoy aquí para pedirte que pienses bien en esto. Es tu hijo al que estás abandonando”, le dijo.
“Estoy dispuesto a ayudarte financieramente si eliges quedarte con el bebé. Estamos más que dispuestos a hacerlo”, le dijo.
Inmediatamente, la mujer negó con la cabeza. “No quiero un bebé, especialmente si su padre es alguien que estafa a la gente para ganarse la vida. No los quiero en mi vida”, dijo antes de cerrar la puerta.
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Con eso, la pareja, que tenía sesenta y tantos años, decidió criar a Camilo como su propio hijo. No les tomó tiempo enamorarse del niño, que era inteligente, guapo y dulce.
Pasaron los años y Camilo se convirtió en un jugador de fútbol muy apreciado. Le ofrecieron varios contratos bien pagados en una importante liga y fue noticia en los periódicos.
Un día, después de que la noticia llegara a los medios, Camilo se sorprendió al encontrar a una pareja llamando a su puerta. Afirmaban ser sus padres.
"Querido hijo, ¿no me recuerdas? Soy tu madre”, dijo Minerva. Camilo no la recordaba.
“Hijo, debes ayudarnos. Lamentamos no haber podido criarte. Hemos vivido en la pobreza todos estos años, y ahora los usureros nos persiguen”, dijo Camilo, su padre biológico.
El joven Camilo los miró por un par de segundos antes de sacar una nota que había llevado consigo durante los últimos veinte años. Era la que Minerva dejó pegada a su pantalón el día que lo abandonó.
Minerva comenzó a llorar. “Lo siento, estaba desesperada y era pobre. Era una joven madre soltera y no tenía idea de cómo criar a un niño”, dijo.
Camilo sabía muy bien que sus abuelos se habían ofrecido a apoyarla si le hubiese permitido crecer a su lado, pero prefirió no decir nada más. Era una persona educada y de buenos sentimientos.
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Les explicó a sus padres que estaba a punto de ir a una ceremonia de premiación. Si querían ir, estaban invitados. Ellos estaban encantados. No pensaron que sería así de fácil que su hijo los perdonara, después de todo lo que había pasado.
Sabían que esa noche era una noche especial. Una gran ceremonia de premiación para los atletas y Camilo recibiría el premio más prestigioso.
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Durante la ceremonia, lo llamaron al escenario para reclamar su trofeo y dar un discurso. Camilo se acercó con su elegante traje azul oscuro, sonriendo mientras las cámaras destellaban por todo el pasillo. “Gracias”, comenzó.
“Me gustaría agradecer a todos los que me trajeron hasta este día. Mis entrenadores, mis compañeros de equipo, los fanáticos y, lo más importante, mi familia”, dijo Camilo mientras sostenía su trofeo.
Sus padres resplandecían de alegría, creyendo que les estaba dedicando la victoria. Mientras tanto, Jaime y Emiliana, que ya tenían algo más de ochenta años en ese momento, no pudieron evitar que las lágrimas corrieran por sus rostros. Estaban orgullosos de su nieto.
“Este premio pertenece a dos personas maravillosas, y me gustaría llamarlas al escenario para compartir este momento conmigo”, dijo Camilo, mirando a través de la multitud.
Minerva y Camilo se estaban preparando para ponerse de pie, cuando escucharon a su hijo decir: “A mis abuelos, Jaime y Emiliana, esto es para ustedes. Por favor, suban al escenario y únanse a mí”, dijo, pidiendo a la seguridad que los guiara hacia arriba.
Tan pronto como Jaime y Emiliana subieron al escenario, compartieron un abrazo con Camilo. Los tres estaban llorando, mientras Minerva y Camilo miraban avergonzados.
“Me enseñaron a distinguir el bien del mal, a ser un hombre bueno y honesto. Pero sobre todas las cosas, me enseñaron a amar, y eso es lo que distingue a un buen hombre y un buen deportista”, dijo al finalizar su discurso.
En ese momento, los padres de Camilo se dieron cuenta de que su egoísmo les había impedido ver crecer a ese gran hombre. Esa gran responsabilidad la habían asumido con todo el amor del mundo sus abuelos: Jaime y Emiliana.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Por encima de todo siempre debe estar el amor. Minerva y Camilo solo se preocuparon por el dinero y se negaron a hacerse responsables de su hijo, abandonándolo. Al final, su hijo les enseñó que la vida tiene que ver con la familia y el amor.
- Las personas que realmente te aman y se preocupan por ti estarán allí incluso en tus peores momentos. A través de todos los altibajos de Camilo, sus abuelos, Jaime y Emiliana, estuvieron allí con él. Mientras tanto, sus padres solo aparecieron cuando se enteraron de que le iba bien y ganaba mucho dinero.
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